Venimos de aquí: Encarando
el sentimiento de fracaso: El concepto de éxito. http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/encarando-el-sentimiento-de-fracaso-el.html
Cuando tienes entre diez y veinticinco años resulta
relativamente sencillo tener amigos. Buena parte de tu vida y de tu tiempo gira
en torno a ellos. Pero a partir de ciertas edades, los solteros comienzan a
encontrar serias dificultades para tener amistades de calidad y compartir contacto
casi diario con ellas. Una de los pilares sobre los que está asentada sus vidas
se desmorona paulatinamente. La razón es sencilla de explicar: conforme los
amigos de la juventud se casan, sus estilos de vida y sus horarios cambian
considerablemente, y con ello sus prioridades: lo primero pasa a ser la esposa,
los hijos y las familias políticas, con todas las responsabilidades que esto conlleva
en el hogar junto al cansancio psíquico y físico de la crianza de los retoños.
Si a eso le unimos que se entra en el mundo laboral, el tiempo para compartir
con otras personas se reduce considerablemente. Y cuando disponen de él, suelen
tener otros planes: prefieren realizar algún tipo de actividad entre ellos,
pasar una tarde familiar, salir con otras parejas, irse de vacaciones, o
simplemente descansar en casa. Es lógico y perfectamente normal. Esa es la vida
de cualquier matrimonio. En este aspecto no hay nada que reprocharles, y yo
tampoco lo hago. Los solteros no pueden ir de víctimas en ese sentido.
Aislados
Vista esta realidad, en poco tiempo, el soltero de más
de treinta años se puede encontrar en una situación compleja: aunque mire a su
izquierda y a su derecha en busca de amigos, quizá se vea aislado y solitario.
Sin duda alguna, es una de las mayores contrariedades a las que se enfrenta,
que se agrava especialmente en las congregaciones pequeñas o en ciudades donde
los cristianos no abundan. El simple hecho de buscar compañía para ir a comer
(aunque sea a tapear o a tomar un café), al cine o al campo, se convierte en
una odisea que requiere de una planificación más compleja que la construcción
de una autopista a la Luna. Al final, cansado de recibir respuestas evasivas ante
sus diversas propuestas, el soltero deja de insistir debido al dolor interno
que experimenta. Siente que nadie quiere compartir su tiempo libre con él. Llega
a ser frustrante y descorazonador.
Además, si hace algo al respecto, siente que está
invadiendo un terreno que no le pertenece. Si propones a una pareja ir al cine
a ver una película en concreto pero ya habían hecho sus propios planes para
disfrutar a solas el uno del otro, los pones en un compromiso. Si te dicen que
“sí”, te entrometerás y posiblemente lo harán sin alegría. Si te dicen que
“no”, serás tú el que te quedes triste. Muchas veces uno no se sabe cómo actuar
ni qué decir.
Por eso los creyentes que no están casados experimentan
nuevamente que hay dos grupos dentro del cuerpo de Cristo: los matrimonios por
un lado y los solteros por otro. Para los primeros hay diversas actividades:
reuniones especiales, cenas de San Valentin, retiros, conferencias para padres,
meriendas para madres, el “mes de la familia”, etc. Y los segundos, o se reúnen
en campamentos con jóvenes con los que se llevan entre diez y quince años de
diferencia (y cuyo histerismo e hiperactividad ya no les resultan tan
apasionante como en el pasado), o se encontrarán con la nada más absoluta
alrededor. De ahí que el soltero, por mucho que desee tener relaciones
profundas y significativas, no las encuentra por ningún lado. Se siente incomprendido,
y por ello en muchas ocasiones más cercano a sus compañeros inconversos del
trabajo o los colegas de deportes que a sus hermanos en Cristo.
A todo esto se le añade una complicación: observa que
un exceso de cristianos adultos (tanto solteros como casados) se muestran
intolerantes con aquellos que no comparten sus mismas ideas en doctrinas
secundarias y no le resulta agradable hablar con ellos: “A partir de los
30 te vuelves más selectivo con las amistades. No aguantas al egocéntrico, ni a
aquel que te cuenta penas continuamente... Tu escala de valores ya está muy
asentada, sabes qué te gusta y qué no. Uno ya no quiere andar perdiendo el
tiempo con alguien que no le gusta”[1].
Al final, se siente derrotado y cansado, por lo que
desiste en su búsqueda y se resigna a su situación de soledad. Muchos caen en
la melancolía, incluso en cierto grado de depresión, aunque sea disimulada.
