lunes, 17 de junio de 2024

15.6. ¿Cómo enfrentar la soledad tras salir de una iglesia sectaria?

 


Venimos de aquí: ¿Por qué se alejan de ti los amigos tras salir de una iglesia enferma? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/05/155-por-que-se-alejan-de-ti-los-amigos.html).

Qué hacer ante una situación de tal calado, cuándo te ves envuelto en la soledad de la noche a la mañana? Más adelante seguiremos profundizando, pero vayamos viendo pequeños pasos que ya puedes ir dando de forma progresiva y sin prisas.

Mantén la comunión con otros en tu misma situación
Es imprescindible que mantengas comunión con los hermanos que se vayan contigo, aunque no sean amigos íntimos. El dolor suele unir, aun en las peores circunstancias.
Recuerdo la historia que narró el psiquiatra austríaco Viktor Frankl sobre el campo de concentración donde estuvo prisionero durante la 2ª Guerra Mundial: “Hacía unos días que un prisionero al borde de la inanición había entrado en el almacén de víveres y había robado algunos kilos de patatas. El robo se descubrió y algunos prisioneros reconocieron al ladrón. Cuando las autoridades del campo tuvieron noticia de lo sucedido, ordenador que les entregáramos al culpable; si no, todo el campo ayunaría un día. Claro está que los dos mil quinientos hombres prefirieron callar. La tarde de aquel día de ayuno yacíamos exhaustos en los camastros”[1]. Si hay tales hermanos a tu alrededor, merecen tu confianza. Pasar tiempo juntos y permanecer unidos, ayuda sobremanera a expulsar el dolor del corazón. Y si tienes pareja o estás casado, sobra decir que será tu principal apoyo y tú el suyo.
El mismo Pablo experimentó a las dos clases de hermanos, los que le abandonaron y los que estuvieron a su lado: “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes. Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló. Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Efeso, tú lo sabes mejor” (2 Ti. 1:15-18).
Como describió J. H. Jowett: “Las cadenas de un hombre a menudo hacen disminuir el círculo de sus amigos. La cadena de la pobreza mantiene a muchos a distancia, y lo mismo sucede con la cadena de la impopularidad. Cuando un hombre tiene una alta reputación, también tiene muchos amigos. Cuando comienza a llevar una cadena, sucede que muchos de sus amigos comienzan a alejarse. Pero los siervos de madrugada no dejan de acudir cuando es sombrío y de noche. Se deleitan en ministrar en la región de la lobreguez, y cuando las cadenas son más pesadas sobre el alma”[2].

Intima aún más con los amigos
Únete todavía más a los íntimos que también se marcharon. Dentro del grupo que se fueron a tu par, puede que tengas algunas amistades más cercanas que otras y que entre ellos esté tu verdadero “Jonatán”. La unidad entre dos personas que experimentan este tipo de acontecimientos eclesiales es especial, porque la lealtad se muestra indestructible. Como dice la Escritura: “La dulzura de la amistad fortalece el ánimo” (Pr. 27:9; NVI). En este tipo de personas es donde se cumplen las palabras de Salomón: “Hay amigos más fieles que un hermano” (Pr. 18:24).

¿Y si la soledad es absoluta?
Aunque te vieras completamente solo, puedes contactar con aquellos que se fueron en el pasado y que, con el tiempo, descubriste que pensaban como tú. En su día te dijeron de ellos que “estaban en pecado” o que “eran unos rebeldes”, y lo creíste casi con total seguridad, hasta que conociste toda la verdad. Te aconsejarán, te escucharán y te contarán sus propias experiencias, que serán de gran ayuda para aprender cómo superaron la situación que padecieron. Te verás reflejado en buena parte de sus vivencias.
También es cierto que puede que haya algunos que seguirán anclados en el pasado y conserven con toda plenitud las raíces de amargura, incluso que se apartaron del Señor. Tendrás que estar vigilante para no dejarte arrastrar a esa espiral sin fin. Dicho esto, también encontrarás a otros que han retomado su vida con nuevos bríos tras la mala experiencia. Busca a aquellos que sean hermanos maduros en la fe, con los que poder abrirte en libertad y sin temor: “La pérdida puede reunir a las personas de una manera nunca antes experimentada. Nuestro dolor crea un sentido más profundo de empatía y preocupación por el dolor de los demás. Hay una respuesta espontánea de compasión y un deseo de asistir cada vez que encuentro a alguien en esa situación. Somos un pueblo que ha sido llamado para consolarnos unos a otros (cf. 1 Tesalonicenses 4:18) y llorar con los que lloran (cf. Romanos 12:15)”[3].

Apóyate en tu familia
No siempre sucede, pero, sorprendentemente, en este tipo de casos, la familia de sangre suele ser uno de los mayores apoyos con los que nos solemos encontrar. Y lo señalo como sorpresa, grata sorpresa, porque son incrédulos y, en ocasiones donde te ven sufrir especialmente, te ofrecen su ayuda con premura.

