lunes, 30 de septiembre de 2019

2. ¿Qué tiene que decir el cristianismo sobre los deseos de la biotecnología de rediseñar al ser humano?



Cuando pongamos todos los interesantísimos datos que ofrecimos en el primer artículo –y que cualquier persona con un mínimo de interés por aprender debería conocer-, y situemos la realidad bajo la perspectiva correcta, experimentaremos un sentido de la maravilla extraordinario e indescriptible. Para esto, tenemos que hacernos una serie de preguntas.

¿Rediseñar el cuerpo humano?
Con todo lo reseñado hasta ahora y esa información sobre la mesa, quiero dejar muy claro que no estoy haciendo una apología sobre el rediseño humano (mejorar nuestras capacidades físicas e intelectuales, convirtiéndonos en una especie de super-hombre), cuya idea sí defienden algunos científicos evolucionistas que piensan que venimos del mono y, evidentemente, ateos que no creen que haya un “Diseñador” detrás, y que hacen este tipo de afirmaciones: “No tenemos que aceptar las limitaciones de nuestros cuerpos creados. Al entender el mecanismo molecular y biológico del cual están construidos nuestros cuerpos, podemos aprender cómo manipularlo y mejorarlo. El sueño antiguo de la tecnología de controlar y mejorar la naturaleza que tiene su origen en la Ilustración, se puede extender ahora al mismo diseño del cuerpo humano. Nuestros cuerpos se pueden estimar como materia prima, con el potencial para modificarse o mejorarse de acuerdo con nuestros deseos. Si el cuerpo humano se viera como el producto de fuerzas ciegas y al azar durante millones de años de evolución, entonces, ¿por qué vacilamos en el uso de nuestra inteligencia evolucionada para mejorar el diseño?[1].
Raymond Kurzweil –científico especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, aparte de asesor tecnológico del Gobierno de EEUU y director de ingeniería en Google- va en la misma línea: “Yo y muchos otros científicos creemos que en 20 años tendremos los medios para reprogramar nuestros cuerpos, frenar en principio el envejecimiento, y revertir el mismo después. Gracias a la nanotecnología podremos vivir para siempre. En última instancia, los nanobots sustituirán a las células de la sangre y harán su trabajo con una eficacia miles de veces mayor. Dentro de 25 años seremos capaces de hacer un sprint olímpico durante 15 minutos sin respirar, o bucear durante cuatro horas sin bombona de oxígeno. Los problemas cardíacos serán resueltos fácilmente, la biónica reconstruirá corazones sanos. La nanotecnología extenderá nuestras capacidades mentales a tal grado que seremos capaces de escribir libros en cuestión de minutos”[2].

¿Rehacer o corregir lo defectuoso?
Hacer esto significaría manipular el diseño original con el que Dios nos creó. Por eso tampoco estoy de acuerdo con la “fabricación” de bebés a gusto del consumidor (en este caso, los padres), donde se manipulen embriones para elegir el sexo, el color de ojos y de piel, la altura, etc.
Esta idea se desarrolla en la sensacional película Gattaca, la cual tuvo un grado de anticipación impresionante ya que se filmó en el año 1997.

En ella observamos un mundo dividido entre dos clases de personas:

- Los seres humanos nacidos mediante manipulación genética, y que son física y mentalmente perfectos.
- Los seres humanos nacidos por el método natural y fruto del amor, a los que se les llama “hijos de Dios”, pero que no son genéticamente perfectos. Por eso el largometraje comienza confrontando dos citas:

1) Una bíblica: “Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció?” (Ecl. 7:13).
2) Otra humanista, expresada por Willard Gaylin (Profesor Clínico de Psiquiatría en el Colegio de Médicos y Cirujanos de Columbia): “No solo creo que podamos alterar la madre naturaleza, creo que ella lo quiere así”.

Ante lo reseñado, y como cristianos, ¿qué deberíamos hacer y qué no? Que responda a esta pregunta nuevamente un verdadero experto –ya que yo no lo soy-, como es John Wyatt, presidente del grupo de Estudios Éticos de la Asociación Médica Cristiana del Reino Unido, profesor de pediatría neonatal y neonatólogo consultante en University College de Londres:

“Si tomamos en serio las doctrinas bíblicas de la Encarnación y Resurrección, necesitamos concluir que la estructura física de nuestro cuerpo humano no es algo de lo que estamos libres para cambiar sin antes pensarlo con cuidado. Sin embargo, necesitamos tomar en serio la realidad de la maldad en el mundo de Dios, los efectos amplios de la caída que distorsionan y lo dañan todo. La obra maestra original, creada con tanto amor y que demuestra la mano artística de Dios está dañada, desfigurada, contaminada, envejecida. El barniz está rallado y amarillento. [...] El reflejo del carácter de Dios está distorsionado y en parte oscurecido. Pero a través de la imperfección todavía vemos el esquema de la obra maestra. [...] Si vemos al ser humano como una obra maestra dañada, entonces nuestra responsabilidad es preservarla y restaurarla. Estamos llamados a proteger las obras maestras de más daño, y tratar de restaurarlas de acuerdo al plan original del artista. [...] Estamos llamados a usar la tecnología para preservar y proteger el diseño presente en la estructura del cuerpo humano. [...] No somos libres para mejorar el diseño fundamental de nuestra humanidad. Con la perspectiva de la medicina como una restauración de arte, ¿qué clase de biotecnología es apropiada para ´la obra maestra dañada`? Es mi punto de vista que el uso de tecnología, tal como la manipulación genética o la terapia de células madre, la cual tiene la intención de restaurar, recrear una cadena dañada de ADN o reemplazar un tejido dañado por uno normal, parece coherente con la práctica ética. El objetivo es preservar y restaurar el diseño artístico original. No me parece que haya una diferencia fundamental entre proveer una hormona artificial tiroidea para un paciente con hipotiroidismo congénito o reemplazar un segmento del ADN, para que el paciente pueda sintetizar su propia hormona tiroidea. Ambas acciones tienen como meta preservar el diseño original. De la misma forma, se puede considerar como restaurativo el uso de la fecundación in vitro para permitir que la pareja engendré un bebé que sea genéticamente de ellos. Sin embargo, me parece que la terapia que se intenta mejorar, con la meta de producir bebés que tengan extremidades más fuertes, mejor crecimiento y cerebro más hábil, está pasando los límites de la responsabilidad humana”[3].
Como dijo Aristóteles: “la virtud está en el término medio”. ¿Restaurar? Sí. ¿Llegar al extremo de rehacer? No.

