Quiero creer que todo
cristiano posee en su biblioteca particular algunos libros del excelente
escritor Charles Swindoll. Y si no, este es un buen momento para empezar. Sin
duda alguna, es uno de mis autores favoritos. Tiene un don especial, ya que en
cada relectura sientes que es la primera vez que lo lees, puesto que siempre te
aporta algo nuevo y fresco. Recoge el estilo bíblico, en el sentido de que te
muestra cómo ciertas vidas, que transcurrieron hace muchos siglos, son
perfectamente aplicables al presente. Mucho de lo que vivió, sintió, pensó y
experimentó David, lo podemos llegar a vivir nosotros, en su esencia.
Hace más de veinte
años inició una colección dedicada a los grandes personajes bíblicos, los
cuales quiero ir reseñando poco a poco para despertar el interés en aquellos
que todavía no los han leído. Y hoy quiero empezar haciendo una pequeña reseña
por la biografía que lleva a cabo de David, al que llama un hombre de pasión y
destino.
Aprendiendo de lo malo
Cuando nos acordamos
de él, suele venir a nuestra mente sus comienzos humildes como pastor de
ovejas, su épica victoria ante Goliat, sus salmos, su gran reinado como rey de
Israel y su caída en adulterio con Betsabé, junto a otros errores que cometió a
lo largo de su vida, como su poligamia, y por la cual tuvo que pagar un precio
muy alto en su último tercio de vida. En todas estas escenas se detiene el
señor Swindoll de forma muy gráfica y elocuente. Pero, ante esto, que ya es
consabido, personalmente me llama la atención el enfoque que hace y del cual
podemos aprender muchísimo: cómo usa
Dios las circunstancias negativas, la maldad de nuestro alrededor y los
enemigos que nos acechan por nuestra fe, para moldear nuestro carácter. Hay
cristianos que hacen el bien si se portan bien con ellos, si el medio que les
rodea es positivo y agradable, pero que actúan de forma opuesta si su mundo se
vuelve negro. Incluso hay personas que han abandonado al Señor porque
padecieron algún tipo de mal: amigos que les traicionaron o abandonaron, el
haber sufrido algún tipo de abuso espiritual, un familiar que murió de forma
inesperada, una enfermedad sufrida en las propias carnes, un despido laboral,
etc. Esto no debería ser así.
David, antes de ser
rey, fue perseguido incansablemente para asesinarlo, tuvo que huir día tras día
y esconderse en cuevas. Todo esto provocó que perdiera su esposa, su posición y
hasta el respeto a sí mismo. El capítulo seis –mi favorito-, titulado Sin ninguna muleta, trata en profundidad
lo citado y es una de las lecciones más importantes que he aprendido en mi
vida, y que es necesario que todos asimilemos para que forme parte de nosotros.
Los dos caminos
¿Cuál es el peligro
principal de no poner en práctica lo dicho en esas páginas que escribe
Swindoll? Vivir según nuestra propia voluntad, en lugar de la de Dios. Las
consecuencias de esto tiene consecuencias eternas, que es la segunda muerte, la
cual ya no tiene solución. Puede que en esta vida se logre el éxito, el
reconocimiento ajeno, el trabajo de tus sueños, la novia deseada, la diversión
que tanto placer le da a los sentidos, pero de cara a la eternidad, no sirve
absolutamente de nada. Por eso es tan triste escuchar a un joven decir que
sería feliz teniendo dinero para salir de fiesta todos los días con sus amigos.
Vivir de espaldas a Dios, ciego, incapaz de doblegar el corazón y preferir ser
el “dios” de su vida, en lugar de dejar que sea el Creador, es terrible.
Esto es algo que
vemos en la vida de Saúl, como narra el autor: “Este hombre no tenía necesidad de morir como lo hizo, pero la verdad
es que él mismo escogió su propio destino. Escogió palmo a palmo, y día tras
día, entrar en componendas y vivir a la luz de la desobediencia. Y escupió en
la cara de Aquel que le dio su gracia, como diciéndole: ´No te necesito. Yo
viviré y moriré como me plazca`. Saúl escogió su senda carnal y por eso no
debe sorprendernos el desenlace. Pero fue en verdad un sufrimiento que bien
pudo haberse evitado. F. B. Meyer dice: ´Esto es lo más cruel de todo:
saber que pudo haberse evitado ese sufrimiento; que es el resultado del desatino
y de la contradicción; que es la cosecha de lo que uno mismo siembra; que a los
buitres que se alimentan de nuestras tripas los hemos criado en nuestras
propias entrañas. ¡Oh, Dios, qué dolor tan grande!`” (Pág. 139,140).
El contraste entre la
vida de David –a pesar de sus grandes pecados, de los que supo arrepentirse a
tiempo- y de Saúl, debería hacer reflexionar a cualquier ateo, pero también a
todos los cristianos, para que nunca perdamos de vista quién debe ser el
verdadero Señor de nuestras vidas, sin olvidar cuál es nuestra meta final.
Índice
Lo reseñado es una
ínfima parte de todo lo que nos podemos encontrar en este libro, que recomiendo
fervorosamente a todo el mundo, y no solo para leerlo una vez y dejarlo en la
estantería, sino para regresar a sus páginas en distintas etapas de nuestro
caminar en este mundo. Siempre encontraremos algo que no habíamos apreciado las
veces anteriores.
Para no extenderme
más, aquí os dejo el índice:
Dedicatoria
Introducción
1. Un hombre de Dios,
según el corazón de Dios, y a la manera de Dios.
2. Un don nadie
ignorado por todos.
3. Música suave para
un corazón endurecido.
4. David y el enano.
5. Secuelas de la
muerte de un gigante.
6. Sin ninguna
muleta.
7. Sólo para los que
moran en cuevas.
8. La tentación más
sutil de la vida.
9. Cómo calmar a un
hombre airado.
10. Días nublados...
noches de oscuridad.
11. Dos muertes... un
contraste.
12. Un nuevo rey, un
nuevo trono, el mismo Señor.
13. David y el arca.
14. Cuando dice “No”.
15. Gracia de una
tierra árida.
16. El caso de la
persiana abierta.
17. ¡La
confrontación!
18. Problemas en la
familia.
19. Aguantando la
tormenta.
20. Amigos en las
malas.
21. Suficientemente
grande como para perdonar.
22. Un canto de
triunfo.
23. Cuando los
piadosos actúan como necios.
24. El final de una
era.
Conclusión.
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