Nosotros, habitantes de la sociedad occidental, con leyes,
derechos y una democracia más o menos establecida, somos parte del engranaje de
un sistema que funciona como un reloj: cada pieza en su lugar y desempeñando
una labor diferente. Todo lo que nos rodea está enfocado para que estudiemos y
trabajemos, y, si se da el caso, nos casemos y formemos una familia. Estas
tareas suelen ser agotadoras, así que la sociedad nos ofrece múltiples
actividades de ocio para descansar, relajarnos y divertirnos: cine, teatro,
televisión, conciertos musicales, espectáculos deportivos, salones recreativos,
centros comerciales, parques de atracciones y acuáticos, zoológicos, piscinas,
playas, discotecas, pubs, bares, terrazas de verano, restaurantes, consolas de
videojuegos, etc. Cada uno de nosotros tiene sus preferencias y gustos. A todo
esto hay que sumarle las nuevas tecnologías que cada poco tiempo salen al
mercado y que conviven con nosotros en el día a día: Tablets, móviles y
ordenadores que nos mantienen conectados cada segundo a las diversas redes
sociales que existen donde compartimos nuestra vida con familiares, amigos y
conocidos. Así es lógico que no tengamos tiempo, fuerzas ni ganas para pensar
en cuestiones que van más allá de las que tenemos ante nuestros ojos. Queremos
que todo sea igual de rápido que pedir un menú en un “Mcdonals”: instantáneo.
Por esto soy plenamente consciente de las dificultades que se nos plantea para
dedicar tiempo a reflexionar seriamente. La sociedad que nos envuelve apenas
nos deja espacio para esto. De ahí que quiera aportar mi pequeño granito de
arena.
Este blog personal no tendrá una temática exclusiva (algo
que se irá viendo poco a poco), sino que nace con el deseo de exponer lo que yo
pienso de la vida en general, de todos los temas que vayan surgiendo, y de mis
creencias más profundas. Y, aunque soy cristiano, a veces escribiré para los
que también lo son y otras veces para los que no lo son. Pero mi propósito
principal es que que seas tú el que luego dedique un tiempo a recapacitar y a
sacar tus propias conclusiones. Puede ser que cambies tu forma de pensar en
muchos aspectos y, en consecuencia, tu manera de actuar. Eso sí, quiero
alentarte a que tus argumentos sean de peso y bien meditados, jamás por lo te
digan los que te rodean o por lo que la sociedad te dicte.
¡Comienza la aventura!
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