Otros buscan en las redes sociales “ciber-amigos”, a los que pueden llegar
verdaderamente a engancharse[2].
Los jóvenes son concientes de esta realidad. Por eso muchos
buscan una pareja con la mayor prontitud posible para no pasar en el futuro por
esta tesitura. Esto conduce en demasiadas ocasiones a precipitarse y a
equivocarse en la elección del cónyuge.
Podemos leer este testimonio de una divorciada: “Me siento sola, perdida, sin rumbo y no sé qué hacer para sentirme feliz
cuando me dan bajones. Hace un año que me separé después de 8 años donde no
había respeto ni cariño. Tengo dos niñas. Me costó tomar la decisión pues no
tenía suficientes medios económicos para irme. Además, vivo lejos de mi familia
y amigos. Mis hijas pasan tres días conmigo y cuatro con su padre, y prefieren
estar con él. Soy muy activa, atractiva, inteligente y emprendedora; pero
siento SOLEDAD en mayúsculas y me aterra pensar que el tiempo pasa y pasa. Es
como si sintiera que no importara a nadie en el mundo, que todo el mundo tiene
y hace su vida y nadie pensara en mí. Antes sentía soledad por estar tantos
años al lado de alguien que no me quería, y ahora por estar tan sola y carente
de todo emocionalmente. Quiero compartir mi tiempo con gente, sentir que formo
parte de algo; y no sé por qué me hundo cuando veo que la gente en algún
momento no me responde como yo necesitaría”[3].
Tengo una tía que es
viuda. Y cuando se queja de la soledad ante su hermana soltera de 92 años, ésta
responde irónicamente: “¡Que te crees que a mí me están esperando una pareja de
guardías civiles en la casa!”. Una contestación llena de arte y simpatía, pero con un trasfondo muy real.
Mi analisis como
soltero para la Iglesia
Muchas veces los cristianos criticamos las famosas
“botellonas”, donde miles de chicos y chicas se reúnen para beber, sin ir al fondo
de la cuestión. Es muy fácil decir que las malas amistades son un verdadero
problema, y citar las palabras de Proverbios: “El que anda con sabios, sabio será, más quien es compañero de necios
sufrirá daño” (Proverbio 13:20), y quedarse ahí, sin más. Aunque es cierto
que "las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Corintios 15:33) y que en muchísimas ocasiones abusan del alcohol para desinhibirse y hacer/decir
lo que no serían capaz de llevar a cabo sin ese “puntito” (lo cual es bastante
triste), el propósito principal de estas personas es estar unos con otros
haciéndose compañía, cubriendo sus necesidades emocionales, compartiendo sus
vidas, formando parte de un grupo cohesionado, hablando, riendo, dando y
recibiendo cariño, etc. En definitiva, sintiendo y ofreciendo calor humano,
huyendo consecuentemente de la soledad: “La
ausencia de amistades es una de las privaciones más grandes de la vida. Aparte
del gozo mutuo que obtenemos de la relación, los
amigos son una de las barreras más eficaces contra la soledad”[4]. Aristóteles llegó a la conclusión de que, aunque
poseyéramos todos los bienes del mundo, nadie se querría ver desprovisto de la
amistad.
Con esto no estoy tratando de justificar
de ninguna manera determinadas actitudes, tan solo explicarlas. Si el cuerpo de Cristo no es capaz de ofrecer nada de
esto a los cristianos, la alternativa que les ofrecemos a muchos solteros es la
soledad. ¿Cómo vamos a invitar a un adulto a reunirse con otros cristianos si
esto es lo que le espera? No todo consiste en darle la bienvenida, en ofrecerle
la mano o un par de besos, en decirle cuánto nos alegramos de que haya venido y
en dirigirlo a un grupo de discipulado. Implica mucho más. Conlleva entrar en
su vida en todos sus aspectos.
Es aquí donde quiero llamar la atención: nada de esto implica
que las parejas descuiden sus responsabilidades familiares, sino que se involucren
y lo tomen como un servicio del matrimonio hacia los demás: en lugar de tratar
a un soltero como un elemento extraño que se tiene que buscar “las lentejas por
sí mismo”, deben hacerlos partícipes de sus vidas y buscar un espacio para
ellos, siendo la hospitalidad una de las maneras: “Muchas personas tal vez
te discriminen por ser soltero. Por ejemplo: ya no te invitan a eventos a sus
casas e invitan solo a los casados porque sus temas de conversación
supuestamente van dirigidos solo a los casados. Esto no es verdad, porque solo
se aplican a temas respecto a los hijos y a la vida íntima de convivencia
matrimonial. Fuera de estos, todos los demás son temas universales y yo dudo mucho
que cada vez que se reúnen las parejas casadas estén siempre hablando de su
vida íntima como matrimonio. Por lo tanto, ese argumento se cae”[5].
