jueves, 20 de agosto de 2015

7.3. Origen y desarrollo del deseo sexual & Lujuria y pornografía.



Venimos de aquí: ¿Cómo sienten la sexualidad hombres y mujeres? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/08/72-como-sienten-la-sexualidad-hombres-y.html  
Ya hemos visto la manera en que ambos sexos sienten en su interior la sexualidad. Ahora debemos enfocarnos en diversas aspectos concretos para luego buscar las soluciones. Esto tiene que abarcar los dos terrenos: el físico y el emocional, que incluya los actos y los pensamientos, y que sea efectivo tanto para el hombre como para la mujer.

El origen
Si queremos hablar de santidad, de una mente sana y de un corazón sensible que no se deje arrastrar por los deseos pecaminosos de la naturaleza caída y por la influencia de la sociedad humanista, debemos comenzar por el principio: el descubrimiento en la adolescencia de nuestra condición de seres sexuales. No debe ser un tema tabú ni hay que ocultarlo bajo una alfombra. Para vivir de la manera en que Dios quiere no hay nada mejor que entendernos a nosotros mismos, comprendiendo las razones por la que actuamos de determinadas maneras. Si no vamos al origen de todo, cualquier intento de solución será como ponerle un simple vendaje a toda una hemorragia interna. Al final, te desangrarás. 
Tanto hombres como mujeres experimentan en su adolescencia (puede que incluso antes), una serie de cambios hormonales que provoca que la sexualidad inherente de todos los seres humanos se manifieste. Ese desarrollo no puede evitarse ya que forma parte del crecimiento y de la madurez corporal. Los órganos sexuales se vuelven “fértiles” para permitir la futura procreación tras la unión física entre un hombre y una mujer. Este desarrollo incluye un fuerte componente placentero en los respectivos órganos sexuales, tanto masculinos como femeninos, y apuntan al futuro gozo que compartirán esposo y esposa en su debido momento.
Uno de los grandes problemas a esas edades es que el cuerpo se desarrolla antes que la mente. No hay ninguna madurez para enfrentarse sabiamente a este descubrimiento que cambia la vida. Menos aún si la información y la educación sexual se han limitado a la explicación biológica o a protegerse de diversas enfermedades.
El impulso sexual aparece como una bomba, provocando deseos muy fuertes de satisfacción. ¿Qué ocurre cuando no hay madurez en el carácter? Pues que el auto-control no es uno de los fuertes personales. A esas alturas de la vida, el que siente deseos de gritar, grita; el que tiene deseos de insultar a un compañero de clase, le insulta; el que siente odio, lo expresa; el que quiere mentir, miente; y el que desea sentir placer, busca satisfacerlo. Al comienzo resulta ser una especie de juego de exploración de una parte del cuerpo del cual apenas se tenían noticias, aparte de las puramente fisiológicas. No tendría mayor repercusión e importancia si no fuera porque ese juego provoca un placer muy intenso. El pudor y el miedo lleva a muchos a no hablar del tema. Otros pueden creer que son los únicos que están pasando por esta etapa de despertar, aunque con el tiempo deducen que le acontece a todo el mundo.

El peligro
Considero que el problema no se encuentra en esta etapa inicial de exploración y descubrimiento, aunque si es cierto que los padres cristianos deberían tratar este tema con sus hijos en esa etapa crítica. Igual que un bebé comienza a percibir la realidad por medio del tacto y de la boca (descubriendo el mundo que le rodea y su propio cuerpo), el adolescente lo hace explorando parte de sí mismo de esta manera. El peligro reside cuando se convierte en un hábito y se olvida que el placer sexual es exclusivo para el matrimonio. En esa etapa pocos piensan que sea un mal hábito al llegar a una sencilla conclusión: no le hace daño a nadie y además proporciona placer.
Para muchísimas personas se convierte en una adicción y en una auténtica droga. En términos biológicos, el cerebro de una persona que consume heroína y el de otra que está teniendo un orgasmo son prácticamente iguales. Su propio sistema nervioso termina por reclamar su “dosis” cada cierto tiempo[1]. Y, como toda “droga”, necesita inyectarse dosis mayores para sentir el mismo placer que la vez anterior. La cuestión es que el placer nunca se sacia. Es como la comida: el hecho de que te des un atracón no significa que nunca más volverás a tener hambre.

