lunes, 13 de enero de 2025

The Batman. ¿Quieres ser “la venganza” o una bengala que ilumine en la oscuridad?

 


Jueves, 31 de octubre. “Ahora tenemos una señal para cuando se me necesita. Pero cuando esa luz ilumina el cielo, no es solo una llamada, es una advertencia. Para ellos. El miedo es una herramienta. Creen que me escondo en las sombras. Pero yo soy las sombras”.

Primeras, y segundas, impresiones
La primera vez que vi “The Batman” (2022), más allá del sublime espectáculo visual que me encontré, y alguna que otra escena verdaderamente impactante, me quedé con ganas de más. Acostumbrado a un Batman más fantasioso, con mil artilugios, con enemigos que visten ropas extravagantes y llenas de colorines, ver que la trama giraba en torno a una investigación criminal me desconcertó. Me gustó bastante, pero sin alcanzar el nivel que tenía en mente, que esperaba continuos fuegos artificiales y acción sin descanso. A diferencia de la segunda parte de Joker (“Joker folie à deux & Arthur. Un hombre que, como tú, solo necesitaba amor”: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/11/joker-folie-deux-arthur-un-hombre-que.html), está sí fue un éxito de crítica y público, pero a los pocos que no les gustó fue por esa razón: esperaban otra cosa. Lo que nos encontramos fue un film detectivesco de género negro,  mezcla entre películas como “Seven” y series como “Mindhunter”, que ahonda en las terrenales tinieblas del ser humano, más aún de lo que hizo Christopher Nolan en la anterior versión del personaje, que dejó el listón muy alto con The Dark Knight.
Por mi parte, hace escasas fechas, y tras ver su secuela/spin-off, “El Pingüino”, decidí darle un segundo visionado: lo que me encontré, tras quitar de mi mente los prejuicios anteriores, me maravilló en muchos aspectos. Más allá de una sublime pieza musical compuesta por Michael Giacchino, el sobrecogedor sonido de las botas impactando contra el suelo de Batman o de un coche más propio de la saga Mad Max, la figura del hombre murciélago es una mera excusa para adentrarnos en las miserias humanas. Lo comprobamos por medio de una narrativa tétrica y sórdida, donde el caos tiene el control de la ciudad de Gotham, en la que siempre llueve, literal y figuradamente: políticos, policías y fiscales corruptos, drogas, prostitución, mendigos que viven en la miseria, bandas que disfrutan ejerciendo la violencia indiscriminada, y como colofón la podredumbre en las redes sociales donde las mayores miserias se hacen realidad. Todo ello sumado a un contraste brutal entre la pobreza y la opulencia. Como puedes observar, tan real como la vida misma, siendo el claro reflejo de nuestra sociedad presente.
Por lo tanto, está dirigida a un público adulto, no al clásico adolescente que va al cine a pasar el rato mientras charla con sus amigos y molesta al resto de los asistentes.
Además –casualidades de la vida-, la secuencia final tiene claras reminiscencias con los acontecimientos vividos en España en las desoladoras inundaciones de Valencia, la reacción excepcional de la gente como grupo y la actuación –por llamarla de alguna manera- de los políticos de turno, y que acontecieron un par de semanas antes de volver a ver este relato, lo cual me hizo contemplarlo con ojos muy distintos.
Analizando este largometraje, veremos una elección que deberás tomar y qué clase de persona puedes ser en este mundo caótico en el que estamos: “la venganza” del principio, o el que aprende una lección de vida y evoluciona en medio del drama humano, tanto el personal como el de la sociedad en general.

