En los
últimos quince años he escuchado decenas de testimonios de cristianos que han
pasado por un verdadero calvario. Es descorazonador conocer incontables casos
de creyentes heridos, con traumas severos y con secuelas gravísimas por
experiencias eclesiales tremebundas, principalmente en lugares donde primaban
falsas doctrinas –lo cual fue la semilla que dio origen a Herejías por doquier (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html), Mentiras que creemos (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/06/mentiras-que-creemos.html) y Adoctrinados en el error[1]-, destacando entre estos errores la llamada “Jerarquía Piramidal” y la
creencia de que los pastores son los ungidos de Jehová.
Por
estas razones, muchos han acabado en el exilio o lejos de Dios. Todos ellos han padecido el abuso de
autoridad por parte de pastores que malinterpretaban –voluntaria o
involuntariamente- la jurisdicción que les correspondía, cargando al pueblo de
Dios con un sistema legalista insoportable e intolerable.
No es
que se hayan perdido; es que los han descarriado. Como explica Jaime Fernández,
ambos términos no significan lo mismo: “Descarriado
es aquel a quién otra persona sacó del redil. Nos perdemos nosotros solos, pero
para descarriarnos, alguien tiene que ayudarnos a hacerlo. Hay creyentes que
han sido descarriados por la conducta de otros, por la traición de otras
personas”[2].
¿Qué incluye el abuso espiritual de los
“pastores”?
El
abuso espiritual no es que un pastor disienta de ti en opiniones personales ni
que exhorte a un creyente que ha cometido un pecado flagrante. Entonces, ¿en
qué consiste el verdadero abuso? Aunque lo ampliaremos en sucesivos capítulos, vamos a resumirlo por el momento en diez aspectos:
1. En
la manipulación de las relaciones humanas, acusando de rebeldes y de ser instrumentos
de las tinieblas a aquellos creyentes que no les obedecen en todo lo que dicen.
Para esto se infunden falsos sentimientos de culpa, se emplea el chantaje
emocional, las amenazas de excomunión, las falsas profecías, la revelación de
intimidades, etc. Todas estas son características propias de las sectas al usar
técnicas de persuasión coercitiva.
Algunas de estos aparentes líderes suelen ser emocionalmente inestables, por lo
que el trato personal se convierte en un enfermizo juego de malabares, ya que
no sabes cuando te vas a encontrar con la cara amable o con la perniciosa.
2. En
la ruptura de amistades, relaciones y matrimonios, según ellos consideran
oportuno y a su propio parecer.
3. En
el uso irreverente del nombre del Altísimo con expresiones como “yo siento de
parte del Señor” para respaldar sus propios pensamientos y juicios que
realmente no proceden de Dios, y que sirven para manipular sutilmente a los
creyentes.
4. En
el control absoluto sobre los redimidos (que se prestan inconscientemente a
este juego), a los que usan para alcanzar sus propios fines, sean materiales, económicos, físicos o vanagloriosos, deseos que ocultan bajo una apariencia de humildad.
5. En
la creación de una dependencia psicológica respecto al grupo. O estás con ellos
o contra ellos. Esto es parte del llamado “pensamiento colmena”: lo que dicte
la “abeja reina” (“el líder”) es lo que tiene que pensar el resto, incluso en
cuestiones personales que nada tienen que ver con asuntos bíblicos.
6. En
el empleo tergiversado de decenas de textos tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento para justificar sus actos carnales y que disfrazan de falsa
espiritualidad.
7. En
la creencia de que solo ellos tienen la visión de Dios, siendo el resto los que
están equivocados. Mientras se les obedece incondicionalmente todo marcha bien:
confianza, apoyo, puestos de responsabilidad, ministerios, piropos personales,
etc. Cuando se comienza a disentir, aparecen los problemas: malas caras,
críticas veladas, exclusión, etc.
8. En
justificar las críticas que reciben como parte del resentimiento que, según
ellos, les guardan aquellos que salieron de sus congregaciones. Señalan que los
que se marchan han sido contaminados por
malas influencias. Esto implica una nula capacidad de autocrítica ya que nunca
reconocen sus propios errores.
