lunes, 8 de enero de 2018

10.6.2. Hombres y mujeres: distintos, pero complementarios



Venimos de aquí: El conocimiento mutuo: La importancia de la naturalidad: https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/10/1061-la-importancia-de-la-naturalidad.html

Hombres y mujeres. Mujeres y hombres. ¿Qué es lo primero que te encuentras cuando empiezas a conocer a alguien del sexo opuesto? Tan sencillo como complejo: que piensan, sienten y actúan de manera muy diferente a la tuya. ¿Alguien duda todavía de que ambos géneros son muy distintos? Es algo que se descubre en la infancia y se manifiesta de forma aguda en la adolescencia y en la primera juventud. Es algo determinado y concreto. Esto se debe a que tanto nuestra biología como la educación que recibimos –junto al legado cultural- son muy diferentes entre ambos sexos.
A pesar de esta verdad, cuesta la misma vida aceptar estas diferencias. Incluso en ciertas ocasiones molestan, y de ahí surge el machismo y el feminismo: unos se miran a otros por encima del hombro. Pero, como dijo Agustín de Hipona hace muchos siglos: “Si Dios hubiese querido que la mujer gobernase sobre el hombre, la hubiera tomado de la cabeza de Adán. Si la hubiese designado para ser su esclava, la hubiese tomado de sus pies. Pero Dios tomó a la mujer del costado del hombre, para que sea su compañera e igual a él”.

Diferencias
Nadie debe sentirse superior, ni dar por hecho que ambos géneros conocen al detalle todo aquello que los distingue. Muchos piensan: “Él/ella debe saberlo”. Pues no, no tiene que ser así, y menos si nadie se lo ha explicado con claridad. Un caso concreto: muchos esperan a que lean sus pensamientos por las expresiones y las miradas que muestran. Creemos que el otro debe saberlo, cuando la realidad es que muchas veces ni nosotros mismos nos entendemos. Entonces, ¿cómo esperar que adivinen nuestra manera diferente de interpretar cada detalle de la vida? ¿Cuántas veces no hemos malinterpretado una mirada? ¡Centenares! 
¿Sabías por ejemplo que las mujeres suelen emplear el doble de palabras diarias que los hombres?: “En las zonas del cerebro responsables del lenguaje, las mujeres tienen el 11% más de neuronas que los hombres. Por eso ellas tratan de solucionar los problemas hablando. Sin embargo, el hombre tiene dos veces y media más de espacio cerebral dedicado al impulso sexual. También tienen procesadores mayores en el área más primitiva del cerebro, la amígdala, que registra el miedo y dispara la agresión y la agresividad”[1]. De ahí que sea cierto en muchas ocasiones el refrán que dice que “la mujer descansa cuando habla, y el hombre se cansa hablando”.
Por esto, para muchos hombres –no todos-, prestar atención y escuchar activamente durante un largo espacio de tiempo se convierte en un suplicio. Un estudio, realizado por la empresa Ladbrokes y citado por el diario británico Daily Mail[2], determinó que los hombres desconectan si hablan con una mujer de un tema que les disgusta más de seis minutos”. Según el mismo estudio, “las conversaciones que más odian los varones y que, por lo tanto, hace que desconecten y dejen de escuchar a las mujeres son: hablar sobre personas que no conocen; hablar de compañeros de trabajo; hablar de famosos o estrellas de televisión; hablar sobre compras o moda; hablar sobre la relación sentimental de otras personas; hablar sobre qué se ha dicho o hecho en Facebook; hablar de lo que ha comido su pareja; hablar de los sentimientos de su pareja; hablar de dieta o nutrición”. En el caso de las mujeres, se aburren, por norma general, cuando los hombres les hablan de estos temas: deportes, política, suegros y familia política.
