Venimos de aquí: ¿Sabes expresarle adecuadamente el amor a tu pareja? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/08/1073-sabes-expresarle-adecuadamente-el.html).
Leí a una autora decir que se prohibía a sí misma y a
su novio expresarse las palabras te amo
y, sin embargo, sí podían decirse te
quiero. Agregaba que todos tendrían que hacer lo mismo. Nuevamente, aunque
las respeto, disiento de este tipo de ideas. La Biblia dice que no nos unamos
en yugo desigual. La Biblia dice que no tengamos relaciones sexuales hasta el
matrimonio. La Biblia dice que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. Pero la Biblia no dice que esté mal decirle a tu novio que lo amas. Si alguien
prefiere no usar esas palabras, que no lo haga, pero que no trate de establecer
una doctrina o una ley nueva en base a su forma de pensar.
Los dos
extremos
En lo que concierne al aspecto físico de la relación
sí hay que ser más concretos. No basta con generalizar ni podemos ser ambiguos. Cuando en el apartado
anterior cité el lenguaje del amor llamado “Contacto físico”, dije que habría
que tratarlo en profundidad. ¿Cuál es el porqué? Fácil de explicar: hay formas de expresar ese tipo de afecto que están reservadas para el
matrimonio. Hay ciertas ideas que, si no se tienen claras, pueden conducir con
suma facilidad al acto sexual.
No estoy de acuerdo con ninguno de estos
dos extremos:
1. Un
extremo lo prohibe todo. El pastor Calvin George dice: “Creo que el
noviazgo cristiano debe incluir una abstinencia total de contacto físico. Esto
incluye negarse los besos, los abrazos, estar tomados de la mano, etc. Creo que
los novios no deben estar en situaciones donde se encuentran solos, en lugares
no públicos, donde no hay cristianos. Yo no llegué a pensar así hasta tener 19
años”. Nuevamente nos encontramos con una opinión respetable, pero basada en la
propia experiencia de cuando era joven y en lo que él mismo ha observado en
otras parejas de esas edades. Pero de ahí a generalizar me parece tremebundo.
Es más, la considero sumamente legalista. Si él u otras parejas quieren tomar
ese camino, que lo tomen; están en su
derecho y son libres para creer que eso es lo más adecuado. Pero una cosa es creer y otro establecer como norma de fe y conducta.
¿Cuándo llegó a esa conclusión sobre negar
todo contacto físico? A los 19 años, edad en la que la madurez brilla por su
ausencia, y las chicas y los chicos se suelen propasar físicamente. En Las amistades de los solteros con el sexo
opuesto comprobamos las dificultades de los noviazgos entre adolescentes (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/las-amistades-con-el-sexo-opuesto.html), pero no soy partidario de hacer generalizaciones.
Justin Lookadoo y Hayley Dimarco, en el
libro “Noviazgo: ¿Están preparados?”, dicen: “Los chicos saben que si envían
flores, escriben cartas y dan regalos, influyen en tus emociones. Y saben que
esto los llevará a lo físico en algún momento de la relación”. Pero ahora me
toca hablar a mí: esos chicos que buscan llevarse a la cama a una chica usando
este tipo de estratagemas, ni son cristianos ni son maduros, y si se congregan
son meramente “religiosos”. Por lo tanto, no se puede establecer como verdad
absoluta que todos los chicos buscan
una relación física cuando llevan a cabo este tipo de hermosos detalles. Este
tipo de generalizaciones son ofensivas para los que no tienen dobles
intenciones y siempre deberían ser matizadas.
2. El otro extremo lo permite casi todo. En una ocasión
pregunté a varias cristianas sobre este asunto (el del contacto físico) y me
dijeron que establecían como límite “la línea del bikini”. O sea, que el chico
podía tocar todas las partes del cuerpo de su novia excepto aquellas que
estaban cubiertas por esta minimalista prenda de baño. Es decir: muslos y
contramuslos –entre otras partes- están permitidos. Me dejó atónito tal
“enseñanza”.
La Biblia es muy clara al
respecto: el cuerpo del novio y de la novia no les pertenecen a sus actuales
parejas hasta el matrimonio: “La mujer no
tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el
marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer” (1 Co. 7:4).
Queda bien claro: marido y mujer, no novio y novia.
