Una de mis
grandes pasiones durante la adolescencia era todo lo concerniente al tema OVNI.
Me encantaban los documentales en televisión, los supuestos testimonios de
abducidos y contactos con otras especies del universo, las películas de
invasiones y los libros donde se narraban las influencias de la ciencia
alienígena en las culturas antepasadas. Todo esto fue potenciado en mí por una
de las grandes series norteamericanas de los años 90: “X-Files” (Expediente X),
protagonizada por los intrépidos Mulder y Scully, que investigaban una
conspiración mundial donde los gobiernos humanos eran cómplices y a la vez víctimas
de una colonización extraterrestre.
Todos nosotros
nos emocionamos viendo al entrañable ET, nos
sobrecogimos con Encuentros en la Tercera
Fase (ambas del director Steven Spielberg), nos asombramos con ese cosmos
infinito que salió de la mente de George Lucas y plasmado en su famosa saga Star Wars, nos aterrorizamos con La invasión de los ladrones de cuerpos,
nos reímos con los disparatados cabezones de Mars Attacks y nos angustiamos al descubrir que los pacíficos
amigos de V eran realmente lagartos,
encabezados por la malvada Daiana. No puedo describir hasta que punto me
impactó (y aun lo hace) la escena en que los astronautas de 2001 Odisea en el espacio se acercan al
monolito de origen desconocido descubierto en la Luna mientras suena de fondo
la pieza musical “Lux Aeterna”, de Gyorgy
Ligeti (http://www.youtube.com/watch?v=GPKg2c_bRCs).
La lista de
películas sobre esta temática es casi interminable: Star Trek, Ultimatum a la Tierra, Men in Black, Contact, Alien,
Super 8, Independence Day, Misión a Marte, Abyss, Señales del futuro, Invasión a la
Tierra, Distrito 9, Oblivion y muchas más. Algunas de ellas (incluyendo la
extensísima literatura al respecto), más allá del puro espectáculo, se adentran
en cuestiones metafísicas y filosóficas: ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y
¿a dónde vamos?, preguntas que la antropología y la escatología cristiana
responden claramente.
Es cierto que todo lo relativo a la cuestión OVNI ha
ido calando poco a poco en la cultura popular y decenas de videos en Internet
lo atestiguan. El último acontecimiento ocurrió hace unos días, donde un objeto
volador no identificado provocó el cierre del espacio aéreo en la ciudad
alemana de Bremen durante tres horas y un helicóptero de la policía persiguió sin
éxito una esfera luminosa hasta que desapareció de los radares. Un portavoz
oficial confirmó el hecho y sus palabras fueron intrigantes: “No sabemos qué,
pero allí había algo”. Las primeras hipótesis hablan de un globo sonda o un
dron (pequeño avión no tripulado), entre otras conjeturas. (http://www.youtube.com/watch?v=5-_VszwA-mc)
Nada de esto es nuevo. Lo podemos apreciar en el año
1938, donde el famoso director de cine estadounidense Orson Welles realizó una versión radiofónica
de la aclamada novela La guerra de los
mundos, del autor británico H. G. Wells. Fue tan realista que sembró el
pánico entre miles de oyentes, al hacerles creer que realmente se estaba
produciendo una invasión alienígena. Más de un millón de personas en
Estados Unidos salieron a las calles despavoridas tratando de escapar de la supuesta
invasión (aquí la asombrosa recreación: http://www.youtube.com/watch?v=VMGRCU4kLjI).
Aun
así, el desencadenante de todo este fenómeno terminó por estallar el 2 de Julio
de 1947, donde supuestamente se estrelló una nave espacial en Roswell, en Nuevo
Méjico. La realidad es que la zona era un lugar de pruebas de cohetes
espaciales de los Estados Unidos y lo que se encontraron fueron restos de
fuselaje de un globo sonda experimental tras la explosión. Ni cuerpos de
extraterrestres ni nada fuera de lo normal. Todo lo demás lo fue añadiendo la
imaginación del ser humano con el paso del tiempo.
