Venimos de aquí: 1.1 ¿Es homofobia que los cristianos no pensemos como
los grupos LGTBI? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/11/11-es-homofobia-que-los-cristianos-no.html).
Como haré a lo largo de toda la obra, aviso
que los capítulos de este libro hay que leerlos en el orden en el que están
escritos, sin saltarse ninguno. El lector queda prevenido.
Meter a los
cristianos dentro del mismo saco es hacer una generalización errada. Es como
considerar violentos a todos los aficionados al fútbol porque haya un pequeño
grupo que lo sea.
Por eso digo que es
lamentable que haya “creyentes” que se dediquen a hacer bullying y lancen insultos grotescos en Internet contra todo el
conjunto de los homosexuales, como si fueran monstruos sin alma que ya están
condenados y que Dios ya los ha predestinado al infierno sin posibilidad de que
se conviertan.
¿Es que no recuerdan
ya que Cristo tuvo que morir por todos los pecadores, incluyéndolos a ellos,
heterosexuales y homosexuales? ¿Es que estos cristianos ya se consideran
completamente puros y nunca pecan en otras áreas? ¿Acaso no enseña la Escritura
que “no hay hombre que no peque”? (1
R. 8:46; cf. Ecl. 7:20).
No hay razón alguna
para jactarse y, si somos “justos”, es porque hemos sido “justificados por
gracia”, no porque seamos mejores.
Es una desgracia
infinita que muchos homosexuales no quieran ni escuchar el mensaje de Cristo a
causa de actitudes soberbias de determinados “creyentes”. Estas personas me
recuerdan a los hijos del trueno (Jacobo y Juan), los cuales le dijeron a
Jesús: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo
Elías, y los consuma?” (Lc. 9:54),
ante lo cual el Señor los tuvo que reprender: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no
ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas” (Lc.
9:55-56).
Se puede decir la
verdad bíblica, incluso de forma clara y tajante –y yo casi siempre lo hago en
todos los temas, y más teniendo en cuenta que es la eternidad lo que está en
juego-, pero sin condenaciones definitivas, puesto que “mientras hay vida hay
esperanza” (recordemos a uno de los ladrones de la cruz que se arrepintió o la
parábola del hijo pródigo), y sin insultos ni palabras malsonantes como los que
suelo leer entre los que se parapetan detrás del monitor de un ordenador, como
si ellos ya fueran perfectos.
Por eso no me sorprende
haber leído testimonios de personas que
querían pedir ayuda y no se han atrevido porque sabían de antemano que iban a
ser directamente condenados. A ellos solo puedo decirles que lamento
profundamente el mal que les han causado y que, en ocasiones, siento vergüenza ajena por la forma en que algunos que se
dicen cristianos hablan de los homosexuales, limitándose a condenarlos y
obviando las palabras de Jesús: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al
arrepentimiento” (Lc. 5:32).
Así que, si alguno de
los condenadores profesionales está
leyendo estas líneas, espero que reflexionen y cambien sus actitudes, puesto
que con el odio no se alcanza a nadie. Dejen de cantar esa lamentable canción
que se escucha en muchas iglesias locales que dice “perseguí a mis enemigos,
los alcancé, los destruí, los atravesé, bajo los pies del Señor cayeron, no se
levantaron más” y sustitúyanla por las palabras de Cristo: “Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen,
y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt. 5:44). En lugar de tirar las piedras que quisieron lanzar los
escribas y fariseos contra la mujer sorprendida en adulterio, no olvidemos las
palabras finales de Jesús: “Vete, y no
peques más” (Jn. 8:11).
Continuará
en 1.3 ¿Los cristianos predicamos que
tanto homosexuales como heterosexuales somos malos por naturaleza y necesitamos
de la misma salvación, o solo nos referimos a los homosexuales?
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