Venimos de aquí: ¿Cómo sienten la
sexualidad hombres y mujeres? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/08/72-como-sienten-la-sexualidad-hombres-y.html
Ya hemos visto la manera en que ambos sexos sienten en su interior
la sexualidad. Ahora debemos
enfocarnos en diversas aspectos concretos para luego buscar las soluciones.
Esto tiene que abarcar los dos terrenos: el físico y el emocional, que incluya
los actos y los pensamientos, y que sea efectivo tanto para el hombre como para
la mujer.
El origen
Si queremos hablar de santidad, de una mente sana y de
un corazón sensible que no se deje arrastrar por los deseos pecaminosos de la
naturaleza caída y por la influencia de la sociedad humanista, debemos comenzar
por el principio: el descubrimiento en la adolescencia de nuestra condición de
seres sexuales. No debe ser un tema tabú ni hay que ocultarlo bajo una
alfombra. Para vivir de la manera en que Dios quiere no hay nada mejor que
entendernos a nosotros mismos, comprendiendo las razones por la que actuamos de
determinadas maneras. Si no vamos al origen de todo, cualquier intento
de solución será como ponerle un simple vendaje a toda una hemorragia interna.
Al final, te desangrarás.
Tanto hombres como mujeres experimentan en su
adolescencia (puede que incluso antes), una serie de cambios hormonales que
provoca que la sexualidad inherente de todos los seres humanos se manifieste.
Ese desarrollo no puede evitarse ya que forma parte del crecimiento y de la
madurez corporal. Los órganos sexuales se vuelven “fértiles” para permitir la
futura procreación tras la unión física entre un hombre y una mujer. Este
desarrollo incluye un fuerte componente placentero en los respectivos órganos
sexuales, tanto masculinos como femeninos, y apuntan al futuro gozo que compartirán
esposo y esposa en su debido momento.
Uno de los grandes problemas a esas edades es que el
cuerpo se desarrolla antes que la mente. No hay
ninguna madurez para enfrentarse sabiamente a este descubrimiento que cambia la
vida. Menos aún si la información y la educación sexual se han limitado a la
explicación biológica o a protegerse de diversas enfermedades.
El impulso sexual aparece como una bomba, provocando
deseos muy fuertes de satisfacción. ¿Qué ocurre cuando no hay madurez en el
carácter? Pues que el auto-control no es uno de los fuertes personales. A esas
alturas de la vida, el que siente deseos de gritar, grita; el que tiene deseos
de insultar a un compañero de clase, le insulta; el que siente odio, lo
expresa; el que quiere mentir, miente; y el que desea sentir placer, busca
satisfacerlo. Al comienzo resulta ser una especie de juego de exploración de
una parte del cuerpo del cual apenas se tenían noticias, aparte de las
puramente fisiológicas. No tendría mayor repercusión e importancia si no fuera
porque ese juego provoca un placer
muy intenso. El pudor y el miedo lleva a muchos a no hablar del tema. Otros
pueden creer que son los únicos que están pasando por esta etapa de despertar,
aunque con el tiempo deducen que le acontece a todo el mundo.
El peligro
Considero que el problema no se encuentra en esta
etapa inicial de exploración y descubrimiento, aunque
si es cierto que los padres cristianos deberían tratar este tema con sus hijos en esa etapa
crítica. Igual que un bebé comienza a percibir la realidad por medio
del tacto y de la boca (descubriendo el mundo que le rodea y su propio cuerpo),
el adolescente lo hace explorando parte de sí mismo de esta manera. El peligro reside cuando se convierte en un hábito y se olvida que el placer sexual es exclusivo para el matrimonio.
En esa etapa pocos piensan que sea un mal hábito al llegar a una sencilla
conclusión: no le hace daño a nadie y además proporciona placer.
Para muchísimas personas se convierte en una adicción
y en una auténtica droga. En términos biológicos, el cerebro de una persona que
consume heroína y el de otra que está teniendo un orgasmo son prácticamente
iguales. Su propio sistema nervioso termina por reclamar su “dosis” cada cierto
tiempo[1].
Y, como toda “droga”, necesita inyectarse
dosis mayores para sentir el mismo
placer que la vez anterior. La cuestión es que el placer nunca se sacia. Es
como la comida: el hecho de que te des un atracón no significa que nunca más
volverás a tener hambre.
