Venimos
de aquí: Anhelando la muerte: Yo antes de ti. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/08/4-anhelando-la-muerte-yo-antes-de-ti.html
En el
polo opuesto al que vimos en Yo antes de
ti nos encontramos la francesa Intocable,
que ganó –entre otros- el premio Goya en 2012 a mejor película europea, y que
cuenta con una extraordinaria y emotiva banda sonora, por lo que recomendaría
leer –o releer- las siguientes líneas con la pieza titulada Fly (https://www.youtube.com/watch?v=k016mR9tQdI&list=PL1UbJcg38TxBseFSez5CjxQVp6v5IUv2K&index=1) seguida de Una mattina (https://www.youtube.com/watch?v=EoaPhxNubL0&index=13&list=PL1UbJcg38TxBseFSez5CjxQVp6v5IUv2K).
Dicho
largometraje está inspirado en la vida real del conde Philippe Pozzo di Borgo, autor
del libro Le Second souffle, y en la de Abdel Yasmin Sellou, autor del libro
autobiográfico Una amistad improbable.
La
trama gira en torno a Philippe -quien quedó tetrapléjico por un accidente de
parapente- y a Driss –un inmigrante senegalés (argelino en la realidad) en paro
y con algunos antecedentes penales, cuyo verdadero nombre es Abdel Yasmin
Sellou.
Tras
el infortunio, Philippe cayó en una profunda depresión, solía estar de mal
genio y su carácter se volvió agrio –algo en buena parte muy lógico en términos
humanos-, por lo que sus asistentes apenas duraban unas semanas: ellos no lo
soportaban, ni viceversa. Tras despedir al último de ellos, realiza junto a su
secretaria entrevistas de trabajo a varios interesados. Todos son formales, con
una exquisita formación académica y bien vestidos. Ninguno le llama la
atención, hasta que aparece Driss: informal, bromista, sin experiencia alguna
en dicha labor y completamente desinteresado en el puesto. Le habían enviado de
la agencia de empleo y lo único que deseaba era que le firmaran los documentos
para poder cobrar un subsidio. De forma inesperada, Philippe le contrata, y lo
hace por ser completamente diferente al resto.
Al
principio, Driss no se toma en serio sus responsabilidades. Es más, se niega a
realizar determinadas tareas. Aún así, no le queda más remedio que darle de
comer, vestirlo, ducharlo, peinarlo, sentarlo en la silla y tumbarlo en la
cama. Todo cambia cuando una noche Philippe sufre una crisis de angustia y de
dolor, ante la cual Driss le cuida mientras que todo pasa, al mismo tiempo que
le anima y le tranquiliza. Se convierte en sus brazos y en sus piernas.
Poco a
poco, la relación entre ellos se convierte en una grandiosa amistad, la cual le
hace cambiar a ambos y les ayuda a sacar lo mejor de sí mismos. Siendo tan
distintos, se impactan el uno al otro.
Con el
paso de los minutos, vamos sabiendo que Philippe quedó viudo tras perder a su
esposa de una grave enfermedad (en la realidad, ella murió tres años después
del accidente de él). Confiesa que ella era su vida y que la amaba con locura: “Mi problema no es estar en la silla. Es
estar sin Alice”. Además, descubrimos que practicaba deportes de riesgo y
que es un hombre con una gran riqueza interior: le gusta leer (para pasar las
páginas de los libros usa un puntero con la boca), el arte, la ópera y la
música clásica: “Cuando el dolor me da un
respiro me queda la mente”.
Aunque
sigue disfrutando de todo esto, es evidente que tras su accidente perdió toda
alegría por vivir, por lo que se recluyó en su casa. Ante todo esto, la
personalidad de Driss provocó un efecto huracán y revitalizante en él. Era una
amistad que merecía verdaderamente la pena, un soplo de aire fresco en su alma.
Seguía con sus aficiones, pero comenzó a dejarse llevar por la espontaneidad y
sentido del humor de Driss.
