La realidad en su
conjunto, y no la sesgada que muestra Gloria –y que vamos a mostrar-, es que el
hombre occidental vive bajo un totalitarismo
ideológico, donde no se permite la disidencia del discurso oficial, y que
obedece exclusivamente a intereses políticos que manejan a las masas. El precio
a pagar es el insulto barato: fascista y machista son los dos más habituales, términos
que muchos emplean a la mínima ocasión, y sin saber realmente su significado.
Por ejemplo, el machismo lo define el diccionario tal que así: “Actitud y comportamiento de quien discrimina o
minusvalora a las mujeres por considerarlas inferiores respecto de los
hombres”. Ni una de mis palabras entran dentro de esa consideración, ya que, lo
que voy a ofrecer, son meramente datos y realidades fehacientes. Sin embargo,
para muchos –me repito: desconociendo el significado del concepto-, dirán que
es “machismo” por mi parte, por el simple hecho de que no acepto sus
postulados.
El discurso
victimista de Gloria, la mujer que juega a Barbie
Cuando Ken establece el patriarcado en Barbieland,
Gloria ofrece un discurso ante todas las mujeres, para que despierten del
control mental al que están siendo sometidas. En cursiva, sus palabras; el
resto, mis comentarios:
- Cuando afirma que
es “literalmente imposible ser mujer. Siempre
tenemos que ser extraordinarias, pero, hagamos lo que hagamos, nunca lo hacemos
bien”, está proyectando sus propios pensamientos, ensimismada en su rol de
mártir, haciendo una generalización, como si las malas experiencias de un grupo
de mujeres fuera la norma absoluta y vital en todo su conjunto. Señora Gloria,
no todo es blanco o negro; la vida está llena de colores y matices.
- “Tienes que ser jefa, pero no mala. Tienes
que liderar, pero sin machacar las ideas del otro”. ¿También eres víctima
si eres una mala jefa o una mala líder? En esos casos, ¿no será tuya la culpa?
A alguien que acusa siempre a los demás de todas sus desgracias, de sus malas
acciones y decisiones, se la considera una persona manipuladora y tóxica.
- “No puedes ser maleducada, ni fanfarrona, ni
egoísta”. Poder, puedes, como si quieres conducir en dirección contraria
por la autopista. Pero, si lo haces, tendrás que asumir las consecuencias: si
eres maleducada, posiblemente lo serán contigo; si eres fanfarrona, las
personas humildes te evitarán a toda costa; si eres egoísta, no tendrás derecho
a pedirle nada a los demás. ¿Debo felicitarte por el hecho de ser mujer, aunque
actúes como una mala persona?
- “Tiene que encantarte ser madre, pero no
hables demasiado de tus hijos”. Nadie obliga a nadie a ser madre hoy en
día. Y si tienes hijos, y alguien te dice que hablas demasiado de ellos, quizá
es porque lo haces en exceso con personas que no le interesan tantos detalles
de tu vida.
- “Tienes que responder por el mal
comportamiento de los hombres, y, si dices algo, te echan en cara que te
quejas”. ¿Tan triste es tu vida, Gloria, que te hacen responsable de lo que
hacen los hombres? Si lo dices porque eres la secretaria de esos empresarios
que se muestran en la película, lo puedo entender, pero habla por ti y no
generalices como haces continuamente, que ya cansa.
- “Y de hecho no solo lo haces todo mal, sino
que todo es culpa tuya”. Al señor guionista que ha escrito esta
declaración: ¿de verdad tomas por tontas a todas las mujeres del planeta
Tierra, como si vivieran continuamente en un infierno de lágrimas y
quebrantamiento?
- “Estoy tan cansada de verme a mí y a
cualquier otra mujer hacer lo imposible
para gustar a la gente”. Si vas por la vida buscando gustar a los demás,
entonces has caído en la paranoia, y tienes un problema de salud mental y
emocional. Y quiero creer que, en su mayoría, ni hombres ni mujeres son así de
dementes.
El discurso es
victimista hasta niveles insospechados. Dada la seriedad del asunto, recordemos
el significado de victimismo: “El victimismo es un trastorno paranoide de la personalidad muy común, en el que el sujeto
adopta el papel de víctima a fin de, por un lado, culpar a otros de conductas
propias y, por otro, enarbolar la compasión de terceros como defensa a
supuestos ataques”. Esto se ve en casi todas las palabras que expone y que dan mucho jugo.
Por muy épico-feminista que pueda parecer la
disertación de Gloria, es un insulto y un menosprecio a las propias mujeres, un
verdadero lavado de cerebro. Les hace suponer que ni siquiera son capaces de
ver lo bueno de la vida, sin caer en los extremismos que ella presenta, de no
saber distinguir por sí mismas a un hombre tóxico de otro que no lo es, como si
todos los hombres solo buscaran mujeres floreros,
sirvientas y adoradoras del macho-machista.