Tampoco digo que inviten a un soltero a una cena de
matrimonios o de novios, porque si asiste probablemente se sentirá peor, aunque
cada persona es diferente y quizá no le importe. Es cuestión de preguntarle. Personalmente,
nunca salgo con más de una pareja a la vez, estén casados, sean novios, estén
en proceso de serlo o haya algo entre
ellos (evito ser aguantavelas a toda
costa aunque me amenacen con la muerte si no lo hago), a menos que vengan otros
solteros (como amigos o familiares míos), y no siempre. Depende de mis ganas y
de la situación en particular.
Además, cuando hay más de una pareja, absolutamente
siempre (como si fuera una regla universal), terminan por sacarte tarde o
temprano el tema, con las repetitivas
frases que te producen hastío: “Ya verás como dentro de poco te vas a echar una
novia y así podremos salir en pareja todos juntos”; “¡Búscate una novia!”; “Te
la vamos a buscar”. Los que dicen estas expresiones (aunque sea de broma o con
buenas intenciones), no saben realmente los sentimientos que provoca en el que las
oye. Y si se les dice algo para que, por favor, no las digan, al poco tiempo se
les olvida por completo. Es como si, de manera instantanea, les envolviera un espíritu de Alzehimer y se olvidaran, y luego en consecuencia las vuelven a repetir como loros. ¡Verdaderamente alucinante! Así que al final terminas
por desistir, sabiendo que tarde o temprano el foco de la conversación estará
sobre ti. Viene a ser una losa que hay que soportar cada cierto tiempo con
resignación. Una razón más de mucho peso para no estar con más de una pareja a
la vez; sientes como si fueras parte de un espectáculo en el circo donde te
lanzan cuchillos y tú estás en el centro de la diana intentando contener la
respiración. Solo añadiré que, en esos momentos, dan ganas de salir corriendo y
saltar por la ventana, aunque te encuentres en el último piso del Empire State. Pero, una vez más y como siempre,
aunque sientes agujas bien puntiaguadas en el corazón, aguantas con una media
sonrisa en los labios, más falsa que un billete de 3247 euros con la cara de
los protagonistas del Chavo del 8.
En el pasado salí en alguna ocasión con más de una
pareja y no me sentí nada bien. El sentimiento de ser el impar era muy agudo. Como una pareja siempre suma par, el soltero
siempre es el impar. Ser el número “tres” lo llevo bien, siempre y cuando se trate de personas a las que conozco desde hace
muchos años y cuando tengo mucha intimidad con ellos. Pero ser el “cinco”,
el “siete”, el “nueve” o más, no. Aunque como he dicho, a lo mejor a otros
solteros no les importa. En mi caso (aunque con el humor trate de quitarle
hierro), lo siento tal y como lo he expresado, y actúo en consecuencia.
Todo se debe hacer con tacto, no como una carga o por
compasión, sino por amor: “A las parejas
casadas: Hagan planes para que la hospitalidad de ustedes incluya a gente
soltera: es decir, grupos pequeños, cenas de los domingos, comidas al aire
libre, reuniones en días festivos. Se sorprendería si supiera cuántos solteros
jóvenes y mayores pasan solos la Navidad, Pascua [...]. Todos suponen que
alguien más los invitó. No tiene que ser una gran cosa. Simplemente actúe de
manera natural. No olvide que hay personas solas de dieciocho y de ochenta
años, y también de setenta, de sesenta, de cincuenta, de treinta y de veinte
años; hombres y mujeres, casados anteriormente, que nunca se casaron,
divorciados y viudos. Piense como cristiano. Esta es su familia, más profunda y
más eterna que sus parientes”[6].
Si “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28), tampoco
se debería tratar al soltero como si fuera una especie aparte.
Por otro lado, los
hombres casados deberían buscar tiempo para estar con los hombres solteros, e
igualmente las mujeres casadas deberían buscar tiempo para estar con las
mujeres solteras, sin necesidad de que siempre estén presentes sus cónyuges.
