Jueves, 31 de
octubre. “Ahora tenemos una señal para
cuando se me necesita. Pero cuando esa luz ilumina el cielo, no es solo una
llamada, es una advertencia. Para ellos. El miedo es una herramienta. Creen que
me escondo en las sombras. Pero yo soy las sombras”.
Primeras, y
segundas, impresiones
La primera vez que vi “The Batman” (2022), más allá
del sublime espectáculo visual que me encontré, y alguna que otra escena
verdaderamente impactante, me quedé con ganas de más. Acostumbrado a un Batman
más fantasioso, con mil artilugios, con enemigos que visten ropas extravagantes
y llenas de colorines, ver que la trama giraba en torno a una investigación
criminal me desconcertó. Me gustó bastante, pero sin alcanzar el nivel que tenía
en mente, que esperaba continuos fuegos
artificiales y acción sin descanso. A diferencia de la segunda parte de
Joker (“Joker folie à deux &
Arthur. Un hombre que, como tú, solo necesitaba amor”: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/11/joker-folie-deux-arthur-un-hombre-que.html), está sí fue un éxito de crítica y público, pero a
los pocos que no les gustó fue por esa razón: esperaban otra cosa. Lo que nos
encontramos fue un film detectivesco de género negro, mezcla entre películas como “Seven” y series
como “Mindhunter”, que ahonda en las terrenales tinieblas del ser humano, más
aún de lo que hizo Christopher Nolan en la anterior versión del personaje, que
dejó el listón muy alto con The
Dark Knight.
Por mi parte, hace escasas fechas, y tras ver su
secuela/spin-off, “El Pingüino”, decidí darle un segundo visionado: lo que me
encontré, tras quitar de mi mente los prejuicios anteriores, me maravilló en
muchos aspectos. Más allá de una sublime pieza musical compuesta por Michael Giacchino, el
sobrecogedor sonido de las botas impactando contra el suelo de Batman o de un
coche más propio de la saga Mad Max, la figura del hombre murciélago es
una mera excusa para adentrarnos en las miserias humanas. Lo comprobamos por
medio de una narrativa tétrica y sórdida, donde el caos tiene el control de la
ciudad de Gotham, en la que siempre llueve, literal y figuradamente: políticos,
policías y fiscales corruptos, drogas, prostitución, mendigos que viven en la
miseria, bandas que disfrutan ejerciendo la violencia indiscriminada, y como
colofón la podredumbre en las redes sociales donde las mayores miserias se
hacen realidad. Todo ello sumado a un contraste brutal entre la pobreza y la
opulencia. Como puedes observar, tan real como la vida misma, siendo el claro
reflejo de nuestra sociedad presente.
Por lo tanto, está dirigida a un público adulto, no al
clásico adolescente que va al cine a pasar el rato mientras charla con sus
amigos y molesta al resto de los asistentes.
Además –casualidades de la vida-, la secuencia final
tiene claras reminiscencias con los acontecimientos vividos en España en las desoladoras
inundaciones de Valencia, la reacción excepcional de la gente como grupo y la
actuación –por llamarla de alguna manera- de los políticos de turno, y que
acontecieron un par de semanas antes de volver a ver este relato, lo cual me
hizo contemplarlo con ojos muy distintos.
Analizando este largometraje, veremos una elección que
deberás tomar y qué clase de persona puedes ser en este mundo caótico en el que
estamos: “la venganza” del principio, o el que aprende una lección de vida y
evoluciona en medio del drama humano, tanto el personal como el de la sociedad
en general.
De qué trata
La historia transcurre dos años después de la
aparición de un vigilante nocturno que acecha en las sombras a todos los
delincuentes, que, al ver la luz de un foco con forma de murciélago reflejada
en el cielo, se sienten inseguros y llenos de temor. Curiosamente, al
protagonista jamás se le llama Batman. Es más, cuando a él le preguntan “¿y tú
quién eres?”, responde de forma amenazante “La venganza”. Cada noche, tras
buscar minuciosamente y elegir sus objetivos, se lanza contra ellos como una
manada de búfalos en estampida, golpeándolos con la fiereza de un animal
salvaje.