Conozco muchísimas
mujeres que se han sacado su carrera universitaria, van al gimnasio, asisten a
clases de canto mientras imparten danza, que te dan un abrazo tan afectuoso que
te alegran el día, al contrario que la amargada de Gloria. Entre ellas hay
mujeres guapísimas y otras que no lo son. Hay otras que son madres solteras y trabajan,
y otras que son amas de casa y sacan adelante, junto a sus esposos, a una
familia numerosa. Las hay con mucho dinero e independientes, y otras que viven
al día y con lo justo. Son humanas como todos, con sus virtudes y defectos.
Tienen sus días buenos y sus días malos. Sus tristezas y alegrías. ¿Y sabes
qué, Gloria? Ninguna de ellas va por la vida culpando a los demás de nada, ni a
tu imaginario patriarcado. Todo lo que han logrado ha sido por su propio
esfuerzo, no victimizándose. Aprende de ellas, porque de ti, poco o nada tienen
que aprender.
De verdad Gloria, ¡te
has cubierto de gloria! ¡Ni que vivieras en un campo de refugiados en Siria!
La realidad
del hombre
Con este “sermón”,
parece que ser mujer es horrible y que la vida del hombre es extremadamente
sencilla y placentera. Para Gloria, solo existe “su dolor”, “sus
circunstancias”, “sus sentimientos”, “lo que ha sufrido o “sufre” y lo que “le
han hecho”. Ante esto, hablemos un poco del hombre:
- En
la mayoría de países, el 70% de las víctimas de asesinato son hombres. Por
citar algunos ejemplos escandalosos: en México fueron asesinadas 3957 mujeres,
por 32.336 hombres; en Argentina: 372 mujeres, por 2042 hombres[1]. Por
lo tanto, cada vez que yo salgo a la calle, tengo tres veces más posibilidades
de que me asesinen que a una mujer. Uno de ellos fue un amigo y hermano en
la fe: una agradable noche de verano, paseando tranquilamente con su esposa, lo
apuñalaron en el corazón, sin ninguna razón. Un hombre encantador, amable,
inteligente, atleta, espiritual, risueño y, en un segundo... A pesar de estar a
escasos metros de un Hospital, murió al instante.
-
Puesto que los hombres suelen desempeñar los trabajos físicamente más duros y
peligrosos, los accidentes laborales recaen mayormente sobre ellos: en mi país
(España), en el año 2022, fueron 170.189 el número de mujeres que lo
padecieron, mientras que los hombres alcanzaron la cifra de 382.000. Aquí se
pueden ver las estadísticas desde el 2015[2]: - De
entre estos accidentes, el índice de mortalidad es todavía más claro: de los
826 trabajadores que perdieron la vida en 2022, “los accidentes mortales en jornada se distribuyeron en
638 casos en hombres y en 41 en mujeres. En in itinere, 113 fueron hombres y 34
fueron mujeres”[3].
- En
mi país, el hombre no tiene presunción de inocencia. En el momento en que una
mujer lo denuncia, automáticamente es llevado al calabozo cuarenta y ocho
horas; setenta y dos si sucede un viernes.
- A
pesar de que el número de agresiones es muy superior entre parejas
homosexuales, únicamente las mujeres heterosexuales tienen un número de ayuda
telefónica al que llamar si sufren maltratos de su pareja. Por su parte, el
hombre no dispone de nada al respecto, aunque sea la misma situación.
- No
siempre, pero, por norma general, la mujer busca un hombre proveedor, con un
estatus social y económico superior que ella, ya que eso le proporciona
seguridad. Sin embargo, el hombre no tiene en cuenta este factor a la hora de
fijarse en una mujer: no tiene problemas en proveer, aunque ella no tenga
trabajo, gane muy poco o trabaje en un McDonald´s. Estas entrevistas, y las
respuestas que ofrecen ambos sexos, son muy llamativas al respecto: “¿A qué clase social debe de pertenecer un hombre para
contraer matrimonio?” (https://www.youtube.com/watch?v=K55ZWHqbrE8).
-
Los hombres son, con diferencia, los que más se suicidan, pero de eso nadie
habla. ¿Verdad, Gloria? En el 2021, de las 4003 personas que lo hicieron en
España, 2982 eran hombres[4]. La tasa se repite en todos
los países del mundo. Aquí una pequeña muestra de la Tasa por cada 100.000
habitantes[5]: - En
2022, de las 28.500 personas sin hogar en España, a los que solemos llamar
“vagabundos”, el 77% son hombres[6].
- Barbie le dice a
Gloria que no quiere hacer daño a Ken, a lo que ella replica: “Te ha quitado la casa. Les ha lavado el
cerebro a tus amigas y quiere controlar el Gobierno”. A un amigo mío, que
ha sufrido en sus carnes un divorcio, no creo que le haga ni pizca de gracia lo
que dice Gloria. En un divorcio, a menos que previamente se haya firmado una
“separación de bienes”, quien se lleva buena parte de los mismos es la mujer:
casa, pensión y, en el caso de haberlos, la custodia de los hijos.