Algunas líneas difusas
Aclarado este punto central, es necesario decir que, en ocasiones, la línea que separa el “rediseño” de la “corrección” no siempre es clara, y de ahí el debate ético entre científicos y médicos, incluyendo por supuesto a los cristianos.
El mismo aspecto del rejuvenecimiento celular es complejo: ¿es mejorar o restaurar un defecto? Nuevamente John Wyatt habla al respecto: “La diferencia entre terapia restaurativa y terapia fortalecedora no está siempre clara. ¿Qué acerca de la terapia del gene la cual intenta mejorar la resistencia a enfermedades contagiosas como el SIDA? ¿Qué acerca de la reparación del mecanismo celular en la cual se prolonga el nivel de vida de 120 años a 150 años? ¿Qué acerca de la medicina psico-activa que mejora la concentración, el nivel de vigilancia o la memoria por encima de los niveles normales? ¿Debemos considerar estas como terapias restaurativas del diseño original o terapias fortalecedoras que cambian fundamentalmente el orden creado? La nueva biotecnología nos está forzando a pensar mas profundamente en el orden natural de la creación. ¿Qué significa ser humano? ¿Cuáles son las limitaciones impuestas por la estructura física y el orden moral de la creación?”[4].

Este es un debate que irá en aumento conforme se vayan materializando algunas de estas opciones, pero, en líneas generales, la conclusión es bastante clara: “En la restauración ética del arte, la intención del artista original debe ser la norma”[5].

Continuará en ¿Logrará la biotecnología que seamos inmortales?



[1] Stott, John. Oportunidades y retos personales. Vida. Pág. 172-173.
[3] Stott, John. Oportunidades y retos personales. Vida. Pág. 187-189.
[4] Ibid. Pág. 190.
[5] Ibid.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Viviendo en medio de un bosque llamado “tristeza” y “depresión”


Sin ningún tipo de equipaje y exclusivamente con un billete de ida, el norteamericano Arthur Brennan desembarca en Japón rumbo al Aokigahara, un extenso bosque a los pies del Monte Fuji (sí, el mismo donde un tal Mazinger Z tenía su base...), con la clara intención de suicidarse tras la muerte de su esposa Joan.

Así comienza la dramática película “The Sea of Trees” (“El mar de los árboles”, aunque titulada en España como “El bosque de los sueños”) y que, en mi opinión, tiene un trasfondo muy parecido a “Alma salvaje” (de la que ya hablé en http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/alma-salvaje-cuando-el-dolor-puede.html). Supongo que no la titularon “El bosque de los suicidios” para no confundirla con un film de terror con dicho nombre y que se estrenó el mismo año.
En la realidad, el Aokigahara es un lugar al que acuden muchas personas para acabar con sus vidas, tanto japoneses como extranjeros, siendo el segundo lugar en el mundo con mayor número de muertes tras el puente Golden Gate de San Francisco en Estados Unidos. De ahí parte la idea para contarnos las desventuras de Arthur (interpretado por Matthew McConaughey) y aclararnos por medio de varios flashback qué le ha llevado a tal situación. Tras adentrarse en el siniestro lugar (que en la mitología japonesa está asociado a demonios y maldiciones), comienza a tomarse varias pastillas para acabar con todo. Pocos segundos después, se cruza en su camino Takumi Nakamura (representado por el célebre actor Ken Watanabe), quién está malherido, por lo que decide ayudarle.