¿Dónde reside el verdadero problema?
Es aquí donde quiero llegar, a un elemento que lo complica todo: la mente. Ella es el autentico órgano sexual. Según sea estimulada, así será el placer físico. Hay algunos cristianos que argumentan que el acto solitario en sí se puede llevar a cabo sin pensar ni dejarse llevar por la imaginación, y que por lo tanto no tiene nada de malo ni es pecado. Dudo de la fiabilidad de esta postura por una sencilla razón: la carne siempre quiere más y lo que la satisface hoy no lo hará mañana. Es jugar con una clase de fuego que termina quemando.
Para experimentar el mismo placer o aumentarlo hay que recurrir irremediablemente a las fantasías y a la imaginación, las cuales conducen al verdadero problema: la lujuria. Y esa palabra ya no nos gusta tanto. Es más, sabemos que a Dios no le agrada en absoluto. Somos muy conscientes de cómo se expresa la lujuria y la sensualidad a nuestro alrededor: en la televisión, en las revistas, en las conversaciones que mantienen compañeros de clase o de trabajo, en los “selfies” que se hacen much@s chic@s y que suben a las redes sociales, etc. La lujuria nos rodea por todas partes. La propia sensualidad de nuestros cuerpos nos atrae hacia ella. Somos seres sensuales y sensoriales y no podemos negar lo que somos. Como William Barcley nos dice: “Nadie debe de estar avergonzado del cuerpo que Dios le ha dado, del corazón que Dios le ha puesto en el cuerpo o de los instintos que, por creación de Dios, residen en él. El cristianismo le enseñará, no a eliminarlos, sino a usarlos de tal manera que la pasión sea limpia, y el amor humano la cosa más ennoblecedora de todo el mundo de Dios”.
Nadie debe considerarse culpable por sentirse erótico cuando experimenta atracción física hacia alguien. Esto no es sinónimo de lujuria. El deseo sexual es parte de nuestra identidad como seres creados por Dios. Por el contrario, la lujuria (sea real o imaginada) no proviene de Él, ya que ensucia la verdadera razón del amor erótico: la manifestación del amor hacia otra persona por medio del acto sexual. No hay que confundir el deseo de amar y ser amado, el deseo de contraer matrimonio y tener relaciones sexuales (todo ello sano y natural), con la lujuria (que no lo es). Espero que tengas clara esta distinción.

La lujuria
Podemos clasificar la lujuria en tres categorías (el hombre tiende a luchar más con la primera y la tercera clase, y las mujeres con la segunda):

1. La lujuria que se deja llevar por los deseos carnales y cuya única intención es satisfacer sus deseos físicos. Requiere cada vez de mayor estímulo por medio de fantasías sexuales. Para eso muchos se sirven de la pornografía. ¿Consecuencias a medio y a largo plazo?: “Después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (Efesios 4:19).

2. La lujuria que esconde necesidades emocionales no resueltas y que se complace en las fantasías de índole romántica. Se fantasea principalmente con el amor, donde no sólo se busca el placer físico sino que el corazón sienta las emociones que provocan las palabras de ternura y afecto, aunque sean únicamente de forma mental. Es la erotización de los sentimientos; un sustituto del amor que se anhela. Todas las personas poseen esa capacidad con la imaginación: convertir en real lo irreal, donde un abrazo imaginario puede llegar prácticamente a sentirse tras una cena romántica y un paseo por la playa tomados de la mano. De igual manera, los pensamientos terminan subiendo de tono, convirtiéndose en adictivos porque implican directamente a las emociones. Quizá para una mujer las imágenes mentales no sean tan explícitamente sexuales como las del hombre, pero la excitación que producen es equivalente a las que las imágenes produce en un hombre. Son maneras distintas de sentir la lujuria.

