Desde la famosa película “La Pasión de Cristo” (2004),
ya ha llovido bastante. Todos esos años han pasado hasta que he vuelto a ver
una representación audiovisual de Jesucristo, en este caso, a través de la
serie de televisión “The Chosen”. Desconocía de su existencia hasta hace poco
que leí en un medio escrito hablando de ella, puesto que la publicidad que se
suele hacer en mi país por medio de la prensa nacional sobre estos productos
suelen ser prácticamente nula, ya que solo hablan cuando es un tema escandaloso
o de salseo.
Sin el apoyo de ninguna productora o plataforma
digital, ha sido llevada a cabo por medio de micromecenazgo, y que ya en
octubre del año pasado contaba con 435 millones de visionados en 140 países y
56 idiomas, donde se espera llegar a las siete temporadas.
Tras ver los primeros ocho capítulos que componen su
primera temporada (va por la tercera), ¿qué puedo decir de ella? Que me ha
emocionado. ¿Tiene algunos “peros”? Sí, pero se pueden pasar por alto. ¿La
recomiendo? Sin duda. A los interesados, les voy a ampliar un poco más la
respuesta a estas tres preguntas.
Me ha
emocionado
No existe papel más difícil para un actor que
representar a Jesús. Por muy buena que sea la interpretación, es imposible que
esté a la altura del original. Eso es algo evidente. Tomar a la misma
Encarnación de la Divinidad, conforme nos la representa las Escrituras, es
rematadamente complejo. Sin embargo, el actor Jonathan Roumie, que hace dicho papel,
en mi opinión, es un digno representante de Su figura, ya que transmite todas
esas cualidades que observamos en los Evangelios: naturalidad, presencia, humildad, trascendencia, dulzura, cercanía,
firmeza, valentía, sabiduría y saber estar. Además, lo más importante: su
manera de expresar las enseñanzas contenidas en el Nuevo Testamento, y su
facilidad para que cualquier espectador pueda entenderlas –independientemente
de los conocimientos previos o nivel académico/teológico que posea cada uno-,
están siempre presentes en sus vivencias, siendo fieles a las que todos
conocemos.
Por otro lado, tenemos la reproducción de Sus
milagros, los cuales resultan impactantes. Son tan naturales para Él, que no dejan de conmover a los que los
contemplan. Aunque suelo ser una persona extremadamente emotiva, no soy de
lágrima fácil. Sin embargo, en todos y cada uno de los milagros que he
observado en esta serie, me han hecho llorar. Vemos a una desesperada María
Magdalena, poseída por demonios, a la que nadie podía ayudar, y cómo es
liberada por Jesús con sencillez, sanando su alma. Contemplamos a su madre
María rogándole a su Hijo para que una boda no se eche a perder. Miramos los
ojos de un leproso, muerto en vida y rechazado por toda la sociedad, cómo es
curado de sus llagas ante el toque y el abrazo del Maestro. Somos testigos de
ese momento de inflexión ante el paralítico (mi pasaje favorito y que he usado
un millón de veces para evangelizar), donde le hace caminar tras perdonarle los
pecados, algo que solo puede hacer Dios, revelando implícitamente así Su
identidad.
¿Y qué decir, no solamente de los sanados, sino también
de los que contemplan estas obras sobrenaturales? ¡¡Emocionante en grado sumo!
¡Sientes que estás presente! ¡No hay palabras para describir el rostro
impresionado de Nicodemo cuando pasa por su lado ese hombre que había sido
paralítico hasta unos segundos antes, caminando por su lado!
(Jesús, de noche, en uno de los momentos cmbres: explicándole a Nicodemo qué es el “nuevo nacimiento” –y que todo ser humano debe comprender, ya que su salvación depende de ello-, y qué paralelismo tiene su misión con el hecho de que Moisés levantara la serpiente en el desierto, acontecimiento que se contempla al comienzo del séptimo capítulo a forma de prólogo)
A pesar de la emotividad descrita en cada acto divino,
sobresale, por su trascendencia, la conversación que Jesús mantiene con la
mujer samaritana, a la que promete el agua de vida eterna, al mismo tiempo que
le revela que es el Mesías, hechos que acontecen en el octavo capítulo de la
serie y en el capítulo cuatro del Evangelio de Juan. Mi lagrimal rindió buena
cuenta porque todos los que estuvimos media vida hasta encontrar a Dios y Su agua,
nos sentimos plenamente identificados con esta mujer.