En medio de todo esto se produce el brutal asesinato
de Don Mitchell Jr., el alcalde de la ciudad. ¿Quién está detrás? Un tal Enigma
(Acertijo en Hispanoamérica),
del que más tarde se supo que era el forense Edward Nashton. Este, tras su primer asesinato –e igual
con los posteriores-, dejaba jeroglíficos en la escena del crimen dentro
de un sobre con pistas sobre sus próximos objetivos, para que los leyera
Batman, el alter ego del veinteañero, huérfano y multimillonario Bruce Wayne.
Enigma/Acertijo, interpretado por Paul Dano,
actor que no me gusta, pero que aquí borda su papel de sociópata y asesino en
serie, y eso que su rostro completo solo lo vemos durante unos breves minutos.
Su vestimenta no es la que solemos ver en los cómics; aquí es mucho más oscura,
representando mejor su personalidad extrema. El actor reconoció que la
exigencia de interpretar a un personaje tan intenso le provocó insomnio.
Bajo una campaña en
redes sociales, y con el lema “no más mentiras”, Enigma estaba llevando a cabo
su propia justicia, la cual consideraba lícita. Quería mostrar la hipocresía,
la doble moral, de todos aquellos cargos públicos que hacían promesas de mejora,
de renovación, a los ciudadanos de Gotham, pero que mentían con total impunidad
mientras llevaban dobles vidas. Vivas en el país que vivas, ¿te suena de algo?
Seguro que sí.
(El cadáver del alcalde, con su cara liada
en cinta y el mensaje “no more lies”/“no más mentiras”)
El alcalde, hombre
respetado, casado y con un hijo pequeño, tenía su propia amante, una prostituta
extranjera bien conocida. Enigma no solo acaba con su vida, sino que su plan va
más allá: hace lo propio con Pete Savage, el comisario de Policía, que hacía tratos con narcotraficantes y, a
continuación, con Gil Colson, el fiscal del distrito, a nómina de la mafia, al
que le pone un collar explosivo en el cuello, cuyo dramático final sucede en
una iglesia durante el funeral del alcalde. ¿Sus dos últimos objetivos? Carmine
Falcone, el gran capo de la mafia, y Bruce Wayne, al que quiere hacerle pagar
por los “pecados” de Thomas Wayne, su difunto padre. Supuestamente, Thomas pagó
a Falcone para que matara a un periodista que iba a destapar que su esposa
tenía problemas mentales, había estado internada en el psiquiátrico en varias
ocasiones y había asesinado a su propio padre.
¿Batman es
igual que Enigma?
Según el villano de la función, ambos son iguales. Y
así se lo hace saber cuando lo detienen, lo encierran en Arkham y pide hablar
con Batman. Es el momento cumbre de la película, y donde, según su director
Matt Reeves, repitieron la toma entre setenta y ochenta veces por la obsesión
del actor Paul Dano en lograr la excelencia.
En dicha conversación,
Enigma le dice la razón por la cual quiere acabar con Bruce (ignorando que es
él quién se oculta tras la máscara de Batman): “He sido invisible toda mi vida.
Supongo que ya nunca más lo seré. Ahora me recordarán. Nos recordarán a los
dos. Yo estaba allí ese día. Cuando el gran Thomas Wayne anunció su candidatura
a la alcaldía e hizo todas esas promesas. Una semana más tarde murió y todos se
olvidaron de nosotros. Solo hablaban del pobre Bruce Wayne. Bruce Wayne, el huérfano. ´Huérfano`. Vivir
en una torre con vistas al parque no es ser huérfano. Mirar por encima del
hombro a todos con ese dinero... Venga ya. ¿Sabes qué es ser huérfano? Compartir habitación con treinta niños. Tener
doce años y ya ser dropainómano para no sentir el dolor. Despertarte gritando
con ratas mordiéndote los dedos. Ver cómo todos los inviernos muere un bebé por
el frío. Pero, no, hablemos del multimillonario con su papaíto muerto en el
suelo. Con dinero todo es más fácil”.Resultaba que Edward
Nashton, antes de convertirse en el siniestro Enigma, había sido huérfano y le
guardaba rencor a Thomas Wayne, director del orfanato donde residía, por
dejarlo en la estocada, junto al resto, y por la dura vida que le había tocado
llevar como consecuencia. Como Thomas ya estaba muerto, descargaría su rencor
en su descendencia, en Bruce, al que consideraba un niño mimado, como ya había
hecho con los poderosos y corruptos de la ciudad de Gotham.Y termina exclamando:
“Lo hemos hecho juntos. Tú formas parte de esto. Somos un equipo. Tú me has
inspirado”. Le estaba dejando bien claro que la labor que hacían era la misma:
destapar a los malvados y hacer justicia. Ante tales palabras, Bruce Wayne,
enfundado en su traje de “murciélago”, niega que tal afirmación sea cierta, y
le dice que no trabajan juntos, que él es un enfermo y un sociópata. Al
escuchar estas palabras, Enigma se vuelve loco de rabia, con el rostro
desencajado y gritando como un poseído, sintiéndose incomprendido y
defraudado.