Lo que hemos visto es la razón biológica por la cual el hombre suele hablar menos y se agobia en parte ante una mujer que sigue hablando hasta completar su cupo de palabras. Ninguno tiene culpa ya que lo único que hacen es expresar su naturaleza. La riqueza del ser humano está muy por encima de los estereotipos en los cuales nos encasillan los ateos, como el español Eduardo Punset en su libro “Viaje a las emociones” o Allan Pease y Barbara Pease en “Por qué los hombres no se enteran y las mujeres siempre necesitan más zapatos”. Ellos afirman que todo comportamiento humano es debido a la evolución y no al diseño inteligente de un Ser Superior que nos dio libertad para actuar de una manera u otra. La Palabra habla de estas personas: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Sal. 14:1). Creer que somos simples robots programados, que respondemos sin más ante ciertos estímulos, es rebajarnos en nuestra condición de seres creados por Dios.
Los pequeños y grandes errores que cometemos son consecuencia directa de la naturaleza caída que mora en nosotros tras la caída en el Huerto del Edén. Y esta condición se manifiesta también en el creyente “nacido de nuevo”, puesto que en él conviven las dos naturalezas: la carnal y la redimida.
En el caso que hemos visto sobre la diferencia a la hora de cuánto habla un hombre y una mujer, desconocer este dato conduce a muchas discusiones, tantas como horas tiene el día, al pensar la mujer que el hombre no quiere hablar con ella. La realidad es que la mujer casi no tiene límites a la hora de mantener una conversación. Sin embargo, el hombre tiene un tope que, una vez superado, le embota por completo.
El hipocampo, centro de formación de la emoción y la memoria, es también de mayor tamaño en el cerebro femenino. Lo mismo ocurre con los circuitos cerebrales para el lenguaje y la observación de las emociones de los demás. Esto explica en parte el motivo por el cual las mujeres expresan mejor las emociones y recuerdan mejor los detalles de acontecimientos emocionales. El hombre suele ser concreto (va al grano a la hora de contar algún suceso), pero ellas disfrutan (y necesitan) explayarse en los detalles. Son más observadoras y detallistas, al contrario que el hombre, que le cuesta recordar los pormenores.
Por todo esto, podemos comprender que, para una mujer, el significado de intimidad es sinónimo de contar secretos y hablar a solas con su pareja. Hablan de las relaciones humanas, de la familia, de sus estados de ánimo, etc. Por eso, por norma general, se sienten atraídas hacia hombres atentos y sensibles. Suelen tener una mayor necesidad de cariño, de afecto y de muestras de sensibilidad. Por el contrario, para un hombre, el sinónimo de intimidad es llevar a cabo distintas actividades juntos.
Así se entiende que, si las relaciones personales no le marchan bien, la mujer tenga dificultades en concentrarse en otras actividades, como los estudios o el trabajo. Por el contrario, al hombre, si no le van bien estas labores, le costará tener su mente lo suficientemente despejada como para centrarse en las relaciones humanas.

