A menos que
indique lo contrario, siempre uso en mis escritos la versión Reina Valera de
1960 (RVR1960). En esta ocasión, para que ningún católico pueda pensar que
manipulo los textos bíblicos para respaldar lo que voy a exponer, usaré la
versión católica conocida como “La Biblia de Jerusalén” (https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/genesis/1/).
Todos
los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia hace un par de
semanas: un niño de 10 años se acercó al Papa y le hizo una pregunta al oído.
Segundos después, con el permiso del joven y ante toda la audiencia, dijo qué
le había preguntado y la respuesta que le había ofrecido.
Muchas
veces dije en el pasado en este mismo blog que ya nada me sorprendía. Dadas la
evidencias y mi sentir, hace tiempo que tuve que rectificar tal pensamiento:
sigo sorprendiéndome cuando veo la realidad de la sociedad caída. Y, en este
caso, he vuelto a quedarme anonadado. Ver el vídeo y escuchar las palabras que
salieron de la boca de la persona que
ostenta el cargo considerado por el catolicismo romano como el más alto dentro
de la cristiandad y considerado por sus seguidores como el representante de
Cristo en la Tierra, me dejó de piedra y cerca del paro cardiaco.
¿Qué dijo el Papa?
Emanuele le preguntó
al Papa si su padre, que era ateo y había fallecido hacía poco tiempo, estaba
en el cielo. El Papa, ante cientos de personas, dijo: “Qué bonito que un hijo diga que su papá era bueno. Un bonito
testimonio de aquel hombre para que sus hijos puedan decir de él que era un
hombre bueno. Si ese hombre ha sido capaz de tener hijos así, es verdad que era
un gran hombre. (Este hombre) “no
tenía el don de la fe, no era creyente, hizo bautizar a los hijos. Quien dice
quién va al cielo es Dios [...] Bueno,
Emanuele, esta es la respuesta: Dios seguramente estaba orgulloso de tu papá,
porque es más fácil que, siendo creyente, se bautice a los hijos que, siendo no
creyente, bautizarlos. Y seguramente esto a Dios le ha gustado mucho”.
Otra
de las preguntas que le hicieron fue sobre si todos somos “hijos de Dios”, y
así se expresó: “Somos todos hijos de Dios, incluso los que son de otras religiones
lejanas. Incluso los mafiosos, aunque estos prefieran comportarse como hijos
del diablo”.
Puesto que estoy escribiendo para el blog un libro sobre el
catolicismo romano, no tenía pensamiento de publicar nada concerniente al
mismo, pero como todavía falta bastante tiempo para que salga a la luz, creo
que las palabras del Papa merecen hacer un pequeñísimo adelanto.
¿Qué
dice la Biblia?
Cuestión delicada, no
por el tema –cuya respuesta es clara como el agua cristalina en las Escrituras-
sino por la corta edad del interrogador. Puedo ponerme en la piel de Bergoglio y sentir el apuro que seguramente experimentó en
su corazón. Concediéndole el beneficio de la duda, me gustaría creer que conoce
en profundidad la Biblia y que en su mente sabía la respuesta exacta, pero
vista la respuesta me hace dudarlo muy seriamente.
Estoy
seguro que, si estás leyendo este escrito, no tienes diez años como Emanuele, sino que eres ya un joven con un agudo sentido de
la realidad o un adulto ya entrado en años, así que te hablaré como a alguien
al que se le puede hablar al raciocinio.
Por muy buena
intención que tuviera el Papa Francisco –y por mucho que lo admires en el caso
de ser católico romano-, este señor contradijo completamente a la verdad. El ateo es el que niega a Dios y Jesús fue muy tajante al
respecto: “Quien me niegue ante
los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:33). Al ateo, Dios lo negará llegado el momento: “Si nos mantenemos firmes, también
reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará”
(2 Ti. 2:12).
Dice en Apocalipsis
21:8: “Pero los cobardes,
los incrédulos, los abominables, los
asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte
segunda”.
¿Has leído bien? ¿Dónde señala Juan que
acabarán los “incrédulos” (ateos)? ¿En el cielo? No, sino en el infierno. ¿Son
condenadas estas personas? Sí. ¿Quién lo dice? De nuevo el apóstol: “El que
cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha
creído en el Nombre del Hijo único de Dios” (Jn. 3:18).