3. La lujuria como evasión. ¿Evasión de qué?: De los problemas de la vida diaria (sean pequeños o grandes) y del estrés consecuente. La lujuria trae consigo que te centres en ella, y que por lo tanto olvides o dejes de lado los problemas que pueda haber en tu vida. El sexo, en cualquiera de sus distintas formas de expresión, es un método sencillo de sustitución. Como no puedes estar concentrado en dos cosas a la vez, te inclinas a una que te hace descansar de cualquier tipo de dolor emocional por el cual estés pasando: “La excitación sexual es un increíble tranquilizante para todo tipo de dolor emocional. El cerebro no es capaz de experimentar las alturas del placer sexual y las profundidades del dolor emocional simultáneamente y debido a que por naturaleza preferimos el placer, nuestro cerebro desarrolla una manera de hacer a un lado todo nuestro dolor, ansiedades e inseguridades, al menos el tiempo suficiente para experimentar suficiente placer para llegar al clímax”[2].

Siendo igual de atrayentes, las tres categorías de lujuria distorsionan la realidad. El hecho de que una mujer no vea pornografía no quiere decir que no experimente luchas contra la lujuria. La diferencia es que ambos sexos la sienten de maneras diferentes y particulares.

La pornografía
Películas como Don Jon y Shame ya han tratado de manera cruda y realista las diversas adicciones a la pornografía, junto a las devastadoras consecuencias que provoca en la persona: incapacidad de mantener relaciones sentimentales y sexuales normales; problemas de erección en el hombre y falta de deseo sexual en la mujer (a menos que se estimulen con material pornográfico fuerte); etc.
El consumo que hace el individuo de distintos tipos de pornografía tiene diversas explicaciones:

- Meramente sexuales: La simple excitación ante la contemplación de un cuerpo desnudo.
- Un hábito que termina por convertirse en una adicción física.
- Deseos naturales no satisfechos de relaciones heterosexuales.
- Perversiones enfermizas y degradantes, fruto de la naturaleza caída (orgías, vouyerismo, zoofilia, etc.).
- Y por último, el consumo de diversos géneros de pornografía llena de matices, con un trasfondo más complejo de lo que puede parecer a simple vista. En este grupo están aquellos  “consumidores” que arrastran grandes carencias emocionales y afectivas (estén o no casados), vidas vacías o carentes de significado y propósito (“las manos ociosas son el juguete del diablo”), relaciones humanas insatisfactorias, incapacidad de intimar sentimentalmente con otras personas, profundas heridas en el alma, traumas, etc. Al ser placentera, el visionado de determinada pornografía viene a ser un sustituto del dolor. Aunque sea bastante sombrío hablar de ello, citaré varios ejemplos y el porqué de la pornografía que muchos consumen:

1. Transexualidad: Hay hombres que, siendo heterosexuales, padecen “eurotofobia”, que es el miedo o repulsa a los órganos sexuales femeninos. De ahí que prefieran contemplar imágenes de transexuales con cuerpos muy femeninos pero órganos sexuales masculinos. 

2. Relación amo-sumiso: La sumisión crea la fantasía al dominado de que es completamente deseado (nuevamente, un sucedáneo del verdadero amor) y al dominador de que tiene el control absoluto sobre esa persona a la que desea hacer suya. También puede deberse a traumas del pasado: el sumiso lo ha sido toda la vida a nivel emocional (en la relación con sus padres, sus amigos, sus profesores, etc) y no sabe actuar de otra manera, o incluso puede creer que merece ser castigado. En este caso, el dominador infringe ese castigo porque es lo que aprendió de su entorno, o como una manera de venganza por algo que le hicieron, como abusos físicos o psicológicos[3]

3. Relación mujer-madura & hombre-joven (o viceversa): Ella busca sentirse atractiva ante la última etapa de su juventud esperando que él le transmita vigor sexual y vitalidad emocional. Por su parte, el joven se siente especial ante una mujer que lo valora a pesar de no poseer su misma experiencia en la vida. 

4. Incesto: Cuando un hombre o una mujer fantasea con relaciones con su padre o su madre puede deberse al intento que tiene de compensar el desinterés que sus progenitores mostraron por ell@s. Por lo tanto, la fantasía viene a ser una manera de sentirse amados por aquellos que les ignoraron. 