Yo no quiero morir. No quería vivir
Cuando Arthur le pregunta a Takumi qué hace allí si tiene dudas sobre qué hacer –suicidarse o no-, éste le contesta: “Yo no quiero morir. No quería vivir”. Aparentemente es lo mismo, pero su esencia cambia por completo. La diferencia es abismal entre ambas frases.
Dejando a un lado el folclore japonés y la fantasiosa explicación final muy propia de la new age (que no destriparé por si alguien quiere ver), es a partir de aquí donde los cristianos –y también los que no lo son- pueden empezar a reflexionar. Como la inmensa mayoría de los seres humanos, muchos han pasado en sus vidas por situaciones muy dolorosas. En ocasiones, incluso desgarradoras. Son momentos que cambian la forma de verlo todo, donde uno se siente perdido, sin rumbo y sin propósito. Es como sentirse vagando en un bosque de dudas, confusión y desasosiego, que nos lleva a quedarnos anclados en el pasado.
Puede que tú mismo estés viviendo en el presente en tu particular Aokigahara. No quieres morir, pero tampoco deseas vivir. No tienes ilusión. No le encuentras sentido a nada. No ves el propósito. Por eso te evades en un mundo de ilusiones mentales y mundos de fantasías donde eres quién te gustaría ser y estás en las circunstancias que desearías para ti. O puede que hagas lo contrario: para no dedicar ni un instante a pensar ni a sentir la tristeza que inunda tu alma, te sumerges en un mar de hiperactividad, como el ocio y la recreatividad, los deportes, el gimnasio, tareas eclesiales, humanitarias o sociales, etc., y que vienen a ser como válvulas de escape y drogas emocionales.
Otros sencillamente comienzan a vivir fuera de la voluntad de Dios (yugo desigual, inmoralidad, relaciones sexuales sin estar casados, consumo de alcohol, etc.), aunque algunos siguen congregándose, algo bastante contradictorio. Incluso los hay que alcanzan sus “sueños” (dinero, casa, coche, pareja) pero, como le dijo Jesús a la mujer samaritana, es un agua que no sacia nunca y vuelve a dar sed (cf. Jn. 4:13). La prosperidad, sea en el ámbito que sea, no cura el alma ni sirve de nada de cara a la eternidad (Buscaste la plenitud y el sentido a la vida por medio de las relaciones románticas, de los placeres y del materialismo: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/08/3-buscaste-la-plenitud-y-el-sentido-la.html).
En el caso de Takumi, él estaba en el bosque porque le habían degradado en el trabajo, hasta el punto de que nadie hablaba con él, como si no existiera, y así no podía cuidar de su familia. Quizá es tu situación. Sientes que eres invisible para el resto del mundo y especialmente para los que te rodean. Sientes que eres sistemáticamente ignorado. Sientes que nadie cuenta contigo ni te hace partícipe de su vida. Sientes que nadie te conoce realmente. No hay amigos alrededor, ni cerca ni lejos, que sean como guardabosques y centinelas que toquen la bocina cuando te encuentras perdido. Vives de ayudas sociales o del sustento de los propios familiares. Nadie te espera en casa al acabar el día. Todo el mundo te ha dado la espalda. No conoces el amor de pareja de ninguna de las maneras. Los sueños que tenías se perdieron por el camino. Esta situación descrita, en mayor o en menor medida, es la que padecen multitud de individuos en todo el planeta. Si a eso le añadimos alguna desgracia personal (un divorcio por infidelidad, una chica a la que el novio abandonó tras dejarla embarazada, la muerte de uno o varios seres queridos, algún tipo de trauma, una enfermedad, etc.), la ecuación está completa para entender los resultados. ¿Quién querría vivir así? ¡Vivir es VIVIR y no meramente existir y sobrevivir!
En el mundo se suicidan 800.000 personas al año, siendo en España la primera causa de muerte “no natural” (las “naturales” son fruto de una enfermedad), muy por encima de los accidentes labores, de tráfico y de violencia. Piensa qué espeluznante resulta: ¡¡cada 40 segundos se suicida una persona en el planeta!![1]. Y estos datos son extrapolables a los países ricos. Todos desean quitarse de encima el sufrimiento que llevan a cuestas.
El cristiano que tiene su fe conceptual clara y cuya enfermedad mental no le ofuscado completamente su conciencia (algo que suele darse en muchos casos de suicidio), muy difícilmente llegará a este extremo, puesto que solo los ateos e inconversos experimentan la desesperación de creer que la existencia no tiene sentido ni propósito alguno. Aún así, el cristiano puede llegar a desear no vivir -que no morir-, como un fantasma día tras días en el bosque de su mente, que más bien parece una selva sin fin y sin escapatoria.

¿Una vida llena de prosperidad, éxitos y sin sufrimientos?
¿Ser famoso? ¿Alcanzar la popularidad? ¿Ser admirado? ¿Tener riqueza? Casi con total seguridad, no es tu caso ni el mío. ¿Y qué? Quién sabe si asistes a alguna congregación que enseña todo lo opuesto: que Dios quiere que tu nombre sea conocido y exaltado. Siento decirte que, si es así, te están engañando y jugando contigo para su propio provecho, golpéandote como si fueras un balón de playa, que va y viene según el viento hasta que cae en el agua y la corriente se lo lleva.
También puede que buena parte de la responsabilidad recaiga sobre ti y que tú mismo te hayas empapado de libros de los mal llamados teólogos de la prosperidad. Este es el origen de esa necesidad casi patológica que tienen muchos de mostrar sus “éxitos” en las redes sociales, una moda malsana en la cual han caído incontables cristianos (El cristianismo convertido en un show para el beneficio y el lucimiento personal: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/01/el-cristianismo-convertido-en-un-show.html).
En las últimas décadas ha surgido una generación de cristianos que, en lugar de experimentar paz, sienten frustración y ansiedad. ¿Por qué? Porque les han vendido un evangelio contrario al que se muestra en las Escrituras ya que hablan de un tiempo presente donde el sufrimiento no existe, la enfermedad siempre es derrotada, donde todo es fiesta continua y las bendiciones de Dios están a punto de llegar en forma del trabajo de sus sueños, aumentos de sueldo y una novia despampanante hecha a tu medida que Dios tiene guardada en algún lugar (¿!?). Basta con ver multitud de grupos de cristianos jóvenes en redes sociales que así lo creen porque han sido engañados y no lo saben. Es terrible que se les inculque el tener y el hacer por encima del ser, donde el yo está por encima de la voluntad de Dios.
Este tipo de cristianos –que han recibido una enseñanza perniciosa- no están acostumbrados a los reveses de la vida porque les han prometido que a ellos no les afectarán los contratiempos. De ahí que cuando llegan, y tras comprobar que a su alrededor hay ateos, paganos y blasfemos a los que la vida parece sonreírles más que a ellos, la desilusión toma el poder. Esto crea multitud de inseguridades personales que afectan a la fe, a la que muchos llegan a renunciar pensando que Dios (el “dios-concede-deseos” en el que creían) es un fraude, cuando Cristo dejó bien claro que su reino no es de este mundo (cf. Jn. 18:36). Palabras como las de Job –que sufrió lo indecible y lo perdió absolutamente todo- (sus hijos, sus tierras y su ganado) les resultan extrañas y no son capaces de hacerlas propias: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:20-22).
En términos bíblicos, considero que buena parte de la tristeza y depresión en la que caen multitud de cristianos tiene su origen en no saber aceptar que la vida no es un camino de rosas, lo cual tratamos ampliamente en Creías que, por ser cristiano, la vida sería un camino de rosas (https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/02/6-creias-que-por-ser-cristiano-la-vida.html).
Creer que la enfermedad y la muerte, que el dolor y el sufrimiento, que los sueños no cumplidos y las metas no alcanzadas no es para ellos, conduce a muchos a perderse en el bosque del que estamos hablando y a no desear vivir en tales condiciones. Se quedan encerrados para siempre en su particular cueva de Adulam, sin saber que ésta tiene el propósito de sanar las heridas, fortalecerse en Dios y seguir adelante.

