Venimos de aquí: Eutanasia: ¿La buena
muerte? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/03/1-eutanasia-la-buena-muerte.html
Antes de presentar los argumentos de
aquellos que están a favor de la eutanasia y los que estamos en contra de ella,
hay que explicar varios conceptos.
¿Cuál
es la diferencia entre eutanasia y suicidio asistido?
a) Eutanasia: “Es
el acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, aunque sea por
voluntad propia o a petición de sus familiares”[1]. Es indolora y
se administra a personas con enfermedades graves e incurables, sean de
nacimiento o adquiridas.
b) Suicidio asistido: “Consiste en la
ayuda o asistencia a otra persona que desea terminar con su existencia. Se
considera asistencia al suicidio la entrega del material necesario –habitualmente
medicamentos- para su realización. La ayuda puede ser facilitada por
profesionales médicos, enfermeras u otras personas. A diferencia de la eutanasia,
en el suicidio asistido la actuación del profesional médico se limita a proporcionar al paciente los
medios necesarios para que sea él mismo quien se produzca la muerte. El elemento distintivo no radica en el
medio que se emplea, sino en el sujeto que la lleva a cabo: en la primera –la eutanasia-, otra persona es el agente activo
respecto de quien la solicita; en el segundo, el paciente es el sujeto activo,
asistido y aconsejado por un médico”[2].
Lo
que piensan aquellos que están a favor de la eutanasia
Para los pro, la eutanasia no es matar –porque eso sería robar la vida-,
sino ayudar a morir a la persona cuyas condiciones son indignas por alguna
enfermedad.
Por
ejemplo, Holanda –donde está legalizada la eutanasia- se ciñe a estos
requisitos desde 2002: enfermedades incurables en fase terminal y situaciones
de sufrimiento físico o psíquico insoportable[3]. En este país, “en 2015 solicitaron la eutanasia 5.516 personas (un 10% más que el
año anterior), lo que representa apenas
el 3,9% de los fallecimientos de ese año. Si tenemos en cuenta que para poder
acogerse a ella se ha de estar en fase terminal de una enfermedad incurable y
acreditar un sufrimiento físico o psíquico imposible de mitigar, lo que ocurre
en la práctica es que la ley sirve sobre todo para adelantar una muerte más o
menos inminente y evitar así la fase más dolorosa y en algunos casos degradante
de la enfermedad. De hecho, el 70% de quienes se acogen a la eutanasia son
pacientes terminales de cáncer. Pero en 2015 también se aplicó a 56 pacientes
con demencia o enfermedad psiquiátrica”[4].
Aunque
los matices varían, muchos consideran que se debe permitir la eutanasia cuando
la propia persona considera que su vida ya no es “digna”. Se considera que esto
es así cuando:
- No se
puede disfrutar de ella como uno desea.
- El
sufrimiento físico y psíquico es insoportable.
- La
medicación no mejora la calidad de vida.
- El
paciente no quiere seguir viviendo ni ver el sufrimiento de sus seres queridos
por su situación, al sentirse una carga para ellos.
- La
enfermedad es irreversible.
- La
incapacidad provoca que uno deje de ser autosuficiente y ya no pueda valerse
por sí mismo, causando la dependencia absoluta de terceras personas (para comer,
vestirse, el aseo personal, etc.), o de máquinas como respiradores.
- La
pérdida de las capacidades motoras –sea por un serio derrame cerebral o algún
accidente-, aunque la mente funcione perfectamente. Muchos llaman a estos
“vivir aprisionados en un cuerpo muerto”.
La
generalización de la eutanasia
Aunque hay casos extremos –que
analizaremos en otros capítulos-, generalizar
ante ciertas coyunturas límites es una frivolidad temeraria porque cada
caso es distinto. El gran problema es que muchos quieren que las excepciones marquen
la regla, cuando debe ser todo lo contrario.
Si optamos por practicar la eutanasia
según los patrones que proclaman los pro,
el número de vidas que ya no se considerarían dignas de ser vividas abarcarían
a un número incontable de seres humanos, y no únicamente a los enfermos de ELA.
Incluiría también a ciegos, sordomudos, autistas, personas sin miembros
superiores y/o inferiores, tetrapléjicos, apopléjicos, ancianos con demencia
senil, con alzheimer, con enfermedades crónicas del corazón, con la enfermedad de Huntington, con fibrosis quística, con artritis
reumatoide, con espina bífida, con ataxia, con ataques epilépticos, con
Síndrome de enclaustramiento, etc. Y este es precisamente lo que está
sucediendo ante nuestros ojos. Cada vez se amplían más los supuestos en que se
aplica la eutanasia, al igual que con el aborto. Que en Islandia se aborten a
los niños que son diagnosticados con síndrome de Down es una consecuencia más
de la amoralidad en la que vive sumida nuestra sociedad.
En la clásica novela Las bóvedas de acero de Isaac Asimov
(publicada en el ya lejano 1953),
y que en ciertos aspectos muy concretos muestra un futuro más que posible y
cercano de la humanidad, era habitual llevar a cabo esta serie de prácticas: “según crecen los niños, se les selecciona
cuidadosamente para encontrar defectos físicos y mentales antes de permitirles
madurar. Si no están a la altura. De
forma indolora (se les mata)”[5].