Aquí tenemos que
plantearnos y cavilar qué hay de verdad en las palabras del asesino. Y la
realidad es que, sin llegar a los extremos de Enigma, sus acciones no se alejan
de las del héroe. No son iguales porque Batman tiene una línea roja que nunca
sobrepasa, la de matar, algo que el villano sí cruza en varias ocasiones,
firmemente convencido de que hace lo correcto. Según la mentalidad de Enigma,
ni él es tan malo como los demás creen, ni Batman es tan bueno como piensa de
sí. Eso debería hacernos sentir incómodos con nosotros mismos.
Durante buena parte
del metraje, vemos que Batman es un tipo completamente airado. El asesinato de
su padre le marcó para siempre. Anhela venganza. Por eso se apoda con ese
sobrenombre: “la venganza”. Pero lo que vemos en Enigma es muy parecido:
también huérfano, pero pobre, sufrió las penalidades de su condición.
Abandonado por el sistema, que lo consideraba un miserable, era pura furia.
Visto así, Batman y Enigma son el mismo personaje con distintos matices y cuyas
vidas tomaron rumbos diferentes por la diferencia en sus respectivas cuentas
bancarias y la presencia de un mentor; poco más que eso. Mientras que Batman
tuvo su origen en el trauma ocasionado por la muerte de sus padres, el germen
de Acertijo estuvo en todas las desgracias que sufrió en el orfanato. Ninguno
de los dos procesó el dolor y el duelo de forma sana.
El de negro es melancólico, taciturno y
obsesionado. El de verde es
histriónico, enérgico y un excelente planificador. Podrían haber sido hermanos
gemelos: circunstancias parecidas, rumbos parecidos.
¿Somos nosotros de la misma manera?
Ahora es donde toca
hablar de nosotros. Aunque no seas de España como yo, seguro que has visto las
imágenes: parte de los ciudadanos de Valencia que fueron abandonados a su
suerte durante días tras las riadas, se abalanzaron contra el Presidente, Pedro
Sánchez, cuando lo vislumbraron. La ira que sentían era completamente humana.
Muchos, que no estábamos físicamente presentes, y millones de mis
conciudadanos, experimentamos la misma clase de emoción negativa. ¿Cómo
habríamos reaccionado de estar presentes? Difícil creer que más de uno no se
hubiera sumado a la turba.
Quizá alguno no lo
recuerde, pero Gadafi, el dictador que fue presidente de Libia, tras escapar y
ser descubierto en un escondite, recibió, por parte de una enfurecida multitud,
un terrible linchamiento y todo tipo de vejaciones, antes de ser asesinado. La
lista de dictadores que han sufrido en sus carnes el mismo destino es muy
llamativa. En otro lugar, abandonado a su suerte, y sin los guardaespaldas que
lo protegían, puede ser que Pedro Sánchez hubiera acabado igual.
El mundo mostrado en
Gothan es nuestro propio mundo. Lo vemos cada día en los medios de
comunicación:
- corrupción hasta
los tuétanos en todas las esferas.
- políticos de todo
signo e ideología que nos mienten con una sonrisa en la boca y que solo saben
culparse unos a otros de los problemas que ellos mismos causan o no quieren
resolver.
- injusticias en
cualquier rincón del planeta.
- millones y millones
de impuestos de los ciudadanos gastados en auténticas sandeces, en enriquecerse
a sí mismos o en financiar sus propios partidos sin nuestro permiso y sin
mejorar en nada nuestras vidas.
- proxenetas y
narcotraficantes que campean a sus anchas.