En demasiadas
ocasiones no se tiene en cuenta las circunstancias de muchos solteros. La
inmensa mayoría de las veces no se toma en consideración sus sentimientos y no
hay una preocupación real por cómo piensan y sienten. Parece que lo único
importante es que asistan a las reuniones eclesiales. Además, se les suele
gastar bromas que no les hacen la más mínima gracia: “Tú sí que vives bien,
¡libre!”, “Qué felicidad. Sin responsabilidades ni preocupaciones”. Esas no son
maneras de ganarse la confianza de nadie. ¿Qué soltero va a querer abrir su
corazón ante tales comentarios? ¡Ninguno! ¿Por qué, en lugar de eso, no se
interesan realmente por sus vidas y los hacen partícipes de las suyas, sin
hacerlos sentir ciudadanos de segunda categoría? ¿Por qué no se escucha lo que
guardan en sus corazones, en lugar de sermonearles con textos bíblicos sacados
de sus contextos y usados como si fueran pociones mágicas? ¿Por qué no se les
ofrece amistad, en lugar de decirles que se fijen en tal o cual persona para
una posible relación, sin saber cuánto les molesta esas palabras? ¿Por qué no
tomar conciencia de que para muchos de ellos no es nada fácil ver a otras
personas formar sus propias familias, mientras tratan de abrirse paso en la
vida de otras maneras? ¿Por qué no aceptar que algunos prefieren permanecer
solteros? ¿Por qué son pocos los que se esfuerzan en ayudarles? ¿Por qué no
recapacitar y darse cuenta que muchos se sienten en la más completa soledad,
donde casi nadie se molesta en conocerlos, en descubrir sus dones, en animarles
a usarlos y en pasar tiempo de calidad con ellos?
Me resulta increíble
que haya solteros que se sienten en un banco domingo tras domingo y nadie se
acerque a conocerlos realmente, aparte de los saludos de rigor y las típicas
frases hechas. Como alguien
señaló: “No es amigo el que te abraza y
te besa; amigo es el que te comprende y te aprecia”. El “cómo estás” se
convierte en una pregunta de cortesía, sin mayor interés. Cuando te das cuenta
de esto, contestas con un simple “bien” y te alejas emocionalmente de esas
personas. Aunque estén en tu vida por una serie de circunstancias, no las
sientes como parte de ti. Tienen su propio camino y se supone que tú tienes el
tuyo y que debes arreglártelas por ti mismo. Se supone que tu edad y madurez
implica que todo está bien y en orden. No sientes que puedan comprenderte ni
ponerse en tu lugar. Pocos empatizan. Se limitan a darte soluciones (sus soluciones) o a exhortarte tras
encasillarte en diversos prejuicios. Finalmente, te distancias de ellos y no abres
tu corazón. No hay confianza para hacerlo. La complicidad brilla por su
ausencia. Llega la noche y el silencio acampa alrededor.
¿Cómo pueden decirle tras semanas sin aparecer
por el local de la iglesia que “lo echaron de menos”, cuando nadie se molestó
en visitarle o en llamarle por teléfono en todo ese tiempo? Luego, cuando dejan
de venir o se marchan a otra congregación, el resto se pregunta con una rima:
¿Dónde está? ¿Qué pasó? El “invisible” se esfumó.
En muchos lugares se
ha perdido el sentido de familiaridad como cuerpo de Cristo. O te adaptas al
grupo y sus costumbres, o te ves marginado. Los que forman parte de una iglesia
local creen que los que vienen de otro lugar verán lo unidos que están y lo
maravilloso que son, y así querrán automáticamente formar de esa comunidad. Eso
es un error. El esfuerzo debe ser bilateral, nunca unilateral: “La soledad total puede llegar a convertirse
en una carga punto menos que insoportable. Es interesante observar que los
grandes líderes de la Biblia tuvieron por lo menos un compañero íntimo en quien
encontraron apoyo. Moisés lo halló en Josué, Elías en Eliseo, Jeremías en Baruc,
Bernabé en Pablo, Pablo en Timoteo y otros colaboradores”[7].
No tiene ningún sentido que muchos solteros tengan que
vivir aislados:
¿A quién puede un hombre decir: “¡Aquí estoy!
Heme aquí en mi desnudez, con mis heridas, mi dolor
oculto,
mi desesperación, mi perfidia, mi padecimiento,
mi lengua incapaz de expresar mi angustia,
mi terror, mi desamparo”?
¡Escúchame un día... una hora... un momento,
no sea que expire en mi terrible desierto,
en mi silencio solitario!
