En el
día de ayer, tres activistas del grupo FEMEN, la española Lara Alcazar (21
añitos), la ucraniana Inna Shevchenko y la francesa Pauline
Hillier, interrumpieron en el Congreso de los Diputados de mi país para
reivindicar el eslogan “Abortar es sagrado”, escrito en sus pechos en pleno
topless. Son imágenes que la inmensa mayoría de nosotros hemos visto. Minutos
después, el coordinador de
Izquierda Unida, Cayo Lara, dijo que todo el mundo tiene legitimidad para
defender “el derecho al aborto”. ¡Menos mal que sus madres no pensaron igual!
La indignación que siento ante este acto
es exactamente la misma que experimenté cuando unos cobardes etarras llamados
Txapote y Amaia asesinaron a sangre fría al concejal Miguel Ángel Blanco el 12
de Julio de 1997. Por eso hoy me han robado el sueño. Ante hechos así, me
hierve la sangre de igual manera que con los atrocidades cometidas en Siria por
el Presidente Bashar al-Asad o ante la
dictadura represiva de Kim Jong II
en Corea del Norte, y me irrita el alma como lo hace leer las barbaridades
cometidas por los “señores de la guerra” en diversos países del mundo. Aun así,
no siento ira ni deseos de venganza, sino una infinita tristeza ante la maldad
y la ceguera del ser humano.
En el caso
del que estamos hablando, negar el aborto, como indica Marisa Soleto (Directora
de la Fundación Mujeres) “es una barbaridad y un ataque directo a los derechos y la autonomía de las
mujeres”. Por eso, ante la acción que FEMEN llevó a cabo en
el Parlamento, “somos muchas las que arrastramos una sonrisa a lo
largo del día acompañada de un pensamiento: Se puede”. Marisa añade: “Por eso me parece increíble que
haya habido representantes políticas que hayan calificado esta acción como repugnante, patética o fanática, en un ejercicio evidente de
no entender nada y no saber de lo que están hablando [...] Quienes
piensen que estamos en presencia de mujeres radicales y poco reflexivas se
equivocan. Saben perfectamente lo que están haciendo y lo que tienen que hacer
para poner voz e imagen a lo que no es sino la reivindicación de los derechos
básicos de las personas, de las mujeres”. Y prosigue: “Tuve la inmensa suerte de poder compartir
un rato con Lara Alcázar. Un regalo, se lo aseguro. Cuando le dije que admiraba y compartía el ideario de FEMEN, me
contestó que admiten socias que se ocupen de las tareas de apoyo. Estuve a
punto de abrazarla y me lo estoy pensando”1.
Todas estas
señoritas, junto a otras muchas, promueven la misma ideología que Adolf Hitler:
si algo no es de tu agrado o no lo deseas, extermínalo. Es lo que se llamó
“La solución final”. Hoy en día no hay campos de concentración, pero sí hay
clínicas privadas y clandestinas donde se asesina a niños y niñas que aun no
han salido del útero de su madre. Allí no se escuchan los pasos de judíos
entrando en las cámaras de gas de la Alemania nazi, pero sí pinzas y
trituradoras que acaban con criaturas inocentes sin fuerza para defenderse y
sin gritos que puedan ser oídos. Un auténtico genocidio y un nuevo Holocausto
que está aconteciendo sistemáticamente a nuestro alrededor: Según los datos del
Ministerio de Sanidad de España, de 37.231 abortos en 1990 hemos pasado a 118.359 en 2011, 14.586 menores
de 20 años. A nivel mundial los
datos son incalculables. Sin embargo,
para estas mujeres Pro-abortistas, pensar como ellas no es repugnante, fanático
ni patético. Por eso esas fotos que FEMEN nos dedica en las redes sociales a
aquellos que no pensamos como ellas (y que encabeza este artículo, aunque
recortada): con caras desafiantes y con el dedo corazón al frente.
Hablan de
derechos. Les hablaré de derechos y obligaciones, porque ambos van de la mano
por mucho que quieran separarlos: ustedes tienen derecho a quedarse embarazadas
si así lo desean (y si no, medios hay), pero no tienen ningún derecho a
asesinar a un bebé. Es más, tienen la obligación de cuidar de él. Una de las
defensoras del aborto decía en su muro de facebook que abortar no es fácil para
una mujer: es traumático y doloroso. Entonces, ¿por qué lo hacen? Si no pueden cuidar
de esa criatura, hay millones de mujeres en el mundo que desean más que a nada
poder adoptar. Esas criaturas tienen derecho a ver la luz del sol. Tienen
derecho a reír. Tienen derecho a disfrutar de una buena comida. Tienen derecho
a disfrutar de un baño. Tienen derecho a jugar con sus amiguitos. Tienen
derecho a soñar. Tienen derecho a su vez a tener hijos el día de mañana. Tienen
derecho A VIVIR y nadie puede robarle esos derechos.