- abusos de menores
que son camuflados por los políticos, como acaba de saberse en Rotherham (Reino Unido), donde más de 1400 niñas
fueron violadas por pakistanís y silenciadas por los políticos para no ser
acusados de racistas ni perder votos de dicha comunidad.
- dictadores que
someten a millones y millones de personas bajo su yugo y que solo permanecen en
el poder porque las Fuerzas Armadas les respaldan miserablemente, al igual que
los medios de comunicación que, comprados, les apoyan a precio de oro. Lo vemos
en Venezuela, Cuba, Corea del Norte, entre otros.
La pregunta que
tenemos que hacernos es muy básica: ¿en qué nos diferenciamos de “La Venganza”
(el primer Batman) y de “Enigma”, que solo buscaban un cambio y acabar con la
maldad? ¿Acaso el mal no merece una retribución? Pensándolo en caliente, y sin
la fría reflexión alejada en el tiempo, ¿tan injustas nos parecen sus acciones?
¿No haríamos algo parecido si estuviera en nuestra mano? Vuelvo a citar lo de
Valencia, pero seguro que, allá donde vivas, se han producido eventos
siniestros que te han hecho sentir esa misma alteración en tu estado de ánimo.
En más de una
ocasión, por mi mente ha pasado la imagen de abofetear, con la palma de la mano
bien abierta (al estilo “Terence Hill”), y si los tuviera delante, a distintos
individuos: cualquiera de esos terroristas que todos conocemos, etarras que se
ríen de sus víctimas, radicales musulmanes que se regodean en la muerte de los
que no son como ellos, políticos que menosprecian a la población a la que no
sirven, sino que los usan para sus propios intereses, pederastas, adúlteros,
falsos pastores que abusan o roban a sus fieles, etc. ¿Lo he hecho alguna vez?
No. ¿Lo haría si tuviera la oportunidad? Dios me libre. Pero el sentir es ese.
En tu caso, solo tú sabes qué experimentas en tu interior ante la malicia, pero
no creo que seas alguien inconmovible y de piedra. Jesús sabía perfectamente de
esas agitaciones que, en ocasiones, se pasean por nuestro ser más profundo. Por
eso, como consuelo, habló en tantas ocasiones del juicio futuro: para los justificados
en Cristo será un día de gloria; para los que se burlan, la justicia divina
caerá sobre ellos.
Él aprendió la lección. ¿Y tú?
Batman guiando a los supervivientes en medio
de la oscuridad
Miércoles, 6 de
noviembre. “Empiezo a ver ahora que mis acciones
han surtido efecto. Aunque no el que esperaba. La venganza no cambiará el
pasado, ni el mío ni el de nadie. Tengo que ir más allá. La gente necesita
tener esperanza, saber que hay alguien ahí. La ciudad está enfadada, tiene
cicatrices, como yo. Nuestras cicatrices pueden destruirnos. Incluso después de
que las heridas físicas se hayan curado. Pero, si sobrevivimos a ellas, pueden
transformarnos. Pueden darnos el poder de resistir y la fuerza para luchar”.
El primer monólogo, y que leímos en el primer párrafo
de este escrito, sucede al comienzo de “The Batman”. El segundo, citado en el
párrafo anterior, justo antes del final. Ambos alegatos muestran la evolución
de un personaje oscuro, atormentado en su alma por la corrupción implacable de
la ciudad en la que habita, y que le marcó profundamente al asesinar a sus
padres cuando él era un niño.
En apenas una semana
–el tiempo en el que transcurren los acontecimientos narrados en la película
(31 de octubre a 6 de noviembre), aprende una gran lección: cuando da cuenta de que Enigma es un reflejo de su
propio yo, pero con otra máscara, decide que tiene que cambiar; la venganza no es el
camino. El único posible es el de ser una luz, por pequeña que sea, en medio de
las tinieblas. A partir de ahora, su vida no se
centrará en la venganza, sino en ayudar a los demás. Él será un faro, una luz
que aparecerá en el horizonte cada vez que esta parezca menguar.