El 7 de Enero
de 1948, el capitán de las fuerzas aéreas Thomas Mantell murió a bordo de su
aparato P-51 Mustang cuando sobrevolaba Goldman Field en Kentucky (Estados
Unidos), tras seguir lo que parecía un OVNI, perder el control y estrellarse.
Luego resultó ser un globo Skyhood. Pero ya no había marcha atrás. El mundo
estaba tan sensibilizado que ocurrió lo inevitable. En otras circunstancias,
nadie lo hubiera atribuido a razones extrañas, sino que se hubiera explicado
como lo que fue realmente: un accidente aéreo. Pero la cercanía del tema de los
platillos volantes hizo que mucha gente se dejara llevar más por las emociones
que por las evidencias. Por ejemplo, se comentó que el ataúd en el que se
enterró al oficial estuvo cerrado todo el tiempo para que nadie viera las
huellas del contacto con un OVNI. La pura realidad es que el procedimiento fue el
habitual en fallecidos a causa de accidentes aéreos, ya que los cuerpos quedan
seriamente dañados.
Desde mediados
de los años 50 del siglo pasado, comenzaron a ocasionarse debates en programas
de televisión, en revistas aparentemente especializadas en el tema donde
ofrecían respuestas a todas las preguntas con las que comenzaba a especularse
sobre la procedencia de estas naves, las características de sus tripulantes y
sus intenciones: venían de Marte o de otros sistemas solares, algunos tenían
dos ojos, otros tres; unos hablaban por telepatía, otros con palabras extrañas;
unos preparaban una invasión (a gran escala o por infiltración), otros deseaban
la paz y evitar el fin del mundo, etc. Las teorías se multiplicaron hasta el
infinito.
Dentro de este
puzzle tan complejo, se hace difícil no dejarse arrastrar por lo llamativo de
tales acontecimientos y detenerse objetivamente a estudiar caso por caso. Y
esto es lo que vamos a hacer a continuación, analizando los acontecimientos más
famosos que se han dado hasta el día de hoy para que podamos comprobar si son
reales o pura ficción.
1.- Los círculos de Chesefoot Head:
En los
años 80 aparecieron misteriosamente unos círculos en el paraje llamado Chesefoot
Head (Inglaterra), sobre la hierba y los sembrados. Aparentemente no tenían
explicación, por lo que se atribuyeron a los efectos producidos por el
aterrizaje de naves espaciales. Pero en 1991 el mito se vino abajo. Doug Bower
y Dave Chorley, dos jubilados con ganas de diversión, confesaron ser los
autores, explicando cómo lo hicieron: de noche y con un trozo de madera. Con un pie subido en la madera,
aplastaban de forma circular la hierba o los sembrados, formando caprichosas
figuras. Después, y para no dejar huellas, abandonaban el lugar por los surcos
ya existentes. Aun así, se ha seguido usando como “evidencias” de la visita de
otros seres. La película Señales de
Mel Gibson alude directamente a este fenómeno.
2.- Las estatuas de la isla de Pascua:
La explicación
“extraordinaria” que se ha tratado de dar es que fueron construidas por seres
del espacio ya que se requería de una gran tecnología y un gran número de personas
dedicadas a su elaboración. Dado que la isla nunca ha tenido más de 2000
habitantes eso resultaba imposible. La realidad es que una estatua de 15 pies
de altura requiere únicamente el trabajo de seis hombres trabajando con sencillísimos
instrumentos de metal y madera. En solo tres días se configuraba el contorno de
la estatua.
Otro argumento
para afirmar un origen desconocido es que las estatuas pesan varias toneladas,
por lo que fue imposible que la mano humana las alzaras. ¿Qué decir al
respecto? Que hoy en día se siguen realizando estatuas por los habitantes de
esta isla del mismo tonelaje y son levantadas por doce personas que se sirven
de cuerdas y pértigas para levantarlas.
¿Y qué decir
del rasgo físico de las estatuas? No parecen humanas a simple vista. La
refutación es excesivamente obvia como para buscar algún misterio: Las “orejas largas” (como se les conoce) eran polinesios,
como se puede comprobar en la actualidad.