El equilibrio y los límites sanos
Conociendo estos dos
extremos, sabiendo lo que conlleva la sexualidad del soltero cristiano (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/08/72-como-sienten-la-sexualidad-hombres-y.html), en mi opinión, dos personas maduras que establecen
claramente sus límites, pueden tomarse de la mano, abrazarse, apoyar los brazos
en los hombros del compañero y ofrecer dulces besos (con moderación y sin el
deseo de excitar), sin que ello les lleve a quemarse.
Sin embargo –y lo diré sin pelos
en la lengua para que todo el mundo me entienda-, no deberían formar parte de
un noviazgo, puesto que despiertan los deseos sexuales, se quiera o no:
- Los besos extensos y
apasionados (con o sin lengua).
- Los mordiscos “con intenciones”.
-
Las caricias íntimas o continuadas en distintas partes del cuerpo.
-
Los masajes en zonas “peligrosas”.
- Los roces genitales (incluso con ropa).
- Los lengüetazos por la cara (sí, los he visto entre “creyentes”, un
recuerdo que me provoca grima y pesadillas).
El que no se guarda de esto,
está jugando con fuego. La pasión sensual y sexual no forman parte del
noviazgo. No tener esto claro conduce en muchísimas ocasiones a la pérdida de
la virginidad antes del matrimonio, incluyendo en algunos casos embarazos no deseados. Todo esto
conlleva vergüenza interna y graves sentimientos de culpa, o una
sensación de que se perdieron un momento muy bonito por no haber sabido esperar
a la noche de bodas. Y el que no lo siente así, es que ha perdido su sensibilidad
ante los valores de Dios.
Hay otros que, a pesar de
llegaron técnicamente vírgenes al
matrimonio, no lo fueron en lo que respecta a otras prácticas. Quizá pienses que si no hay contacto genital no estás
teniendo relaciones sexuales, pero las caricias íntimas son parte del acto
sexual. En ocasiones, un hermoso noviazgo acabó destruído por no saber
esperar al tiempo de Dios.
En lo que respecta a los límites, ambos
deberán hablar claramente del tema para establecerlos. Lo que no incendia a uno
puede provocar en el otro el mayor de los fuegos. Es sabido que la mujer tiene diez veces mayor sensibilidad en la piel que
el hombre, aparte de que los genitales no son la única zona erógena del cuerpo.
Un beso en el cuello puede derretir a la mayoría de las mujeres, mientras que
el hombre puede sentir que el sexo se resume a una sola zona del cuerpo. Es
sabido que los hombres necesitan muy poco para alcanzar un orgasmo. Su cuerpo
es así. No tienen ni que llegar a tocar partes íntimas de la mujer para ello.
Sin embargo, para ellas, la sexualidad es mucho más, como las caricias y los
besos llenos de pasión. Esto incluye las palabras. Ya vimos que las mujeres
deben cuidar su vestimenta, pero, por su parte, el hombre debe vigilar
especialmente sus palabras. Las mujeres se excitan por lo que oyen y no tanto
por lo que ven. En la relación de noviazgo hay que ser cariñosos y románticos
en las palabras, pero habrá que evitar ciertas expresiones incendiarias, que no son
necesarias que reproduzca aquí vaya que me censuren; cada uno sabe cuáles son.
Es intrínseco a nuestra naturaleza (y por lo tanto, normal), que el
cuerpo de ambos reaccione ante
ciertas circunstancias, pero esto no tiene que convertirse en lujuria. Al fin y
al cabo, estáis juntos porque os atraéis mutuamente, y eso incluye el plano
físico. Otra cosa será qué hacéis con esa excitación. Cada uno debe saber
aquello que le puede llevar al propio descontrol. Hay situaciones que suelen
ser peligrosas, por lo que tienen que reconocerlas para prevenirlas.
En las relaciones que comienzan a edades muy tempranas es más difícil
este control, por el mismo hecho que hemos citado en varias ocasiones: el
cuerpo siempre quiere más. En la sociedad actual en la cual nos movemos, donde
todo está hipersexualizado, donde el que no tiene relaciones sexuales es
considerado rarito o tontito, y donde el trabajo es precario e inestable, la
situación se complica. Por falta de recursos económicos, el matrimonio suele
retrasarse más años de lo razonable. Esto hace que la tensión sexual se acumule
en exceso. Y ahí surgen muchos problemas si no se aplican ciertos principios.
Por otro lado, un añadido aunque debería darse por hecho: en ningún momento a lo largo del libro
he mencionado las complicaciones y dificultades que se presentan en la
convivencia del matrimonio. Y no lo he hecho porque, aunque he tratado asuntos
que son aplicables tanto a casados como solteros, se centra principalmente en
éstos. Si eres soltero y tienes pareja, ten muy claro que no podéis vivir bajo
un mismo techo. Es de perogrullo, pero aún así es necesario decirlo para
algunos que siguen sin enterarse y que están en babia. He leído, oído y visto
de muchos casos donde, bajo este tipo de circunstancias, ella suele quedar
embarazada[1]. “No, a mi no me
pasará”. Arriésgate y verás. “Pues una amiga mía se fue a vivir con el novio y
no tuvieron relaciones”. No te lo crees ni tú. Pero vale, si quieres nadie te
va a encañonar con un rifle, ni siquiera Dios. “Es que quiero probar cómo es la
vida juntos antes del matrimonio, para ver si somos compatibles”, suele ser
otro argumento.
Todos estos son razonamientos
infantiles que no caben en la mentalidad de un cristiano maduro. La
compatibilidad en el matrimonio requiere de una serie de conductas diferentes a
las del noviazgo. De ahí que haya libros excepcionales que traten esos temas.
Si antes quieres saber cómo es esa persona desde por la mañana hasta la hora de
dormir, id de vacaciones varios días con amigos –durmiendo cada uno por su
lado- y podrás conocer facetas del otro que desconoces. Lo demás, todo aquello
que implica un matrimonio, tendrás que dejarlo para más adelante.
El amor verdadero
Por amor verdadero (si es un amor sano y
puro), tienen que respetarse y protegerse el uno al otro, tomando consciencia
de la trascendencia que tiene para ellos como pareja, y el deseo de agradar a
Dios conforme a Su voluntad. Ambos son responsables. Por todo esto recalco una y otra vez la necesidad de
incentivar la madurez en lugar de recalcar las prohibiciones: “Se tiene que
reconocer que al matrimonio solo deben entrar adultos, no solo en el sentido de
la edad cronológica sino en el de madurez emocional, de desarrollo intelectual
y moral. Mientras sean niños los que contraigan matrimonio este no podrá tener
el carácter que Dios le atribuye. Mientras el matrimonio se produzca por
impulso, sin la reflexion que paso tan serio supone, el matrimonio no podrá ser
como Dios intencionó: Hasta que la muerte los separe”[2].
Quizá te olvides que la persona que está a tu lado es un ser humano, no
un objeto para satisfacer tus deseos carnales. Si no estás interesado realmente
y no amas el verdadero yo de tu compañero,
te pido por favor que te alejes. Y si la quieres y tienes un claro propósito en
vuestra relación, respeta su cuerpo. ¿Por qué? Porque no es tuyo, aun en el
caso de que ella te lo cediera
voluntariamente.
La
mujer debe estar advertida de un posible engaño. Los hombres saben que ofrecer
ingentes cantidades de amor a la pareja suele traer como consecuencia
relaciones sexuales si ella quiere y él se lo propone. Así suele funcionar en
el matrimonio. Evidentemente, se refiere a un amor verdadero y no programado,
donde sólo se busca lo segundo. Por eso las chicas cristianas solteras tienen que estar
atentas a esta “jugada”. Hay hombres que engañan, ofrecen el mismo cielo, son
románticos y aparentemente encantadores, pero en realidad únicamente buscan
sexo. Son lobos con piel de cordero. Y aquí no hay nadie que se libre. Un
cristiano puede ser engañado igual que un inconverso. Seguro que has leído en
multitud de ocasiones estas palabras de otras mujeres: “Me dijo que si de
verdad le amaba tendríamos relaciones”. Ella se entregó y, al poco tiempo, él
se marchó.
Esto
ha destrozado el corazón de millones de mujeres en el mundo. Muchas creen,
fruto de la ingenuidad y de sus buenos deseos, que sus casos serán diferentes.
Pero la vida no es como la imaginamos ni como la deseamos. Por eso, cada uno
debe ser responsable de sus actos y consecuente con sus decisiones. Cuando das
tu cuerpo, lo entregas todo. Y esto acarrea consecuencias en la vida, y más en
una mujer por la delicada y maravillosa sensibilidad que la envuelve.
Hermana,
si de verdad él te ama y te respeta, sabrá esperar, y jamás, bajo ninguna
circunstancia, te pedirá algo que sabes está fuera de los límites. Si lo hace,
ya sabes lo que busca y cómo debes actuar. O se aclara o que tome la puerta,
como la canción de Pimpinela, que hoy en día suena hasta cómica por todas las
parodias que se han hecho de ella: “Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi
casa. Y pega la vuelta. Estás mintiendo ya lo sé. Vete, olvida mis ojos, mis
manos, mis labios, que no te desean”.
No hay
más y es así de claro. No olvides marcar los límites desde el principio, así no
habrá malos entendidos. No ofrezcas tu cuerpo esperando recibir amor.
Resumiendo al extremo los dos puntos que hemos tocado: mujer, cuida tu
forma de vestir; hombre, controla tus palabras, tus manos y las situaciones en
las que os podéis ver comprometidos.
Esperando el momento
Quiero acabar este apartado
con las palabras de Angela Ellis-Jones, una abogada británica de 35 años,
durante un programa de debate en la BBC2[3], donde explicó sus razones
para permanecer virgen hasta el matrimonio. Sin ser cristiana, es un ejemplo a seguir:
“Desde mi adolescencia sabía que había de guardarme para el
matrimonio, y nunca he tenido la más mínima duda sobre mi decisión. La castidad
antes del matrimonio es una cuestión de integridad. Para mí, el verdadero
sentido del acto sexual consiste en ser el supremo don de amor que pueden darse
mutuamente un hombre y una mujer. Cuanto más a la ligera entregue uno su propio
cuerpo, tanto menos valor tendrá el sexo. Quien de verdad ama a una persona,
quiere casarse con ella. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales fuera
del matrimonio no se tratan una a otra con total respeto. Una relación física
sin matrimonio es necesariamente provisional: induce a pensar que aún está por
llegar alguien mejor. Me valoro demasiado para permitir que un hombre me trate
de esa manera. Pienso así desde que tenía 14 años. Por aquel entonces ya había
observado el destrozo que producía el sexo frívolo en las vidas de algunos
compañeros de escuela. Ya entonces me resultaba evidente que, cuando se separa
matrimonio y sexo, se difumina la diferencia entre estar casado y no estarlo, y
se devalúa el matrimonio mismo. Quiero casarme con un hombre que tenga un
concepto de la mujer lo bastante elevado como para guardarse íntegro para su
esposa. Dejarse fascinar por el afán de saciar nuestros instintos es algo que
impide alcanzar lo realmente valioso. La sexualidad fuera de su debido contexto
responde a un impulso instintivo, que se inflama súbitamente y luego se apaga
enseguida. Es una llamarada tan intensa como fugaz, que apenas deja nada tras
de sí, y que con facilidad conduce a un círculo angosto de erotismo que, en su
búsqueda siempre insatisfecha, considera que otros conceptos más elevados del
amor son una simple ensoñación, cuando no un tabú o algo propio de reprimidos.
Ellos mismos se acaban dando cuenta, tarde o temprano, de que en el mismo
momento en que esa persona les entregó prematuramente su cuerpo, cayó del
pedestal en que la habían puesto. Cualquiera puede hoy encontrar sexo con
bastante facilidad. No requiere especial talento ni habilidad. No es algo que
haga a nadie más hombre ni más mujer. Lo difícil, lo valioso, es encontrar un
hombre o una mujer que se hayan guardado para quien un día será su marido o su
mujer. Una persona normal que haya sabido esperar, sin miedos, sin fantasmas.
Una persona que, simplemente, se guardó para mí. Sí. Exactamente eso es lo que
busco”.
Deseo que este sea tu mismo sentir y vivas en consecuencia. Si, como
puede que pienses, es el amor de tu vida, te casarás con ella. Hasta que eso no
ocurra, guárdate para darle todo lo que eres a esa única persona.
Ten en mente que no es que Dios quiera fastidiarte la diversión. Es que quiere que sea parte
del compromiso único y especial entre un hombre y una mujer.
* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: 10.9.1. ¿Cómo repercute el
paso del tiempo en una relación?: Diferencias entre el enamoramiento y el
amor. https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/02/1091-como-repercute-el-paso-del-tiempo.html
[1] He
especificado “ella” porque en el año 2008 se dio el primer caso mundial del
embarazo de un transexual (¡!).
[2] De
Ávila, Gerardo. Volvamos a la fuente.
Vida. P. 178.
[3]
Delirante.org - Artículo publicado en el Daily Telegraph.
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