Desahogando el corazón
Quien me lee habitualmente, sabrá que insisto mucho en la necesidad imperiosa de ser sincero ante uno mismo, especialmente ante los sentimientos de tristeza, dolor y amargura. Las pastillas, los ansiolíticos y demás productos químicos que suelen recetar los médicos no rozan ni la superficie del problema cuando está instalado en el corazón. Callar las emociones negativas o ignorarlas es un como un tumor que termina afectando a todas las esferas de la existencia.
Volviendo a la película, Arthur comenzó a sanar cuando abrió su corazón ante Takumi y reconoció su verdadera razón por la que quería morir: no porque hubiera perdido a su mujer o por el dolor que esto le suponía, sino por la culpa que sentía. Estuvieron a punto de divorciarse dos veces porque el trato mutuo que se daban no era nada bueno. Él la trataba mal a ella y ella a él. Ninguno de los dos pudo pedir perdón y decir lo siento. Joan, su esposa, era alcohólica y él tuvo una aventura tres años atrás con una compañera de trabajo, algo que ella descubrió y nunca perdonó ni superó, lo que le dió una razón para beber más y desconfiar en su esposo, aunque mientras más lo despreciaba a él más se despreciaba a ella misma. Él no la conocía de verdad: no sabía cuál era su color favorito (amarillo), ni su estación del año preferida (invierno), ni tampoco su libro favorito (Hansel y Gretel).
A ella le detectaron un tumor cerebral y dejaron aparcado todo el pasado, pero no llegaron a sacarlo a la luz para sanarlo. Tras ser operada satisfactoriamente, y cuando se iban a conceder una nueva oportunidad de empezar de nuevo, la ambulancia fue arrollada por un camión con un desenlace fatal. Tragedia sobre tragedia.
Es un caso extremo y que busca un efecto inesperado, pero la evidencia para pensar es evidente: el dolor hay que sacarlo cuanto antes, porque, de lo contrario, te afectará sin remedio en tu vida, aunque ésta no acabe en una desgracia. Así que no dudes un segundo en pedir ayuda. Deja a un lado el temor al qué pensarán. Siempre habrá alguien que esté a tu lado si lo necesitas, pero tienes que hablar y contar cómo te sientes.

Un enfoque radicalmente distinto para tu vida
Si el llamamiento de Dios no es tener y ser como algunos dicen, ¿en qué consiste la vida? ¿Éxtasis? ¿Emoción continua? ¿Placer sin límites? ¿Experiencias en el tercer cielo? No. La respuesta es bien sencilla, y la ofrece Pablo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá 6:9). Hacer el bien: esa es una de las claves. Infinidad de depresiones son consecuencia directa de una continua introspección insana de uno mismo, donde la persona, cada segundo de su tiempo, lo dedica a analizar todo aquello que no marcha bien dentro de sí y de su entorno, bloqueándolo por completo. Llega un momento en que, en lugar de mirar cómo hacer el bien a otros, se encierra en sí mismo y en su propia desolación. Por eso, los que menos se miran al ombligo son los que menos posibilidades tienen de caer en la tristeza crónica, en la conmiseración propia y en el luto sin fin.
Alguien que tiene esta idea clara y la lleva a cabo (“hacer el bien”), no puede sentirse miserable para consigo mismo. ¿Por qué? Porque no se puede desilusionar el que no espera nada de la vida, de igual manera que no se puede hundir el que no busca la felicitación cuando no la recibe. Su objetivo es, de una u otra manera, ayudar a los demás haciendo el bien. La mejor manera de ayudarse a sí mismo es ayudando al prójimo:

- Regalando una sonrisa, un abrazo, una palabra de ánimo, una broma que haga reír o una ayuda económica conforme a las propias posibilidades (cf. 1 Co. 16:2).
- Ayudando en tareas sencillas a los que están cerca de ti: hacer la compra, llevar en el coche a alguien que te lo pide, visitando a un familiar enfermo, etc.
- Ofreciendo compañía al que no la tiene y una buena conversación que muestre verdadero interés en el otro y no un mero monólogo sobre nosotros mismos.
- Predicando el evangelio al que no conoce a Dios y mencionando cuán grande es el amor que el Altísimo tiene por ellos como demostró en la cruz.
- Recordando sus promesas al que las ha olvidado.