¡Oh, Dios! ¿No hay nadie que escuche?[8]
Al igual que hago referencia a los solteros, también
aludo a los viudos, huérfanos, divorciados, madres solteras, hijos de padres
separados, ancianos, etc.: “La iglesia
debiera ser un refugio para quienes viven abrumados por su soledad, inconversos
o creyentes. Pero esto sólo es factible cuando entre los miembros hay una
comunión genuina, cuando el amor de Dios brilla a través del amor de sus hijos
y cada uno se siente querido y aceptado, a pesar de su carga de defectos”[9].
El origen del problema eclesial
Parte del problema tiene su origen en el modelo que
hay establecido en la inmensa mayoría de iglesias: lo más importante es la liturgia
y poco más. Esto termina por convertir en espectadores pasivos a los asistentes.
Una vez concluido el llamado “culto” semanal, se dispersan rápidamente porque
tienen que ir a sus casas a preparar la comida o a continuar con sus vidas
perfectamente planificadas. Parece que vuelan: cuando te das la vuelta se han
teletransportado, al estilo Star Trek.
Desaparecen, y un segundo después aparecen en sus casas. Y más si están
casados. De esta manera, difícilmente se pueden crear lazos comunes. Nos
pasamos horas hablando con familiares, compañeros de estudios y de trabajo, y
apenas unos minutos con aquellos que comparten nuestra misma fe en uno o dos
encuentros semanales. No lo entiendo. ¿Acaso creemos que fue casualidad que Jesús mandara
a los discípulos de dos en dos? No
entiendo que se dedique tanto esfuerzo a presentar proyectos, inversiones
económicas y actividades, y tan poco en profundizar en la verdadera “iglesia”,
que son los creyentes. Me causa fatiga y me aburre hasta la extenuación escuchar
la expresión “hay que venir a la iglesia”. ¿Cuándo aprenderán muchos que el
local/edificio no es la iglesia, sino que la Iglesia está formada por los redimidos,
los que “han nacido de nuevo”, cuando se reúnen?
Es cierto que muchos aspectos narrados en el libro de
los Hechos de los Apóstoles no tienen que ser normativos para los cristianos de
todas las épocas, pero hay cuestiones en que podríamos hacer mayor hincapié y
tomar de ejemplo. Dice en Hechos 2:46: “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en
las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. En lugar de comer juntos dos veces al año (Navidad y aniversario
de la congregación), ¿por qué no lo hacemos más a menudo? Aunque lo hiciéramos únicamente
una vez al mes, el porcentaje respecto a días del año seguiría siendo ridículo:
el 0,26% aproximadamente. No todo es reunirse para los diversos cultos o
actividades. En ese aspecto, creo que no hay nada más familiar que las llamadas
“iglesias en casa”, que era la manera en que solía reunirse la iglesia
primitiva.
También se debería hacer un énfasis especial en la
comunión fuera de las cuatro paredes del local. Se debería exhortar a la
verdadera hospitalidad entre hermanos. Aquellos que puedan: ¡que abran las
puertas de sus casas y sus familias a aquellos que no tienen esos privilegios! ¡Que
aprendan a compartir su tiempo con aquellos que necesitan el contacto humano,
tanto para dar amor como para recibirlo!: “El soltero se siente solo y rechazado
muchas veces porque siente que no encaja en ningún lugar. Sin embargo, cuando
la iglesia funciona como familia de fe, ella provee lo esencial para la vida de
cualquier persona: sentido de pertenencia, calor familiar, una comunidad, amor,
alegría y gozo, apoyo en tiempos dificiles, la oración de unos por otros, el
compartir la carga para que no se haga tan pesada, fortaleza, esperanza,
compañerismo”[10].
Durante un año estuve de obrero en una congregación
donde la inmensa mayoría de los hermanos eran de étnia gitana. La comunión que
allí se creó fue increíble. La mayoría de ellos no tenían prisas por volver a
casa tras la reunión. Se celebraban todos los cumpleaños. Comíamos al aire
libre. Y me abrieron las puertas de sus casas en todos los sentidos. Es cierto que surgían problemas –como es normal en todo lugar donde
hay seres humanos conviviendo-, y que no eran los mejores teólogos del mundo. En
ocasiones diferíamos en diversos aspectos de su cultura tradicional. Pero si
algo aprendí en aquel tiempo es la importancia que le concedían al trato
humano, con sus alegrías y tristezas, y a pasar el tiempo juntos como familia. El
cariño que recibí es imborrable en mi corazón. En ese aspecto, los tomo como un
ejemplo a seguir.