¿Destapar nuevamente el corazón?
¿Abrir un corazón cerrado y confiar en nuevas personas? Sin duda alguna, es el paso más difícil de todos. A nivel humano, quizá sea el área más delicada. Es algo que te consume por dentro y te agota por completo. Se hace un mundo volver a depositar el corazón después de todo lo acontecido. Las personas desconfiadas lo serán todavía más. Y los que son por naturaleza abiertos y espontáneos se volverán más recelosos.
Entendiendo tus temores y el deseo de encerrarte en ti mismo. ¿Consejos? No consiste en abrirle el corazón a tumba abierta al primero que te encuentres. Al igual que en el pasado fuiste conociendo a tus semejantes de forma progresiva, tendrás que hacer lo mismo en esta nueva etapa de tu vida. Ser cautelosos y precavidos no es exclusivamente una medida de autoprotección, sino sabia prudencia para averiguar quién merece realmente que le hagas partícipe de lo que realmente eres. Con algunos surgirá una relación superficial, y con otros nacerá incluso la amistad. Tienes que recordar el texto de Proverbios: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo” (Pr. 18:24). En tus dolorosas circunstancias, puedes dejar que sean los demás los que den el primer paso de acercarse a ti, pero luego te tocará poner de tu parte, a tu ritmo, sin obligaciones ni presiones, según te vayas recuperando, afirmando y sintiéndote cómodo. Es el tiempo el que te irá diciendo con quién tienes afinidad y empatía.
¿Cómo brotará esa amistad? Como casi siempre ocurre, sin buscarla: “No podemos determinar el momento concreto en que nace la amistad. Como al llenar un recipiente gota a gota, hay una gota final que lo hace desbordarse, del mismo modo, en una serie de gentilezas hay una final que acelera los latidos del corazón”[4].

El miedo a que todo se repita
Comprendo que sientas que la lucha interna por dar estos pasos puedan ser terribles, y si se repite alguna circunstancia parecida o que te recuerde el pasado se puede multiplicar por mil los temores y la ansiedad: miedo a que una nueva traición surja en tu vida, fruto de estas nuevas relaciones; miedo a que los que se te acercan sonriendo escondan una doble cara; miedo a la hipocresía ajena; miedo a que jueguen contigo.
De ahí que se suela caer en la total apatía e indiferencia emocional hacia los demás. Se llega al extremo de que sus existencias no te interesan en absoluto. Entonces, ¿cómo abrir nuevamente tu vida cuando crees que nadie es digno de confianza? Si repito una y otra vez que des pequeños pasos, en esta cuestión doy otra clase de recomendación: dar pequeñísimos pasos, pero darlos. Es como la persona a la que le operan de una rotura de cartílago: si no se esfuerza en la rehabilitación, se quedará cojo de por vida. Aquí exactamente igual: si no lo haces, terminarás transformándote en alguien que no se gustará ni a sí mismo: un auténtico huraño encerrado en un caparazón impenetrable lleno de frialdad, donde nada entrará, pero tampoco nada saldrá, lo que conducirá a atrofiarte. Enclaustrarte eternamente en tu castillo te dejará solo. Hay un tiempo para todo, tiempo para llorar y también para reír (cf. Ec. 3:4). No te aísles. Guarda tu corazón, pero no lo cierres.

¿Qué amigos buscar?
¿Qué tipo de personas puedes buscar? Pablo nos da un principio maravilloso: aquellas que son humildes (cf. Ro. 12:16). Esas son las que quiero a mi alrededor: cristianos humildes, humanos sencillos, modestos, sensibles y con corazón caballeroso. Ahora bien, no busques la perfección en ninguno de ellos, puesto que, como dice un proverbio árabe, “el que quiere amigos sin defectos no tendrá ninguno”.
Busca amigos y hermanos en los que predomine la humildad y a los que puedas mirar a los ojos con alegría.
Recuerda que lo importante no es la cantidad de relaciones, sino la profundidad de las mismas, donde puedas ser tú mismo y mostrar todo el abanico de tus sentimientos, incluso los más vulnerables.

Retomaremos en este asunto en el décimo apartado de este mismo capítulo.

Continuará en: ¿Cuáles serán las amenazas que dirán contra tu persona tras salir de un grupo sectario?


[1] Frankl, Viktor. El hombre en busca de sentido. Herder.

[2] Things that matter (extraído del Comentario Bíblico de William Mcdonald. Macdonald, William. Comentario Bíblico. Clie).

[3] Wright, H. Norman. Cómo recuperarse de las pérdidas de la vida. Portavoz. P. 35.

[4] Bradbury, Ray. Fahrenheit 451.

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