¿Dónde
reside el verdadero problema?
Es aquí donde quiero llegar, a un elemento que lo
complica todo: la mente. Ella es el
autentico órgano sexual. Según sea estimulada, así será el placer físico. Hay algunos cristianos que argumentan que el acto solitario en sí se
puede llevar a cabo sin pensar ni dejarse llevar por la imaginación, y que por
lo tanto no tiene nada de malo ni es pecado. Dudo de la fiabilidad de esta
postura por una sencilla razón: la carne
siempre quiere más y lo que la satisface hoy no lo hará mañana. Es jugar con
una clase de fuego que termina quemando.
Para experimentar el mismo placer o aumentarlo hay que
recurrir irremediablemente a las fantasías y a la imaginación, las cuales
conducen al verdadero problema: la lujuria. Y esa palabra ya no nos gusta
tanto. Es más, sabemos que a Dios no le agrada en absoluto. Somos muy conscientes de cómo se expresa la lujuria y
la sensualidad a nuestro alrededor: en la televisión, en las revistas, en las
conversaciones que mantienen compañeros de clase o de trabajo, en los “selfies”
que se hacen much@s chic@s y que suben a las redes sociales, etc. La lujuria
nos rodea por todas partes. La propia sensualidad de nuestros cuerpos nos atrae
hacia ella. Somos seres sensuales y sensoriales y no podemos negar lo que
somos. Como William Barcley nos dice: “Nadie
debe de estar avergonzado del cuerpo que Dios le ha dado, del corazón que Dios
le ha puesto en el cuerpo o de los instintos que, por creación de Dios, residen
en él. El cristianismo le enseñará, no a eliminarlos, sino a usarlos de tal
manera que la pasión sea limpia, y el amor humano la cosa más ennoblecedora de
todo el mundo de Dios”.
Nadie debe considerarse culpable por sentirse erótico cuando experimenta atracción
física hacia alguien. Esto no es sinónimo de lujuria. El deseo sexual es parte
de nuestra identidad como seres creados por Dios. Por el contrario, la lujuria
(sea real o imaginada) no proviene de Él, ya que ensucia la verdadera razón del
amor erótico: la manifestación del amor hacia otra persona por medio del acto
sexual. No hay que confundir el deseo de amar y ser amado, el deseo de contraer
matrimonio y tener relaciones sexuales (todo ello sano y natural), con la lujuria (que no lo es). Espero que tengas
clara esta distinción.
La lujuria
Podemos clasificar la lujuria en
tres categorías (el hombre tiende a luchar más
con la primera y la tercera clase, y las mujeres con la segunda):
1. La lujuria que se deja llevar
por los deseos carnales y cuya única intención es satisfacer sus deseos
físicos. Requiere cada vez de mayor estímulo por medio de fantasías sexuales.
Para eso muchos se sirven de la pornografía. ¿Consecuencias a medio y a largo plazo?: “Después
que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con
avidez toda clase de impureza” (Efesios 4:19).
2. La lujuria
que esconde necesidades emocionales no resueltas y que se complace en las
fantasías de índole romántica. Se fantasea principalmente con el amor, donde no
sólo se busca el placer físico sino que el corazón sienta las emociones que
provocan las palabras de ternura y afecto, aunque sean únicamente de forma mental. Es la erotización de los sentimientos; un sustituto del amor que se
anhela. Todas las personas poseen esa capacidad con la imaginación:
convertir en real lo irreal, donde un abrazo imaginario puede llegar
prácticamente a sentirse tras una cena romántica y un paseo por la playa
tomados de la mano. De igual manera, los pensamientos terminan subiendo de
tono, convirtiéndose en adictivos porque implican directamente a las emociones.
Quizá para una mujer las imágenes mentales no sean tan explícitamente sexuales
como las del hombre, pero la excitación que producen es equivalente a las que
las imágenes produce en un hombre. Son maneras distintas de sentir la lujuria.