La urgencia de promover la comunión es máxima, y
debería ser prioritaria para todos los cristianos. ¿Por qué? Porque al final
muchos solteros terminan buscando cubrir sus anhelos de intimidad fuera del
cuerpo de Cristo, sea con amigos inconversos o con una pareja que no es
creyente o es de otra “religión”[11],
uniéndose en yugo desigual (aunque absolutamente nada justifica hacer esto). Ante
esta carencia de relaciones personales y “cara a cara” (físicamente
presenciales), no es de extrañar la adicción emocional que muchos tienen a los
“chats”, a los diversos métodos de mensajería instantánea y a las redes
sociales. De ahí también la proliferación de páginas en Internet dedicadas en
exclusiva a los “singles”, con grupos para irse de vacaciones, hacer
senderismo, deporte, salir a comer y divertirse, practicar diversos hobbies,
buscar una relación, etc.
Nada de esto
significa que la vida de los demás tenga que girar en torno a nosotros los
solteros. Esa es una idea fantasiosa y puramente egocéntrica: “No faltan los miembros que esperan siempre
estar colmados de atenciones. Todo el mundo debe saludarlos e interesarse por
ellos. Consideran que la iglesia debe reconocer su valía, aunque a menudo ésta
es muy escasa, y llamarlos a ocupar puestos de responsabilidad. Pero sucede a
veces que sus esperanzas y anhelos dejan de cumplirse, unas veces por omisión
involuntaria de los creyentes; otras, porque su actuación resulta poco
atrayente o porque sus dones no están a la altura de lo que apetecen. Entonces
sobreviene el despecho carnal, el enfado, el volverse indiferentemente de
espaldas a la iglesia. Se ha perdido de vista que el ensalzamiento, en último
término, viene de Dios (1 Pedro 5:6)”[12].
No caigamos tampoco en esto. Recuerda que no eres una víctima ni tienes que
sentirte como tal. Busca servir a Dios y Él te ayudará a conocer personas
cercanas a Su corazón.
* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en:
4. LOS SOLTEROS SE PREGUNTAN: ¿DÓNDE ESTÁN LOS AMIGOS?
4.2. Una amistad verdadera
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/05/una-amistad-verdadera_20.html
4. LOS SOLTEROS SE PREGUNTAN: ¿DÓNDE ESTÁN LOS AMIGOS?
4.2. Una amistad verdadera
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/05/una-amistad-verdadera_20.html
[2] En el apartado “¿Buscar o
no buscar pareja?” retomaré el tema de las ciber-relaciones.
[4] Sanders,
Oswald J. Cómo enfrentar la soledad. Portavoz.
[5] Dávila, Zoricelis. Felizmente solteros. Casa Bautista de
publicaciones.
[6] Piper, John. Pacto matrimonial. Tyndale.
[7]
Martínez, José M. Ministros de Jesucristo
(vol. I). Clie, p. 96.
[8]
Sacado del prólogo de la obra El hombre
que escucha, de Taylor Cadwell,
que a su vez cita a Séneca.
[9]
Martínez, José M. Ministros de Jesucristo
(vol. 2). Clie.
[10] Dávila, Zoricelis. Felizmente solteros. Casa Bautista de
publicaciones.
[11] He puesto “religión”
entre comillas porque el verdadero cristianismo no es una religión.
[12]
Martínez, José M. Ministros de Jesucristo
(vol. 2). Clie.
Es muy difícil tener amigos cristianos. Me siento totalmente identificada con este escrito. La verdad que no sé qué hacer. Cuando “voy a la iglesia" me alegro de ver a la gente, pero me siento aislada. No me conocen, a pesar de llevar más de 6 años congregándome. Me siento invisible. Cada uno tiene su vida, y nadie se interesa por como estás realmente. Estoy empezando a considerar el cambio de congregación, si sigo así más tiempo. Pero no estoy segura de que esa sea la solución. Quizá en otro sitio ocurra lo mismo y no es maduro, ni sano saltar de congregación en congregación. He pensado en hablar de como me siento con algunas hermanas, pero no sé si haré bien. No tengo la suficiente confianza. Lo que sé es que algo tengo que hacer porque me entristece está situación pues no tiene nada que ver con lo que leo en la Biblia, como tú dices, en el libro de los Hechos. Gracias por este artículo tan acertado.