De qué trata
La historia transcurre dos años después de la aparición de un vigilante nocturno que acecha en las sombras a todos los delincuentes, que, al ver la luz de un foco con forma de murciélago reflejada en el cielo, se sienten inseguros y llenos de temor. Curiosamente, al protagonista jamás se le llama Batman. Es más, cuando a él le preguntan “¿y tú quién eres?”, responde de forma amenazante “La venganza”. Cada noche, tras buscar minuciosamente y elegir sus objetivos, se lanza contra ellos como una manada de búfalos en estampida, golpeándolos con la fiereza de un animal salvaje.
En medio de todo esto se produce el brutal asesinato de Don Mitchell Jr., el alcalde de la ciudad. ¿Quién está detrás? Un tal Enigma (Acertijo en Hispanoamérica), del que más tarde se supo que era el forense Edward Nashton. Este, tras su primer asesinato –e igual con los posteriores-, dejaba jeroglíficos en la escena del crimen dentro de un sobre con pistas sobre sus próximos objetivos, para que los leyera Batman, el alter ego del veinteañero, huérfano y multimillonario Bruce Wayne.

Enigma/Acertijo, interpretado por Paul Dano, actor que no me gusta, pero que aquí borda su papel de sociópata y asesino en serie, y eso que su rostro completo solo lo vemos durante unos breves minutos. Su vestimenta no es la que solemos ver en los cómics; aquí es mucho más oscura, representando mejor su personalidad extrema. El actor reconoció que la exigencia de interpretar a un personaje tan intenso le provocó insomnio.

Bajo una campaña en redes sociales, y con el lema “no más mentiras”, Enigma estaba llevando a cabo su propia justicia, la cual consideraba lícita. Quería mostrar la hipocresía, la doble moral, de todos aquellos cargos públicos que hacían promesas de mejora, de renovación, a los ciudadanos de Gotham, pero que mentían con total impunidad mientras llevaban dobles vidas. Vivas en el país que vivas, ¿te suena de algo? Seguro que sí.
(El cadáver del alcalde, con su cara liada en cinta y el mensaje “no more lies”/“no más mentiras”) 

El alcalde, hombre respetado, casado y con un hijo pequeño, tenía su propia amante, una prostituta extranjera bien conocida. Enigma no solo acaba con su vida, sino que su plan va más allá: hace lo propio con Pete Savage, el comisario de Policía, que hacía tratos con narcotraficantes y, a continuación, con Gil Colson, el fiscal del distrito, a nómina de la mafia, al que le pone un collar explosivo en el cuello, cuyo dramático final sucede en una iglesia durante el funeral del alcalde. ¿Sus dos últimos objetivos? Carmine Falcone, el gran capo de la mafia, y Bruce Wayne, al que quiere hacerle pagar por los “pecados” de Thomas Wayne, su difunto padre. Supuestamente, Thomas pagó a Falcone para que matara a un periodista que iba a destapar que su esposa tenía problemas mentales, había estado internada en el psiquiátrico en varias ocasiones y había asesinado a su propio padre. 

