Cuando un hombre o una mujer está verdaderamente
enamorado de su pareja quiere saberlo absolutamente todo de ella: desde sus
pensamientos más profundos, sueños, alegrías, tristezas, miedos y traumas,
hasta sus anhelos y gustos personales en todas las esferas de la vida. Sabe que
así podrá tratarla lo mejor posible. Siguiendo esta idea y llevándola al plano
de la fe, me cuesta muchísimo entender que una persona que verdaderamente ama a
Dios no quiera aprender más de Él y no ponga ningún interés en leer Su Palabra, ni adquiera buenos libros que tratan multitud de temas sobre el Creador para
conocerle mejor. Y aquí añado un matiz importante para hacer una aclaración: puede
haber personas a las que les guste menos leer que a otras, o que por cuestiones
laborales y familiares no dispongan de todo el tiempo libre que desearían. Eso
lo comprendo y lo acepto. Ahora bien, ¿no leer en absoluto? Me parece ilógico. Con
esto no quiero decir que quien no lee no sea un creyente genuino o que no ama a
Dios, como tampoco que quien lee mucho es más espiritual por ello. Pero sí que
es un área que cada uno debe revisar en el caso de que sea una laguna a cubrir.
Sé que una de las señales de una verdadera conversión es
la manifestación del fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas
5:22-23), pero estoy convencido de que el “hambre” por conocer más y más de
Dios es otra de las señales de alguien que ha experimentado “el nuevo
nacimiento”. La persona que no lee puede ser a causa de la propia pereza, el
conformismo, la apatía, etc. Y por otro lado, aquellos que son como las crías
de los pajaritos: están tan acostumbrados a sentarse los domingos en un banco
con la boca abierta a
que se lo den todo, que no se esfuerzan lo más mínimo en comer por sí mismos
(aunque parte de culpa es de la eclesiología imperante que promueve directa e
indirectamente la pasividad, al convertirnos en espectadores y consumidores).
Muchos
llevan años así, incluso décadas, y con eso les basta. Es una manera más
de caer en la pura religiosidad, muerta en sí misma: “El
día en que el bebé de la familia empieza a comer solo es muy importante. El
nene está sentado frente a la mesa y empieza a usar la cuchara, quizá al revés,
pero luego la usa bien y la madre o la hermana dice regocijada: el nene está
comiendo solo. Pues bien, lo que necesitamos como cristianos es poder comer
solos. Cuántos hay que se sientan, impotentes y apáticos, y abren la boca, con
hambre de las cosas espirituales, pero esperan que el pastor les dé de comer,
mientras que en la Biblia hay ya una lista de una gran fiesta para ellos. Pero
no se animan a empezar a comer solos”[1].
Hoy en día, vemos a nivel mundial congregaciones
llenas de personas con un nivel teológico pobrísimo. Esto se observa incluso
entre los ministerios, con predicaciones llenas de clichés antibíblicos, o en
las letras de canciones vacías de contenido. Muchos camuflan la falta de
conocimiento de las Escrituras con la famosa frase: “Escuchen al Ungido de
Jehová: siento del Espíritu Santo que...”. Y así lo arreglan todo. Lo que mueve
a estos creyentes son las emociones positivas y los sentimientos agradables
(que bordean el misticismo, abrazando en ocasiones la histeria colectiva), dejando
la mente racional a un lado. Es la manera de atraer a las personas.
En la actualidad,
tenemos versiones de la Biblia de todos los colores, tamaños y formatos, junto
a libros de teología extraordinarios, pero muchos prefieren como ingenuos las “nuevas
revelaciones”, como si la Palabra de Dios necesitara un apéndice. Todos ellos olvidan inconscientemente
u omiten voluntariamente las palabras de Pablo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta” (Romanos 12:2). ¡Transformar
la mente!
Las consecuencias
de no querer aprender ni leer
Como
he dicho, entiendo perfectamente que haya personas a las que leer no les
entusiasme. No es que no lean la Biblia y otros libros cristianos, sino es que
en general no leen porque no les agrada tal actividad. Pero hay tanto en juego
que quiero que tomes consciencia para que reviertas tu forma de afrontar esta
situación. No quiero desanimar, sino mostrarte lo que hay que cambiar por tu
propio bien. Es tu salud personal (mental, emocional y espiritual) lo que está
en juego.
