Hace unos días, un buen amigo al que
considero íntegro como pocos, denunciaba en facebook la mezquindad de los
políticos a raíz de la desbandada que hubo en el Congreso, en el que muchos
votaron y salieron a la carrera sin esperar el resultado de la votación. Él
expresaba su hartazgo, el mismo que yo siento al ver la falta de vergüenza de
aquellos que nos gobiernan. A partir de ahí, comenzó una especie de debate en
su muro sobre cómo solucionar el problema. Yo expresé mi idea de que todos los
españoles votáramos en blanco en las próximas elecciones, pero dejaba claro que
era una utopía. Pero tanto él como un amigo suyo me corrigieron acertadamente.
El amigo dijo: “Más apropiado entiendo que es la abstención: no colaborar en
absoluto con un sistema que nos trata como a animales domésticos”. Y mi amigo
señalaba: “Votar en blanco es participar en el juego de quienes no quieren
regenerar ni reformar la democracia para eternizarse en el palacio del
bipartidismo. Hay que decirles que ya no nos engañan más, que queremos cambiar
las reglas”. Mi idea se ajustaba más a la de ellos, pero el tecnicismo me
perdió. Pero al final siempre votamos “al menos malo” o a aquel partido con el
que compartimos algún principio básico, como puede ser que estemos en contra
del aborto. Y yo volvía a preguntar en ese pequeño debate: “¿Y cuáles son las
alternativas? Porque yo no las sé y como ciudadano uno se ve impotente.
Manifestaciones, huelgas, etc.; parece que nada sirve, ni aquí, ni en Portugal,
ni en Grecia ni en ningún sitio”. Más bien era una pregunta retórica, porque
tengo claro el problema que hay de fondo, que es lo que quiero exponer a
continuación y de lo cual ya he hablado en este mismo blog de distintas
maneras.
El mundo no tiene solución. Tiene una
soga al cuello que él mismo se puso y está herido de muerte. ¿Pesimista?:
¡Realista! ¿Incito a quedarnos de brazos cruzados?: ¡Ni mucho menos! ¿Quiénes
conforman el mundo? Nosotros, los seres humanos. ¿Y qué hemos hecho los seres
humanos? Establecer leyes. Y esas leyes constituyen principios éticos y morales
que determinan el rumbo que sigue la sociedad. En función de esas normas
establecidas, la sociedad va en una dirección u otra. Hay otras “leyes”, que no
están registradas por escrito, que se observan en la vida cotidiana. Desde
mitad del siglo XX vivimos en lo que hemos llamado la época “Postmodernista”,
que tiene sus propios principios: niega a Dios; postula el hedonismo, el
consumismo y el materialismo como opciones principales para la búsqueda de la
felicidad; consiente una moral libre donde cada uno puede tener su propia
opinión en todos los temas según crea conveniente, puesto que todo se considera
relativo; etc. Como esa es la base que guía el mundo, las consecuencias han
sido claras: Se permite a una mujer abortar; se legalizan los matrimonios
homosexuales; se permite cierto tipo de drogas como el tabaco; se promueve el
adulterio y la infidelidad por medio de las redes sociales; los divorcios son
parte del día a día; etc. ¿Ha traído el “postmodernismo” la felicidad?: Miles
de familias rotas, hijos con dos padres o dos madres, la muerte de millones de
personas por el consumo de alcohol y drogas, enfermedades de transmisión
sexual; adicción a las nuevas tecnologías como los videojuegos; consumismo de
pornografía; etc.
Los intelectuales ya avisaron de las
consecuencias de establecer estos “principios”. Pero esto es lo que tenemos.
Otros no se dejan llevar por estas ideas, y abogan por un nuevo movimiento
“Modernista”, donde la educación y la resolución de los males sociales sean sus
objetivos principales. Siendo preferible el segundo, y pudiendo hacer mucho
bien en inmensidad de áreas, ambas están condenadas al fracaso.
Omitiendo los calificativos que usó (que
rebosaban odio y desprecio por doquier), mi sobrino “postmodernista”, que
apenas sobrepasa los veinte años, habló en contra de los políticos tras una
entrevista que le pasé de Arturo Pérez-Reverte donde hablaba de los males de la
sociedad, indicando que no había solución. Mi sobrino dijo varias cosas, pero
por destacar dos de ellas: señaló que votaría a quien le dijera algo diferente
y que creer en Dios en pleno siglo XXI es como creer en los reyes magos o en el
ratoncito Pérez. Su discurso es el mismo que se escucha alrededor del mundo:
“Ideas nuevas” + “Eliminar a Dios”. Lo fácil es echarle siempre la culpa
a los demás, y así nos va. Cree ingenuamente que hay ideas que pueden
cambiarnos, al mismo tiempo que se ha creído que el hombre viene del mono y que
el Universo y todo lo que hay en él se hizo solo porque así se lo han vendido.