¿Batman es igual que Enigma?
Según el villano de la función, ambos son iguales. Y así se lo hace saber cuando lo detienen, lo encierran en Arkham y pide hablar con Batman. Es el momento cumbre de la película, y donde, según su director Matt Reeves, repitieron la toma entre setenta y ochenta veces por la obsesión del actor Paul Dano en lograr la excelencia.
En dicha conversación, Enigma le dice la razón por la cual quiere acabar con Bruce (ignorando que es él quién se oculta tras la máscara de Batman): “He sido invisible toda mi vida. Supongo que ya nunca más lo seré. Ahora me recordarán. Nos recordarán a los dos. Yo estaba allí ese día. Cuando el gran Thomas Wayne anunció su candidatura a la alcaldía e hizo todas esas promesas. Una semana más tarde murió y todos se olvidaron de nosotros. Solo hablaban del pobre Bruce Wayne. Bruce Wayne, el huérfano. ´Huérfano`. Vivir en una torre con vistas al parque no es ser huérfano. Mirar por encima del hombro a todos con ese dinero... Venga ya. ¿Sabes qué es ser huérfano? Compartir habitación con treinta niños. Tener doce años y ya ser dropainómano para no sentir el dolor. Despertarte gritando con ratas mordiéndote los dedos. Ver cómo todos los inviernos muere un bebé por el frío. Pero, no, hablemos del multimillonario con su papaíto muerto en el suelo. Con dinero todo es más fácil”.Resultaba que Edward Nashton, antes de convertirse en el siniestro Enigma, había sido huérfano y le guardaba rencor a Thomas Wayne, director del orfanato donde residía, por dejarlo en la estocada, junto al resto, y por la dura vida que le había tocado llevar como consecuencia. Como Thomas ya estaba muerto, descargaría su rencor en su descendencia, en Bruce, al que consideraba un niño mimado, como ya había hecho con los poderosos y corruptos de la ciudad de Gotham.Y termina exclamando: “Lo hemos hecho juntos. Tú formas parte de esto. Somos un equipo. Tú me has inspirado”. Le estaba dejando bien claro que la labor que hacían era la misma: destapar a los malvados y hacer justicia. Ante tales palabras, Bruce Wayne, enfundado en su traje de “murciélago”, niega que tal afirmación sea cierta, y le dice que no trabajan juntos, que él es un enfermo y un sociópata. Al escuchar estas palabras, Enigma se vuelve loco de rabia, con el rostro desencajado y gritando como un poseído, sintiéndose incomprendido y defraudado. 
Aquí tenemos que plantearnos y cavilar qué hay de verdad en las palabras del asesino. Y la realidad es que, sin llegar a los extremos de Enigma, sus acciones no se alejan de las del héroe. No son iguales porque Batman tiene una línea roja que nunca sobrepasa, la de matar, algo que el villano sí cruza en varias ocasiones, firmemente convencido de que hace lo correcto. Según la mentalidad de Enigma, ni él es tan malo como los demás creen, ni Batman es tan bueno como piensa de sí. Eso debería hacernos sentir incómodos con nosotros mismos.
Durante buena parte del metraje, vemos que Batman es un tipo completamente airado. El asesinato de su padre le marcó para siempre. Anhela venganza. Por eso se apoda con ese sobrenombre: “la venganza”. Pero lo que vemos en Enigma es muy parecido: también huérfano, pero pobre, sufrió las penalidades de su condición. Abandonado por el sistema, que lo consideraba un miserable, era pura furia. Visto así, Batman y Enigma son el mismo personaje con distintos matices y cuyas vidas tomaron rumbos diferentes por la diferencia en sus respectivas cuentas bancarias y la presencia de un mentor; poco más que eso. Mientras que Batman tuvo su origen en el trauma ocasionado por la muerte de sus padres, el germen de Acertijo estuvo en todas las desgracias que sufrió en el orfanato. Ninguno de los dos procesó el dolor y el duelo de forma sana.
El de negro es melancólico, taciturno y obsesionado. El de verde es histriónico, enérgico y un excelente planificador. Podrían haber sido hermanos gemelos: circunstancias parecidas, rumbos parecidos.

¿Somos nosotros de la misma manera?
Ahora es donde toca hablar de nosotros. Aunque no seas de España como yo, seguro que has visto las imágenes: parte de los ciudadanos de Valencia que fueron abandonados a su suerte durante días tras las riadas, se abalanzaron contra el Presidente, Pedro Sánchez, cuando lo vislumbraron. La ira que sentían era completamente humana. Muchos, que no estábamos físicamente presentes, y millones de mis conciudadanos, experimentamos la misma clase de emoción negativa. ¿Cómo habríamos reaccionado de estar presentes? Difícil creer que más de uno no se hubiera sumado a la turba.
Quizá alguno no lo recuerde, pero Gadafi, el dictador que fue presidente de Libia, tras escapar y ser descubierto en un escondite, recibió, por parte de una enfurecida multitud, un terrible linchamiento y todo tipo de vejaciones, antes de ser asesinado. La lista de dictadores que han sufrido en sus carnes el mismo destino es muy llamativa. En otro lugar, abandonado a su suerte, y sin los guardaespaldas que lo protegían, puede ser que Pedro Sánchez hubiera acabado igual.
El mundo mostrado en Gothan es nuestro propio mundo. Lo vemos cada día en los medios de comunicación:

- corrupción hasta los tuétanos en todas las esferas.

- políticos de todo signo e ideología que nos mienten con una sonrisa en la boca y que solo saben culparse unos a otros de los problemas que ellos mismos causan o no quieren resolver.

- injusticias en cualquier rincón del planeta.