Los
peligros de no leer y de no estudiar por uno mismo son evidentes:
1.
El peligro ante las crisis: Ante una crisis personal (emocional, sentimental,
espiritual, eclesial, etc.), el peor enemigo son las emociones. ¿Por qué?
Porque ante las circunstancias adversas, los sentimientos son predominantemente
negativos. Siendo claros, en una crisis lo único que salva al individuo es la
fe conceptual. ¿Y esto qué significa?: Saber en quién has creído, y las
palabras de consuelo y ánimo de Aquel que te salvó. Si la Palabra de Dios no
forma parte de nuestros pensamientos y no nos hemos apropiado de ella, nos
hundiremos sin remedio ante las crisis que nos acontezcan en la vida. Cuando no
se usan las herramientas que el Señor ha puesto a nuestro disposición, caemos
en el infantilismo espiritual: infantiles en la fe, inmaduros en nuestras
creencias, sin crecemiento en nuestro
ser interior y sin sabiduria práctica. Ahí se hacen realidad las palabras que
Dios le dijo a Israel: “Mi pueblo fue
destruido, porque le faltó conocimiento”
(Oseas 4:6). Recuerdo a una persona que, cuando oía una historia
bíblica, decia: “Esa ya la sé”, y la narraba mejor que un erudito. ¿Las creía
sinceramente en su mente y las ponía por obra?: No. Era un saber vacío, porque
poseer el conocimiento de algo sin ponerlo en práctica no sirve de nada. ¿Consecuencias?:
Terminó por apartarse de Dios.
2. El peligro de
no saber aplicar la fe: Hace
varios años, escuché a un joven hablando con otros chicos de su edad. Él les
preguntó cómo podía saber que Dios lo perdonaba cuando se arrepentía tras
pecar. Me quedé callado para oír qué decían. Todas las respuestas eran
“humanas” y ninguna respuesta concretaba nada. Al final tuve que intervenir y
citar varios versículos, comenzando por el que hubiera hecho innecesaria
aquella conversación: “Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Todo
quedó claro para aquel muchacho. ¿Es que yo era más listo que ellos? Ni mucho
menos. ¡Hay tantas cosas que yo no sé! Simplemente conocía un texto bíblico sumamente
básico y de una sencilla aplicación práctica.
Ninguno
de los que participaron en aquella conversación eran creyentes de pocos días,
sino de años. El autor de la carta a los hebreos les habla a esta clase de
personas: “Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio,
necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las
enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida,
tienen que tomar leche. Y los que se alimentan de leche son como niños de
pecho, incapaces de juzgar rectamente. La comida sólida es para los adultos,
para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo
bueno y lo malo” (Hebreos 5:12-14,
´DHH`). Eran creyentes a los que aún había que explicarles una y otra vez lo
más básico, junto a las doctrinas fundamentales del cristianismo.
De ahí que observemos a
Pablo un tanto cansado, como diciendo: “Llevamos mucho tiempo explicando lo
mismo. Habéis sido como niños, y como tales, os hemos dado leche. Pero ya no
tenéis edad de ser niños. Es hora de tomar alimento sólido de la Palabra de
Dios. Lo básico ya tendría que ser sencillo para vosotros. Deberíais ser
maestros para poder explicarles a otros recién nacidos el significado de quien
es Cristo y toda la obra que llevó a cabo. Sin embargo, todavía tenemos que
estar pendientes de vosotros, de vuestra inmadurez, de que vuestra fe no
decaiga, porque incluso os cuesta distinguir el bien del mal”. Se estaba
desahogando al mostrar su sentir, pero a la vez su esperanza: “Por lo tanto, dejando ya los rudimentos de
la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Hebreos 6:1).
3.
