De reciente estreno, “Llaman a la puerta” (Knock at
the Cabin), está dirigida por el conocido M. Night Shyamalan. Aunque su
película más famosa es “El sexto sentido”, su amplia filmografía nos muestra a
un director que se sale de la norma dentro del género de fantasía, mostrando
historias con un sello muy particular.
En esta última, hasta la fecha, nos sitúa en una
encrucijada: dos hombres gais, junto a una niña adoptada, pasan unas vacaciones
en una cabaña alejada del mundanal ruido de la ciudad. Ante la misma, se
acercan cuatro desconocidos que, tras pedir amablemente que les dejan entrar, recibiendo
una obvia negativa, fuerzan la entrada y atan a la pareja, sentando a la niña
junto a ellos. Tras presentarse cada uno de ellos –personas con trabajos y
vidas corrientes- les dicen que el destino de la humanidad depende de ellos
tres: tendrán que elegir voluntariamente a uno para matarlo, sacrificándose, y así
evitar el fin del mundo. Los cuatro asaltantes les explican que todos ellos
tuvieron las mismas visiones: un tsunami que arrasaría el mundo, un virus
mortal que se expandiría por todo rincón del planeta, fuego que caería del
cielo, terminando por rayos que sumirían el planeta en la oscuridad más
absoluta. Si ellos rechazaban sacrificarse, toda la población mundial moriría,
aunque ellos tres sobrevivirían, vagando por la tierra como almas en pena. Evidentemente,
no les creen, tachándolos de sectarios, fanáticos religiosos y enfermos
mentales.
(Andrew, Eric y Wen: uno de los tres tendrá que morir para salvar el mundo)
A medida que los forasteros van acabando con sus
propias vidas –siendo parte de las visiones-, se desata plaga tras plaga contra
la humanidad, muriendo millones de personas, y que observan por medio de la
televisión. Con todo, los rehenes siguen sin creerles, y afirman que es todo un
montaje muy bien planeado o mera casualidad. Como en otras obras de Shyamalan,
durante el largometraje, uno se plantea qué haría en dicha situación: ¿acabar
con alguien de tu propia familia a la que amas, acabar con la tuya propia, o no
hacer nada y dejar que el mundo llegue a su fin?
Distorsionando el mensaje del cristianismo & La verdad
de la cruz
Durante su visionado,
es imposible que no se pase por la mente el mensaje que transmite la película y
su relación con el Evangelio: en la primera, un ser superior del que nada se
sabe, a escogido a esa familia para “calmar” su ira, y pagar con uno de ellos
lo que en verdad se merece la humanidad entera por su maldad. Por el contrario,
en el segundo, el mensaje no gira en torno a los hombres –puesto que éstos no
pueden salvarse a sí mismos, hagan lo que hagan, ni por sus buenas obras, ni haciendo
sacrificios- sino que versa sobre Dios mismo: el Juez que se quita la toga, baja del estrado, toma el lugar del acusado –a pesar de ser Inocente-, y paga en una cruz por el pecado de todos: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 P. 3:18).
Más allá de que lo
que nos cuenta el director sea una fantasía–que, a su vez, es una adaptación,
con un final distinto, de la novela “La
cabaña del fin del mundo”, de Paul Tremblay-[1],
lo que se nos transmite es que
estos hombres son inocentes y, como no han hecho nada malo y no merecen el
castigo, son aptos como “ofrenda” a ese ser superior. Realmente, es justo lo
opuesto a lo que las Escrituras nos enseñan: “No hay justo, ni aun uno [...] Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios [...] la paga
del pecado es muerte” (Ro. 3:23; 6:23a). Ningún ser humano ha cumplido ni
cumple la ley de Dios. Por lo tanto, ante un Dios tres veces Santo, no podemos
hacer nada, y mucho menos ser dignos de entrar en Su presencia cuando acabe
nuestro periplo por este mundo. Y esa muerte no se refiere meramente a la
muerte física, sino a la eterna.
No nos merecemos la
salvación. No podemos pagar por nuestros pecados. No podemos proclamar, como
hacen los protagonistas, que “somos buenos”. No, nadie lo es, salvo, como dijo
Jesús, “Dios” (Mr. 10:18). ¿Cómo podemos osar y tener la idea de que nuestro
sacrificio “debe” perdonarnos, incluso a otros? Únicamente Alguien que fuera
Puro, Perfecto e Inmaculado podría llevar a cabo algo así. Y este fue Jesús: “Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por
el pecado no quisiste, ni te agradaron [...] Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo
muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados [...] porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados. [...] Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues
donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado” (He
10:8,11-12,14,17-18). Lo dicho, ¡hasta un niño puede entenderlo!
Conclusión
Recuerda: por amor,
porque “no envió Dios a su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”
(Jn. 3:17), el
precio que merecía nuestra maldad innata a causa de nuestra naturaleza caída,
fue pagado por Jesús.
El único sacrificio
que Dios aceptó fue el del Hijo, porque es el Único digno. Así, toda persona
que cree en lo que hizo en aquella cruz, que se arrepiente de haber vivido de
espaldas y se vuelve a Él, obtiene automáticamente el perdón de los pecados y
su nombre pasa a formar parte del Libro de la Vida. Ahora ya sabes la verdad y
qué hacer, puesto que ya no puedes excusar ignorancia. La salvación es un
regalo, no por obras (Ef. 2:8-9), por lo que está en ti aceptarlo o no. Reflexiona
al respecto si no lo has hecho todavía.
Spoiler: el amor de Dios por encima de todo
Como no quiero destrozarle
a nadie el final, si lo desconoce y tiene intención de verlo, lo pongo aquí
como apéndice por si quiere dejar de leer aquí. Lo he querido añadir, ya que ofrece
una nueva vuelta de tuerca respecto al mensaje bíblico. Mientras que en la
película, uno de ellos sí se sacrifica, deteniéndose así las plagas, en la
novela no lo hacen: les da igual el mundo y lo que le suceda, lo único que les
importa es “su amor”. Puede parecer muy romántico,
pero es puro egoísmo, siendo justo lo
opuesto a lo que hizo Jesús: no pensó en sí mismo, no evitó la muerte a pesar
de que tenía poder para hacerlo, y antepuso a la humanidad en su conjunto por
encima de sí. Por esto, el versículo más conocido, y que siempre lo será, es
Juan 3:16, palabras que le dijo a Nicodemo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna”.
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