- millones y millones de impuestos de los ciudadanos gastados en auténticas sandeces, en enriquecerse a sí mismos o en financiar sus propios partidos sin nuestro permiso y sin mejorar en nada nuestras vidas.

- proxenetas y narcotraficantes que campean a sus anchas.

- abusos de menores que son camuflados por los políticos, como acaba de saberse en Rotherham (Reino Unido), donde más de 1400 niñas fueron violadas por pakistanís y silenciadas por los políticos para no ser acusados de racistas ni perder votos de dicha comunidad.

- dictadores que someten a millones y millones de personas bajo su yugo y que solo permanecen en el poder porque las Fuerzas Armadas les respaldan miserablemente, al igual que los medios de comunicación que, comprados, les apoyan a precio de oro. Lo vemos en Venezuela, Cuba, Corea del Norte, entre otros.

La pregunta que tenemos que hacernos es muy básica: ¿en qué nos diferenciamos de “La Venganza” (el primer Batman) y de “Enigma”, que solo buscaban un cambio y acabar con la maldad? ¿Acaso el mal no merece una retribución? Pensándolo en caliente, y sin la fría reflexión alejada en el tiempo, ¿tan injustas nos parecen sus acciones? ¿No haríamos algo parecido si estuviera en nuestra mano? Vuelvo a citar lo de Valencia, pero seguro que, allá donde vivas, se han producido eventos siniestros que te han hecho sentir esa misma alteración en tu estado de ánimo.
En más de una ocasión, por mi mente ha pasado la imagen de abofetear, con la palma de la mano bien abierta (al estilo “Terence Hill”), y si los tuviera delante, a distintos individuos: cualquiera de esos terroristas que todos conocemos, etarras que se ríen de sus víctimas, radicales musulmanes que se regodean en la muerte de los que no son como ellos, políticos que menosprecian a la población a la que no sirven, sino que los usan para sus propios intereses, pederastas, adúlteros, falsos pastores que abusan o roban a sus fieles, etc. ¿Lo he hecho alguna vez? No. ¿Lo haría si tuviera la oportunidad? Dios me libre. Pero el sentir es ese. En tu caso, solo tú sabes qué experimentas en tu interior ante la malicia, pero no creo que seas alguien inconmovible y de piedra. Jesús sabía perfectamente de esas agitaciones que, en ocasiones, se pasean por nuestro ser más profundo. Por eso, como consuelo, habló en tantas ocasiones del juicio futuro: para los justificados en Cristo será un día de gloria; para los que se burlan, la justicia divina caerá sobre ellos.

Él aprendió la lección. ¿Y tú?

       Batman guiando a los supervivientes en medio de la oscuridad
 
Miércoles, 6 de noviembre. “Empiezo a ver ahora que mis acciones han surtido efecto. Aunque no el que esperaba. La venganza no cambiará el pasado, ni el mío ni el de nadie. Tengo que ir más allá. La gente necesita tener esperanza, saber que hay alguien ahí. La ciudad está enfadada, tiene cicatrices, como yo. Nuestras cicatrices pueden destruirnos. Incluso después de que las heridas físicas se hayan curado. Pero, si sobrevivimos a ellas, pueden transformarnos. Pueden darnos el poder de resistir y la fuerza para luchar”.

