Venimos de aquí: La
sexualidad del soltero cristiano: Sanidad & Hábitos y concupiscencias. http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/09/74-la-sexualidad-del-soltero-cristiano.html
El dominio
propio no lo proporciona la edad ni el paso del tiempo. Aunque ambos sean prósperos y
felices, ni siquiera un noviazgo o el matrimonio rompen de por sí determinados
hábitos y maneras de pensar. Algunos creyeron que sí. Unos tiraron aquel
material pornográfico que guardaban y otros solucionaron sus problemas de
lujuria dentro del matrimonio. Pero, en otros muchos casos, tarde o temprano,
cuando la emoción del sentimiento inicial disminuyó, si no se había solucionado
la raíz del problema, la lucha terminó por regresar. Es un error pensar que la lujuria
se soluciona simplemente con un anillo en el dedo. Nuestra
naturaleza caída y corrompida nos acompañará de por vida. Así que hay que
ponerse manos a la obra desde este preciso instante.
Pasos concretos y prácticos
Nadie cambia de
la noche a la mañana. Quizá el primer impulso y la emoción te hagan creer que
sí, pero nada está más alejado de la realidad. Por eso tienes que reflexionar y
llegar a la sincera conclusión de que realmente quieres cambiar tu forma de
pensar, de sentir y de actuar en lo que respecta a tu manera de entender la
sexualidad y las debilidades que ella te está acarreando.
La misma
definición que dimos sobre la concupiscencia es muy clara: apetito o hábito
desordenado. La solución por lo tanto no es una fórmula mágica ni recitar algún
rezo místico. Siendo pragmáticos, todo se limita a hacer lo opuesto a lo que se
hace: Lo que está desordenado hay
que ordenarlo. Y al igual que llevó
tiempo desordenarlo, llevará tiempo ordenarlo. Quizá más, porque el pecado es
fácil llevarlo a la práctica. Una casa en ruinas no se convertirá en un palacio
en una semana, ni siquiera en un mes. Se levantará por medio de la constancia y
la perseverancia:
1. El primer
paso que hay que dar es innegociable: Presentarse delante de Dios y expresar la
situación actual sin cortapisas y sin negar nada, con total sinceridad. El
propósito es que Él te ofrezca claridad en tus pensamientos sobre lo que estás
haciendo mal y qué tienes que cambiar: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y
conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en
el camino eterno” (Salmo 139:23-24).
2. El segundo,
la práctica en la vida diaria. Sabes tus debilidades y tu manera de pensar.
Conoces tus puntos débiles. Los reconoces delante de Dios y de ti mismo, y no
arguyes ninguna excusa o justificación. Ninguna. Cuando aparezcan las
tentaciones en el ámbito sexual, vas a actuar en consecuencia: vas a “ejecutar”
un plan previamente desarrollado y que no dependerá de lo que estés sintiendo
en ese momento. Aún con el corazón exaltado, vas a apartarte literalmente de lo
que te incita. Vas a reeducarte. Vas
a tener unos hábitos nuevos y saludables. Dice Pablo: “Presentasteis
vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad
vuestros miembros para servir a la justicia” (Romanos 6:19).
Situaciones reales
Leamos esta
historia:
“Me levanto por la mañana. Salgo de mi casa. Hay un socavón en la
acera. No lo veo y me caigo en él. Al día siguiente, salgo de mi casa, me
olvido de que hay un socavón en la acera, y me vuelvo a caer en él. Al tercer
día, salgo de mi casa tratando de acordarme que hay un socavón en la acera. Sin
embargo, no lo recuerdo y caigo en él. Al cuarto día, salgo de mi casa tratando
de acordarme del socavón en la acera. Lo recuerdo y, a pesar de eso, no veo el
pozo y caigo en él. Al quinto día, salgo de mi casa. Recuerdo que tengo que
tener presente el socavón en la acera y camino mirando al suelo. Y lo veo y, a
pesar de verlo, caigo en él. Al sexto día, salgo de mi casa. Recuerdo el
socavón en la acera. Voy buscándolo con la mirada. Lo veo, intento saltarlo,
pero caigo en él. Al séptimo día, salgo de mi casa. Veo el socavón. Tomo
carrerilla, salto, rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado, pero
no es suficiente y caigo en él. Al octavo día, salgo de mi casa, veo el
socavón, tomo carrerilla, salto, ¡llegué al otro lado! Me siento tan orgulloso
de haberlo conseguido que lo celebro dando saltos de alegría... Y al hacerlo,
caigo otra vez en el pozo. Al noveno día, salgo de mi casa, veo el socavón,
tomo carrerilla, lo salto y sigo mi camino. Al décimo día, justo hoy, me doy
cuenta de que es más cómodo caminar... por la acera de enfrente”[1].