9. En
la doble moral y ética: una para ellos y otra para el resto. Señalan a los
demás las faltas, los errores y los pecados que ellos mismos cometen y nunca
corrigen. Nunca ven la viga en sí mismos, pero sí la paja en el ojo ajeno, la
cual siempre magnifican. Como dice el refrán: “Consejos vendo y para mí no
tengo”. Esto
les roba toda credibilidad, ya que incluso manipulan la realidad para adaptarla
a sus convencimientos cuando les conviene para así autojustificarse. No tienen
reparos en mentir o en decir medias verdades –lo que al caso viene a ser lo
mismo- para torcer la verdad objetiva.
10. En
que el líder principal no rinde cuentas ante nadie, teniendo siempre la última
palabra, por lo que es imposible cuestionarle seriamente. El que le critique
recibirá como respuesta todo un batallón de versículos para hacerle ver que el
juicio de Dios caerá sobre él si no se somete.
Verdad
y buenas obras mezcladas con la mentira y el pecado
Reconocemos que pueden hacer buenas
obras, poseer ciertos dones (al menos, en apariencia), tener virtudes humanas
destacables y talentos naturales llamativos, e incluso aceptar muchas de las
doctrinas fundamentales del cristianismo ortodoxo (la Trinidad, la Divinidad de
Cristo, la salvación por gracia, etc.). Ahora bien, ante los frutos que hemos
citado, hay que dudar seriamente de la conversión genuina de muchas de estas
personas. Aunque puede que les prediquen a otros el verdadero evangelio y hablen
mucho de Dios, posiblemente nunca han experimentado el “nuevo nacimiento” ni
conocen realmente al Señor; simplemente llevan años adheridos a un sistema
religioso que tiene poco que ver con el cristianismo bíblico. Son
“profesionales” de la religión. Predican de la gracia, pero ésta brilla en la
práctica por su ausencia. Por eso manifiestan con asiduidad muchas de las obras
de la carne: “enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidia” (Gá. 5:20-21).
Si tales estructuras se sostienen y
siguen adelante es debido al bajo nivel teológico de la mayoría de los miembros
de estas congregaciones; consecuencia directa de las deficientes enseñanzas que
reciben. Este es el motivo por el cual muchos hermanos de buena fe son incapaces de distinguir entre la
verdad bíblica y la mentira humana que se les está predicando.
Todo esto es una
triste tragedia porque muchos de ellos realmente aman al Señor y pertenecen realmente a la Iglesia Universal
de Cristo. El problema reside en que la inmensa mayoría no se toma la molestia
de comprobar si lo que escuchan coincide o no con la enseñanza de la Escritura.
Esto es producto de confiar ciegamente en sus maestros, un lujo que ni siquiera
se permitieron los de Berea con el mismísimo apóstol Pablo (cf. Hch. 17:11). No son conscientes del
grave riesgo que corren al no escudriñar la Biblia por sí mismos. Muchos no
despiertan hasta que Dios les abre los ojos, en muchas ocasiones tras una mala
experiencia personal. Mientras tanto, no se dan cuenta de nada.
Si este tipo de ceguera no se diera en
las congregaciones, no serían los hermanos afectados los que tendrían que irse
sino estos falsos líderes que han inculcado entre el resto un cristianismo
distorsionado y nocivo.
Quiero
imaginar que nada de esto viene a ser la norma, pero
cada vez son historias más comunes y que se están extendiendo a una velocidad
alarmante a lo largo y ancho del planeta. De ahí viene la necesidad de tratar
en profundidad este tema tan delicado.
Continúa en: Mis propósitos para denunciar
el abuso espiritual: ayudar, despertar y exhortar. https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/07/2-mis-propositos-para-denunciar-el.html
[1]
Próximamente.
[2]
Fernández Garrido, Jaime. ¿99? Tu
historia aún no ha terminado. Abba. Pág. 180.
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