Venimos de aquí: El conocimiento mutuo: La importancia de la naturalidad: https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/10/1061-la-importancia-de-la-naturalidad.html
Hombres y mujeres. Mujeres y
hombres. ¿Qué
es lo primero que te encuentras cuando empiezas a conocer a alguien del sexo
opuesto? Tan sencillo como complejo: que piensan, sienten y actúan de manera
muy diferente a la tuya. ¿Alguien duda todavía de que ambos géneros son muy
distintos? Es algo que se descubre en la infancia y se manifiesta de forma
aguda en la adolescencia y en la primera juventud. Es algo determinado y
concreto. Esto se debe a que tanto nuestra biología como la educación que
recibimos –junto al legado cultural- son muy diferentes entre ambos sexos.
A pesar de esta verdad, cuesta
la misma vida aceptar estas diferencias. Incluso en ciertas ocasiones molestan,
y de ahí surge el machismo y el feminismo: unos se miran a otros por encima del
hombro. Pero, como dijo Agustín de Hipona hace muchos siglos: “Si Dios hubiese querido que la mujer
gobernase sobre el hombre, la hubiera tomado de la cabeza de Adán. Si la
hubiese designado para ser su esclava, la hubiese tomado de sus pies. Pero Dios
tomó a la mujer del costado del hombre, para que sea su compañera e igual a él”.
Diferencias
Nadie debe sentirse
superior, ni dar por hecho que ambos géneros conocen al detalle todo aquello
que los distingue. Muchos piensan: “Él/ella debe saberlo”. Pues no, no tiene que
ser así, y menos si nadie se lo ha explicado con claridad. Un caso concreto: muchos
esperan a que lean sus pensamientos por las expresiones y las miradas que
muestran. Creemos que el otro debe saberlo, cuando la realidad es que muchas veces ni nosotros
mismos nos entendemos. Entonces, ¿cómo esperar que adivinen nuestra manera
diferente de interpretar cada detalle de la vida? ¿Cuántas veces no hemos
malinterpretado una mirada? ¡Centenares!
¿Sabías por ejemplo que las mujeres suelen emplear el
doble de palabras diarias que los hombres?: “En
las zonas del cerebro responsables del lenguaje, las mujeres tienen el 11% más
de neuronas que los hombres. Por eso ellas tratan de solucionar los problemas
hablando. Sin embargo, el hombre tiene dos veces y media más de espacio
cerebral dedicado al impulso sexual. También tienen procesadores mayores en el
área más primitiva del cerebro, la amígdala, que registra el miedo y dispara la
agresión y la agresividad”[1]. De ahí que sea cierto en muchas ocasiones el refrán
que dice que “la mujer descansa cuando habla, y el
hombre se cansa hablando”.
Por esto, para muchos hombres –no todos-,
prestar atención y escuchar activamente durante un largo espacio de tiempo se
convierte en un suplicio. Un estudio, realizado por la empresa Ladbrokes y citado por el diario británico Daily Mail[2], determinó que “los
hombres desconectan si hablan con una mujer de un tema que les disgusta
más de seis minutos”. Según
el mismo estudio, “las conversaciones que
más odian los varones y que, por lo tanto, hace que desconecten y dejen de
escuchar a las mujeres son: hablar sobre personas que no conocen; hablar de
compañeros de trabajo; hablar de famosos o estrellas de televisión; hablar
sobre compras o moda; hablar sobre la relación sentimental de otras personas; hablar
sobre qué se ha dicho o hecho en Facebook; hablar de lo que ha comido su pareja;
hablar de los sentimientos de su pareja; hablar de dieta o nutrición”. En
el caso de las mujeres, se aburren, por norma general, cuando los hombres les
hablan de estos temas: deportes, política, suegros y familia política.
