Salvo al excéntrico,
díscolo y maleducado Nick Kyrgios, no recuerdo haber escuchado a nadie hablar
mal del tenista español Rafa Nadal. Y teniendo en cuenta los antecedentes del
jugador australiano, su opinión no cuenta absolutamente nada. Lo que hemos
visto en todos los años que lleva Nadal de carrera es que es una persona
humilde, sencilla, familiar, respetuosa y agradecida. Además tiene la
caballerosidad de valorar en gran medida a sus oponentes en la pista, siendo
muy llamativa la admiración que siente por Roger Federer. Incluso en la derrota es elegante. Podemos decir que, en general, es
un ejemplo a seguir para todos aquellos que practican cualquier tipo de deporte.
Hace unos meses
sorprendió a muchos cuando tras las inundaciones que sufrió su ciudad se plantó
con una escoba a ayudar a sus vecinos como uno más. Incluso cuando la prensa le busca las
cosquillas y le pregunta sobre temas espinosos, sus declaraciones están llenas
de sensatez y madurez. Se ve que tiene la cabeza bien amueblada y que la fama
no le ha convertido en un engreído. No mira a nadie por encima del hombro a
pesar de que ha ganado multitud de premios y trofeos, y que su
cuenta corriente asciende a una considerable cantidad que ha logrado con su
esfuerzo. Y estoy seguro que ofrece ayuda económica en más obras sociales de
las que yo podré hacer en toda mi vida. Por todo lo reseñado, es de los pocos
deportistas que realmente aprecio, y no me extrañaría que cuando se retire
Hollywood haga una película de su carrera como ha hecho en el pasado con otros
jugadores.
¿Sólo le falta volar?
Tras derrotar la
semana pasada en una épica final del US Open a Medvedev, y alcanzar su décimonoveno Gran Slam, tanto la prensa nacional como internacional se llenó
nuevamente de elogios hacia él. El titular que le dedicó el periódico español
“Marca”, y que encabeza este escrito, fue “Sólo le falta volar”. Pero,
apreciando todas las virtudes que he citado más arriba y apreciándolo por ello,
nuestro tenista necesita exactamente lo mismo que todos los seres humanos, y no
es precisamente volar:
- Necesita ser
consciente de su naturaleza pecadora: “No hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10).
- Necesita ser
consciente que necesita ser salvado: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios” (Ro. 3:23).
- Necesita ser
consciente que necesita un Salvador: “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha
enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1
Jn.4:14).
- Necesita ser
consciente que Dios lo ama: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Jn. 3:16).
- Necesita ser
consciente que Cristo es Dios: “... según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las
cosas, bendito por los siglos” (cf. Ro. 9:5).
- Necesita ser
consciente que Cristo murió en la cruz por sus pecados: “Porque primeramente os he
enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3).
- Necesita ser
consciente que resucitó de entre los muertos: “y que fue sepultado, y
que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:4).
- Necesita ser
consciente de que la salvación es un regalo y no es por el número de buenas
obras que lleve a cabo a lo largo de su vida: “Porque por gracia sois salvos por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que
nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9).
- Necesita ser
consciente que Dios que es necesario que nazca de nuevo: “Respondió
Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo,
no puede ver el reino de Dios” (Jn.
3:3).
- Necesita ser
consciente que la verdadera corona que es para siempre es la corona de la vida:
“Bienaventurado
el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stg. 1:12).
Al final, aunque su
nombre quede registrado en los anales de la historia humana como uno de los
grandes deportistas de todos los tiempos, lo único importante y cuya
consecuencia es eterna es que su nombre esté escrito en el libro de la vida (cf.
Ap. 3:5). Todo lo demás, los
reconocimientos, los galardones, las alabanzas, las buenas opiniones que los
demás tengan sobre él y todo lo que haya logrado en su paso por este mundo
formarán parte de un pasado que se convertirá en polvo y del cual apenas
quedará recuerdo.
¿Qué tenemos que hacer los cristianos?
Con los famosos,
gobernantes, políticos o personas de renombre –y, en general, con todas las
personas que no son cristianas-, solemos caer en los dos extremos:
1) Nos quedamos en clamar
por “justicia” (como analizamos en Respondamos
sinceramente: ¿deseamos justicia o venganza?: https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/09/respondamos-sinceramente-deseamos.html) o, como
poco, en críticarlos
por su estilo de vida, que suele ser lleno de pomposidad, lujos, casas, coches,
placeres y vacaciones en lugares paradisíacos. Casos de normalidad, como el de
Rafa o el de Iniesta, fuera de las excentricidades en que viven otros famosos, son
excepciones.
2) Nos quedamos en admirarlos
por algunos de sus éxitos: sean deportivos, económicos, logros personales o estatus
social.
Ambas situaciones
reflejan errores que los cristianos cometemos con los individuos que esta
sociedad denomina “exitosas”.
Sé que tiene que ser
muy difícil acercarse a estas personas y poder hablar con ellas sin prisas más
allá de unas pocas palabras. Lo normal es poder departir unos pocos segundos
ante los que les piden un autógrafo o hacerse una fotografía. Muchos se mueven
en círculos muy cerrados, tienen muy poco tiempo para atender a sus miles de
seguidores, hacen vida familiar e íntima, y otros llevan hasta guardaespaldas.
En el caso concreto de Nadal, no sé si ya algún cristiano de Mallorca ha logrado
acercarse a él de forma tranquila para conversar tranquilamente sobre el tema.
De ahí que el título esté entre signos de interrogación. Sea que sí o sea que
no, “famosos” hay muchos en este mundo a los que hablarles.
En países como Brasil
y otros de Sudamérica, es más usual poder dar
a conocer a Dios. Rivaldo es un ejemplo de alguien que conoció al Señor al
final de su carrera tras reconocer que “el fútbol no era la felicidad ni lo era
todo”. Por el contrario, en Europa apenas se escucha de cristianos deportistas
ya que todo lo que no sea catolicismo romano está visto como algo sectario. La
dificultad es mayor dada la infinidad de prejuicios que hay sobre la Biblia.
Cita un par de versículos bíblicos y ya pensarán que eres un fanático.
Sabiendo de los
escollos, con la de miles de iglesias que hay en el mundo, con la de miles de
pastores, con la de millones de creyentes, tiene que haber alguna manera de
intentarlo. Es cuestión de que los cristianos que aman tanto organizarse para
celebrar fiestas, conciertos y demás actividades extrabíblicas, planeen también
cómo llegar a ellos, puesto que el Evangelio no es exclusivo para los pobres,
tristes, huérfanos o desesperados –aunque estos suelen ser los más receptivos al llamado de Dios-, sino para todos, puesto que Dios no hace
acepción de personas (cf. Ro. 2:11) y Él dijo que se le predicara el Evangelio “a toda criatura” (Mr. 16:15). Por eso
vemos diversos ejemplos en toda la Biblia donde se les anunciaba el mensaje de
Dios –a veces de juicio- a reyes e individuos con cargos legislativos.
¿Serás tú el que lo
haga? ¿Tu congregación pensará también en ellos y pondrá en marcha algún plan
para ser sal y luz ante los “famosos”? No es cuestión de ir dando voces como
Juan el bautista puesto que los tiempos han cambiado, sino de adaptarse a la
situación. ¿Cómo lo haréis, en persona, por carta o de alguna otra manera?
Recuerda “!!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que
anuncian buenas nuevas!” (Ro. 10:15).
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