Géneros complementarios y la conversación cara a cara
Hay muchos hombres y mujeres que desconocen casi por completo la manera en que piensan y sienten unos y otros. Por eso, cuando inician una relación de noviazgo aparecen los problemas por pura ignorancia. Creen que el otro debería pensar como ellos. Creen que el otro debería sentir como ellos. Creen que el otro debería actuar como ellos. Creen que el otro debería reaccionar ante las distintas circunstancias de la vida igual que ellos. Creen que el otro debería vivir como ellos. Todo esto es un error que los conduce a saltar de una relación a otra como quien cambia de pantalón.
Lo primero que debes saber es que las diferencias son positivas y deseables, porque nos convierte en géneros complementarios. Así lo quiso nuestro Creador. Para conocer lo diferente que somos y comprobar si te puedes complementar, debes “escudriñar” la personalidad en su totalidad de la persona que tienes delante de ti. Así no confundirás la realidad con tu mera fantasía.
Para esto es fundamental algo que cada día está más en desuso: la conversación. Y no me refiero a las conversaciones por teléfóno, al wasap, a los emoticonos, a los gifs animados o a los mensajitos dejados en alguna red social, sino al cara a cara. Ahí, en ese tipo de contacto personal, se mira directamente a los ojos, se comparte y se recibe información no-verbal, y se escucha el verdadero sonido del alma. A menos que la persona sea una mentirosa compulsiva, los engaños serán más fáciles de detectar. Es donde verás quién es en realidad: cómo es, si es humilde y sencillo o, por el contrario, arrogante y soberbio, cómo se comporta ante el mundo externo, cuáles son sus aficiones, sus gustos, talentos, tristezas, alegrías, qué le atrae o desagrada de la vida, sus miedos y traumas, sus recuerdos de la infancia, su relación con la familia, sus planes y sueños, etc. Así que, cuando estés con una persona, deja el dichoso móvil guardado. Nada de enviar mensajes ni de mirar para otro lado. De lo contrario pensará que te está aburriendo, que no le interesas, que no eres su prioridad, que tienes la mente en otra parte, que te quieres ir, o que tienes la atención dividida con otras amigas o amigos. Y esto lo digo para las dos partes.
¿Por qué es tan necesaria la comunicación? Nuevamente sencillo de explicar: porque si esos encuentros se convierten en una relación que lleva hasta el altar, la persona con la que estás hablando es aquella con la que pasarás el resto de tu vida. Por eso en una conversación no todo deben ser risas y corazones pintados en el cielo.
Incontables personas –tanto creyentes como incrédulos-, creen que, en el matrimonio, todo aquello que no les gusta del otro (junto a los defectos), desaparecerán como por arte de magia. Nada más lejos de la realidad. Creer lo contrario es negar la realidad y engañarse a sí mismo. Por eso es fundamental que todas las preguntas que tengas que hacer y creas convenientes las hagas antes de que sea demasiado tarde. Y que sean preguntas concretas, no genéricas. No es necesario ni conveniente que la apabulles a preguntas al comienzo ya que tendrá la sensación de que tiene que exponer su currículum, ni que parezca un interrogatorio o una entrevista de trabajo. Todo debe ser natural y sin prisas. Así ambos comprobaréis in situ tanto lo que os agrada como lo que no para luego hacer un juicio de valor equilibrado: “Pocas áreas deben ser de acceso prohibido. Tal vez te puedas sentir incómodo preguntando acerca de deudas, relaciones románticas anteriores, [...]. Quizás tú mismo estés preocupado en contestar estos tipos de preguntas. La verdad es que tú puedes hacer las preguntas y discutir las respuestas ahora, o no hacerlas y descubrir las respuestas después. Es tu decisión. Yo creo que es mejor que tú tengas el control de cuándo averiguar, porque al final lo sabrás. [...] Almacena sus respuestas en tu banco de memoria para ver si sus respuestas continúan correspondiendo a sus acciones. Si algo parece ser una señal de peligro, confróntalo. No lo hagas a un lado como si no fuera gran cosa”[3].