Y todo lo que se te ocurra. Nunca olvides que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35).
Ahora bien, esto no significa “quemarse”, que es lo que le sucede a muchos cristianos, que dan, dan y dan, y no reciben absolutamente nada a cambio; únicamente críticas por “no ser perfectos”. Debe haber un equilibrio entre dar y recibir.
Por otro lado, está más que comprobado que la persona que se siente emocionalmente agotada, profundamente triste y/o deprimida, no tiene “energía vital” ni ganas de hacer nada. Ejemplos los hayamos en Moisés y Elías, que pasaron por épocas muy oscuras y de depresión, tanto que le pidieron a Dios que les quitara la vida (cf. Nm. 10:15; 1 R. 19:4). Por lo tanto, en esas situaciones, el creyente no debe cargarse a sí mismo queriendo hacer más cosas sino que su prioridad debe ser cambiar internamente.
Tiene que aprender a:

- Modificar pautas en su estilo de vida.
- Descansar correctamente.
- Encontrar tiempo para despejarse de ciertas actividades diarias.

Todo esto es lo que hizo Dios con Elías, al que alimentó y le ofreció su presencia. Por eso Jesús dijo: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt. 11:28-30). La inmensa mayoría de los cristianos conocen estas palabras de memoria pero son muy pocos los que las han asimilado en sus vidas diarias y no las ponen en práctica.
Como apéndice, podríamos recomendar algún tipo de ejercicio físico, ya que este produce una transformación química para bien del organismo, y que también tratamos en ¡Vive! Disfrutando sanamente (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html).

Conclusión
Nadie existe porque sí. Nadie nació por casualidad. Todo el mundo tiene un propósito en este mundo. Ahora bien: depende de cada uno hacer o no la voluntad del Altísimo. Así que te seré muy claro: desde el punto de vista de Dios –que es el que verdaderamente importa y en el que debemos enfocarnos-, es preferible un “infeliz” en la Tierra pero que ha nacido de nuevo que a un “feliz” que lo tiene todo en este mundo pero no tiene a Jesucristo en su vida. El primero, que transita por el camino estrecho, va directo a un destino eterno glorioso, por muchas penurias que esté pasando o vaya a pasar. El segundo, aunque cumpla todos sus sueños presentes, transita por el camino ancho y va directo al sufrimiento eterno (cf. Mt 7:13-14). Visto así –que, como repito, es la manera de Dios-, en un caso extremo, y como le dije a un amigo conversando sobre este tema, prefiero a un verdadero cristiano viviendo debajo de un puente en la miseria que a un hombre o una mujer que tiene éxito en el amor, en los estudios, en el trabajo, en la economía y en la salud pero tiene por extraño a Dios.
Esto no significa que, en términos puramente humanos, no me alegre cuando me encuentro con una persona y me cuenta que se ha casado, que tiene hijos, que tiene un buen trabajo, etc. ¡Claro que me pongo contento! Pero, igualmente, en términos puramente eternos, siento tristeza si esa misma persona, en el día presente, no tiene su nombre escrito en el Libro de la Vida.
Muchos se limitan a hablar de las victorias militares del rey David o de cómo Moisés liberó al pueblo de Egipto bajo la mano de Dios, proponiéndolos como ejemplos para nuestras vidas, siendo nuestro objetivo la grandeza que ellos alcanzaron. Pero son pocos los que citan la totalidad del siguiente pasaje, que viene a ser un resumen de buena parte de la Biblia y de la historia de los creyentes: Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (He. 11:36-40).
Como los planes de Dios para la vida de cada persona son diferentes e individualizados (por ejemplo, recordemos que Pedro murió mártir como le profetizó Jesús mientras que Juan fue desterrado a la isla de Patmos), esos “otros” puede que seamos tú y yo. Esos “otros” puede que no recibamos latigazos en el sentido literal, pero sí en el alma por causa de distintas circunstancias que nos acontezcan. Posiblemente tampoco recibamos en esta vida lo prometido, pero lo recibiremos, con total seguridad, en la que verdaderamente importa, en la parte eterna de nuestra existencia al lado de Dios.  
Mientras que ese día llega, sé una persona honrada, honesta, noble, sincera e íntegra, y no apartes tus ojos de tu Hacedor y Salvador.

Nota final: Para los que piensen que nada de lo que hemos expuesto puede afectar a los cristianos, aquí un artículo sobre el suicidio de Andrew Stoecklein, pastor americano de 30 años: https://evangelicodigital.com/sociedad/1928/el-suicidio-de-un-joven-y-conocido-pastor-conmueve-eeuu Tristemente, este tipo de testimonios se están extendiendo.



lunes, 16 de septiembre de 2019

¿Alguien le ha predicado el evangelio a Rafa Nadal y al resto de famosos de este mundo?