- Igual que una buena
madre es capaz de dar la vida por proteger a su hijo, un buen hombre hace lo
mismo por una mujer en peligro, aunque no la conozca de nada.
A
pesar de todo los datos ofrecidos, señora Gloria, los hombres no hacemos
películas de juguetes para mostrar cuán dura es la vida, ni presentarnos como
víctimas.
Hombres y mujeres, ¿cada uno por su
lado, y sin Dios?
He
leído a algún crítico de cine –de
nuevo, hombre-, defendiendo la película basándose en su final: afirman que las
Barbies recuperan el modelo de sociedad que había antes del “golpe de Estado
Patriarcal” ejecutado por Ken, pero sin cometer los errores de antes. ¿What? O sea, mintiendo, siembran
cizaña, manipulando a los hombres, haciéndoles creer que les interesan sus gustos
y aficiones, llenándoles de celos al irse con otros hombres y que así se
enfrenten entre ellos, con el fin de recuperar el status quo anterior, donde ellas lo hacían todo, ¿y tengo que
aplaudirlas? Hasta votan de manera clandestina para que los hombres no puedan
hacerlo. Vuelven a echarlos a un lado y los alejan, más si cabe.
Otros
dicen que el mensaje es que Barbie –las mujeres en general- debe descubrir
quién es en realidad, sin necesidad de que Ken –los hombres en general- se lo
diga. Y lo propio con Ken respecto a sí mismo. Eso sí puede defenderlo, pero,
en el fondo, lo que se observa es muy triste: hombres y mujeres separados, y
cada uno por su lado. Ni amistades, ni compañerismo, ni noviazgo, ni
matrimonio, ni nada. No hay unión ni reconciliación, solo individualidad, pura
y dura.
Ni hombres ni mujeres son seres de luz, ni reyes, ni
reinas, ni principes, ni princesas, ni muñecos, ni muñecas. Son seres humanos
que, sin Dios, caminan sin rumbo por este mundo. Y, hasta que no sepan ver esa
realidad, todo seguirá igual. Por mucho que busquen, aquí o allá, de mil maneras
diferentes, ambos seguirán perdidos, hasta no encontrar al que los creó.
Conclusión
Si se hubiera visto un equilibrio,
podría haberlo aceptado como una comedia: nos habríamos reído todos. Pero
ridiculizar a un género para exaltar al otro, y encima añadiendo una ideología
que solo causa prejuicios, fobias y la división que ya se está encargando de
provocar el feminismo radical en la última década, pues no tiene nada de sano. Es tan lamentable que no existen
palabras en el vocabulario que pueden expresar el daño que están haciendo, al
crear dos bandos, como si fuera una guerra. Tanto en Barbieland como en ese
“mundo real” que representan, no hay cariño entre ellos, ni interés mutuo,
ni complicidad, ni complementariedad. No hay nada. Solo vemos individualidad: “vosotros, por un lado, y nosotras, por el
otro”; eso es lo que muestran.
Así tenemos la
sociedad actual: parejas sin compromiso, relaciones abiertas, sexo causal por
doquier, divorcios a la mínima, infidelidades de todo tipo, descenso abismal de
la natalidad en Occidente[7], chicas adolescentes exhibiendose en redes sociales como si fueran
prostitutas y chicos como si fueran gigolós, consumo desmedido de alcohol
–donde la mujer ya bebe tanto o más que el hombre-[8], adicción a la
pornografía y transmisión de valores vomitivos por medio de una música soez. Y
eso es lo que ha traído: la destrucción de la familia tradicional, donde lo que
impera es el “yo”, “mi placer”, “mi cuerpo”, y nada de esto incluye el
matrimonio, ni el tener hijos, despreciando a la mujer que, libre y
voluntariamente, decide ser madre, trabajar o no hacerlo fuera del hogar, ser o
no ama de casa y criar a sus retoños, de mutuo acuerdo con su esposo. Barbie no es una
comedia. Es un drama que solo provoca lágrimas de dolor. Una pena. Una
verdadera pena. Una oportunidad perdida de traer paz a esta desesperante y
estúpida guerra de sexos, en la que andan enfrascados los movimientos radicales
feministas, apoyados por los medios de comunicación y muchos lobbies. En lugar
de mostrar unidad, hombres y mujeres que se complementan, que se unen para
luchar contra las injusticias del mundo, traen más división.
Si ya estamos pagando
el precio, las próximas décadas serán una catástrofe, cuando muchas de las
mujeres que han comprado esta ideología, se den cuenta que fueron engañadas.
Tengo ganas de ver cómo reaccionan cuando llegue ese día. Si seguimos por este
barrio, aquí estaremos para narrarlo.