3. La lujuria como evasión. ¿Evasión
de qué?: De los problemas de la vida diaria (sean pequeños o grandes) y del
estrés consecuente. La lujuria trae consigo que te centres en ella, y que por
lo tanto olvides o dejes de lado los problemas que pueda haber en tu vida. El
sexo, en cualquiera de sus distintas formas de expresión, es un método sencillo
de sustitución. Como no puedes estar concentrado en dos cosas a la vez, te
inclinas a una que te hace descansar de cualquier tipo de dolor emocional por
el cual estés pasando: “La excitación sexual es un increíble tranquilizante para
todo tipo de dolor emocional. El cerebro no es capaz de experimentar las
alturas del placer sexual y las profundidades del dolor emocional simultáneamente
y debido a que por naturaleza preferimos el placer, nuestro cerebro desarrolla
una manera de hacer a un lado todo nuestro dolor, ansiedades e inseguridades,
al menos el tiempo suficiente para experimentar suficiente placer para llegar
al clímax”[2].
Siendo igual de atrayentes, las tres categorías de lujuria distorsionan la realidad. El hecho de que una
mujer no vea pornografía no quiere decir que no experimente luchas contra la
lujuria. La diferencia es que ambos sexos la sienten de maneras diferentes y particulares.
La pornografía
Películas como Don Jon y Shame ya han tratado de manera cruda y realista las diversas
adicciones a la pornografía, junto a las devastadoras consecuencias que provoca
en la persona: incapacidad de mantener relaciones sentimentales y sexuales
normales; problemas de erección en el hombre y falta de deseo sexual en la
mujer (a menos que se estimulen con material
pornográfico fuerte); etc.
El consumo que hace el individuo
de distintos tipos de pornografía tiene diversas explicaciones:
- Meramente sexuales: La simple
excitación ante la contemplación de un cuerpo desnudo.
- Un hábito que termina por
convertirse en una adicción física.
- Deseos naturales no
satisfechos de relaciones heterosexuales.
- Perversiones enfermizas y degradantes,
fruto de la naturaleza caída (orgías, vouyerismo, zoofilia, etc.).
- Y por último, el consumo de
diversos géneros de pornografía llena de matices, con un trasfondo más complejo
de lo que puede parecer a simple vista. En este grupo están aquellos “consumidores” que arrastran grandes
carencias emocionales y afectivas (estén o no casados), vidas vacías o carentes
de significado y propósito (“las manos ociosas son el juguete del diablo”),
relaciones humanas insatisfactorias, incapacidad de intimar sentimentalmente
con otras personas, profundas heridas en el alma, traumas, etc. Al ser
placentera, el visionado de determinada pornografía viene a ser un sustituto
del dolor. Aunque sea bastante sombrío hablar de ello, citaré varios ejemplos y el porqué de la pornografía que muchos
consumen:
1. Transexualidad: Hay hombres
que, siendo heterosexuales, padecen “eurotofobia”, que es el miedo o repulsa a
los órganos sexuales femeninos. De ahí que prefieran contemplar imágenes de
transexuales con cuerpos muy femeninos pero órganos sexuales masculinos.
2. Relación amo-sumiso: La
sumisión crea la fantasía al dominado
de que es completamente deseado (nuevamente, un sucedáneo del verdadero amor) y
al dominador de que tiene el control
absoluto sobre esa persona a la que desea hacer suya. También puede deberse a
traumas del pasado: el sumiso lo ha sido toda la vida a nivel emocional (en la
relación con sus padres, sus amigos, sus profesores, etc) y no sabe actuar de
otra manera, o incluso puede creer que merece ser castigado. En este caso, el
dominador infringe ese castigo porque es lo que aprendió de su entorno, o como
una manera de venganza por algo que le hicieron, como abusos físicos o
psicológicos[3].
3. Relación mujer-madura & hombre-joven
(o viceversa): Ella busca sentirse atractiva ante la última etapa de su
juventud esperando que él le transmita vigor sexual y vitalidad emocional. Por
su parte, el joven se siente especial ante una mujer que lo valora a pesar de
no poseer su misma experiencia en la vida.
4. Incesto: Cuando un hombre o
una mujer fantasea con relaciones con su padre o su madre puede deberse al
intento que tiene de compensar el desinterés que sus progenitores mostraron por
ell@s. Por lo tanto, la fantasía viene a ser una manera de sentirse amados por
aquellos que les ignoraron.