¿Que suena duro todo esto? Sí. ¿Que
puede resultar ofensivo al oído? Sí. ¿Que es bonito decirlo? No. ¿Qué es
agradable escucharlo? No. ¿Que nos puede parecer con ojos humanos que es más
misericordioso perdonar todo el mundo? Sí. Lo fácil, ante una situación donde
el interlocutor es un crío que se
acerca con el corazón roto y con lágrimas a los ojos, es querer consolarlo con
buenas palabras, pero faltar a la verdad revelada por Dios es tremebundo.
¿Con qué título describe el apóstol
Pablo a Jesucristo? Con el de “justo Juez”
(2 Ti. 4:8). Dios sería un juez injusto si recompensara con el cielo a los
ateos, a los que viven en pecado y a todos los que mueren sin arrepentimiento: “¿No sabéis acaso que los injustos no
heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras,
ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni
los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el
Reino de Dios” (1
Co. 6:9-10).
Solamente los verdaderos creyentes
disfrutarán eternamente de la gloria de Dios: “Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para
mí” (Ap. 21:7).
Dios no miente ni está jugando con
nosotros a los trabalenguas. No dice “donde dije digo, digo Diego” ya que Él no
puede negarse a sí mismo (cf. 2 Ti. 2:13). Ha dejado muy claro sus principios y
mandamientos, y ahora no los va a cambiar porque los seres humanos quieran que
lo haga.
Por otro lado, ¿es que por llevar a
cabo buenas obras nos podemos salvar? ¿Pero no dijo Pablo insistentemente que
por obras nadie se salva? ¿Acaso no dijo que “habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de
vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que
nadie se gloríe” y “que nadie será
justificado ante él por las obras de la ley” (Ef. 2:8-9; Ro. 3:20)?
La
Biblia enseña en su conjunto y en perspectiva que las
obras son la consecuencia de una fe verdadera pero no que salvan. Si fuera así,
hasta el ateo se podría salvar y la muerte de Cristo habría sido algo absurdo y
sin sentido, como nuevamente afirma Pablo: “Si por la ley se
obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano” (Gá. 2:21).
¿Qué hacemos con estos pasajes y otros
muchos que dicen exactamente lo mismo? ¿Los arrancamos de la Biblia porque no
son “políticamente” correctos ante ciertas instituciones? ¿Los ignoramos porque
a algunos no les gustan? ¿Hacemos una versión adaptada para los que creen que
van a ser salvos a pesar de negar a Dios? ¿Ponemos una pegatina encima de la
Biblia que ponga “invalidada” y “obsoleta”?
¿Qué
digo yo?
Me resulta completamente incomprensible
que alguien que debería ser de guía sea de tropiezo. Me resulta completamente
incomprensible que alguien que debería conocer la Biblia en su totalidad la
deje de lado de forma tan atrevida. Me resulta completamente incomprensible que
insista una y otra vez en sus intervenciones en decir que todos somos hijos de
Dios –incluso los que profesan una religión ajena al cristianismo-, cuando nada
más comenzar el Evangelio de Juan dice: “Pero
a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que
creen en su nombre” (Jn. 1:12). ¡A los que recibieron!
La inmensa mayoría de los judíos no
recibieron a Jesús ya que no lo aceptaron como Mesías, Señor y Salvador, y
además sus obras seguían siendo malas. ¿Qué les dijo Jesús?: “No os preocupéis.
Sois mis hijos y os guardaré un lugar en mi Reino. No, esas no fueron sus
palabras, sino estas: “Si Dios fuera
vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he
venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje?
Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo
y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” (Jn. 8:42-44).
El Papa llama hijos de Dios a los que
Dios llama hijos del diablo. El contraste es tan brutal que resulta chocante y dramático. ¿Somos
criaturas de Dios? ¡Todos! ¿Todas sus criaturas son sus hijos? Ni de lejos.
Si yo
fuera ateo y creyera las palabras del Papa, seguiría esta línea de actuación: bautizaría a mis hijos y seguiría siendo ateo.
¡Total, si al final voy a ir al cielo si hago algo bien! ¡Incluso pensaría en
ganarme la vida como mafioso! Como escribió Pablo irónicamente: “¿Por qué no hacer el
mal para que venga el bien, como algunos calumniosamente nos acusan que
decimos?” (Ro. 3:8).
Pero como no soy ateo,
prefiero creer en la Palabra de Dios y no en la de un hombre que va en sentido
opuesto a ella.
¿Qué dices tú?
En el
caso que nos concierne y que hemos analizado sobre la respuesta que ofreció el Papa sobre si los ateos van al cielo, la conclusión es contundente:
- El
Papa dejó de lado la Biblia y se puso por encima de ella.
- El
Papa predicó un evangelio diferente.
- El
Papa enseñó justo lo contrario a lo que dijeron los apóstoles.
