Para que no haya
malentendidos, cualquiera que no entienda el propósito de estas “cartas”, antes
deberá leer las claras explicaciones que ofrecí aquí: Cartas del diablo a su
sobrino “el pastor”. Antes de comenzar, un preámbulo (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/06/cartas-del-diablo-su-sobrino-el-pastor.html).
Mi querido Orugario:
Hoy te enseñaré
nuevas maquinaciones para conducir a los cristianos a una guerra de guerrillas:
haciendo hincapié en sus diferencias doctrinales en asuntos secundarios. Como
todos ellos creen en lo esencial (el pecado original, la Trinidad, la salvación por gracia y el
sacrificio expiatorio en la Cruz, la Resurrección y Ascensión, junto a la
futura Parusía), céntrate en lo demás: si la salvación se pierde o no, si la
Iglesia será raptada antes, durante o después de la Tribulación, y cuestiones
semejantes. Deja caer la idea de que los que no piensen como el grupo de tus
pacientes, posiblemente sean herejes o no están llenos del Espíritu Santo. Crea
artificiales debates acalorados para que, entre ellos mismos, se miren con
recelo y con aires de superioridad. Comprobarás con tus propios ojos cómo el
amor que decían profesarse se convierte en fuego consumidor y soberbia. Es la manera ideal en
que estos pacientes se dividan más y más entre ellos, mientras se pelean a
muerte y tiñen de rojo el sendero que les conducía a la Casa Celestial y
abandonaron.
Sé que ya lo instauraste,
pero no dejes pasar la ocasión de seguir implementando un régimen legalista que
les haga creer que, mientras más lo cumplan, más santos, espirituales y entregados serán. Establece más cultos semanales, más actividades extra
eclesiales, más reuniones “especiales”, más talleres, más conferencias, más
viajes, más salidas evangelísticas, más vigilias y oraciones. Para ello recalca
la solemnidad del lugar de reunión con sobrenombres como “Templo”, “Iglesia”, “Altar”, “Capilla” o “Lugar Santísimo”.
Casi siempre bastará con que
les enseñes que “la asistencia” es morir al yo. Así no hallarán descanso ni
llevarán la carga ligera de Cristo, ni su yugo, que es fácil, sino el Nuestro:
un Evangelio de obras que les fuerce a llevar pesadas piedras sobre sus lomos,
hasta que sus almas queden sin respiración, agotadas y herniadas.
Ya que quedarán exhaustos y
estarán tan ocupados en estos quehaceres, no tendrán tiempo para las verdaderas
obras de caridad: atender a sus padres –especialmente si están enfermos-,
compartir tiempo con la familia y seres queridos, visitar a los huérfanos, los presos
y las viudas, ayudar a los pobres, alentar a los de poco ánimo o ser
hospitalario en sus propias casas. De esta manera, no serán de ejemplo, sino
incluso de piedra de tropiezo ante los inconversos que no querrán saber nada de
la salvación que les ofrece el Enemigo.
Como si no fuera contigo,
muestra un absoluto desinterés por los que no se congregan durante semanas.
Pregúntale a otros, como si estuvieras preocupado, y luego limítate a hablar
mal de ellos por su falta de compromiso, pero no los llames por teléfono para
interesarte sinceramente ni quedes en persona como si fueran tus amigos. ¡No lo
son! ¡Sólo son calientabancos y
números para ostentar! Cuando vuelvan, entonces sí: salúdalos con una amplia
sonrisa y abrázalos, mientras que les dices mi frase favorita en cuanto a
hipocresía se refiere: “Os echaba de menos”. ¡Los echabas tanto de menos que ni
los llamaste! ¡No puedo parar de brindar pensando en tu dejadez y falsedad!
Convierte al coro en un
producto de consumo, puro elitismo, donde los músicos de tu congregación sean
estrellas, tanto que sean jaleados como tales cuando organices giras y
conciertos. Que la música sea otro becerro de oro más. Muchos terminarán
vanagloriándose en sus mentes y corazones al ser alabados por sus seguidores
melómanos que los han convertido en ídolos. Los habrá con grandes conocimientos
de letras y melodías, pero, más allá de la religiosidad externa, verás que
pocos aplicarán en sus vidas la obediencia a la Biblia, a pesar de que escuchan
sermones sobre ella varias veces a la semana. El tiempo te demostrará que
muchos de ellos y de los asistentes a dichos eventos no estarán ni convertidos,
y cuando se cansen o encuentren otras actividades más placenteras a los
sentidos, desaparecerán en el anonimato y se diluirán en vidas licenciosas. A
posteriori, culparán a Dios del devenir de sus vidas, cuando fueron ellos
mismos los que decidieron qué camino tomar.
En vista a nuestros
recientes éxitos y que ya he expuesto, te invoco para que sepas que no es muy
necesario que estudies el Libro Sagrado. Limítate a copiar lo que otros ya han
dicho, haciendo algún retoque para que parezca que ha salido de lo más profundo
de tu corazón.
Dedicar largas horas
a estudiar sería una pérdida de tiempo, ya que tus pacientes tampoco lo hacen
en demasía, más allá de unos pocos obsesionados que son fáciles de desprestigiar.
Para que nunca sean libres y sigan encadenados a ti, asústalos, indicándoles
que la letra mata. Será muy extraño que te tropieces con alguno que sepa que
esa letra se refiere a la Ley dada a
Moisés, en la incapacidad que tienen para cumplirla, y por lo tanto de salvarse
a sí mismos, y que no tiene nada que ver con escudriñar La Palabra del Enemigo,
que es lo que tendrían que hacer todos.
Si a pesar de tus
serias advertencias, insisten, golpéales con otro mandoble, y acúsalos de
engreídos porque el conocimiento envanece. Nuevamente, la inmensa mayoría
ignorará que dichas palabras de Pablo a los corintios se referían al problema
que en esa iglesia estaban teniendo por los alimentos que Nos sacrificaban y
que luego comían: puesto que unos y otros tenían distintas opiniones, el
Apóstol les mostró que la comida en sí no significaba nada (este era el
conocimiento real), pero que, si se encontraban con hermanos que tenían
problemas de conciencia, no comieran estos alimentos delante de ellos para no
ser piedra de tropiezo. Es decir, que antepusieran el amor a sus hermanos al
conocimiento que tenían de la verdad sobre esta cuestión. Esa es la explicación
sencilla, pero, como siempre te digo, distorsiónala y úsala para tus intereses
egoístas.
Si se diera el caso
de que alguno de tus pacientes te anima a que revises cierta doctrina que
considera herética, no te rebajes a su nivel. De nuevo, hazle saber que no sabe
más que tú y que eres “el pastor”. Cualquier texto significará lo que tú
quieras que signifique. Ni más, ni menos. Repetirán como loros lo que tú digas,
dirán “amén” y se irán a casa tan felices. ¡Pobres ingenuos! ¡Ni se imaginan
hasta que extremo son controlados por nuestra Legión!
Tu cariñoso tío,
ESCRUTOPO.
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