El peligro de aceptar herejías: Es
terrible la cantidad de literatura que se ve en librerías cristianas que
atentan directamente contra las enseñanzas de las Escrituras. Si el pueblo de
Dios escudriñara la Biblia con una sana hermenéutica, muchos de los libros de
Joel Osteen, Joyce Meyer, César Castellanos, Bernardo Stamateas, Cash Luna, Guillermo Maldonado,
Benny Hinn y compañía serían rechazados inmediatamente. Los propios creyentes
huirían de ellos. Por el contrario, estas personas mueven masas, los miembros
de sus congregaciones se cuentan por miles, tienen incontables seguidores en
las redes sociales, y se han convertido en autores de renombre que ganan
millones de dolares con sus “best-seller” sobresaturados de herejías. Ese es el
éxito que muchos cristianos ambicionan. Lo que me resulta aun más increíble es
la manera en que algunos miran para otro lado (o meten la cabeza debajo de la
tierra) cuando se les avisa claramente de las falsas enseñanzas que han aceptado
y a su vez están enseñando a otros. Otros directamente se enojan y arremeten
contra los que “osan” señalar sus gravísimas faltas teológicas. Incluso desde
el mundo secular se están denunciando las incongruencias de estas mentiras.
Esto es vergonzoso. Como dijo Martin Luther King: “Nada
en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la
estupidez concienzuda”.
4. El
peligro de no saber en qué creemos: Otra característica que se observa
entre cristianos, es que no saben exponer mínimamente por qué creen en lo que
dicen creer. Conocen lo justo de la fe que profesan, a pesar de llevar años
escuchando decenas de predicaciones. No son capaces de explicar de manera
sencilla por qué han creído que Jesucristo es el Hijo de Dios, para qué murió
en la cruz, por qué la salvación es un regalo, cuál es el plan futuro que el
Creador tiene preparado para la humanidad, etc. Hace unos días, un hermano
español que reside en Alemania, me comentaba su preocupación al comprobar el
bajo nivel de conocimiento bíblico de los que le rodeaban, algunos de los cuales
ni siquiera creen que son salvos o consumen material del G12. Incluso al llegar
a la congregación se encontró una herejía, palabras literales suyas: “la de ´todos somos
hijos de Dios` (incluidos los de fuera que son malvados que no se han
reconciliado con Dios)”.
Juan de la Cruz llamó “la noche oscura
del alma” a ese momento de la vida donde dudamos de todo. Incluso el creyente
más fervoroso puede pasar por ese trance. Es ahí, nuevamente, donde la fe
conceptual nos salva. ¿Qué es la fe?: “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Creemos en Alguien a quien no vemos directamente
con nuestros ojos físicos, pero la fe no es ciega. En la misma creación y en la
naturaleza contemplamos la “huella” de Dios: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen
claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de
las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
Aparte de nuestro
propio testimonio personal y el de millones de personas a lo largo de dos mil
años, tenemos una base perfectamente estructurada de nuestra fe, basada en
documentos históricos que nos narran la vida de Jesús, sus palabras, sus
acciones, sus enfrentamientos con los que querían matarle, sus amistades, sus
últimas horas con vida, los detalles de su muerte y los de su resurrección,
junto al camino que siguieron sus discípulos tras verlo nuevamente con vida. A
todo esto podemos seguirle la pista de manera fiable. Cualquiera que se moleste
en estudiar los libros de apologética cristiana que hay al respecto, podrá comprobarlo.
Así, aún en la noche más oscura de nuestra alma, podremos exclamar como Pablo: “Yo sé en quién he creído” (2 Timoteo
1:12).
5. El
peligro de no disfrutar de Dios: Todos conocemos la historia de aquellos
que caminaron con Jesús sin saber que era Cristo resucitado. Él les declaró en todas las Escrituras lo que de él decían. Tras
desaparecer de la vista de ellos, dijeron: “¿No
ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32). Sin duda alguna, uno de los
mayores placeres y un gozo inenarrable que se da entre cristianos es hablar de
Dios y de Su Palabra. En mí arde el corazón cuando lo hago y es un sentir que
jamás quiero perder. Tengo varios amigos con los que puedo compartir esa pasión,
aunque procuro evitar a los que sólo buscan avasallar e imponer con verborrea
sus creencias personales. El problema surge en aquellos que apenas tienen
comunión con Dios y tienen la Biblia en la estantería, como si fuera un amuleto
o algo parecido. Para ellos, es aburrido hablar de las cuestiones divinas,
incluso incómodo. Si es tu caso, ¡en tu mano está disfrutar de lo más grande
que existe!
6. El peligro de vivir en el pasado: Este
peligro suele ser más habitual del que nos imaginamos: cristianos genuinos que
viven instalados en el conformismo de “ya aprendí lo suficiente”. Tuvieron un
encuentro con Dios, “nacieron de nuevo”, sintieron la emoción de ese primer
amor, estuvieron un tiempo buceando en la Palabra... y ahí se quedaron. Han
convertido su fe en rutina. No hay frescura en sus palabras porque leen la
Biblia muy de vez en cuando (no digamos ya literatura cristiana), ya no se
emocionan hablando de sus maravillas y apenas la llevan a la práctica en sus
vidas diarias. El tiempo fuera del trabajo se reduce a conversaciones banales,
al tiempo de ocio y al descanso particular; nada más.
¡Merece la pena el esfuerzo!
Todos los
“peligros” que hemos analizado tienen solución. Jesús le dijo a los
judíos que habían creído en él: “Si
vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Conocer la
verdad nos hace libres. Y esto no abarca únicamente el mensaje de salvación. A
medida que profundizamos en el conocimiento de TODA la verdad revelada por
Dios, más libres somos: conocemos el amor de Dios para con nosotros, la manera
de afrontar la ansiedad, qué hacer ante la naturaleza caída que mora en nuestro
interior, cómo vivir ante sentimientos de soledad, en qué manera debemos
organizar nuestra mayordomía (nuestro cuerpo, nuestras posesiones materiales,
nuestro dinero, nuestras relaciones personales, nuestro tiempo, nuestra
vestimenta), cuál debe ser nuestra actitud ante los enemigos, etc.
Por todo esto sigue
vigente para todos nosotros la exhortación de Jesús a los judíos: “Escudriñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
Recomendaciones
En lo que respecta a
los libros que nos pueden ayudar a ahondar más y más en esa verdad, el problema
de muchos reside en no
saber qué leer exactamente. En demasiadas ocasiones se compra a ciegas o porque
el título nos llama la atención. Por eso a veces se infiltran en nuestra
biblioteca personal manuscritos horribles. Así que he hablado con Salvador Menéndez
(autor de “La esencia del cristianismo” y “El eco de su nombre”) y Virgilio
Zaballos (“Conceptos errados”, “Esperanza para la familia”, “Orando con el
salmista”, entre otros) para, entre los tres, elaborar una lista de libros y
material didáctico que hemos leído en todos estos años y que recomendamos;
aunque posiblemente se queden muchas grandes obras sin citar porque aún no han
caído en nuestras manos y no soy partidario de aconsejar un libro que no se ha
leído, por muy buenas críticas que tenga[2].
Esto no
significa que el contenido de los que voy a citar sean infalibles. Además, es
casi imposible estar de acuerdo con todas y cada una de las miles de líneas de
todos estos escritos, pero los recomendamos porque son verdaderas joyas. Aún
así, tendrás que hacer como los de Berea, “escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran
así” (Hechos 17:11). Esa es la manera de
aprender. Todo lo que leas,
pásalo por el filtro de la Biblia, que debe ser tu libro principal. Cuanto más
la conozcas, más fácil te resultará verificar los aciertos (para apropiarte de
ellos) y señalar los errores (para rechazarlos). Como dijo Spurgeon: “Tienes permitido visitar muchos libros
BUENOS, pero debes siempre vivir en la Biblia”.
Si lees
apenas media hora diaria, verás los cambios en tu mente y en tu corazón en unos
pocos meses; ni te cuento en algunos años. Todo es cuestión de establecer
prioridades: un poquito menos de televisión, un poquito menos de internet y menos
ociosidad; más leer, estudiar y aprender. Y, por favor, que nadie me venga con
la excusa de que no tiene dinero para comprar algún libro, cuando la inmensa
mayoría no tiene problemas en cuanto a gastos de ocio, ropa, tecnología y
diversas aficiones. No estoy diciendo que vistas como un mendigo ni que dejes
de comer para gastarte 5000 euros en literatura. Pero, a menos que tu situación
económica sea sumamente apurada, casi todo el mundo se puede permitir al menos dos
o tres libros al año (tirando por lo bajo), tomando como medía que cada uno de
ellos cuesta entre 10 y 25€.