5. Pedofilia: Aunque hay pocos estudios al respecto, las estadísticas señalan que muchos pedófilos sufrieron graves abusos sexuales durante la infancia, marcando seriamente su carácter y trastornándolos profundamente[4], aunque nunca lleguen a abusar de menores. Otros son aquellos que simplemente llevan su naturaleza caída al extremo. Terminan convirtiéndose en pederastas, incapaces de empatizar con sus víctimas. Y por último: aquellos que, aunque no sufrieron ningún tipo de abuso, se quedaron emocionalmente anclados en algún momento de sus respectivas infancias y/o adolescencias, y se sienten atraídos hacia menores porque sus propios corazones siguen siendo infantiles y terminan erotizando esa atracción emocional. Por eso pueden llegar a enamorarse sinceramente de la dulzura, inocencia y candidez de l@s adolescentes. Aún así, contienen sus deseos sexuales y no cometen delitos, por lo que no llegan a evolucionar a pederastas. 

6. Exhibicionismo por webcam: La persona que se siente sola experimenta placer por el simple hecho de saber que otros le contemplan y le prestan atención, aunque sea únicamente por su cuerpo. Se repite el mismo patrón: viene a ser un sucedáneo del amor que se anhela.

7. Violaciones: Como dice Shannon Ethridge, “las personas heridas hacen daño a otras personas. Las cárceles están llenas de individuos que han sido heridos tan horriblemente que no saben qué otra cosa hacer sino repetir el patrón. Muchos están condicionados culturalmente, ya sea mediante experiencias en el mundo real o mediante el mundo de fantasía de la pornografia, a equiparar sexo con violencia, y viceversa. Conocí a una mujer dulce, que tenía fantasías de violar a hombres. Ella ofreció un destello del pasado que le condujo hacia esa dirección mental. Un día, un hombre que se presentó como agente de control de plagas llamó a la puerta de su apartamento. Entró y la violó, cortó su garganta con un cuchillo y la dejó allí dándola por muerta. No murió pero pasó muchos meses en rehabilitación física y mental. Un año después, las amigas de Sarah insistieron en que salir con mas frecuencia le animaría, así que iba a clubes para bailar y fiestas. Ella se encontró gravitando hacia ciertos hombres, entablaba una conversación, bebían una o dos copas, y después les dejaba que la llevasen donde vivían. En lugar de continuar la conversación y llegar a conocerse el uno al otro, ella inmediatamente iba a matar, obligándoles sexualmente. Ella reflexionaba: A algunos hombres puede que no les importara, pero yo nunca tomaba el tiempo de descubrirlo. No se trataba de ellos y de lo que ellos quisieran, se trataba de mí y de lo que yo quisiera. No se trataba tanto de sexo sino de que yo necesitaba tener el control absoluto desde el principio. Yo necesitaba recrear el escenario a fin de ganar esta vez. Ahora entiendo que no estaba nada lejos de ser una violación”[5].

El cristiano, por el hecho de serlo, no está exento de poder caer en este tipo de sórdidas ataduras. Por eso, en el siguiente apartado, comenzaremos a ver qué hacer al respecto y qué medidas deben de tomar las personas que estén encadenadas en cualquier aspecto de los que hemos citado, sea algún tipo de pornografía o la lujuria sin más, puesto que ni una relación de pareja ni el matrimonio solucionan per se estas cuestiones.



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* Prosigue en:
7.4. Sanidad & Hábitos y concupiscencias.




[1] Añadiendo en el hombre que cada 72 horas produce esperma que necesita de una manera u otra ser descargado por la presión que ejerce, lo cual suele ocurrir por la polución nocturna, aunque el deseo varía según la persona. En ambos sexos, el grado de impulso sexual lo determinan las hormonas, entre 10 y 20 veces superior en el hombre que en la mujer. De ahí que el apetito sexual de ellos sea bastante mayor y la frecuencia sea menos importante para ellas (aunque depende de cada mujer). Este impulso suele decrecer a partir de los 50 años.
[2] Ethridge, Shannon. La falacia de grey. Nelson.
[3] Es algo que se trató también en la película La hija del general.
[4] Entre un 5-25 % de las niñas y un 5-15 % de los niños sufrirán algún tipo de abuso sexual, por lo general antes de cumplir los 11 años, según un estudio de Kevin Gorey y otro de David Finkelhor. La mayoría de estos abusos los cometen amigos o familiares de la víctima. La mayoría de los abusadores son hombres, y entre un 5-10 % son mujeres.
[5] Ethridge, Shannon. La falacia de grey. Nelson.

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