El primer monólogo, y que leímos en el primer párrafo de este escrito, sucede al comienzo de “The Batman”. El segundo, citado en el párrafo anterior, justo antes del final. Ambos alegatos muestran la evolución de un personaje oscuro, atormentado en su alma por la corrupción implacable de la ciudad en la que habita, y que le marcó profundamente al asesinar a sus padres cuando él era un niño.
En apenas una semana –el tiempo en el que transcurren los acontecimientos narrados en la película (31 de octubre a 6 de noviembre), aprende una gran lección: cuando da cuenta de que Enigma es un reflejo de su propio yo, pero con otra máscara, decide que tiene que cambiar; la venganza no es el camino. El único posible es el de ser una luz, por pequeña que sea, en medio de las tinieblas. A partir de ahora, su vida no se centrará en la venganza, sino en ayudar a los demás. Él será un faro, una luz que aparecerá en el horizonte cada vez que esta parezca menguar.
Bruce descubre que Enigma ha colocado varias bombas por toda la ciudad. Todas ellas explotan, inundándolo todo a su paso. En medio de la destrucción y la oscuridad, Batman se acerca a los ciudadanos que habían logrado sobrevivir, y que le miran con recelo. ¿Y qué hace? No solo salta sobre un cable eléctrico, para evitar que se electrocuten las personas que estaban en el agua, algo que sí sufre en sus carnes, sino que, tras perder el conocimiento y despertar, camina con el agua hasta la cintura para ayudar a los atrapados. Finalmente, enciende una bengala para que le sigan. Y así sucede. Posteriormente, lo vemos ayudando entre los militares. Se ha dado cuenta de que lo mejor es cambiar “la venganza” por “la esperanza”.
Ahí vemos nuestro camino, no basado en el odio hacia el malvado o por los deseos de venganza hacia la injusticia, sino el que nos marcó Jesús en persona: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa” (Mt:5:14-16).

Mientras tanto, ¿cómo podemos mostrar esa luz?
No, vestirnos de murciélago y salir a escondidas a limpiar las calles no es una opción. Así que veamos tres posibilidades, en las cuales implica mancharse de barro:

Muchos cristianos –demasiados, diría yo- creen que servir a Dios se limita a predicar o cantar en una congregación. Esto conduce a que algunos, dentro de este grupo de individuos, caigan en el elitismo, como si fueran más espirituales, mejores, más entregados o más cercanos al Altísimo. El resto olvida que reflejar la luz de Dios, incluso sin palabras, está muy por encima de todo eso.
Ante una sociedad caída como la nuestra, las maneras de brillar son abundantes:

1) si el deseo de muchos es la condenación del adversario, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha anunciando el mensaje de salvación.

2) si las relaciones prematrimoniales son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha guardándose hasta el matrimonio. 

3) si la infidelidad en los matrimonios y los noviazgos son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha siendo fiel.

4) si la mentira, la soberbia, la prepotencia, la manipulación emocional, el histrionismo y el lenguaje vulgar son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha actuando de forma opuesta.

5) si las obras de la carne (adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías) son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha con el fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gá. 5:22-23).

6) si el desprecio a los ancianos, los pobres, los marginados, los desempleados y los miembros de otras razas y países son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha amándolos y ayudándolos en lo que esté en su mano.

7) si la indiferencia por los padres es la tónica entre muchos hijos son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha honrándolos.

8) si el deseo de venganza, el pagar mal por mal y el odio a los enemigos son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha dejando la justicia en manos de Dios, bendiciendo al que le maldiga y orando por sus enemigos.

9) si en este mundo la guerra y la violencia son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha con su pacifismo.

10) si el anhelo por la gloria personal y el reconocimiento externo son el pan de cada día, el hombre y la mujer de Dios mostrará su antorcha buscando la gloria de Dios, por medio de los dones recibidos y el buen uso de su tiempo.

Por último, para los que son padres: considero que no existe mayor obra en la tierra para ellos que educar a sus hijos en el Señor. Es un desafío y una oportunidad –aparte de un mandamiento divino- que les convierte en privilegiados, y muchos pasan por alto: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).
¿Estos diez puntos, más el extra, implica llevarlos a cabo, incluso si no hay reciprocidad? Sin duda. ¿Todo esto significa ser idealista? No, sino ser alguien que tiene principios, que se rige por los mandamientos de Dios. ¿Que no nos siguen? Eso no depende de ti ni está en tu poder. Ni Jesús obligó a nadie a hacerlo. Se identificó como el camino, y la verdad, y la vida (Jn. 14:6), mostrando Su luz, pero dejó en las manos de cada uno ir tras Él o quedarse en las oscuridad. 
Termino este escrito parafraseando las palabras que lo encabezan a forma de interrogante: ¿serás “la venganza”, igual que la mayoría, o serás una bengala, la de Dios, que alumbre en las tinieblas?

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