Lo que hemos visto es la razón biológica por la cual el
hombre suele hablar menos y se agobia en parte ante una mujer que sigue
hablando hasta completar su cupo de palabras. Ninguno tiene culpa ya que lo
único que hacen es expresar su naturaleza. La riqueza del ser humano está muy
por encima de los estereotipos en los cuales nos encasillan los ateos, como el
español Eduardo Punset en su libro “Viaje a las emociones” o Allan Pease y
Barbara Pease en “Por qué los hombres no se enteran y las mujeres siempre necesitan
más zapatos”. Ellos afirman que todo comportamiento humano es debido a la
evolución y no al diseño inteligente de un Ser Superior que nos dio libertad
para actuar de una manera u otra. La Palabra habla de estas personas: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”
(Sal. 14:1). Creer que somos simples robots programados, que respondemos sin
más ante ciertos estímulos, es rebajarnos en nuestra condición de seres creados
por Dios.
Los pequeños y grandes errores que cometemos son consecuencia
directa de la naturaleza caída que mora en nosotros tras la caída en el Huerto
del Edén. Y esta condición se manifiesta también en el creyente “nacido de
nuevo”, puesto que en él conviven las dos naturalezas: la carnal y la redimida.
En el caso que hemos visto sobre la diferencia a la
hora de cuánto habla un hombre y una mujer, desconocer este dato conduce a
muchas discusiones,
tantas como horas tiene el día, al pensar la mujer que el hombre no quiere hablar
con ella. La realidad es que la mujer casi no tiene límites a la hora de mantener
una conversación. Sin embargo, el hombre tiene un tope que, una vez superado,
le embota por completo.
El hipocampo, centro de formación de la emoción y la
memoria, es también de mayor tamaño en el cerebro femenino. Lo mismo ocurre con
los circuitos cerebrales para el lenguaje y la observación de las emociones de
los demás. Esto explica en parte el motivo por el cual las mujeres expresan
mejor las emociones y recuerdan mejor los detalles de acontecimientos
emocionales. El hombre suele ser concreto (va al grano a la hora de contar
algún suceso), pero ellas disfrutan (y necesitan) explayarse en los detalles. Son
más observadoras y detallistas, al contrario que el hombre, que le cuesta
recordar los pormenores.
Por todo esto, podemos
comprender que, para una mujer, el significado de intimidad es sinónimo de
contar secretos y hablar a solas con su pareja. Hablan de las relaciones
humanas, de la familia, de sus estados de ánimo, etc. Por eso, por norma
general, se sienten atraídas hacia hombres atentos y sensibles. Suelen tener
una mayor necesidad de cariño, de afecto y de muestras de sensibilidad. Por el
contrario, para un hombre, el sinónimo de intimidad es llevar a cabo distintas
actividades juntos.
Así se entiende que, si las
relaciones personales no le marchan bien, la mujer tenga dificultades en
concentrarse en otras actividades, como los estudios o el trabajo. Por el
contrario, al hombre, si no le van bien estas labores, le costará tener su
mente lo suficientemente despejada como para centrarse en las relaciones
humanas.
Géneros complementarios y la conversación cara a cara
Hay muchos hombres y mujeres
que desconocen casi por completo la manera en que piensan y sienten unos y
otros. Por eso, cuando inician una relación de noviazgo aparecen los problemas
por pura ignorancia. Creen que el otro debería pensar como ellos. Creen que el
otro debería sentir como ellos. Creen que el otro debería actuar como ellos.
Creen que el otro debería reaccionar ante las distintas circunstancias de la
vida igual que ellos. Creen que el otro debería vivir como ellos. Todo esto es
un error que los conduce a saltar de una relación a otra como quien cambia de
pantalón.
Lo primero que debes saber
es que las diferencias son positivas y deseables, porque nos convierte en
géneros complementarios. Así lo
quiso nuestro Creador. Para conocer lo diferente que somos y comprobar si te
puedes complementar, debes “escudriñar” la personalidad en su totalidad de la
persona que tienes delante de ti. Así no confundirás la realidad con tu mera fantasía.
Para esto es fundamental
algo que cada día está más en desuso: la conversación. Y no me refiero a las
conversaciones por teléfóno, al wasap,
a los emoticonos, a los gifs animados o a los mensajitos dejados en alguna red social,
sino al cara a cara. Ahí, en ese tipo
de contacto personal, se mira directamente a los ojos, se comparte y se recibe
información no-verbal, y se escucha el verdadero sonido del alma. A menos que
la persona sea una mentirosa compulsiva, los engaños serán más fáciles de
detectar. Es donde verás quién es en realidad: cómo es, si es humilde y
sencillo o, por el contrario, arrogante y soberbio, cómo se comporta ante el
mundo externo, cuáles son sus aficiones, sus gustos, talentos, tristezas,
alegrías, qué le atrae o desagrada de la vida, sus miedos y traumas, sus
recuerdos de la infancia, su relación con la familia, sus planes y sueños, etc.