3.- La tumba del astronauta de Palenque (Chiapas,
México):
Según muchos,
la prueba maestra. Dicen los “expertos” que esta escultura (un sarcófago)
muestra a un cosmonauta con casco, vestido con un traje espacial y sentado en
la cabina de mandos de un cohete que despide un largo chorro de fuego.
Fallecido en la tierra, habría sido sepultado en aquel lugar y la tapa de la
tumba serviría para indicar su origen extraterrestre.
La imaginación
del ser humano es impresionante, porque cualquiera que observe detenidamente el
sarcófago verá que el sujeto retratado en la cubierta no va vestido como un
supuesto astronauta: no usa guantes, botas ni pantalones largos. Y habría que
añadir que el aparente “casco” no cubre toda la cabeza. Cualquier conocedor de
la cultura antigua, sabe que el individuo va ataviado como otros nobles mayas
retratados en Palenque. Solo vemos un taparrabos, un cinturón ancho y diversas
joyas al cuello, las muñecas y el tobillo, exactamente los mismos que se
encontraron dentro del sarcófago. No me imagino a ET viajando en el espacio con
esas pintas. La tumba
refleja el momento en que un noble maya, de acuerdo a la mitología de esta
cultura, se encuentra descendiendo a mitad de camino entre el mundo de la vida
y el de la muerte. Su mirada se posa sobre el símbolo religioso de la cruz de
la ceiba, que era símbolo del
renacimiento y de la vida, y en un pájaro quetzal, el símbolo del Dios sol.
4.- La pirámide de Keops:
Todavía
recuerdo el enojo de una amiga arqueóloga y amante de la cultura egipcia cuando
un compañero de trabajo afirmó que las pirámides fueron construidas por seres
de otros planetas, que a su vez eran el lugar donde se “posaban” las naves
espaciales en su aterrizaje, como se describe en la película Stargate. Ella misma explicó que en la
actualidad conocemos perfectamente cómo se construyeron: cuerdas, rodillos de
madera, piedras extraídas de canteras, etc.
Otros dicen que,
dada la magnitud de la pirámide de Keops, se hubieran requerido millones de
obreros durante más de 500 años. La realidad es que trabajaron cuatro grupos de
cien mil hombres (cada grupo tres meses al año) durante dos décadas (en el
siglo XXVI a.C), como afirma el historiador Heródoto.
Estos son los
cuatro casos principales sobre los cuales los ufólogos, que viven del cuento y
del fraude (como el español J.J Benítez), basan sus creencias. Las repiten una
y otra vez, tratando así de hacernos creer mentiras que cualquier interesado en
el tema puede desmantelar de forma objetiva. El problema es que no son pocos los
que las aceptan como verídicas sin saber que los farsantes se están riendo de
ellos. Como amante de diversas novelas de ciencia-ficción, sé distinguir entre
realidad y ficción. Incluso hay una parte de mí a la que le gustaría que Dios
hubiera creado vida en otros planetas. Y es algo que no se puede descartar
completamente, aunque la Biblia no señala nada específico al respecto. Pero dejarse
llevar por la fantasía es un serio peligro que puede hacer desvariar a más de
uno, llevándolo literalmente a perder su tiempo en sandeces. Por citar un
ejemplo muy llamativo: hace unos años, se presentó ante la sociedad una
película titulada “Alien Autopsy”.
Apareció incluso en los medios de comunicación convencionales. Supuestamente,
era el video filtrado sobre la autopsia a los extraterrestres del caso Roswell.
Se vendió como real. Semanas después el famoso laboratorio Kodak analizó el
susodicho video y demostró que era un fraude.
La arqueología
bíblica lleva décadas encontrando más y más evidencias de las historias
narradas en las Escrituras. Por el contrario, la llamada “astroarqueología” (si
es que algo así existe) no ha encontrado nada. Jamás. Ni una sola vez. No hay
nada a lo que agarrarse, ni una mísera prueba. La última moda, las calaveras de
cristal, y que dieron origen a la última película de Indiana Jones, también han
sido refutadas y ni de lejos tienen un origen extraterrestre como al principio
nos quisieron hacer creer.
Sin embargo,
los seres humanos prefieren seguir mirando a las estrellas buscando la verdad.