- El
Papa antepuso su sentido de justicia al de Dios.
- El
Papa puso en boca de Dios ideas que no provienen del Altísimo.
Nada
de esto se puede negar a la luz de la evidencia. Puedes mirar para otro lado.
Puedes enojarte conmigo. Puedes “no pensar” en nada de esto. Pero nada de eso
hará que la realidad cambie.
Las
palabras del Papa romano no concuerdan ni se complementan con la enseñanza
bíblica; directamente se contradicen. Y no es la primera vez que lo hace en
este y en otros asuntos de extrema importancia, como han hecho a lo largo de la
historia sus predecesores. Si no enseñan la verdad en asuntos sencillos, ¿cómo
fiarse en el resto de sus postulados? ¡Imposible!
Si tu
argumento es, como me han dicho en alguna ocasión, “a estas alturas de mi vida
no voy a cambiar” o “sé que llevas razón pero mi religión es más sencilla”, mi
labor acaba ahí y no tengo nada más que hacer. Pero te quiero recordar varias
cosas:
- Cuando
alguien –que dice ser cristiano- me dice que tal o cual persona “es de tu
iglesia” o “se ha hecho de tu religión”, me doy cuenta de que sigue sin
comprender absolutamente nada. Sinceramente, y a partes iguales, me irrito y me
lleno de tristeza en mi foro interno cuando escucho tales expresiones. En términos puramente bíblicos, no
existen dos iglesias, como explicaré en su momento con otro escrito. Tampoco esto
es una cuestión de “cambiar de religión” ni de decir/ser/hacerse “católico” o
“protestante”. El cristianismo no consiste en eso, como ya mostramos en No
soy religioso, ni católico, ni protestante; simplemente cristiano
(http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/09/no-soy-religioso-ni-catolico-ni.html).
-
Estás dejando la vida eterna en manos de lo que enseñan otras personas sin
comprobar por ti mismo si van en la misma línea de pensamiento que Dios. No consiste
en que tú interpretes la Biblia y yo lo haga de otra: “Yo creo, yo opino, yo
pienso”. ¡No! Si así fuera, no habría un solo cristianismo, sino millones: uno
por cada persona que se considera cristiano. Y eso no es así. Solo existe un
verdadero cristianismo. Bien dijo Pablo que no hay más que un evangelio: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó
por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro,
sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de
Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio
diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho,
también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que
habéis recibido, sea anatema” (Gá. 1-6-9).
Todo
lo demás es una mezcla de pensamientos humanos con los de Dios, sincretismo
religioso, supersticiones, influencias paganas que se han implantando con el
paso de los siglos, etc.
La
Biblia, en sus temas fundamentales, no tiene dos o más interpretaciones. Solo
tiene una y es muy fácil de verla con un mínimo de lectura y estudio. Un
cuadrado no puede ser al mismo tiempo un círculo: o es un cuadrado o es un
círculo. Si el tema central de las cartas de Pablo versa sobre el significado
del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz y nos enseña que “el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” (Ro. 3:28), nadie lo puede
contradecir. Para un cristiano del siglo XXI, la VERDAD es la misma que
la del siglo I.
Hasta
para un niño la verdad es asequible, como Jesús dijo en una de sus oraciones
más conocidas: “Yo
te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre,
pues tal ha sido tu beneplácito” (Lc. 10:21).
- Que
los que están al frente del catolicismo acierten en algunos aspectos y que
lleven a cabo buenas obras, no significa automáticamente que la doctrina que
enseñan sea correcta. Hasta los miembros de otras religiones hacen obras
loables y eso no los convierte en la revelación de Dios.
- Nunca
he conocido a nadie que se haya muerto por reconocer que estaba equivocado; es
más: es un ejercicio de honradez intelectual para con uno mismo. Tampoco hay
que tener miedo alguno a admitir que se está errado. Aceptar la verdad trae la
consecuencia que Jesús expresó: “Si
os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis
la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32).
- Puede que toda tu vida hayas sido
fiel a multitud de prácticas religiosas y honesto a las creencias que te
inculcaron. Pero Jesús advirtió en diversas ocasiones y de forma muy seria del
peligro de hacer caso a las tradiciones en lugar de a las Escrituras (cf. Mr.
7:1-13; 12:24): “En vano me rinden culto,
ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres” (Mt. 15:9).
Así que, visto lo visto, y puesto que Dios y el Papa -y, por extensión, el catolicismo romano- no pueden llevar la razón a la vez, ahora te toca a ti responder a una pregunta muy directa: ¿qué dices tú, a quién creerás?
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