(La samaritana escuchando la Verdad por parte del mismo Cristo)
Como he dicho, lo descrito abarca la primera
temporada. ¡Pero queda tanto por delante!
Sus “peros”
Algunos dirán, y con razón, que las conversaciones que
tiene Jesús con los niños no vienen al caso. Junto a cierta occidentalización
de las relaciones personales entre hombres y mujeres, otros también objetarán –y
con razón-, que hay decenas de diálogos entre los discípulos, junto a sus
vivencias personales y determinadas imágenes que ofrece de ellos (Mateo es el
que más chirría, parece una caricatura), que son ficticias y no aparecen por
ningún lado en el Nuevo Testamento. Estos detalles –no menores-, pueden ser razones
de peso para desecharla. En primera instancia, esas “añadiduras”, cuando vi los
primeros capítulos, me echaron un tanto para atrás. Habiendo material neotestamentario
suficiente sobre las biografías de los apóstoles, no había necesidad de añadir
nada extra. Pero, dicho esto, también afirmo que, dejando al margen estas
partes novelescas, resulta muy
certera la imagen histórica que se nos ofrece del pueblo judío bajo el yugo
romano en la Palestina del siglo I, con sus fiestas, rituales y sistemas
religiosos, donde los fariseos establecían la interpretación de la Ley de Dios,
y tenían una idea errada del Mesías... hasta que lo tuvieron delante.
¿Recomendable?
Tras haber visto la primera parte –esta misma noche
comenzaré su continuación-, y sabiendo las fortalezas y debilidades de esta
serie, aconsejo su visualizado por la imagen que nos muestra de Jesús, ya que, en su esencia y doctrina, se ajusta a los
patrones bíblicos. Si te molesta en grado sumo las añadiduras, consideras una
blasfemia que Jesús bailara en las bodas de Caná y que sonriera en multitud de
ocasiones porque la Biblia no lo especifica –siendo estos dos últimos aspectos
muy posibles que fueran reales (y que yo los creo)-, entonces esta serie no es
para ti. Pero, si quieres escucharlo de
viva voz Sus parábolas, hablar del juicio final, responder a las preguntas de todos
los que mostraban interés en Su mensaje, el llamamiento que hacía –y sigue
haciendo- al arrepentimiento de todos sin excepción, cómo Sus palabras sanaban
–y sanan- el alma, junto al poder de Su divinidad respaldada con hechos,
entonces la disfrutarás. Y no me refiero únicamente a “cristianos renacidos”,
sino también a:
- aquellos que apenas conocen a Jesús, más allá de lo
que han oído desde pequeños o por medio de la cultura popular. Puede que así se
animen a posteriori a indagar en los textos originales.
- aquellos que se sienten vacíos o perdidos en este
mundo.
- aquellos que quieran usar una herramienta
evangelizadora sencilla, para luego enseñar al espectador a desechar lo que no
es válido e ir al grano: el mensaje de salvación.
- aquellos que piensan que la Biblia es un libro tan
complejo que solo los eruditos pueden entender, cuando es asequible para todo
el mundo.
- aquellos creyentes que viven atrapados en una
religión basada en el legalismo y del propio esfuerzo para alcanzar la
salvación.
- aquellos cristianos que viven desilusionados del
cristianismo –incluso rechazándolo- por malas experiencias pasadas con algunos
de sus seguidores.
Estamos tan acostumbrados a leer, que ver nos puede
ayudar a sentirnos más cerca del Salvador. Sé que no es necesario, que,
principalmente, ya tenemos la oración y el estudio y la reflexión de incontables pasajes
bíblicos para ello. Y sí, es así, por lo que resulta incomprensible que haya cristianos que apenas lean la Biblia. Esta serie, como cualquier otra, no debemos nunca tomarla como una
alternativa. Pero, como he dicho, ver puede
ser muy gratificante e íntimo. Nos ayuda a visualizar lo que ya hay en nuestra
mente y en nuestras emociones más profundas respeto a Jesús.
Después de este breve análisis, donde he expuesto mis
impresiones personales, que cada uno decida por sí mismo si darle una
oportunidad o dejarla pasar.
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