Salvo al excéntrico, díscolo y maleducado Nick Kyrgios, no recuerdo haber escuchado a nadie hablar mal del tenista español Rafa Nadal. Y teniendo en cuenta los antecedentes del jugador australiano, su opinión no cuenta absolutamente nada. Lo que hemos visto en todos los años que lleva Nadal de carrera es que es una persona humilde, sencilla, familiar, respetuosa y agradecida. Además tiene la caballerosidad de valorar en gran medida a sus oponentes en la pista, siendo muy llamativa la admiración que siente por Roger Federer. Incluso en la derrota es elegante. Podemos decir que, en general, es un ejemplo a seguir para todos aquellos que practican cualquier tipo de deporte.
Hace unos meses sorprendió a muchos cuando tras las inundaciones que sufrió su ciudad se plantó con una escoba a ayudar a sus vecinos como uno más. Incluso cuando la prensa le busca las cosquillas y le pregunta sobre temas espinosos, sus declaraciones están llenas de sensatez y madurez. Se ve que tiene la cabeza bien amueblada y que la fama no le ha convertido en un engreído. No mira a nadie por encima del hombro a pesar de que ha ganado multitud de premios y trofeos, y que su cuenta corriente asciende a una considerable cantidad que ha logrado con su esfuerzo. Y estoy seguro que ofrece ayuda económica en más obras sociales de las que yo podré hacer en toda mi vida. Por todo lo reseñado, es de los pocos deportistas que realmente aprecio, y no me extrañaría que cuando se retire Hollywood haga una película de su carrera como ha hecho en el pasado con otros jugadores.

¿Sólo le falta volar?
Tras derrotar la semana pasada en una épica final del US Open a Medvedev, y alcanzar su décimonoveno Gran Slam, tanto la prensa nacional como internacional se llenó nuevamente de elogios hacia él. El titular que le dedicó el periódico español “Marca”, y que encabeza este escrito, fue “Sólo le falta volar”. Pero, apreciando todas las virtudes que he citado más arriba y apreciándolo por ello, nuestro tenista necesita exactamente lo mismo que todos los seres humanos, y no es precisamente volar:

- Necesita ser consciente de su naturaleza pecadora: No hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10).

- Necesita ser consciente que necesita ser salvado: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23).

- Necesita ser consciente que necesita un Salvador: “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Jn.4:14).

- Necesita ser consciente que Dios lo ama: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

- Necesita ser consciente que Cristo es Dios: “... según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (cf. Ro. 9:5).

- Necesita ser consciente que Cristo murió en la cruz por sus pecados: Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3).

- Necesita ser consciente que resucitó de entre los muertos: y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:4).

- Necesita ser consciente de que la salvación es un regalo y no es por el número de buenas obras que lleve a cabo a lo largo de su vida: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9).

- Necesita ser consciente que Dios que es necesario que nazca de nuevo: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3).

- Necesita ser consciente que la verdadera corona que es para siempre es la corona de la vida: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stg. 1:12).

Al final, aunque su nombre quede registrado en los anales de la historia humana como uno de los grandes deportistas de todos los tiempos, lo único importante y cuya consecuencia es eterna es que su nombre esté escrito en el libro de la vida (cf. Ap. 3:5). Todo lo demás, los reconocimientos, los galardones, las alabanzas, las buenas opiniones que los demás tengan sobre él y todo lo que haya logrado en su paso por este mundo formarán parte de un pasado que se convertirá en polvo y del cual apenas quedará recuerdo.

¿Qué tenemos que hacer los cristianos?
 
Con los famosos, gobernantes, políticos o personas de renombre –y, en general, con todas las personas que no son cristianas-, solemos caer en los dos extremos:

1) Nos quedamos en clamar por “justicia” (como analizamos en Respondamos sinceramente: ¿deseamos justicia o venganza?: https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/09/respondamos-sinceramente-deseamos.html)  o, como poco, en críticarlos por su estilo de vida, que suele ser lleno de pomposidad, lujos, casas, coches, placeres y vacaciones en lugares paradisíacos. Casos de normalidad, como el de Rafa o el de Iniesta, fuera de las excentricidades en que viven otros famosos, son excepciones.

2) Nos quedamos en admirarlos por algunos de sus éxitos: sean deportivos, económicos, logros personales o estatus social.

Ambas situaciones reflejan errores que los cristianos cometemos con los individuos que esta sociedad denomina “exitosas”.
Sé que tiene que ser muy difícil acercarse a estas personas y poder hablar con ellas sin prisas más allá de unas pocas palabras. Lo normal es poder departir unos pocos segundos ante los que les piden un autógrafo o hacerse una fotografía. Muchos se mueven en círculos muy cerrados, tienen muy poco tiempo para atender a sus miles de seguidores, hacen vida familiar e íntima, y otros llevan hasta guardaespaldas. En el caso concreto de Nadal, no sé si ya algún cristiano de Mallorca ha logrado acercarse a él de forma tranquila para conversar tranquilamente sobre el tema. De ahí que el título esté entre signos de interrogación. Sea que sí o sea que no, “famosos” hay muchos en este mundo a los que hablarles.
En países como Brasil y otros de Sudamérica, es más usual poder dar a conocer a Dios. Rivaldo es un ejemplo de alguien que conoció al Señor al final de su carrera tras reconocer que “el fútbol no era la felicidad ni lo era todo”. Por el contrario, en Europa apenas se escucha de cristianos deportistas ya que todo lo que no sea catolicismo romano está visto como algo sectario. La dificultad es mayor dada la infinidad de prejuicios que hay sobre la Biblia. Cita un par de versículos bíblicos y ya pensarán que eres un fanático.