Eso si, no se ha molestado en leer ni un solo libro donde se explica la
imposibilidad de la macroevolución. Y ni de lejos se acerca a mi blog. ¿Por
qué? Como le contesté: “Porque no interesa. Es mejor seguir viviendo como a uno
le da la gana, viviendo para sí mismo, para los hobbies, para la diversión,
para las botellonas, para el libertinaje, para el placer, para el materialismo
y todo el ´ego-yoyo` que exista. Esta es la sociedad postmodernista que habéis
creado”. Y concluí: “¡Y lo que me queda por ver!”. Para mi tristeza, añado.
¿Ideas nuevas? Podemos, y en eso sí
estoy de acuerdo, mejorar la educación. Debemos ayudar a los más
desfavorecidos. Debemos inculcar el respeto a todas las razas que habitan este
planeta. Debemos expulsar a los políticos que usan sus cargos para
enriquecerse. Podemos y debemos hacer mucho.
Pero todo esto que vemos a nuestro
alrededor son síntomas, no la enfermedad en sí. El problema principal no viene
de afuera, sino de adentro, del corazón humano. La idea expresada por Pablo no
puede negarla ni el mayor de los ateos: “Hallo
esta ley: que el mal está en mí” (Romanos 7:21). Ese “mal” que habita en
nosotros nos conduce, queriendo en algunas ocasiones y sin querer en otras
muchas, a mentir, a juzgar, a menospreciar, a mirar por encima del hombro, a
ser chismoso, a odiar, a llenarnos de amargura, a ser desagradecidos, y una
lista que prácticamente no tiene fin. Esa es la raíz del problema. Esa es la
enfermedad. Aunque establezcamos leyes justas y buenas, aunque todos los
corruptos estuvieran en la cárcel, aunque el pleno empleo fuera realidad en
todo el mundo, aunque se impusiera la paz en todo el planeta, aunque ni una
sola persona pasara hambre y todos tuvieran casa propia, ese “mal” seguirá en
nosotros, en toda la humanidad. A los que creen que eso se mitigará, siento
recordarle las palabras de Pablo: “Los
malos hombres y los engañadores irán de mal en peor” (1 Timoteo 3:13).
¿Cómo son y cómo serán?: “Hombres
amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,
calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (1
Timoteo 3:2-4). ¿Te suena? Puro “Postmodernismo”.
Basta con que veas un capítulo de “Médico
de Familia” y a continuación uno de “Aquí no hay quien viva”. Observa la ética.
Observa la manera en que hablan. Observa cómo visten. Observa el sentido del
humor. Observa los principios por los que se mueven. Observa y te darás cuenta
de las diferencias y entenderás de lo que hablo. La juventud de hoy a llegado a
un extremo en que no sabe diferenciar el bien del mal. Cuando les advierto, me
dicen: "No seas anticuado. Es que el mundo es así hoy en día".
¿Cuándo acabarán las guerras, la
corrupción, el hambre, las enfermedades, y todo lo demás que forma parte del
“paisaje” de este mundo? Cuando Cristo regrese. Sé cómo suena, pero basta este
dato concreto: en la Biblia hay más de 300 profecías que anunciaron que vendría
por primera vez como “siervo sufriente”. Se cumplieron todas y cada una de
ellas. De igual manera, hay más de 300 que anuncian su venida por segunda vez
para establecer Su Reino. ¿Qué ocurrirá entonces?: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos
ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas
delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta
el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo [...] Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos
de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”
(Mateo 25:31-33, 41). En definitiva: “E
irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (vr. 46). Los
que hayan creído en Jesús como Señor y Salvador pasarán la eternidad en esos
cielos y tierra nueva que Dios tiene preparado (Apocalipsis 21). Los que hayan
creído en el “postmodernista ratoncito Pérez” y hayan vivido como les haya
placido, al castigo eterno.
Puede que todo esto lo vea estando yo en
vida o puede que no. Puede que tenga que “gustar” la muerte o puede que no. No
lo sé. Pero lo que es seguro es que este mundo no tiene solución, y que hasta
que Aquel que lo creó no ponga cada cosa en su sitio, nada cambiará en esencia.
P.d: Si eres de los que no sabe qué
hacer con ese “mal” que anida en ti y quieres reflexionar un poco, te recomendaría
que leyeras esto:
Muy interesanters consideraciones. A propósito de lo del ratoncito perez y los Reyes Magos, adjunto un artículo que me piedieron unos amigos musulmanes para su web en español (sobre la existencia de Dios o el azar para justificar la existencia del mundo):
ResponderEliminarhttp://www.webislam.com/articulos/37262-la_cosmologia_fisica_moderna_apunta_hacia_la_existencia_de_dios.html