Por eso es famoso el póster que cuelga del despacho de Mulder, el protagonista
de “Expediente X”: “La verdad está ahí fuera”. Todos ellos se olvidan de que la
Verdad encarnada ya vino a este mundo. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene
al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Los suyos (el pueblo judío) no le
reconocieron (Juan 1:11), y los humanos actuales le ignoran a propósito porque prefieren
vivir a su antojo (Romanos 1:21-32). En el fondo es un problema moral y esa es
la raíz de la idolatría que vemos en el mundo, donde se “adora” a todo menos a
Dios: deportistas, cantantes, actores, actrices, famosos, modelos, a uno mismo,
etc., y se exalta como estilo de vida el hedonismo y el materialismo. Por eso
no me extraña que algunos llamen “Mesías”, “D10S” o “Rey de reyes” a una
persona por meter un esférico entre tres palos (títulos que son exclusivos de
Jesucristo), o que hablen de la “religión cristiana” para exaltar al futbolista
portugués del Real Madrid.
¿Y la respuesta a algunos casos aparentemente
inexplicables, como objetos que aparecen y desaparecen en cuestión de segundos?
Tenemos que basarnos nuevamente en las pruebas objetivas: Con las leyes de la
naturaleza que imperan en el universo, los viajes siderales son completamente
imposibles. Incluso el famoso proyecto SETI (Búsqueda de inteligencia
extraterrestre), que consiste en descubrir señales procedentes de otras
galaxias, no ha detectado absolutamente nada desde que comenzó hace más de
cincuenta años, algo que ellos mismos reconocen ante las dudas que ocasionó una
posible señal detectada en los años setenta. El profesor Michael Hart,
miembro del SETI, declaró la enorme posibilidad de que estemos solos en el
universo. El famoso astrónomo Carl Sagan, creyente en la vida extraterrestre, dijo
honestamente que ninguna aparente evidencia “pasa la prueba” de la credibilidad.
Por otro lado, algunos cristianos afirman que los
alienígenas son demonios, basándose en el texto de Génesis que señala que los
hijos de Dios (según ellos, ángeles caídos) se “llegaron” a las hijas de los
hombres (Génesis 6:1-4). Y para respaldar estas teorías emplean el texto que
dice que “el
mismo Satanás se disfraza de ángel de luz”
(2 Corintios 11:14). Es cierto que
hay un mundo espiritual que no vemos aunque esté ahí. El siervo de Eliseo se
sentía aterrado al ver el cuantioso ejército sirio que rodeaba a los
israelitas, por lo que el profeta dijo: “Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces
Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno
de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo” (2 Reyes 6:17). El mundo invisible se hizo visible por unos instantes.
Un ejército de ángeles los rodeaba. Pero de ahí a asegurar que los OVNIS (o sus
“tripulantes”) son ángeles y/o demonios, es forzar la teología hasta límites
peligrosos, por lo que hay que ser muy cautelosos al respecto. Por eso
me sorprende y me entristece la facilidad con la que algunos se creen todos los
videos de conspiraciones alienígenas y demás que hay en youtube como si fueran
doctrinas, cuando son más propios de una novela de Dan Brown que de la realidad
cristiana. Puede ser entretenido hablar de todo esto en alguna ocasión, pero no
es razonable dejarse llevar por elucubraciones que confunden más que aclaran y
que son propias de la prensa amarilla y sensacionalista.
Recordemos los cristianos estas palabras de “La Confesión
de fe de Londres” (1689): “Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla
suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores
[...] Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su
propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente
expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales
nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu
ni por las tradiciones de los hombres”. Como dijo Pablo: “Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarguir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). No necesitamos nada más y lo que desconocemos nos los
explicará Dios cuando llegue el momento, en Su presencia.
Y para los que no son cristianos, un
consejo: dejen de buscar al monstruo del lago Ness, al Yeti, a
alienígenas, conspiraciones, casas encantadas, fantasmas, y busquen a Dios
mientras pueda ser hallado (cf. Isaías 55:6). Si lo buscan de todo corazón, lo
encontrarán (cf. Jeremías 29:13).
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