¿Qué situaciones se pueden dar en la vida real que
te tienten? (aplicables tanto a hombres como a mujeres):
1. Algún programa de televisión o una película.
2. Internet.
3. Una revista.
4. Una compañera de trabajo que trata de seducirte.
5. Una amiga de estudios pero inconversa ante la cual
te sientes sumamente atraído.
6. Una desconocida que se acerca a ti en el gimnasio o
en la piscina a la acudes diariamente y comienza a interesarte en ti o a
coquetear.
7. Una chica que no deja de mirarte en el bar donde
estás viendo un partido de fútbol.
8. Compañeros inconversos con los que practicas algún
deporte y comienzan a narrar sus “hazañas” sexuales de las que quieren hacerte
partícipe.
En
este tipo de situaciones, tienes que tener las ideas claras de antemano. De lo
contrario, te puedes ver envuelto en la sensualidad y en la inmoralidad sin ser
prácticamente conciente. Algunas veces tendrás que hacer lo que no supo hacer
el rey David: Él se recreó mirando cautivado a Betsabé que se bañaba desnuda.
Todos sabemos cómo acabó la historia. Tendría que haber hecho lo mismo que José
cuando la mujer de Potifar quiso que se acostara con ella: salir corriendo.
Aunque ella siguió insistiendo, él tenía
las ideas muy claras. Ya había tomado una determinación. Puede que su propia
carne le gritará: “¡Hazlo!”, pero sujetó su cuerpo a su espíritu.
Hay conyunturas
concretas que se pueden presentar sin previo aviso y donde lo más sensato es
saber previamente cómo reaccionar, en lugar de sentir pavor, poner cara de
poker o quedarse bloqueado.
En
algunas de las situaciones descritas, tendrás que mostrarte como una persona
íntegra, defender tus convicciones y las razones por las cuales no te vas a
dejar arrastrar hacia el pecado. Tener en mente las palabras de José nos sirven
como modelo a seguir: “Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí
que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi
mano todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa
me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:8-9). Situaciones comprometidas pueden ser un momento extraordinario para
compartir tu fe si nunca pierdes de vista en quien has creído. Y hablo por
experiencia.
En otros de los
ejemplos citados, lo mejor será “quitarse del medio”. También es sabio preveer
con antelación qué lugares pueden ser peligrosos para así directamente
evitarlos. Por citar un caso: un grupo de chic@s cristian@s están de más en
determinados pubs nocturnos, donde
l@s chic@s solter@s inconvers@s van a ligar si surge la ocasión. Hay muchos
otros lugares donde se puede tomar un refresco, cenar tranquilamente o
disfrutar de alguna diversión sana sin ponerse una diana en la espalda.
El método radical de Jesús
Jesús fue
bastante claro: “Si tu ojo derecho te es ocasión
de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu
mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es
que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno” (Mateo 5:29-30).
Él fue
muy tajante. Si tu ojo o tu mano te es ocasión de pecar,
quítalos de ti. Estaba hablando de la seriedad del pecado y de las
consecuencias del infierno. Pero en la Biblia no se nos cuenta que entre los
cristianos fuera una práctica habitual la automutilación. No había reuniones
los viernes por la noche donde después de la vigilia se reunían y comenzaban a
sacarse los ojos y a cortarse las manos. Igual que explicamos el problema que
le acarreó a Orígenes el malentendido del pasaje de los eunucos, podría
ocurrirnos con este. ¿Estaba
el Señor diciendo que tomáramos un cuchillo con la punta ardiendo y cortáramos
de nuestro cuerpo aquellos miembros que nos incitaran a pecar? A todos los
cristianos de todas las épocas, el cuerpo le es motivo de tentación y pecado,
así que imagínemos qué carnicería. Seríamos todos una cabeza andante sin ojos,
brazos ni piernas. Ni siquiera eso. Nos pasaría como al protagonista de cierta
película, que tenía un ojo de cristal y decía que ese era el bueno...