Bruce descubre que
Enigma ha colocado varias bombas por toda la ciudad. Todas ellas explotan,
inundándolo todo a su paso. En medio de la destrucción y la oscuridad, Batman
se acerca a los ciudadanos que habían logrado sobrevivir, y que le miran con
recelo. ¿Y qué hace? No solo salta sobre un cable eléctrico, para evitar que se
electrocuten las personas que estaban en el agua, algo que sí sufre en sus
carnes, sino que, tras perder el conocimiento y despertar, camina con el agua
hasta la cintura para ayudar a los atrapados. Finalmente, enciende una bengala
para que le sigan. Y así sucede. Posteriormente, lo vemos ayudando entre los
militares. Se ha dado cuenta de que lo mejor es cambiar “la venganza” por “la
esperanza”.
Ahí vemos nuestro
camino, no basado en el odio hacia el malvado o por los deseos de venganza
hacia la injusticia, sino el que nos marcó Jesús en persona: “Vosotros
sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa” (Mt:5:14-16).
Mientras tanto, ¿cómo podemos mostrar
esa luz?
No,
vestirnos de murciélago y salir a escondidas a limpiar las calles no es una opción. Así que veamos tres
posibilidades, en las cuales implica mancharse
de barro:
Muchos
cristianos –demasiados, diría yo- creen que servir a Dios se limita a predicar
o cantar en una congregación. Esto conduce a que algunos, dentro de este grupo
de individuos, caigan en el elitismo, como si fueran más espirituales, mejores,
más entregados o más cercanos al Altísimo. El resto olvida que reflejar la luz
de Dios, incluso sin palabras, está muy por encima de todo eso.
Ante
una sociedad caída como la nuestra, las maneras de brillar son abundantes:
1)
si el deseo de muchos es la condenación del adversario, el hombre y la mujer de
Dios mostrará su antorcha anunciando el mensaje de salvación.
2)
si las relaciones prematrimoniales son el pan de cada día, el hombre y la mujer
de Dios mostrará su antorcha guardándose hasta el matrimonio.
3) si
la infidelidad en los matrimonios y los noviazgos son el pan de cada día, el
hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha siendo fiel.
4)
si la mentira, la soberbia, la prepotencia, la manipulación emocional, el
histrionismo y el lenguaje vulgar son el pan de cada día, el hombre y la mujer
de Dios mostrará su antorcha actuando de forma opuesta.
5) si las obras de la carne (adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos,
iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías) son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su
antorcha con el fruto del Espíritu: “amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gá.
5:22-23).
6) si el desprecio a los ancianos, los pobres, los
marginados, los desempleados y los miembros de otras razas y países son el pan de cada
día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha amándolos y ayudándolos
en lo que esté en su mano.
7)
si la indiferencia por los padres es la tónica entre muchos hijos son el pan de
cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha honrándolos.
8)
si el deseo de venganza, el pagar mal por mal y el odio a los enemigos son el
pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha dejando la
justicia en manos de Dios, bendiciendo al que le maldiga y orando por sus
enemigos.
9)
si en este mundo la guerra y la violencia son el pan de cada día, el hombre y
la mujer de Dios mostrará su antorcha con su pacifismo.
10)
si el anhelo por la gloria personal y el reconocimiento externo son el pan de
cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha buscando la gloria
de Dios, por medio de los dones recibidos y el buen uso de su tiempo.
Por
último, para los que son padres: considero que no existe mayor obra en la
tierra para ellos que educar a sus hijos en el Señor. Es un desafío y una
oportunidad –aparte de un mandamiento divino- que les convierte en
privilegiados, y muchos pasan por alto: “Instruye al niño en su camino, y
aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).
¿Estos diez puntos, más el extra, implica llevarlos a
cabo, incluso si no hay reciprocidad? Sin duda. ¿Todo esto significa ser
idealista? No, sino ser alguien que tiene principios, que se rige por los
mandamientos de Dios. ¿Que no nos siguen? Eso no depende de ti ni está en tu
poder. Ni Jesús obligó a nadie a hacerlo. Se identificó como el camino, y la
verdad, y la vida (Jn. 14:6), mostrando Su luz, pero dejó en las manos de cada
uno ir tras Él o quedarse en las oscuridad.
Termino este escrito parafraseando las palabras que lo
encabezan a forma de interrogante: ¿serás “la venganza”, igual que la mayoría,
o serás una bengala, la de Dios, que alumbre en las tinieblas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario