martes, 16 de diciembre de 2014

Aprender y crecer & Conformarse y estancarse



Cuando un hombre o una mujer está verdaderamente enamorado de su pareja quiere saberlo absolutamente todo de ella: desde sus pensamientos más profundos, sueños, alegrías, tristezas, miedos y traumas, hasta sus anhelos y gustos personales en todas las esferas de la vida. Sabe que así podrá tratarla lo mejor posible. Siguiendo esta idea y llevándola al plano de la fe, me cuesta muchísimo entender que una persona que verdaderamente ama a Dios no quiera aprender más de Él y no ponga ningún interés en leer Su Palabra, ni adquiera buenos libros que tratan multitud de temas sobre el Creador para conocerle mejor. Y aquí añado un matiz importante para hacer una aclaración: puede haber personas a las que les guste menos leer que a otras, o que por cuestiones laborales y familiares no dispongan de todo el tiempo libre que desearían. Eso lo comprendo y lo acepto. Ahora bien, ¿no leer en absoluto? Me parece ilógico. Con esto no quiero decir que quien no lee no sea un creyente genuino o que no ama a Dios, como tampoco que quien lee mucho es más espiritual por ello. Pero sí que es un área que cada uno debe revisar en el caso de que sea una laguna a cubrir.
Sé que una de las señales de una verdadera conversión es la manifestación del fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23), pero estoy convencido de que el “hambre” por conocer más y más de Dios es otra de las señales de alguien que ha experimentado “el nuevo nacimiento”. La persona que no lee puede ser a causa de la propia pereza, el conformismo, la apatía, etc. Y por otro lado, aquellos que son como las crías de los pajaritos: están tan acostumbrados a sentarse los domingos en un banco con la boca abierta a que se lo den todo, que no se esfuerzan lo más mínimo en comer por sí mismos (aunque parte de culpa es de la eclesiología imperante que promueve directa e indirectamente la pasividad, al convertirnos en espectadores y consumidores).
Muchos llevan años así, incluso décadas, y con eso les basta. Es una manera más de caer en la pura religiosidad, muerta en sí misma: “El día en que el bebé de la familia empieza a comer solo es muy importante. El nene está sentado frente a la mesa y empieza a usar la cuchara, quizá al revés, pero luego la usa bien y la madre o la hermana dice regocijada: el nene está comiendo solo. Pues bien, lo que necesitamos como cristianos es poder comer solos. Cuántos hay que se sientan, impotentes y apáticos, y abren la boca, con hambre de las cosas espirituales, pero esperan que el pastor les dé de comer, mientras que en la Biblia hay ya una lista de una gran fiesta para ellos. Pero no se animan a empezar a comer solos”[1].
Hoy en día, vemos a nivel mundial congregaciones llenas de personas con un nivel teológico pobrísimo. Esto se observa incluso entre los ministerios, con predicaciones llenas de clichés antibíblicos, o en las letras de canciones vacías de contenido. Muchos camuflan la falta de conocimiento de las Escrituras con la famosa frase: “Escuchen al Ungido de Jehová: siento del Espíritu Santo que...”. Y así lo arreglan todo. Lo que mueve a estos creyentes son las emociones positivas y los sentimientos agradables (que bordean el misticismo, abrazando en ocasiones la histeria colectiva), dejando la mente racional a un lado. Es la manera de atraer a las personas.
En la actualidad, tenemos versiones de la Biblia de todos los colores, tamaños y formatos, junto a libros de teología extraordinarios, pero muchos prefieren como ingenuos las “nuevas revelaciones”, como si la Palabra de Dios necesitara un apéndice. Todos ellos olvidan inconscientemente u omiten voluntariamente las palabras de Pablo: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). ¡Transformar la mente!

Las consecuencias de no querer aprender ni leer
Como he dicho, entiendo perfectamente que haya personas a las que leer no les entusiasme. No es que no lean la Biblia y otros libros cristianos, sino es que en general no leen porque no les agrada tal actividad. Pero hay tanto en juego que quiero que tomes consciencia para que reviertas tu forma de afrontar esta situación. No quiero desanimar, sino mostrarte lo que hay que cambiar por tu propio bien. Es tu salud personal (mental, emocional y espiritual) lo que está en juego.
Los peligros de no leer y de no estudiar por uno mismo son evidentes:

1. El peligro ante las crisis: Ante una crisis personal (emocional, sentimental, espiritual, eclesial, etc.), el peor enemigo son las emociones. ¿Por qué? Porque ante las circunstancias adversas, los sentimientos son predominantemente negativos. Siendo claros, en una crisis lo único que salva al individuo es la fe conceptual. ¿Y esto qué significa?: Saber en quién has creído, y las palabras de consuelo y ánimo de Aquel que te salvó. Si la Palabra de Dios no forma parte de nuestros pensamientos y no nos hemos apropiado de ella, nos hundiremos sin remedio ante las crisis que nos acontezcan en la vida. Cuando no se usan las herramientas que el Señor ha puesto a nuestro disposición, caemos en el infantilismo espiritual: infantiles en la fe, inmaduros en nuestras creencias, sin crecemiento en  nuestro ser interior y sin sabiduria práctica. Ahí se hacen realidad las palabras que Dios le dijo a Israel: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6). Recuerdo a una persona que, cuando oía una historia bíblica, decia: “Esa ya la sé”, y la narraba mejor que un erudito. ¿Las creía sinceramente en su mente y las ponía por obra?: No. Era un saber vacío, porque poseer el conocimiento de algo sin ponerlo en práctica no sirve de nada. ¿Consecuencias?: Terminó por apartarse de Dios.

2. El peligro de no saber aplicar la fe: Hace varios años, escuché a un joven hablando con otros chicos de su edad. Él les preguntó cómo podía saber que Dios lo perdonaba cuando se arrepentía tras pecar. Me quedé callado para oír qué decían. Todas las respuestas eran “humanas” y ninguna respuesta concretaba nada. Al final tuve que intervenir y citar varios versículos, comenzando por el que hubiera hecho innecesaria aquella conversación: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Todo quedó claro para aquel muchacho. ¿Es que yo era más listo que ellos? Ni mucho menos. ¡Hay tantas cosas que yo no sé! Simplemente conocía un texto bíblico sumamente básico y de una sencilla aplicación práctica.
Ninguno de los que participaron en aquella conversación eran creyentes de pocos días, sino de años. El autor de la carta a los hebreos les habla a esta clase de personas: “Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo” (Hebreos 5:12-14, ´DHH`). Eran creyentes a los que aún había que explicarles una y otra vez lo más básico, junto a las doctrinas fundamentales del cristianismo.
De ahí que observemos a Pablo un tanto cansado, como diciendo: “Llevamos mucho tiempo explicando lo mismo. Habéis sido como niños, y como tales, os hemos dado leche. Pero ya no tenéis edad de ser niños. Es hora de tomar alimento sólido de la Palabra de Dios. Lo básico ya tendría que ser sencillo para vosotros. Deberíais ser maestros para poder explicarles a otros recién nacidos el significado de quien es Cristo y toda la obra que llevó a cabo. Sin embargo, todavía tenemos que estar pendientes de vosotros, de vuestra inmadurez, de que vuestra fe no decaiga, porque incluso os cuesta distinguir el bien del mal”. Se estaba desahogando al mostrar su sentir, pero a la vez su esperanza: “Por lo tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Hebreos 6:1).

3. El peligro de aceptar herejías: Es terrible la cantidad de literatura que se ve en librerías cristianas que atentan directamente contra las enseñanzas de las Escrituras. Si el pueblo de Dios escudriñara la Biblia con una sana hermenéutica, muchos de los libros de Joel Osteen, Joyce Meyer, César Castellanos, Bernardo Stamateas, Cash Luna, Guillermo Maldonado, Benny Hinn y compañía serían rechazados inmediatamente. Los propios creyentes huirían de ellos. Por el contrario, estas personas mueven masas, los miembros de sus congregaciones se cuentan por miles, tienen incontables seguidores en las redes sociales, y se han convertido en autores de renombre que ganan millones de dolares con sus “best-seller” sobresaturados de herejías. Ese es el éxito que muchos cristianos ambicionan. Lo que me resulta aun más increíble es la manera en que algunos miran para otro lado (o meten la cabeza debajo de la tierra) cuando se les avisa claramente de las falsas enseñanzas que han aceptado y a su vez están enseñando a otros. Otros directamente se enojan y arremeten contra los que “osan” señalar sus gravísimas faltas teológicas. Incluso desde el mundo secular se están denunciando las incongruencias de estas mentiras. Esto es vergonzoso. Como dijo Martin Luther King: “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.

4. El peligro de no saber en qué creemos: Otra característica que se observa entre cristianos, es que no saben exponer mínimamente por qué creen en lo que dicen creer. Conocen lo justo de la fe que profesan, a pesar de llevar años escuchando decenas de predicaciones. No son capaces de explicar de manera sencilla por qué han creído que Jesucristo es el Hijo de Dios, para qué murió en la cruz, por qué la salvación es un regalo, cuál es el plan futuro que el Creador tiene preparado para la humanidad, etc. Hace unos días, un hermano español que reside en Alemania, me comentaba su preocupación al comprobar el bajo nivel de conocimiento bíblico de los que le rodeaban, algunos de los cuales ni siquiera creen que son salvos o consumen material del G12. Incluso al llegar a la congregación se encontró una herejía, palabras literales suyas: la de ´todos somos hijos de Dios` (incluidos los de fuera que son malvados que no se han reconciliado con Dios)”.
Juan de la Cruz llamó “la noche oscura del alma” a ese momento de la vida donde dudamos de todo. Incluso el creyente más fervoroso puede pasar por ese trance. Es ahí, nuevamente, donde la fe conceptual nos salva. ¿Qué es la fe?: “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Creemos en Alguien a quien no vemos directamente con nuestros ojos físicos, pero la fe no es ciega. En la misma creación y en la naturaleza contemplamos la “huella” de Dios: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
Aparte de nuestro propio testimonio personal y el de millones de personas a lo largo de dos mil años, tenemos una base perfectamente estructurada de nuestra fe, basada en documentos históricos que nos narran la vida de Jesús, sus palabras, sus acciones, sus enfrentamientos con los que querían matarle, sus amistades, sus últimas horas con vida, los detalles de su muerte y los de su resurrección, junto al camino que siguieron sus discípulos tras verlo nuevamente con vida. A todo esto podemos seguirle la pista de manera fiable. Cualquiera que se moleste en estudiar los libros de apologética cristiana que hay al respecto, podrá comprobarlo. Así, aún en la noche más oscura de nuestra alma, podremos exclamar como Pablo: “Yo sé en quién he creído” (2 Timoteo 1:12).

5. El peligro de no disfrutar de Dios: Todos conocemos la historia de aquellos que caminaron con Jesús sin saber que era Cristo resucitado. Él les declaró en todas las Escrituras lo que de él decían. Tras desaparecer de la vista de ellos, dijeron: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32). Sin duda alguna, uno de los mayores placeres y un gozo inenarrable que se da entre cristianos es hablar de Dios y de Su Palabra. En mí arde el corazón cuando lo hago y es un sentir que jamás quiero perder. Tengo varios amigos con los que puedo compartir esa pasión, aunque procuro evitar a los que sólo buscan avasallar e imponer con verborrea sus creencias personales. El problema surge en aquellos que apenas tienen comunión con Dios y tienen la Biblia en la estantería, como si fuera un amuleto o algo parecido. Para ellos, es aburrido hablar de las cuestiones divinas, incluso incómodo. Si es tu caso, ¡en tu mano está disfrutar de lo más grande que existe!

6. El peligro de vivir en el pasado: Este peligro suele ser más habitual del que nos imaginamos: cristianos genuinos que viven instalados en el conformismo de “ya aprendí lo suficiente”. Tuvieron un encuentro con Dios, “nacieron de nuevo”, sintieron la emoción de ese primer amor, estuvieron un tiempo buceando en la Palabra... y ahí se quedaron. Han convertido su fe en rutina. No hay frescura en sus palabras porque leen la Biblia muy de vez en cuando (no digamos ya literatura cristiana), ya no se emocionan hablando de sus maravillas y apenas la llevan a la práctica en sus vidas diarias. El tiempo fuera del trabajo se reduce a conversaciones banales, al tiempo de ocio y al descanso particular; nada más.  

¡Merece la pena el esfuerzo!
Todos los “peligros” que hemos analizado tienen solución. Jesús le dijo a los judíos que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Conocer la verdad nos hace libres. Y esto no abarca únicamente el mensaje de salvación. A medida que profundizamos en el conocimiento de TODA la verdad revelada por Dios, más libres somos: conocemos el amor de Dios para con nosotros, la manera de afrontar la ansiedad, qué hacer ante la naturaleza caída que mora en nuestro interior, cómo vivir ante sentimientos de soledad, en qué manera debemos organizar nuestra mayordomía (nuestro cuerpo, nuestras posesiones materiales, nuestro dinero, nuestras relaciones personales, nuestro tiempo, nuestra vestimenta), cuál debe ser nuestra actitud ante los enemigos, etc.
Por todo esto sigue vigente para todos nosotros la exhortación de Jesús a los judíos: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).

Recomendaciones  
En lo que respecta a los libros que nos pueden ayudar a ahondar más y más en esa verdad, el problema de muchos reside en no saber qué leer exactamente. En demasiadas ocasiones se compra a ciegas o porque el título nos llama la atención. Por eso a veces se infiltran en nuestra biblioteca personal manuscritos horribles. Así que he hablado con Salvador Menéndez (autor de “La esencia del cristianismo” y “El eco de su nombre”) y Virgilio Zaballos (“Conceptos errados”, “Esperanza para la familia”, “Orando con el salmista”, entre otros) para, entre los tres, elaborar una lista de libros y material didáctico que hemos leído en todos estos años y que recomendamos; aunque posiblemente se queden muchas grandes obras sin citar porque aún no han caído en nuestras manos y no soy partidario de aconsejar un libro que no se ha leído, por muy buenas críticas que tenga[2].
Esto no significa que el contenido de los que voy a citar sean infalibles. Además, es casi imposible estar de acuerdo con todas y cada una de las miles de líneas de todos estos escritos, pero los recomendamos porque son verdaderas joyas. Aún así, tendrás que hacer como los de Berea, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). Esa es la manera de aprender. Todo lo que leas, pásalo por el filtro de la Biblia, que debe ser tu libro principal. Cuanto más la conozcas, más fácil te resultará verificar los aciertos (para apropiarte de ellos) y señalar los errores (para rechazarlos). Como dijo Spurgeon: “Tienes permitido visitar muchos libros BUENOS, pero debes siempre vivir en la Biblia”.
Si lees apenas media hora diaria, verás los cambios en tu mente y en tu corazón en unos pocos meses; ni te cuento en algunos años. Todo es cuestión de establecer prioridades: un poquito menos de televisión, un poquito menos de internet y menos ociosidad; más leer, estudiar y aprender. Y, por favor, que nadie me venga con la excusa de que no tiene dinero para comprar algún libro, cuando la inmensa mayoría no tiene problemas en cuanto a gastos de ocio, ropa, tecnología y diversas aficiones. No estoy diciendo que vistas como un mendigo ni que dejes de comer para gastarte 5000 euros en literatura. Pero, a menos que tu situación económica sea sumamente apurada, casi todo el mundo se puede permitir al menos dos o tres libros al año (tirando por lo bajo), tomando como medía que cada uno de ellos cuesta entre 10 y 25€.
Ahora todo queda en tus manos:   

TEMÁTICA
TÍTULO
AUTOR
TEOLOGÍA
Teología sistemática
Millard Erickson
TEOLOGÍA
Teología sistemática
Wayne Wrudem
TEOLOGÍA
Introducción a la Teología
José Grau
TEOLOGÍA
Introducción al Antiguo Testamento
Longman-Dillard
TEOLOGÍA
Introducción al Nuevo Testamento
Everett Harrison
TEOLOGÍA
Institución de la religión cristiana
Juan Calvino
TEOLOGÍA
Un Dios en tres personas
Francisco Lacueva
SOTERIOLOGÍA
La seguridad de la salvación: 4 puntos de vista
J. Mathew Pinson
SOTERIOLOGÍA
Solamente por gracia
Charles H. Spurgeon
CARISMATOLOGÍA
¿Son vigentes los dones milagrosos?
Wayne Grudem
CRISTOLOGÍA
La persona y la obra de Jesucristo
Francisco Lacueva
CRISTOLOGÍA
El eco de su nombre
Salvador Menéndez
HERMENÉUTICA
Hermenéutica Bíblica
José María Martínez
PASTORAL
De pastor a pastor
Hernandes Días
HOMILÉTICA
Bosquejos expositivos de la Biblia
Warren Wiersbe
HOMILÉTICA
La predicación: puente entre dos mundos
John Stott
HOMILÉTICA
Discursos a mis estudiantes
Charles H. Spurgeon
ECLESIOLOGÍA
La Iglesia, cuerpo de Cristo
Francisco Lacueva
ECLESIOLOGÍA
La idea de comunidad de Pablo
Roberts Banks
ESCATOLOGÍA
Escatología Amilenial
José Grau
ESCATOLOGÍA
Escatología Premilenial
Francisco Lacueva
ANTROPOLOGÍA
El hombre, su grandeza y su miseria
Francisco Lacueva
APOLOGÉTICA
Mero cristianismo
C. S. Lewis
APOLOGÉTICA
3 preguntas clave sobre Jesús
Murray J. Harris

APOLOGÉTICA
Jesús bajo sospecha
Michael Wilkins
APOLOGÉTICA
Nueva evidencia que exige un veredicto
Josh MacDowell

APOLOGÉTICA
Más que un carpintero
Josh MacDowell
APOLOGÉTICA
El caso de Cristo
Lee Strobel
APOLOGÉTICA
Darwin no mató a Dios
Antonio Cruz
HEREJÍAS
Cristianismo en crisis del siglo XXI
Hank Hanegraaff
HEREJÍAS
Conceptos errados
Virgilio Zaballos
HEREJÍAS
El purgatorio protestante
Gerardo de Ávila
HEREJÍAS
Escrituras torcidas
Mary Alice Chrnalogar
HEREJÍAS
Ocultismo, ¿Parapsicología o fraude?
 José de Segovia
HEREJÍAS
Los orígenes de la Nueva Era
César Vidal
HEREJÍAS
Los masones
César Vidal
HEREJÍAS
Herejías por doquier
Jesús Guerrero
HEREJÍAS
Mentiras que creemos
Jesús Guerrero
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Jesús
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Moisés
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
José
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Elías
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Job
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Ester
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Pablo
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Historias fascinantes de vidas olvidadas
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
El Jesús que nunca conocí
Philip Yancey
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Jesús, el judío

César Vidal
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Pablo, el judío de Tarso
César Vidal
ORACIÓN
La oración
Philip Yancey
ORACIÓN
La oración, teología y práctica
Fernando A. Mosquera
ORACIÓN
Psicología de la oración
Pablo Martínez Vila
ORACIÓN
La oración, fuente de poder
E.M. Bounds
VIDA CRISTIANA
Los problemas que los cristianos enfrentamos hoy
John Stott
VIDA CRISTIANA
Ética cristiana
Francisco Lacueva
VIDA CRISTIANA
Una fe sencilla
Charles Swindoll
VIDA CRISTIANA
El despertar de la gracia
Charles Swindoll
VIDA CRISTIANA
La esencia del cristianismo
Salvador Menéndez
VIDA CRISTIANA
Cuando lo que Dios hace no tiene sentido
James Dobson
VIDA CRISTIANA
Renueva tu corazón
 Dallas Willard
VIDA CRISTIANA
Los Bienaventurados
Antonio Cruz
VIDA CRISTIANA
El único camino a la felicidad
John MacArthur
VIDA CRISTIANA
Conociendo a Dios
J.I. Packer
VIDA CRISTIANA
Límites
Henry Cloud
MATRIMONIO
Esperanza para la familia
Virgilio Zaballos
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Los 5 lenguajes del amor
Gary Chapman
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Tu matrimonio sí importa
Juan Varela & M. Mar
MATRIMONIO
Música entre las sábanas
Kevin Leman
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El dilema del divorcio
John Macarthur
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David Hormachea
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CATOLICISMO
Catolicismo romano (vol. I y II)
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Historia de la iglesia
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Los primeros cristianos
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HISTORIA
Historia de la Reforma
Jorge P. Fisher
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Los puritanos
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Las guerras de los judíos
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El Templo. Su ministerio y servicios en tiempos de Jesucristo
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La historia de los judíos
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Historia del pueblo judío
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El camino hacia la cultura
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Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento
W.E Vine
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Diccionario de dificultades y aparentes contradicciones bíblicas
Haley-Escuain
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Enciclopedia explicativa de dificultades bíblicas
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CONCORDANCIA
Nueva Concordancia Exhaustiva
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[1] Moody, D. L. Anécdotas e ilustraciones.
[2] Si necesitas alguna recomendación particular sobre algún tema en concreto, escríbeme un email con total libertad: jesusguerrerocorpas@gmail.com.

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