En la lista de errores que voy a señalar, en la que
caen muchos pastores, hay dos grupos bien diferentes:
1) Los que son conscientes de su forma de actuar y, en
el fondo, esconden una malicia que busca sus propios intereses, que camuflan
bajo religiosidad y apariencia de espiritualidad. Estos deberían apartarse
inmediatamente del pastorado. Muchos de ellos, aunque los llamo “malos pastores”, realmente no son ni pastores. Dios no los llamó, sino que fueron ellos los que usurparon un lugar que no les correspondía. Por eso provocan todo tipo de desgracias y desolación a su paso.
2) Los que yerran sin mala intención. Estos deberían
reflexionar sobre estas líneas y ver si están actuando desacertadamente para
cambiar su línea de comportamiento.
Cualidades
destacadas/negativas
- Un mal pastor no tiene criterio alguno a la hora de
ejercer la disciplina bíblica, que la lleva a cabo cuándo quiere y con quién
quiere. La impone con dureza a aquellos que son más débiles y se han
arrepentido, y la evita ante los que son de su círculo (casi siempre, amigos y
familiares) que no cambian, y con mil excusas por su parte.
- Un mal pastor permite que el pecado campe a sus
anchas en la congregación. Si un hermano cae en adulterio o fornicación, lo
excusa con palabras como “es la debilidad de la carne”, y se le permite
participar de la comunión eclesial sin que haya un arrepentimiento y una
disciplina.
- Un mal pastor no confronta pecados como borracheras
o la asistencia a fiestas religiosas paganas, por miedo a que “se enfaden con
él y media iglesia se marche”.
- Un mal pastor trata de manera diferente a los
hermanos según su “rango”. A los que son como él, los saluda con educación y
cortesía, casi con reverencia. Al resto, al que mira como sirvientes y no como
iguales, los saluda con desdén y apatía.
- Un mal pastor valora a los creyentes por su
asistencia a los cultos, el número de actividades eclesiales en las que
participan y la cantidad de dinero que ofrendan, y no por cómo es la persona y
por su relación con Dios.
- Un mal pastor considera que nadie está tan entregado
como él, y siempre anda con exigencias que solo provocan cargas, desazón y
falsos sentimientos de culpa.
- Un mal pastor consiente, permite y alienta cualquier
estilo de familia entre los miembros, en lugar de defender la única forma que
Dios formó: hombre y mujer.
- Un mal pastor continuamente está solicitando nuevas
“ofrendas especiales”, bajo el argumento de que es para la gloria de Dios,
cuando realmente es para gastos eclesiales que no tienen nada de imprescindible
y que terminan siendo para la propia vanagloria.
- Un mal pastor, cuando alguien le replica con
argumentos o le expone que piensa de manera opuesta a la suya, ni escucha ni
atiende a razones, sino que se limita a repetir sin cesar “yo soy el pastor”,
“yo soy la autoridad establecida por Dios” y “tienes que obedecerme”.
- Un mal pastor se entromete en la vida privada de los
demás a la fuerza, y demanda que respondas todas sus preguntas personales, ya
que se considera que está en su pleno derecho de conocer las intimidades de todo
el mundo, considerando como conflictivo al que no lo hace.
- Un mal pastor afirma que los de su gremio están en
lo alto de una especie de jerarquía piramidal, donde están por encima del resto
del pueblo de Dios, como si fueran una élite especial.
- Un mal pastor enseña que ellos, y solo ellos, son
los ungidos de Jehová, y que, por lo tanto, no se les puede ni siquiera
criticar.
- Un mal pastor exige que sigas sus consejos al pie de
la letra en cualquier tema: noviazgo, trabajo, estudios, familia, etc. De lo
contrario, se enojará contigo y te considerará un rebelde.
- Un mal pastor revela a sus allegados los secretos e
intimidades personales que los hermanos le han contado en confianza y
privacidad.
- Un mal pastor tiene como frase favorita “el Señor me
ha dicho”, cuando realmente Dios no les ha dicho absolutamente nada de ti, y lo
único que desea es tenerte bajo su control.
- Un mal pastor tiene problemas de ira. Aunque suele
sonreír de cara a la mayoría, cuando se le contraría salta a la yugular.
- Un mal pastor rompe matrimonios, amparándose en que
“no eran de parte de Dios”.
- Un mal pastor no suele empatizar con el sufrimiento
ajeno ni rinde cuentas ante nadie.
- Un mal pastor nunca reconoce sus errores y los
achaca a que “la visión que Dios le ofreció en su momento ha cambiado”.
- Un mal pastor “condena” a los que se marchan de la
iglesia que pastorea con expresiones como “están en tinieblas”, “el diablo los
ha apresado”, “el Señor lo ha cortado y nunca conocerán de nuevo la bendición”,
“Dios está haciendo limpieza” o “realmente no eran salvos”.
- Un mal pastor predica insistentemente en contra de
la crítica, la murmuración, el chismorreo y el juicio, cuando él es el primero
que hace todo esto.
- Un mal pastor interpreta los textos bíblicos a su
antojo, adaptándolos a sus propios pensamientos.
- Un mal pastor tiene la mala costumbre de convertir
la exhortación en una bronca, que acaba en sometimiento y humillación.
- Un mal pastor considera la libertad de conciencia
del creyente como un instrumento del diablo, del que debe alejarse el hermano
que se atreve a apelar a ella para tomar sus propias decisiones.
- Un mal pastor miente. Sí, así es. Con el tiempo, y
conforme trates con él, observarás que muchas de sus palabras y acciones no
corresponden con la realidad. Al principio serán pequeñas incongruencias, pero
luego verás, con toda nitidez, cómo deforma la realidad para ajustarla a sus
deseos y propósitos.
- Un mal pastor exige una obediencia incondicional.
Considera que “menos es dudar de él y de Dios mismo”.
- Un mal pastor hará
creer, sutil o directamente, que no existe salvación fuera de su iglesia.
- Un mal pastor, si es bautista, te dirá que evites a
toda costa a los carismáticos, y si es carismático, te dirá que evites a toda
costa a los bautistas.
- Un mal pastor considera un peligro a aquellas
personas que piensan por sí mismas.
- Un mal pastor suele ser narcisista, que esconde
realmente inseguridad en sí mismo o incluso complejos. Suele camuflarlo bajo
una falsa humildad, pero cuando lo observas con detenimiento, compruebas que es
uno de sus rasgos principales.
- Un mal pastor aparenta amar, pero el tiempo y sus
obras demuestran que es todo una máscara.
- Un mal pastor enseña que debes dedicar todo tu
tiempo a la iglesia, aunque eso suponga desatender a la familia, incluso si tus
padres están enfermos, con frases “bíblicas”, pero atrozmente empleadas, como
“deja que los muertos entierren a sus muertos”.
- Y, por último: un mal pastor enseña herejías como la
teología de la prosperidad, la confesión positiva, la “Teoría del rescate de la Expiación”, las maldiciones
generacionales, la cartografía espiritual, etc.
Una vez reseñado todos estos aspectos, que Dios te dé
discernimiento para vislumbrar a estos malos pastores y así no caer en sus
manos. Y, si ya lo has hecho, aléjate lo antes posible de ellos y deja que el
príncipe de los pastores, Jesucristo, te guíe. Que la verdad, una vez más, te
haga libre.
* Para profundizar sobre este asunto, y si
has sido afectado por esta clase de personas que no representan a Cristo,
puedes leer el libro que estoy publicando en el blog, y que comienza en este
capítulo: “Sobrevivir
al abuso espiritual” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/04/1-sobrevivir-al-abuso-espiritual.html).
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