Menos
mal que alguien como Beethoven (1770-1827) no nació a finales
del siglo XX. A causa de su sordera, hubiera tenido la posibilidad de la
eutanasia. La humanidad se hubiera perdido a uno de los grandes compositores de
todos los tiempos. Lo mismo que John Nash (1928-2015), matemático que ganó el
premio Nobel a pesar de sufrir esquizofrenia paranoide, Helen Adams Keller
(1880-1968), que fue una famosa escritora, oradora y activista política siendo
sordociega desde los 19 meses, y Stevie Wonder (1950), famoso cantante ciego
que ha ganado 25 premiso Grammy y ha sido incluido en el Salón de la Fama del
Rock and Roll.
Así podríamos seguir poniendo ejemplos
hasta el agotamiento, sin necesidad de citar celebridades, sino personas
normales y corrientes que están a nuestro alrededor y cuyas vidas, aunque
llenas de dificultades por sus discapacidades, son igualmente valiosas.
La
eutanasia a bebés
Aunque pueda sorprender y muchos lo
desconozcan, este tipo de principios ya se aplican en Holanda desde 2005 bajo el
llamado Protocolo de Groningen, según
el cual se practica el infanticidio en bebés enfermos ante estos cinco
criterios:
1. El diagnóstico y pronóstico deben ser
seguros.
2. Debe establecerse con certeza que el
sufrimiento es incontrolable e intratable.
3. El diagnóstico, el pronóstico y el
sufrimiento insoportable deben ser confirmados por al menos un médico
independiente.
4. Los padres deben dar su
consentimiento informado.
5. El procedimiento debe ser realizado
de conformidad con la praxis médica generalmente aceptada.
Los autores del protocolo afirman que cuando
se cumplen estos requisitos, la eutanasia es éticamente aceptable[6].
¿Cuál es la realidad?: “Los últimos datos revelaron que al menos
650 bebes han muerto desde que se instaurara esta práctica. Sin embargo,
son los padres del recién nacido los que están legalmente autorizados para
tomar la decisión que crean más conveniente. Pero en la práctica las decisiones
de acabar con la vida del bebé se llegan a realizar sin consentimiento de los
padres y muchas veces en contra de su opinión, tal y como reconoce el jefe del
departamento de Neonatología del hospital académico de la Universidad Libre de
Holanda. En la unidad de neonatología
de este centro es una práctica normal administrar una cantidad
letal de sedantes a bebés a los que se ha decidido quitar el
tratamiento intensivo aunque los padres manifiesten su
intención de mantener la vida del bebé en el caso de que éste siga respirando
por cuenta propia. ´Es una decisión difícil, pero no podemos dejar vivir a un
niño en unas condiciones inhumanas, aunque los padres lo deseen. En una
situación así, sólo el médico puede determinar objetivamente sobre lo que es lo
mejor para el paciente`, afirma un responsable del departamento
de Neonatología de dicho hospital. [...] El ‘protocolo de Groningen’ distingue
tres grupos de recién nacidos en los que los médicos tendrían que tomar una
decisión respecto al mantenimiento de la vida del bebé. Se trata de bebés que
morirán poco después del nacimiento, los que requieran cuidados
intensivos para sobrevivir, pero cuya calidad de vida sea muy baja y los
que tengan un ´pronóstico sin esperanza` y ´sufrimiento intratable`. [...]
Sin embargo, un estudio publicado en la revista Pediatrics por el investigador
del Erasmus MC Myrthe Ottenhof y, entre otros, el neurocirujano Rob de Jong, demostraba
que ´apenas tenían dolores` y que los padres, con la información correcta,
podían haber elegido otro camino que no fuera el de la muerte”[7].
Este protocolo se puso en marcha para
que los médicos pudieran evitar la cárcel ante la posible demanda de los
padres. El argumento principal es que se considera que la calidad de vida de
estos niños será peor que la de un bebé sano. Sin embargo, ¿qué nos
encontramos?: “La mayoría de los niños médicamente estables
eutanasiados por presunta mala calidad de vida, habían sido diagnosticados de
espina bífida. Esta patología puede presentar una amplia variedad de
manifestaciones clínicas, la mayoría de los cuales son tratables. La práctica
correcta de la medicina aspira a mejorar la calidad de vida de los pacientes
mediante la mejora de la salud y el bienestar. Es insostenible que el médico
pueda predecir una mala calidad de vida futura para promover la eutanasia en
casos de espina bífida. [...] Al mismo tiempo, la práctica de la medicina
neonatal ha evolucionado de forma espectacular. Muchos más neonatos con
problemas de prematuridad y patologías complejas son tratados con éxito. Incluso
los bebés que nacen con malformaciones cromosómicas reciben tratamiento
quirúrgico de forma rutinaria en la mayoría de centros”[8].
Con lo que hemos visto, podemos concluir que los argumentos de lo que predican los pro-eutanasia para todos aquellos que nacen con enfermedades graves (con el deseo de que sus ideales se establezcan en todos los países), es una barbaridad y una
aberración.
Continuará en ¿Las enfermedades irreversibles y la muerte
son indignas? & Vivir con una enfermedad incurable:http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/06/3-las-enfermedades-irreversibles-y-la.html
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