ResponderEliminarHola hermana:
EliminarLlevo desde ayer que leí tus palabras pensando en ellas. Me afecta saber que hay hermanos pasando por este tipo de situaciones. La verdad es que está comprobado que es un mal endémico que sucede en demasiadas iglesias en todo el mundo, lo cual es bastante triste. Las congregaciones se han dejado arrastrar por la sociedad del individualismo y lo único que importa es lo que sucede entre las cuatro paredes del local; fuera parece que la persona soltera o viuda no existe para el resto de creyentes que no los hacen partícipes de sus vidas. Pienso que los pastores deberían tratar este tema con seriedad e insistencia, pero entre que sería reconocer un error que están cometiendo –o al menos no prestándole importancia- y que están embarcados en mil cosas (predicaciones, estudios, su propia vida familiar, etc.), pues no hacen mucho al respecto.
Cambiar de congregación a veces puede ser la solución. Antes de dar un paso así, creo que lo mejor es informarse y visitar otras iglesias locales. No se pierde nada. Como dices, no es plan de saltar de una a otra, pero tampoco tenemos que vernos en la que estamos como en una cárcel sin salida. Personalmente no creo en esa idea que se transmite desde muchos púlpitos que dice que donde conocimos el Evangelio allí tenemos que permanecer para siempre. Eso es limitar a Dios y sus planes. Dicho esto, la otra cara de la moneda: no siempre es la solución, puesto que tampoco es fácil hacer nuevas amistades, por la sencilla razón analizada: casi todo el mundo vive en su propio mundo y círculo, donde apenas dejan entrar a nadie nuevo, especialmente a partir de ciertas edades. Pero si donde estás la situación no cambia, sí podría ser un paso visitar otros lugares y ver cómo son las personas, sin que esto suponga que vayas a cambiarte por ahora. Eso sí, ten los ojos muy abiertos porque al principio todo pueden ser abrazos y sonrisas de acogida, pero luego no haber calado detrás. Mira a ver qué planes tienen, cómo funcionan, qué trato hay hacia los solteros, cómo se relacionan entre ellos, etc.
(prosigue): ¿Consejos aparte de lo que ya dicho aquí y en el escrito? No es fácil. Me he visto –y me veo- en tú misma situación, así que hablo desde la experiencia personal. Me podría perder en “amistades cibernéticas” (pero no me gusta este método ni me llena lo más mínimo, por mucha cam y msn es sumamente frío e ilusorio), o en “amistades mundanas”. Como no he hecho ni lo uno ni lo otro, he llevado a cabo una especie de plan:
Eliminar- Volcarme en llevar a cabo las pequeñas obras que Dios va poniendo en mi vida día a día. Sería presuntuoso citarlas. Ahí encuentro mi satisfacción.
- Disfrutar de mis aficiones como escribir, leer, hacer deporte, el cine, etc.
- Respecto a las amistades, como dije en “Inside Out (2ª Parte): Aprendiendo del dolor & Los recuerdos y nuestras islas de la personalidad”: “siempre que puedo paso la tarde de los jueves con un amigo en la herboristería donde trabaja, hablando de todo lo humano y lo divino. Y con el resto de amigos con los que comparto creencias y valores fundamentales de la vida (las dos bases de la amistad a medio y largo plazo), cuando encarta y surge la ocasión”. Y esto lo hago “fuera” del local de la iglesia. El amigo de los “jueves” es el único fijo al que veo; el resto de forma muy ocasional.
- Cuando en diversas épocas del año vienen mis sobrinos jóvenes a mi cuidad, disfruto de su compañía, salimos al cine y a comer, etc.
Sé que cada situación es personal e intransferible, y lo que me puede servir a mí no tiene que ser igual de válido para ti. Así que solo lo cuento por si te ayuda en algún aspecto, para desarrollar algún tipo de plan personal.
Te doy las gracias por escribir y espero que tu situación pueda cambiar. Que el Señor te bendiga.
Muchas gracias por tu respuesta y tus consejos. Alivia saber que hay quien vive y comprende esto. A mí también me vale estar centrada en Dios (si, no nada tendría sentido) , en mis estudios y proyectos. Lo malo es a la hora de los cultos: voy, nos saludamos, nos abrazamos y todo eso. Pero luego del “¿Qué tal? - Bien”, ya no pasamos.Fuera no forman parte de mi vida, a pesar de haberlo intentado. Estoy cansada. A este se le añade el problema de la visión tradicionalista que tienen en cuanto a las mujer. Parece que sólo está completa si tiene marido e hijos y que Dios no tiene propósito para nosotras más allá del matrimonio.
ResponderEliminarPersonalmente, creo y siento que estoy completa en Cristo, pero me dicen que no de tal manera, que parece que estoy diciendo algo gravísimo.