Sabiendo de los escollos, con la de miles de iglesias que hay en el mundo, con la de miles de pastores, con la de millones de creyentes, tiene que haber alguna manera de intentarlo. Es cuestión de que los cristianos que aman tanto organizarse para celebrar fiestas, conciertos y demás actividades extrabíblicas, planeen también cómo llegar a ellos, puesto que el Evangelio no es exclusivo para los pobres, tristes, huérfanos o desesperados –aunque estos suelen ser los más receptivos al llamado de Dios-, sino para todos, puesto que Dios no hace acepción de personas (cf. Ro. 2:11) y Él dijo que se le predicara el Evangelio “a toda criatura” (Mr. 16:15). Por eso vemos diversos ejemplos en toda la Biblia donde se les anunciaba el mensaje de Dios –a veces de juicio- a reyes e individuos con cargos legislativos.
¿Serás tú el que lo haga? ¿Tu congregación pensará también en ellos y pondrá en marcha algún plan para ser sal y luz ante los “famosos”? No es cuestión de ir dando voces como Juan el bautista puesto que los tiempos han cambiado, sino de adaptarse a la situación. ¿Cómo lo haréis, en persona, por carta o de alguna otra manera? Recuerda “!!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Ro. 10:15).

lunes, 2 de septiembre de 2019

6. ¿Por qué una persona se une a una iglesia enferma o malsana sin saberlo?


Venimos de aquí: ¿Cuáles son los principios de propaganda en las iglesias malsanas? https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/05/5-cuales-son-los-principios-de.html

A primera vista, parece incomprensible que alguien en plena posesión de sus facultades mentales pase a ser parte de un grupo como el que hemos descrito en capítulos anteriores. Nadie en su sano juicio se iría detrás de una serie de individuos que enseñan mentiras, falsas doctrinas, herejías o prácticas enfermizas bajo el supuesto amparo de la Biblia. Aparte de que la persona ignora dónde entra exactamente, las causas y los problemas se observan en tres factores:

1) Necesidades
El individuo llega a ese grupo por una serie de necesidades. Pueden ser:

- Espirituales, buscando respuestas a sus inquietudes.
- Emocionales, por falta de identidad personal, incomprensión, sentirse que no es parte de nada, ausencia de familia, crisis personales o falta de amistades, incluso sentimentales (conocer a alguien que le atraiga románticamente).

Muchos de ellos realmente han encontrado al Señor y han “nacido de nuevo”. Por las razones que hemos visto, y tras buscar en varias congregaciones, se deciden por esa creyendo que es donde mejor encajarán, sin saber realmente el trasfondo que hay, y que no descubrirán hasta que transcurran varios años.

2) Abrumado de amor
Todos los errores, todo lo negativo y todo lo pernicioso se camufla bajo fuertes dosis de “amor”. Al recién llegado se le abruma con multitud de muestras de cariño, como besos y abrazos. También se le halaga a la mínima oportunidad, se exalta sus virtudes, le muestran cuán importante es que esté con ellos, le hacen ver que Dios lo ha traído al sitio correcto tras sacarle de las tinieblas y le hablan de los grandes planes que el Altísimo tiene para él. Por fin siente que ha encontrado su lugar en el mundo y en la vida. Todo esto le impresiona de tal manera que, literalmente, le ciega. Crea una dependencia emocional tan grande que pierde inconscientemente la capacidad de crítica. Cuando contempla algo que no entiende o que directamente está mal, un velo invisible cubre su conciencia tratando de justificar lo que ve.

3) Falsas enseñanzas
Las falsas doctrinas están, aparentemente, en un segundo plano. El grupo puede aceptar todas las verdades fundamentales del cristianismo, pero también otras que chocan de plano. El creyente, al ser un neófito en el conocimiento de las Escrituras, acepta lo que oye como si fuera la pura verdad. Ni se le pasa por la mente que “un siervo de Dios” pueda estar equivocado.

Al ser aceptado y amado, ¿cómo se siente al ser parte de esa comunidad?
Al sentirse parte de ese grupo que le acepta y lo comprende, lo defiende incondicionalmente contra cualquiera que ose alzar una voz crítica. Se siente directamente atacado cuando hablan mal de sus compañeros y reacciona contraatacando sin dudar. Sus líderes le han hecho ver por activa y por pasiva que aquellos que van contra el grupo son “hijos del diablo”. También le han repetido insistentemente que comunique a sus superiores cualquier crítica que otros hagan. Esto le hace sentir importante ya que comprueba que confían en él como informador. La realidad es que, sin saberlo, se convierte en un espía –uno de muchos- que hace un trabajo sucio penado en la Biblia y señalado como pecado.
Se siente seguro, motivado y realizado como integrante del grupo. Sus necesidades son satisfechas. Cree que su vida ha cobrado sentido y que todo tiene un propósito. Su estima propia está en apogeo. Servir al grupo es sinónimo de servir a Dios. Él lo está usando y no hay nada más importante. En esta etapa, siente que todo es una bendición que proviene del mismo cielo. Todo gira en torno al grupo (“su iglesia”) y a las actividades que realizan. Posiblemente, hasta que no se lleve una desilusión personal de proporciones cósmicas que le haga recapacitar y replantearse diversas cuestiones de peso, no despertará a la realidad. Mientras tanto, permanecerá en ese mundo de fantasía y aceptará lo que es inaceptable desde el punto de vista bíblico.

Lo que acepta
Mientras que llega el día del “despertar”, esta persona asumirá que:

- La obediencia a sus líderes debe ser incondicional, ya que ellos son los “ungidos”. Quizá no lo sepa, pero cae en el culto a la personalidad.