Podemos
ver en el desarrollo de la trama algo que hablé con mi tia de 95 años mientras
le narraba la película: Philippe no quería que lo trataran como a un enfermo
–con piedad y condescendencia- sino como una persona, como a un hombre. Y eso
fue lo que logró hacer su amigo Driss: volverle a sentir vivo y a ser. Por eso aceptaba con carcajadas las
bromas llenas de humor negro de las que era objeto cuando le afeitaba (por la
biografía sabemos que la llamaba “Tetraman”). Por eso volvió a hacer parapente
con la ayuda de un monitor. Por eso se divertía viendo disfrutar a los que le
rodeaban en su propio cumpleaños. Por eso se contagiaba de Driss cuando éste
estallaba en risas en la ópera, a pesar de que todos les pedían que guardaran
silencio. Por eso su sonrisa era de oreja a oreja al ver bailar a su amigo
haciendo el payaso y escuchar su propia música (en concreto: Earth, Wind & Fire - Boogie
Wonderland: https://www.youtube.com/watch?v=77lRi0iTiVU).
Evidentemente,
no todo son risas. La historia en sí es un drama porque la situación es la que
es. Pero ahí está Driss para conducir y llevar a Philippe junto al mar cuando éste
está desanimado, lo cual agradece profundamente con un gesto y una mirada de
aprobación. Así está con él en medio de la tristeza sin necesidad de palabras de por medio, haciéndole sentir con su presencia que no está solo.
Esto también incluye esos momentos en una cafetería en medio de la noche donde
las risas quedan a un lado y dialogan sin cortinas de por medio, abriendo cada
uno su propio corazón, y cuyos latidos son
escuchados por el otro. Hablar del pasado, del dolor, de los sueños, de las
frustraciones y de los recuerdos encuentran aquí su lugar.
¿Había
momentos en que Philipp deseaba morir? Sí, pero al contrario que Will –el
protagonista de Yo antes de ti, y al cual
el amor que le profesaba su novia y la vida que tenía ante él no le parecía
suficiente- encontró que la vida tenía razones
de sobra por la que seguir luchando y saboreando de ella, a pesar de la infinidad de limitaciones. Por eso, la historia real que aquí se nos cuenta es admirable. Aunque el
desarrollo tiene ciertas ideas semejantes y las circunstancias son muy
parecidas en ambos personajes tetrapléjicos, los valores que transmiten son muy
diferentes: uno que quiere escapar de su realidad muriendo mediante la
eutanasia –transmitiendo dicha idea con una sonrisa y una cara bonita de cara
al espectador- y otro con un alma que sufre pero, a la vez, goza, como todo ser
humano, con sus complejidades, con sus alegrías y tristezas, con sus días
buenos y sus días malos. El primer personaje –que es ficticio- es
emocionalmente enfermizo, negativo y lúgubre. El segundo –que es verídico- es
positivo y ejemplarizante, y hoy en día sigue viviendo entre Francia y
Marruecos, ya que se traslado a vivir a éste país, “donde se encontró con su
nuevo amor, una joven marroquí, madre soltera y con dos hijas, situación que
persiste actualmente”[1]. Por supuesto, conserva su gran amistad con
Abdel, quien considera al conde su mejor y único amigo.
Algunas conclusiones
¿Seguirá
teniendo Philipp días llenos de oscuridad donde querrá encerrarse en sí mismo? ¿Seguirá
teniendo noches acompañadas de angustias? ¡Seguro que sí! En una de las
ocasiones en que Driss lo está afeitando, dice: “un corte certero es lo que necesito”. Y en el libro escrito por el
propio Abdel, éste confiesa que, aparte de que todas las anécdotas son reales,
en la película se omiten muchísimos momentos duros de la enfermedad. La
situación no es idílica. Su esfuerzo, como el de todas aquellas personas con
enfermedades crónicas e irreversibles que se autosuperan, no implica que las
dolencias mengüen o desaparezcan. Tampoco el positivismo, el carácter alegre y
la lucha personal curan una enfermedad; ésta sigue su curso hasta el fin. No
hay que perder esto de vista y descontextualizarlo. Creer lo contrario sería
aceptar una mentira, aparte de una ofensa para las víctimas, ya que cada cuerpo
evoluciona de una manera diferente y los tratamientos pueden dejar de funcionar
en cualquier momento, independientemente de la actitud que se tenga ante la
vida. Por eso hay personas que apenas duran unos meses y otros muchos años.