Confío en Dios , en que dará una respuesta y de alguna manera todo se solucionará. No soy una víctima, sé que todo puede ser mejor.
Me ha valido un montón leerte, de verdad. Ha sido un desahogo poder hablar de esto, y un soplo de aire fresco, el ver que alguien rompe el silencio y dice las cosas como son. Ha sido como una luz. Muchas gracias. Dios te bendiga.
Gracias a ti. Y me alegro que te sirva de desahogo. Tu frase "a pesar de haberlo intento. Estoy cansada" la firmo.
EliminarSobre el tema de la mujer y de estar supuestamente "incompleta", refuté esa idea en ¿Incompletos sin pareja?:
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html No entiendo cómo una idea secular se ha infiltrado en el cristianismo. No somos una "media naranja", sino una "naranja completa". Una pareja nos puede "complementar", pero no "completar"; como bien dices, en Cristo estamos "completos". Grandes hombres y mujeres de Dios fueron solteros (como vemos en la Biblia), y hoy en día sucede exactamente igual, así que decir que no hay propósito más allá del matrimonio es otra falacia.
Mucho ánimo y adelante.
Después de esta conversación, me animé y decidí insistir en el tema escribiendo de nuevo al respecto. Aquí el resultado:
ResponderEliminarhttp://protestantedigital.com/tublog/40654/Clamando_por_amigos_los_SAAVD_
Ayer por la noche entré en Protestante Digital y lo leí. No había visto tu comentario por aquí. De nuevo, te agradezco por este blog, por tus palabras y consejos. También te doy gracias por escribir sobre este tema en Protestante Digital, puede hacer a alguien reflexionar y que cambien algo las cosas. Dios te ha usado para bendecir mi vida. Pienso que encontrarme con tus escritos ha sido como cuando el Señor le dijo a Elías que aún había 7000 que no habían doblado sus rodillas ante Baal. A mi alrededor no conozco a nadie en esta situación y ver que hay alguien que la vive, la entiende, está viviendo para su gloria y Él lo usa para bendecir a los demás me ha fortalecido y ha restaurado mi ánimo para vivir en los propósitos que ha puesto en mi corazón.Dios te siga bendiciendo un montón
EliminarHola de nuevo hermana. Aunque no lo conozco personalmente porque nos separan cientos de kilómetros, tengo contacto “vía email” desde hace unos años con un pastor, porque uno de sus libros me encantó y logré hablar con él. Quitando algún aspecto personal, te copio un correo que me mandó hace poco haciendo mención al artículo de PD. Creo que señala muy bien la raíz de la problemática que estamos tratando:
EliminarUna vez más has puesto el dedo en la llaga... Es muy real lo que dices. Llevo tiempo constatándolo, no solo en los aspectos que mencionas, que son reales y dolorosos en muchos casos, sino también en la actitud que mantenemos los creyentes de apatía e indiferencia a todo aquello que no sea lo mío y mis circunstancias. Dice el apóstol de los gentiles que forma parte del carácter de los hombres en los últimos tiempos (2 Tim.3:1), siendo "amadores de sí mismos".
La indiferencia nos anega y ahoga. La superficialidad en las relaciones nos pasa factura. Tengo tres hijos varones, el mayor ya casado desde hace un año, los otros dos están en casa con nosotros, y a menudo hemos hablado de las dificultades de encontrar amigos de verdad en las congregaciones, es un déficit muy notorio que arrastramos en esta generación nuestra.
En fin, amado hermano, no lloramos solos, buscamos soluciones, aunque se impone en tantos casos una realidad distante que hiere el alma. Una palabra a su tiempo es buena, por eso, me ha parecido oportuno tu artículo y por mi parte dedicarle el tiempo para leerlo, meditarlo y escribirte. Es evidente que vivimos muy ajetreados, pero debemos parar en ocasiones, aunque tarde, para escuchar a otros, leer a otros (que es otra forma de comunión y amistad) y esforzarnos en salir de nuestro pequeño mundo viendo más allá de nuestras narices lo que hay a nuestro alrededor.
Lo he querido compartir porque es muy cierto e interesante lo que expone. Un punto de vista más que amplía la panorámica. Como tú dices, espero que cambien algo las cosas.
Agradecerte de nuevo que te tomes tiempo para leer el blog y me alegro que resulte de bien para tu vida. Y claro, servir al Señor es lo más grande y lo que verdaderamente llena la vida, cada uno según Su planes, unos para ti y otros para mí. Así que nuevamente mucho ánimo en tu vida y que el Señor te use y te bendiga.