Ahora
todo queda en tus manos:
TEMÁTICA
|
TÍTULO
|
AUTOR
|
TEOLOGÍA
|
Teología
sistemática
|
Millard
Erickson
|
TEOLOGÍA
|
Teología
sistemática
|
Wayne Wrudem
|
TEOLOGÍA
|
Introducción a
la Teología
|
José
Grau
|
TEOLOGÍA
|
Introducción al Antiguo Testamento
|
Longman-Dillard
|
TEOLOGÍA
|
Introducción al Nuevo Testamento
|
Everett Harrison
|
TEOLOGÍA
|
Institución de
la religión cristiana
|
Juan Calvino
|
TEOLOGÍA
|
Un Dios en
tres personas
|
Francisco Lacueva
|
SOTERIOLOGÍA
|
La
seguridad de la salvación: 4 puntos de vista
|
|
SOTERIOLOGÍA
|
Solamente
por gracia
|
Charles
H. Spurgeon
|
CARISMATOLOGÍA
|
¿Son vigentes
los dones milagrosos?
|
Wayne Grudem
|
CRISTOLOGÍA
|
La persona y la
obra de Jesucristo
|
Francisco Lacueva
|
CRISTOLOGÍA
|
El
eco de su nombre
|
Salvador
Menéndez
|
HERMENÉUTICA
|
Hermenéutica
Bíblica
|
José María
Martínez
|
PASTORAL
|
De pastor a pastor
|
Hernandes Días
|
HOMILÉTICA
|
Bosquejos expositivos de la Biblia
|
Warren Wiersbe
|
HOMILÉTICA
|
La predicación: puente entre dos
mundos
|
John Stott
|
HOMILÉTICA
|
Discursos a mis estudiantes
|
Charles
H. Spurgeon
|
ECLESIOLOGÍA
|
La
Iglesia, cuerpo de Cristo
|
Francisco
Lacueva
|
ECLESIOLOGÍA
|
La idea de comunidad de Pablo
|
Roberts Banks
|
ESCATOLOGÍA
|
Escatología
Amilenial
|
José
Grau
|
ESCATOLOGÍA
|
Escatología
Premilenial
|
Francisco
Lacueva
|
ANTROPOLOGÍA
|
El
hombre, su grandeza y su miseria
|
Francisco Lacueva
|
APOLOGÉTICA
|
Mero
cristianismo
|
C. S. Lewis
|
APOLOGÉTICA
|
3 preguntas
clave sobre Jesús
|
Murray
J. Harris
|
APOLOGÉTICA
|
Jesús bajo
sospecha
|
Michael
Wilkins
|
APOLOGÉTICA
|
Nueva
evidencia que exige un veredicto
|
Josh MacDowell
|
APOLOGÉTICA
|
Más
que un carpintero
|
Josh MacDowell
|
APOLOGÉTICA
|
El
caso de Cristo
|
Lee
Strobel
|
APOLOGÉTICA
|
Darwin no mató a Dios
|
Antonio
Cruz
|
HEREJÍAS
|
Cristianismo
en crisis del siglo XXI
|
Hank Hanegraaff
|
HEREJÍAS
|
Conceptos
errados
|
Virgilio
Zaballos
|
HEREJÍAS
|
El
purgatorio protestante
|
Gerardo
de Ávila
|
HEREJÍAS
|
Escrituras
torcidas
|
Mary
Alice Chrnalogar
|
HEREJÍAS
|
Ocultismo,
¿Parapsicología o fraude?