5. Pedofilia: Aunque hay pocos
estudios al respecto, las estadísticas señalan que muchos pedófilos sufrieron
graves abusos sexuales durante la infancia, marcando seriamente su carácter y
trastornándolos profundamente[4],
aunque nunca lleguen a abusar de menores. Otros son aquellos que simplemente
llevan su naturaleza caída al extremo. Terminan convirtiéndose en pederastas,
incapaces de empatizar con sus víctimas. Y por último: aquellos que, aunque no
sufrieron ningún tipo de abuso, se quedaron emocionalmente anclados en algún
momento de sus respectivas infancias y/o adolescencias, y se sienten atraídos
hacia menores porque sus propios corazones siguen siendo infantiles y terminan erotizando esa atracción emocional. Por
eso pueden llegar a enamorarse sinceramente de la dulzura, inocencia y candidez
de l@s adolescentes. Aún así, contienen sus deseos sexuales y no cometen
delitos, por lo que no llegan a evolucionar
a pederastas.
6. Exhibicionismo por webcam: La
persona que se siente sola experimenta placer por el simple hecho de saber que
otros le contemplan y le prestan atención, aunque sea únicamente por su cuerpo.
Se repite el mismo patrón: viene a ser un sucedáneo del amor que se anhela.
7. Violaciones: Como dice Shannon Ethridge, “las personas heridas hacen daño a otras
personas. Las cárceles están llenas de individuos que han sido heridos tan
horriblemente que no saben qué otra cosa hacer sino repetir el patrón. Muchos
están condicionados culturalmente, ya sea mediante experiencias en el mundo
real o mediante el mundo de fantasía de la pornografia, a equiparar sexo con
violencia, y viceversa. Conocí a una mujer dulce, que tenía fantasías de violar
a hombres. Ella ofreció un destello del pasado que le condujo hacia esa
dirección mental. Un día, un hombre que se presentó como agente de control de
plagas llamó a la puerta de su apartamento. Entró y la violó, cortó su garganta
con un cuchillo y la dejó allí dándola por muerta. No murió pero pasó muchos
meses en rehabilitación física y mental. Un año después, las amigas de Sarah
insistieron en que salir con mas frecuencia le animaría, así que iba a clubes
para bailar y fiestas. Ella se encontró gravitando hacia ciertos hombres, entablaba
una conversación, bebían una o dos copas, y después les dejaba que la llevasen
donde vivían. En lugar de continuar la conversación y llegar a conocerse el uno
al otro, ella inmediatamente iba a matar, obligándoles sexualmente. Ella
reflexionaba: A algunos hombres puede que no les importara, pero yo nunca
tomaba el tiempo de descubrirlo. No se trataba de ellos y de lo que ellos
quisieran, se trataba de mí y de lo que yo quisiera. No se trataba tanto de
sexo sino de que yo necesitaba tener el control absoluto desde el principio. Yo
necesitaba recrear el escenario a fin de ganar esta vez. Ahora entiendo que no
estaba nada lejos de ser una violación”[5].
El cristiano, por el
hecho de serlo, no está exento de poder caer en este tipo de sórdidas ataduras.
Por eso, en el siguiente apartado, comenzaremos a ver qué hacer al respecto y
qué medidas deben de tomar las personas que estén encadenadas en cualquier
aspecto de los que hemos citado, sea algún tipo de pornografía o la lujuria sin
más, puesto que ni
una relación de pareja ni el matrimonio solucionan per se estas cuestiones.
* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en:
7.4.
Sanidad
& Hábitos y concupiscencias.
[1]
Añadiendo en el hombre que cada 72 horas produce esperma que necesita de una
manera u otra ser descargado por la presión que ejerce, lo cual suele ocurrir
por la polución nocturna, aunque el deseo varía según la persona. En ambos
sexos, el grado de impulso sexual lo determinan las hormonas, entre 10 y 20
veces superior en el hombre que en la mujer. De ahí que el apetito sexual de
ellos sea bastante mayor y la frecuencia sea menos importante para ellas
(aunque depende de cada mujer). Este impulso suele decrecer a partir de los 50
años.
[2] Ethridge, Shannon. La falacia de grey. Nelson.
[3] Es algo que se trató
también en la película La hija del
general.
[4] Entre
un 5-25 % de las niñas y un 5-15 % de los niños sufrirán algún tipo de abuso
sexual, por lo general antes
de cumplir los 11 años, según un estudio de Kevin Gorey y otro de David
Finkelhor. La mayoría de estos abusos los cometen amigos o familiares de la
víctima. La mayoría de los abusadores son hombres, y entre un 5-10 % son
mujeres.
[5] Ethridge, Shannon. La falacia de grey. Nelson.
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