Para que lo veas de manera sencilla: ¿Qué le ocurre a un albañil
cuando le entra un pequeño grano de cemento en el ojo? Si no lo saca, el ojo se
infectará. Al principio será una simple molestia e incomodidad. Si no se cura,
llegará al extremo de perder la visión parcial o completamente. El pecado es
como poner cerilla en un árbol. Se quemará una ramita. Luego el tronco. Y
finalmente el árbol entero.
Jesús estaba enseñando realmente: quita de tu
vida todo aquello que te hace pecar y todo que sea motivo de caída. Incluso
aparta muy lejos de ti todo aquello que te hace sentir tentado: “No podrá evitar el
pecado quien en vez de huir cuando comienza a experimentar la tentación, decide
involucrarse repetidamente en las situaciones o con las personas que lo están
motivando a actuar pecaminosamente”[2]. En esto sí que hay que ser radical. Mejor pasarse a
veces que quedarse corto. Sergio Scataglini nos
narra las experiencias de su ministerio: “En
muchas de las conferencias donde predico, ponemos físicamente un basurero
espiritual, y yo invito a las personas a purificar su hogar y su vida, trayendo
las cosas que ofenden a Dios para echarlas en él. Hemos llegado a llenar varios
barriles con basura espiritual en esas conferencias. La gente lleva videos
impíos, cds demoniacos, drogas, pornografía, joyas procedentes de relaciones
ilícitas, y muchas cosas más. La lista es interminable”[3]. De ahí su exhortación: “Quita toda la basura que pueda haber en tu
vida. Comienza a controlar y a dominar todo lo que entra por tu ojo. Tira
aquellas revistas que son inmorales. Tira aquellos libros que atentan contra la
santidad de Dios. Tira toda la música que te incita al mal. Cuida todo lo que
ves en la televisión. Cuida todo lo que ves en Internet. Cuida tus
conversaciones y lo que escuchas. Cuida lo que lees. Y quita de tu vida todo
aquello que no produce paz para tu alma”[4]. Como dijo Pablo: “Velad debidamente” (1
Corintios 15:34).
Desterrar la impiedad
Somos llamados a desterrar en toda su dimensión aquello que nos tienta
y está en potencia de hacernos caer.
Quizá no le des
ninguna importancia a lo que entra por tus sentidos, como la vista o el oído.
Ni siquiera crees que esto puede afectarte, pero es un error gravísimo. La
mente es una masa que todo lo absorbe: lo que lees, lo que ves en la televisión
y la música que oyes, cuando está fuera del orden de Dios establecido en Su
Palabra, modelan tus pensamientos, tu
manera de hablar y de sentir, haciéndote dudar de tu estilo de vida cristiano.
Provocan que desees vivir como la
sociedad caída dictamina en sus pasiones,
apelando en muchas ocasiones a los más bajos instintos. La filosofía
mundana, sin duda alguna, hace todo lo posible para robarte la santidad y
alejarte de Dios: “La
Biblia nos habla de ojos físicos y ojos espirtuales. Ambas visiones producen
alteraciones que afectan positiva o negativamente a nuestra vida. Lo que vemos
fisicamente influye en nuestro interior y la visión interna afectará la
orientación de los ojos naturales. El uso que hacemos de nuestros ojos físicos
y espirituales llenará todo nuestro ser de luz o tinieblas”[5].
Si el médico nos
ha prohibido comer carne, ¿por qué
habremos de entrar a comer en un asador?
La solución no es reprimirse después. Eso es enfermizo y dañino para la salud
mental. La solución debe venir antes. No puedes decir: “Esta es la última vez que miro” o “es la última vez
que lo hago”. No, por la sencilla razón que cita una y otra vez en las
Escrituras: “Los ojos del
hombre nunca están satisfechos” (Proverbios 27:20), y “nunca se sacia el ojo de ver” (Eclesiastés 1:8). Aquí el término clave es “nunca”. Como dijo Job, tendrás que hacer un
pacto con tus ojos, cuyo enfoque dependerá de lo que haya en tu corazón: “Hice pacto
con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?” (Job 31:1).
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7.6. La sexualidad del soltero cristiano: La transformación
& Libres de la esclavitud.
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