Así que, cuando estés con una persona, deja el dichoso móvil guardado. Nada de
enviar mensajes ni de mirar para otro lado. De lo contrario pensará que te está
aburriendo, que no le interesas, que no eres su prioridad, que tienes la mente
en otra parte, que te quieres ir, o que tienes la atención dividida con otras
amigas o amigos. Y esto lo digo para las dos partes.
¿Por qué es tan necesaria la
comunicación? Nuevamente sencillo de explicar: porque si esos encuentros se convierten en una relación
que lleva hasta el altar, la persona con la que estás hablando es aquella con
la que pasarás el resto de tu vida. Por eso en una conversación no todo deben
ser risas y corazones pintados en el cielo.
Incontables personas –tanto
creyentes como incrédulos-, creen que, en el matrimonio, todo aquello que no les
gusta del otro (junto a los defectos), desaparecerán como por arte de magia.
Nada más lejos de la realidad. Creer lo contrario es negar la realidad y engañarse
a sí mismo. Por eso es fundamental que todas las preguntas que tengas que hacer
y creas convenientes las hagas antes de que sea demasiado tarde. Y que sean
preguntas concretas, no genéricas. No es necesario ni conveniente que la
apabulles a preguntas al comienzo ya que tendrá la sensación de que tiene que
exponer su currículum, ni que parezca
un interrogatorio o una entrevista de trabajo. Todo debe ser natural y sin
prisas. Así ambos comprobaréis in situ
tanto lo que os agrada como lo que no para luego hacer un juicio de valor
equilibrado: “Pocas áreas deben ser
de acceso prohibido. Tal vez te puedas sentir incómodo preguntando acerca de
deudas, relaciones románticas anteriores, [...]. Quizás tú mismo estés
preocupado en contestar estos tipos de preguntas. La verdad es que tú puedes
hacer las preguntas y discutir las respuestas ahora, o no hacerlas y descubrir
las respuestas después. Es tu decisión. Yo creo que es mejor que tú tengas el
control de cuándo averiguar, porque al final lo sabrás. [...] Almacena sus respuestas en tu banco de
memoria para ver si sus respuestas continúan correspondiendo a sus acciones.
Si algo parece ser una señal de peligro, confróntalo. No lo hagas a un lado
como si no fuera gran cosa”[3].
¿Los polos opuestos se atraen?
Al buscar a alguien que te
complemente, buscas inconscientemente aquellas cualidades que no posees. Como
una vez leí: “La persona melancólica buscará alguien alegre y positivo; el
optimista se sentirá atraído por el reflexivo; el tranquilo por el inquieto; el
relajado por el estimulante”.
Ahora bien, esto resulta
verdad hasta cierto punto. Si los dos son la noche y el día, como por ejemplo que
uno sea sensible y el otro sea un Terminator
encarnado –emocionalmente frío y distante-, posiblemente no habrá nada que
hacer. Es más, no es recomendable. Es otro mito pensar que a todo el mundo le
atrae su polo opuesto. Una persona introvertida no tiene por qué sentirse
atraída hacia una extrovertida, y viceversa. Y aunque se atraigan no significa
que encajen. En el amor no existen las fórmulas
matemáticas exactas. Así con todo, por mucha atracción que se pueda sentir
en los compases iniciales, si no concuerdan en nada su forma de pensar y
sentir, todo será malgastar el tiempo. No tiene nada que ver “ser diferentes” con “chocar en todo”; al fin y al cabo, atraen las personas que tienen valores,
intereses y maneras de entender la vida de forma parecida.