|
José
de Segovia
|
HEREJÍAS
|
Los orígenes de la Nueva Era
|
César Vidal
|
HEREJÍAS
|
Los masones
|
César Vidal
|
HEREJÍAS
|
Herejías
por doquier
|
Jesús
Guerrero
|
HEREJÍAS
|
Mentiras
que creemos
|
Jesús
Guerrero
|
BIOGRAFÍAS
BÍBLICAS
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Jesús
|
Charles
Swindoll
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BIOGRAFÍAS
BÍBLICAS
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Moisés
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Charles
Swindoll
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BÍBLICAS
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Charles
Swindoll
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Elías
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Charles
Swindoll
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Charles
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fascinantes de vidas olvidadas
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Swindoll
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Philip
Yancey
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César Vidal
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Pablo, el judío de Tarso
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César Vidal
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oración
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Philip
Yancey
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ORACIÓN
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La
oración, teología y práctica
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ORACIÓN
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Psicología
de la oración
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Martínez Vila
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ORACIÓN
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La oración, fuente de poder
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VIDA
CRISTIANA
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Los problemas que los cristianos
enfrentamos hoy
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John Stott
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VIDA
CRISTIANA
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Ética
cristiana
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Francisco
Lacueva
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VIDA
CRISTIANA
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Una
fe sencilla
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Charles
Swindoll
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VIDA
CRISTIANA
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El
despertar de la gracia
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Charles
Swindoll
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VIDA
CRISTIANA
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La esencia del cristianismo
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Salvador
Menéndez
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VIDA
CRISTIANA
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Cuando lo que Dios hace no tiene
sentido
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James Dobson
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VIDA
CRISTIANA
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Renueva tu corazón
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Dallas Willard
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VIDA
CRISTIANA
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Los
Bienaventurados
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Antonio
Cruz
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VIDA
CRISTIANA
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El
único camino a la felicidad
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John
MacArthur
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VIDA
CRISTIANA
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Conociendo a Dios
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J.I. Packer
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VIDA
CRISTIANA
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Límites
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Henry Cloud
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MATRIMONIO
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Esperanza para la familia
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Virgilio Zaballos
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MATRIMONIO
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Los 5 lenguajes del amor
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Gary Chapman
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MATRIMONIO
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Tu matrimonio sí importa
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Juan Varela & M. Mar
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MATRIMONIO
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Música entre las sábanas
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MATRIMONIO
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El dilema del divorcio
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CATOLICISMO
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Iglesia cristiana
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Los primeros cristianos
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Historia eclesiástica
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Martyn Lloyd Jones
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Antiguedades de los judíos
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Flavio Josefo
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HISTORIA
JUDÍA
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Las guerras de los judíos
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Flavio Josefo
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HISTORIA
JUDÍA
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El Templo. Su ministerio y servicios
en tiempos de Jesucristo
|
Alfred Edersheim
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HISTORIA
JUDÍA
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La historia de los judíos
|
Paul Johnson
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HISTORIA
JUDÍA
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Historia del pueblo judío
|
Werner Keller
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HISTORIA
JUDÍA
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Jerusalén: La biografía
|
Simon Sebag Montefiore
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ARQUEOLOGÍA
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Arqueología bíblica
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Marcos Howard
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CULTURA
GENERAL
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El camino hacia la cultura
|
César Vidal
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Bíblico
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William
MacDonald
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COMENTARIOS
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Comentario Bíblico
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Matthew Henry
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Comentario Bíblico
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William Hendriksen
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Habla el Antiguo Testamento
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Samuel J. Schultz
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Comentario Bíblico Portavoz
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Varios autores
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COMENTARIOS
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Comentario al Nuevo Testamento
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Hendriksen-Kistemaker
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DICCIONARIOS
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Nuevo diccionario biblico ilustrado |
Vila-Escuain
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DICCIONARIOS
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Diccionario Expositivo de
palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento
|
W.E Vine
|
DICCIONARIOS
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Diccionario
de dificultades y aparentes contradicciones bíblicas
|
Haley-Escuain
|
DICCIONARIOS
|
Enciclopedia
explicativa de dificultades bíblicas
|
Samuel Vila
|
CONCORDANCIA
|
Nueva
Concordancia Exhaustiva
|
James Strong
|
[1]
Moody, D. L. Anécdotas e ilustraciones.
[2]
Si necesitas alguna recomendación particular sobre algún tema en concreto,
escríbeme un email con total libertad: jesusguerrerocorpas@gmail.com.
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