¿Los polos opuestos se atraen?
Al buscar a alguien que te complemente, buscas inconscientemente aquellas cualidades que no posees. Como una vez leí: “La persona melancólica buscará alguien alegre y positivo; el optimista se sentirá atraído por el reflexivo; el tranquilo por el inquieto; el relajado por el estimulante”.
Ahora bien, esto resulta verdad hasta cierto punto. Si los dos son la noche y el día, como por ejemplo que uno sea sensible y el otro sea un Terminator encarnado –emocionalmente frío y distante-, posiblemente no habrá nada que hacer. Es más, no es recomendable. Es otro mito pensar que a todo el mundo le atrae su polo opuesto. Una persona introvertida no tiene por qué sentirse atraída hacia una extrovertida, y viceversa. Y aunque se atraigan no significa que encajen. En el amor no existen las fórmulas matemáticas exactas. Así con todo, por mucha atracción que se pueda sentir en los compases iniciales, si no concuerdan en nada su forma de pensar y sentir, todo será malgastar el tiempo. No tiene nada que ver “ser diferentes” con “chocar en todo”; al fin y al cabo, atraen las personas que tienen valores, intereses y maneras de entender la vida de forma parecida.
Es un error, un mito romántico, creer en la “media naranja” que te dará la felicidad absoluta (como ya vimos en ¿Incompletos sin pareja? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html). Creo en la construcción de un camino en común entre dos personas que tienen formas parecidas de entender la vida y las relaciones humanas, con valores semejantes, con algunos intereses básicos, metas y propósitos en común, que se proporcionan la una a la otra las necesidades emocionales que ambos tienen en un ambiente de paz, cordialidad, respeto y amor. De ahí que crea que cada ser humano tiene más de un candidato a ser su pareja, aunque eso no quita que, aunque el Señor te ofrezca total libertad, debas pedirle que te guíe hacia el más adecuado.
No ser consciente de esta realidad te puede llevar a buscar el polo opuesto desesperadamente y de forma irracional. En cierta manera, es cierto que ambos se atraen, como introvertido y extrovertido, huracán y sereno, etc. Aun así, tienes que ver más allá y saber la razón exacta por la cual eres atraído. En un principio, es lógico que te llame la atención aquellas personas que poseen cualidades que te gustaría tener. Pero, normalmente –y conforme pasa el tiempo es algo que se agudiza aun más-, esta atracción está motivada porque hay áreas de tu ser sin desarrollar y, en lugar de madurar en ellas y crecer como persona, se prefiere que sea la pareja quien posea esas cualidades que faltan, para que así tome el control de tus debilidades. Por ejemplo, es más fácil que, en una cena de amigos, la persona extrovertida tome totalmente el mando de la conversación, en lugar de aprender el introvertido a relacionarse, aunque sea a niveles básicos. Se puede ser tímido sin que esto nos lleve a depender de la pareja. Así sí se puede ser complementario. Una cosa es que te ayuden y ten ofrezcan fortaleza, y otra que dependas del otro. De lo contrario, más que una pareja, estará desempeñando la labor de padre-madre, y esto es algo que sucede en infinidad de ocasiones, terminando por convertirse en una adicción como otra cualquiera.
El propósito de estar con otra persona no es ambos seáis iguales, sino que, en vuestra libertad y con vuestras diferencias, os enriquezcáis el uno al otro como seres individuales. Una pareja nunca puede restar o dejarte en el mismo estado; siempre debe de sumar. Si llegáis a conocer vuestras diferencias y qué puntos tenéis en común, habréis avanzado grandemente en saber hasta qué punto os complementáis.
Una terrícola me dijo: “¡Pienso que una relación sin comunicación es nula! Necesito expresar cómo me siento, lo que pienso, mis sueños, mis logros, mis fracasos, reírme, llorar. De lo contrario, no me sentiría viva con mi pareja. Y lo mismo con él. Me gusta saber todo lo que siente, las inquietudes, sus temores. Y no te digo que sea fácil porque somos diferentes. Él es más extrovertido y yo soy más tranquila. Pero el hecho de que seamos muy diferentes hace que tengamos que tener mas comunicación, para poder así aportarle a él lo que yo soy y lo que tengo que a él le falta, y viceversa”. Como dice Norman Wright: “Si tu pareja es introvertida (la gente la agota y necesita silencio, tiempo privado para cobrar energía) y tú eres extrovertido, necesitarás esforzarte para entender y aceptar estas diferencias, y no invadir el tiempo privado del otro. O tú podrías ser el introvertido y tu pareja necesita estar con la gente mucho más que tú. Entender cómo funciona el uno y el otro es la clave”[4].
Solamente la comunicación os dirá si vuestras diferencias y similitudes os convierte en compatibles o en incompatibles.
En resumen, la idea de si la relación se debe dejar o convertirse en matrimonio se basa en la complementariedad y en los valores personales –especialmente y sobretodo los espirituales-, como veremos en el siguiente apartado.

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* Prosigue en: 
10.6.3. El conocimiento mutuo: Los valores espirituales entre dos cristianos en una relación sentimental. 


[1] Doctor Hugo Liaño, jefe del servicio de Neurología de la Clínica Puerta de Hierro de Madrid y autor de “Cerebro de hombre, cerebro de mujer” (Ediciones B).
[3] Wright, Norman. 101 preguntas antes de volver a casarte. Casa Bautista de Publicaciones. P. 9, 10.
[4] Wright, Norman. 101 preguntas antes de volver a casarte. Casa Bautista de Publicaciones. P. 124.

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