- Tendrá que consultar con sus dirigentes cada paso. Hará lo que ellos le digan: qué libros leer y cuáles no, cómo vestir, qué estudiar, a qué dedicar su tiempo libre, si visitar o no otros grupos, con qué chico o chica ennoviar o no, etc. De lo contrario, pensará que Dios se enojará con él.

- Su vida privada deberá estar abierta a las preguntas que sus superiores le puedan hacer, las cuales deberá responder sin ocultar nada.

- Su grupo es el único que tiene la verdad absoluta en todas las cuestiones, puesto que ellos poseen la interpretación correcta de la Biblia y la doctrina perfecta.

- Todas las críticas hacia ellos están motivadas por el odio.

- Todos los que no piensan de la misma manera son sospechosos y están fuera de la voluntad de Dios.

- El grupo es prioritario sobre todo lo demás. De igual manera, el sustento económico es prioritario para el crecimiento del grupo. Se le debe anteponer a la familia, incluso cuando sus seres cercanos tengan necesidades económicas.

- Tendrá que alejarse de las personas que ellos le digan: amigos, familiares, etc., para no “contaminarse”.

- Deberá “negarse a sí mismo” (tergiversando el verdadero significado de estas palabras que pronunció Cristo) y sus deseos personales. Si cae enfermo, posiblemente es porque no está suficientemente entregado a la causa o por algún pecado oculto.

- Creerá que de no asistir a alguna de las reuniones se estará perdiendo una gran bendición y tendrá sentimientos de culpa.

- Pensará que no existe felicidad ni salvación fuera de ese grupo en particular. Por lo tanto, su vida se arruinaría si decidiera abandonarlo.

Este tipo de cuestiones, que para una persona fuera del grupo son claramente irracionales, para él son lógicas y cuerdas. No sabe el lavado de cerebro al que le han sometido. Es más, lo niega: “El proceso de manipulación no cambia a la persona en pocas horas. Lleva un poco de tiempo. Cada día, los responsables hacen repetir lo mismo, y poco a poco añaden elementos nuevos para que surjan cambios. En los meses que siguen a su llegada a la comunidad la persona cambia su comportamiento y su manera de pensar completamente, sin que se dé cuenta. Un amigo o un pariente pueden darse cuenta, pero no el afectado”[1]. Por eso son ciertas las palabras de Mark Twain: “Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”.

¿Bendecidos?
Un argumento que presentan en su defensa los miembros de estas congregaciones es que “están siendo bendecidos”. La replica habría que basarla en los principios bíblicos: ¿Bendice Dios la mentira y el error? Según ellos, si están siendo bendecidos es porque están respaldados por el Espíritu Santo y enseñan la verdad, y porque sus errores no son tan importantes como se les quiere hacer ver; de lo contrario, habrían desaparecido. Pero aquí volvemos al caso de la numerología. El hecho de que algo vaya aparentemente bien para muchas personas no tiene que significar que esté acorde a la voluntad de Dios. La única realidad objetiva es que, si una enseñanza va en contra de las enseñanzas escriturales, la supuesta bendición es falsa. En mi país, millones de personas salen en profesión detrás de imágenes de santos, de vírgenes y de diversos “cristos”. Ellos sienten que es una bendición: se emocionan, se sobrecogen, lloran y sienten paz. ¿Procede esta “bendición” de Dios? Cualquiera que conozca mínimamente las Escrituras puede afirmar que no. También los budistas dicen sentir “paz”, pero no es la paz del verdadero y único Dios.
Por lo tanto, el argumento que expresan los miembros de estos grupos/iglesias no tiene validez alguna cuando no se ajusta a la VERDAD reflejada en la Palabra de Dios. Dios no bendice la mentira. En estos lugares pueden tener amigos, proyectos, sueños, motivaciones y estima, aparte de trabajar en obras sociales, pero eso no significa automáticamente que provenga de Dios todo lo que hacen.
¿Puede Dios bendecir y usar a los verdaderos creyentes, aun en estos grupos? Sí. De eso no me cabe ninguna duda. Lo entiendo como parte un proceso de maduración que Él permite para que el verdadero converso crezca y pueda conocer parte de la verdad, al menos la fundamental. Durante buena parte de ese tiempo el Señor obrará en él. Le enseñará grandes principios bíblicos, curará heridas del pasado, aprenderá muchísimo de las Escrituras y de algunas personas que le rodearán (incluso de las malas), pasará buenos momentos con verdaderos amigos, despertará el deseo de servir de forma sana, descubrirá sus dones, etc. Así hasta que esté preparado para afrontar la realidad y tomar las riendas de la situación. Entonces sus ojos serán abiertos y tendrá que tomar una decisión al respecto: seguir siendo parte de una comunidad herética y enferma o salir de ella y descubrir partes básicas del cristianismo que no conocía. Ahí se enfrentará a una compleja disyuntiva personal: conservar su posición y lo que tanto trabajo le costó alcanzar, o perder mucho de lo que obtuvo para ser libre como hijo de Dios. Deberá preguntarse quién es el amo de su vida: Jesucristo o los líderes que han distorsionado Su verdad, “que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia” (Ro. 10:2).

Continuará en El carácter maquiavélico y oscuro de los lobos eclesiales: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2014/11/el-verdadero-lobo.html



[1] Zivi, Pascal & Poujol, Jacques. Los abusos espirituales: Identificar. Acompañar.