Como
apunta Ramón Arroyo, afectado de esclerosis múltiple (enfermedad que sufren más
de 500.000 personas en Europa), y cuya vida ha sido llevada a la gran pantalla
en la película 100 metros, aún teniendo un “equipazo a su alrededor que le ayuda a ser optimista y a intentar buscar el lado bueno de las cosas, no
todos los días son de color de rosa. La
película muestra diferentes pacientes con esclerosis múltiple. Uno es muy
negativo, derrotista, otro está asustado, otro repite todo el tiempo ´don't be
afraid`... En realidad todos esos soy yo. En diferentes momentos, pero yo al fin y al cabo”[2].
Teniendo
esto en mente, historias como la suya –junto a millones parecidas- son
aleccionadoras, encerrando un himno a la amistad, al optimismo y al deseo de
luchar –a pesar de las circunstancias y de un cuerpo prácticamente inútil- que
pueden levantar el corazón más hundido y que animan a seguir adelante. Como
nuevamente señala Ramón, consiste en “intentar jugar de la mejor manera posible con las cartas que
te ha dado la vida”. En su caso, remarca, es “seguir disfrutando de las cartas un poco malas que me ha dado la vida”, de su mujer –“el 51% de toda esta historia”-
y de sus dos hijos.
Siddhartha Mukherjee, ganador del Premio Pulitzer por biografía sobre el
cáncer, dijo: “Que los seres humanos
somos fuertes para sobrellevar circunstancias extremas, que tenemos una
capacidad notable para adaptarnos y que recurrimos al poder del amor para
superar situaciones sobrecogedoras son verdades universales”.
Me
quedo con esas palabras a modo de conclusión. Me quedo con Philipp. Me quedo
con Ramón. Me quedo con Isabel García, diseñadora de moda, quien dice que “mi Down
es mi capacidad”[3]. Me pongo del lado de aquellos incurables que quieren amistad y calor
humano en lugar de amargura, caras largas, pesares y rendición. Y me quedo con
aquellos que me regalarán una sonrisa cada mañana y un beso cada anochecer si
algún día enfermo, tratándome como un ser humano, sea cual sea mi condición.
A los Intocables de este mundo: este ha sido
mi homenaje y me quito el sombrero en señal de admiración ante todos vosotros. Y
para ellos, termino con la emotiva y hermosísima canción de Amaia Montero, con la que
concluye la película 100 metros, y
que refleja el sentir y los deseos de luchar de una persona enferma[4]:
Todo me da vueltas, necesito respirar
no me esperaba por tu parte algo así sin
avisar
así que abrázame, hay tanto por andar...
Dicen que 100 metros es lo máximo que hay,
no me conformo, no lo quiero, sé que vamos a ganar,
solo prométeme que tú quieres bailar...
Será mejor que no estés lejos
para sentir que puedo hacerlo.
Y cada amanecer
voy a repetirme
que si rendirme es una opción
no voy a seguirte.
Las ganas de luchar son más fuertes,
pueden más
que todo lo que incluso yo
podía imaginar.
Tres de la mañana, mi cabeza, basta ya,
tantas imágenes cruzadas que ahora vienen y
se van,
no te puedo negar, el miedo que me da...
Hoy he decidido que solo voy a mirar,
el lado bueno de las cosas, no me importa lo
demás,
aprenderé a vivir con lo que ahora hay...
Continuará en La actitud ante la enfermedad propia y ajena & El ejemplo de un
padre con su hijo enfermo. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/02/6-la-actitud-ante-la-enfermedad-propia.html
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