¡No me hablen
de derechos cuando abortar es lo más retorcido que puede salir de la mente
humana! ¡No me hablen de que “abortar es sagrado”! ¿Libertad para decidir? No
hay mayor libertad que el derecho a la vida. Así lo reconoce cualquier Estado
Democrático, como recoge la Carta de los Derechos Humanos de la ONU. Los derechos
individuales acaban cuando chocan contra los derechos del prójimo.
No creamos
que esta forma de pensar denigrante pertenece a la clase social baja. Leamos un
único ejemplo de entre miles, la historia de Alejandra (nombre ficticio que
encubre el verdadero de una joven de 21 años y universitaria que domina tres
idiomas): “¿El primer aborto? Yo tenía 17 años. Me
quedé embarazada de un tío de 37 años o algo así. Salí por la noche, me pillé
un pedo impresionante y acabé en su casa. No me venía la regla y pensé: No
creo, pero me voy a hacer la prueba para quedarme más tranquila. La hice en el
baño de una cafetería donde iba con una amiga a estudiar y dio positivo [...]
Menos mal que él me había dejado su tarjeta con su teléfono porque sino no
hubiera podido localizarlo. La verdad es que se portó bastante bien. Lo
organizó todo, lo pagó todo él. Mis padres nunca supieron nada”. El segundo
aborto se gestó en circunstancias muy similares al primero, en una noche de
excesos y alcohol con un chico de su misma edad: “A los pocos días me enteré de que estaba embarazada. Él se desentendió
del todo. Se lo dije, pero le dio igual [...] afortunadamente a una amiga le
había pasado lo mismo y me indicó una clínica [...] no tuve ningún problema”.
Alejandra opina sobre el aborto: “Yo,
desde el punto de vista científico, no sé cuando comienza la vida, pero creo
que a partir de los tres meses ya no debes hacerlo. No que sea un asesinato,
pero yo no lo haría. Que cada una pueda decidir por sí misma. Yo estoy a favor
del aborto libre”2. ¿Libre para afrontar una relación de una noche pero no
para afrontar las consecuencias? Demencial.
Como ya
dije hace meses en mi muro, estas ideas son compartidas, por ejemplo, por Empar Pineda, portavoz de la clínica Isadora y fundadora de
la comisión pro derecho del aborto: “A lo
largo de la historia no hay sociedad ni cultura que ante un embarazo no deseado
no haya recurrido al aborto”. Y añade: “La
estadística demuestra que las mujeres son sensatas y abortan pronto”. O por
uno de los padres de la ley del aborto en Gran Bretaña, Lord Steel of Aikwood: “Si se trata de una decisión pura y dura de
la madre y no hay motivo médico alguno que lo indique, entonces creo que sólo
se debe permitir hasta las 12 semanas”. ¿Sensatez, señorita Pineda? Según
me enseñaron en mi infancia, el significado de la palabra “sensato” no tiene
nada que ver con “asesinar con prontitud”. Llamémosle por su verdadero
nombre: Infanticidio. Lord Steel, permítame parafrasearle: “Si quieres, hasta los 3 meses, puedes matar a tu hijo.
Siéntete en libertad”.
Por todo esto
me resulta deplorable que haya personas que piensen así, que defiendan el
aborto y que además se rían y se abracen de alegría. Hablar con ellas es
hacerlo con sordos, y gritar solo provoca que griten más. Pueden tener un
coeficiente intelectual altísimo y que lo usen para algunas luchas justas
contra la violencia de género y la prostitución. Pero, por lo general, son
ateas, por lo que creen que la última palabra ante la vida la tienen ellas y no
un Creador. Y más cuando consideran que un embrión no es un ser humano (a pesar
de que ambos tienen el mismo código genético en su interior). Así que hay poco
que decirles que sus endurecidos corazones no hayan oído ya.
Entonces,
¿qué podemos hacer ante esta aberración? Y no hablo a nivel político, sino a
nivel personal. En primer lugar: denunciar en la medida de nuestras
posibilidades y siempre que podamos las ideas pro-abortistas. En segunda
instancia: defender la vida ante aquellas chicas que se queden embarazadas y
estén pensando en abortar, ofreciéndoles alternativas. Tercero: animar y
felicitar a las madres solteras por la labor tan hermosa que hacen al cuidar de
sus pequeñines. Y para finalizar: hablarles del verdadero Dios que llevó a cabo
el milagro de la vida que han experimentando en sus propias carnes. Es mucho lo
que está en tu mano.
NOTAS:
2. Suplemento dominical Crónica del periódico El
Mundo. Domingo 11 Julio 2004.
P.D:
Recibí un comentario de una chica pro-abortista. En lugar de publicarlo en los
comentarios, decidí contestarle con otro artículo. Aquí están sus palabras y mi
respuesta:
No hay comentarios:
Publicar un comentario