Es un error, un mito
romántico, creer en la “media naranja” que te dará la felicidad absoluta (como
ya vimos en ¿Incompletos sin pareja? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html). Creo
en la
construcción de un camino en común entre dos personas que tienen formas
parecidas de entender la vida y las relaciones humanas, con valores semejantes,
con algunos intereses básicos, metas y propósitos en común, que se proporcionan
la una a la otra las necesidades emocionales que ambos tienen en un ambiente de
paz, cordialidad, respeto y amor. De ahí que crea que cada ser humano tiene más
de un candidato a ser su pareja, aunque eso no quita que, aunque el Señor te
ofrezca total libertad, debas pedirle que te guíe hacia el más adecuado.
No ser consciente
de esta realidad te puede llevar a buscar el polo opuesto desesperadamente y de
forma irracional. En cierta manera, es cierto que ambos se atraen, como introvertido y extrovertido, huracán y sereno, etc. Aun así, tienes que ver más
allá y saber la razón exacta por la cual eres atraído. En un principio, es
lógico que te llame la atención aquellas personas que poseen cualidades que te
gustaría tener. Pero, normalmente –y conforme pasa el tiempo es algo que se
agudiza aun más-, esta atracción está motivada porque hay áreas de tu ser sin
desarrollar y, en lugar de madurar en ellas y crecer como persona, se prefiere
que sea la pareja quien posea esas cualidades que faltan, para que así tome el
control de tus debilidades. Por ejemplo, es más fácil que, en una cena de
amigos, la persona extrovertida tome totalmente el mando de la conversación, en
lugar de aprender el introvertido a relacionarse, aunque sea a niveles básicos.
Se puede ser tímido sin que esto nos lleve a depender de la pareja. Así sí se
puede ser complementario. Una cosa es que te ayuden y ten ofrezcan fortaleza, y
otra que dependas del otro. De lo contrario, más que una pareja, estará
desempeñando la labor de padre-madre, y esto es algo que sucede en infinidad de
ocasiones, terminando por convertirse en una adicción como otra cualquiera.
El propósito de estar con
otra persona no es ambos seáis iguales, sino que, en vuestra libertad y con
vuestras diferencias, os enriquezcáis el uno al otro como seres individuales. Una
pareja nunca puede restar o dejarte en el mismo estado; siempre debe de
sumar. Si llegáis a conocer vuestras diferencias y qué puntos tenéis en común,
habréis avanzado grandemente en saber hasta qué punto os complementáis.
Una terrícola me dijo: “¡Pienso que una relación sin comunicación es
nula! Necesito expresar cómo me siento, lo que pienso, mis sueños, mis logros,
mis fracasos, reírme, llorar. De lo contrario, no me sentiría viva con mi
pareja. Y lo mismo con él. Me gusta saber todo lo que siente, las inquietudes,
sus temores. Y no te digo que sea fácil porque somos diferentes. Él es más
extrovertido y yo soy más tranquila. Pero el hecho de que seamos muy diferentes
hace que tengamos que tener mas comunicación, para poder así aportarle a él lo
que yo soy y lo que tengo que a él le falta, y viceversa”. Como dice Norman Wright: “Si tu pareja es introvertida (la gente la
agota y necesita silencio, tiempo privado para cobrar energía) y tú eres
extrovertido, necesitarás esforzarte para entender y aceptar estas diferencias,
y no invadir el tiempo privado del otro. O tú podrías ser el introvertido y tu
pareja necesita estar con la gente mucho más que tú. Entender cómo funciona el
uno y el otro es la clave”[4].
Solamente la comunicación os
dirá si vuestras diferencias y similitudes os convierte en compatibles o en
incompatibles.
En resumen, la idea de si la
relación se debe dejar o convertirse en matrimonio se basa en la complementariedad
y en los valores personales –especialmente y sobretodo los espirituales-, como
veremos en el siguiente apartado.
* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en:
10.6.3. El conocimiento mutuo: Los valores espirituales entre dos cristianos en una relación
sentimental.
[1]
Doctor Hugo Liaño, jefe del servicio de Neurología de la Clínica Puerta de
Hierro de Madrid y autor de “Cerebro de hombre, cerebro de mujer” (Ediciones
B).
[3] Wright, Norman. 101 preguntas antes de volver a casarte. Casa Bautista de Publicaciones.
P. 9, 10.
[4] Wright, Norman. 101
preguntas antes de volver a casarte. Casa Bautista de Publicaciones. P.
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