Para que quede claro desde el comienzo, y no
haya confusiones sobre un posible error por mi parte:
- Cuando uso “Dios”, con D mayúscula, me
refiero, obviamente, al Dios de la Biblia, el único verdadero. Por el
contrario, cuando lo cito en minúscula, “dios”, hago referencia al inventado
por los seres humanos.
- De igual manera, cuando escribo
“Evangelio”, con la E inicial en mayúscula, hablo de los cuatro evangelios
auténticos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), y cuando lo escribo en minúscula, me
refiero a los apócrifos (falsos).
Los ingredientes “producto televisivo español” y
“género de terror”, por separado, ya me producen tal rechazo que suelo
evitarlos, pero juntos se multiplica por mil: huyo a toda costa. Y la serie “30
monedas” cumplía ambos requisitos. Pero, tras saltarme incontables veces en
YouTube el tráiler de la segunda temporada, y atraerme, decidí ver el primer
capítulo y darle una oportunidad. Para que engañar a nadie: me enganchó
rápidamente. Salvo alguna actuación sobreactuada –como una anciana que parece La vieja del vicillo, del humorista José
Mota-, del resto destaca casi todo, desde sus interpretaciones hasta la
producción, destacando por encima de todo lo bien hilvanada que está su
premisa. Se nota que el director Alex de la Iglesia ha puesto toda su pasión,
aparte que ha tenido los medios necesarios a su alcance para plasmar lo que
tenía en mente... excepto el último capítulo de ambas temporadas, que, visto lo
visto, exigía un presupuesto hollywoodense, quedándose bastante descafeinados y
de serie B, con momentos de verdadera vergüenza ajena.
Aunque luego profundizaremos en ella –ya que, más allá
de la ficción, tiene un trasfondo histórico verdadero-, la trama gira en torno
a la secta de los cainitas –quienes existieron realmente-, compuesta por
sacerdotes, cardenales y obispos, que se han infiltrado en el Vaticano, y andan
a la búsqueda de las treinta célebres monedas con las cuales fue recompensado
Judas por traicionar a Jesús. Según nos cuentan, ellas tienen poderes místicos,
tales que su poseedor se convertirá en el antipapa. Los miembros de esta secta
ha vendido su alma al diablo, y están a la espera de hacerse con el control del
planeta. El demonio perdió cuando fue desterrado del cielo, y ahora quiere
reinar en este mundo, trayendo el caos más absoluto, bajo su dominio.
El antipapa, escoltado por el diablo
Verla o no
verla, he ahí la cuestión
Antes de destapar qué se esconde detrás de dicha
serie, quiero responder a las objeciones para visualizarla. Hay cristianos que
podrán decir que les provoca rechazo la temática, y los puedo entender. En mi
opinión, hay tres razones que se pueden presentar como argumento para no ver
dicha serie, u otras semejantes, como “Misa de medianoche: Entre la fe y el fanatismo
religioso” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/10/misa-de-medianoche-entre-la-fe-y-el.html):
1) La más lógica: el individuo prefiere ocupar su
tiempo libre o de ocio en otros menesteres que le interesan más. Si es así, lo
aplaudo.
2) Aunque está envuelta en una trama de fantasía
pseudoreligiosa, trata asuntos sobrenaturales y demoníacos, por lo que algunas
imágenes pueden resultar perturbadoras, junto a otras donde la sangre hace acto
de aparición. A los que no quieran contemplarla por esta razón, o son
aprensivos, los comprendo y los respeto por su decisión. En mi caso, es la
causa exacta por la cual rehúyo películas de exorcismos o espíritus; no porque
me den miedo, sino porque me dejan muy mal cuerpo. Con “30 monedas”, cuando
olía que se venía alguna escena
desagradable, hacía como los niños: me ponía la mano en la cara, y listo.
Sobre los otros momentos subidos de tono, mi consejo para todo el mundo es que el que llevo
años aplicando muchos años: tu mejor aliado es el mando a distancia,
concretamente el botón “las dos flechitas a la derecha”, y que sirve, como todo
el mundo sabe, para pasar las imágenes hacia adelante. Problema resuelto, y más
sencillo, imposible.
3) Otros se niegan a ver este tipo de contenidos
alegando que “puede afectar a los débiles en la fe”. Ahí estoy en desacuerdo.
La fe no es algo etéreo, algo en lo que se cree sin más y que está vacía de
razonamientos, como si ante el más mínimo titubeo las creencias sobre Dios
desaparecieran. La fe, la auténtica fe, sobreabunda en pruebas: aunque no vemos
cara a cara al Señor en el que hemos creído, la vida de Jesús, sus palabras,
acciones, milagros, muerte y resurrección, junto a las evidencias sobre la
veracidad de la Biblia, están ahí, disponibles para todo el mundo. Y el que
tenga dudas, solo tiene que leer e investigar, en lugar de mirar para otro lado
o echarle la culpa de su “débil fe” a las obras elaboradas por ateos o personas
del mundo televisivo y cinematográfico. Grandes libros de apologética se han
escrito a lo largo de los siglos, para el deleite de toda persona, destacando,
entre otros muchos, los de C.S. Lewis, Josh McDowell, Lee Strobell o César
Vidal. Además, bien mandó Jesús: “Escudriñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39).
Este párrafo lo he añadido tras ver la
segunda temporada. Aunque cada uno es
libre de hacer lo que considere oportuno, personalmente NO recomiendo ver la
serie por un motivo en particular: determinadas escenas de la primera tanda de
capítulos –que me parecen mucho mejores que su continuación- tenían un pase, no
porque no fueran duras –que lo eran-, sino porque eran escasas, pero en la
segunda temporada sobrepasa todo límite. Por citar un solo ejemplo, la
representación del infierno y de lo que allí sucede –el arquetípico espectáculo, y antibíblico, de los
demonios torturando a los humanos condenados-, es grotesco, bizarro, enfermizo,
hiriente a toda sensibilidad y de muy mal gusto. Secuencias como esas y otras
me obligaron a apartar la mirada en más de una ocasión y en usar el mando para
saltarlas.
Dicho todo esto,
aclaro que, para lo que vamos a aprender en las siguientes líneas, no es
necesario haber visto la serie. Lo interesante no es la ficción que se nos
cuenta, sino lo que hay detrás, que parte de las creencias de una secta –los
cainitas-, que surgió en los primeros siglos de la cristiandad bajo el amparo
de los gnósticos, y donde acabaremos explicando el porqué a la humanidad le
gusta este tipo de historias.
Las herejías
y los gnósticos
Prácticamente, desde su comienzo, el cristianismo se
enfrentó a diversas facciones que predicaban herejías, como el Docetismo y el Adopcionismo, de las que hablé brevemente en el
primer capítulo de mi libro “Herejías por doquier” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html). Y uno de estos grupos heréticos fueron los
gnósticos, seguidores del gnosticismo,
que viene de la palabra griega gnosis (“conocimiento”,
“ciencia”). ¿En qué creían?:
- Para los gnósticos,
Jehová, el Dios del Antiguo Testamento, no es el Dios todopoderoso y bueno que
los cristianos conocemos, sino el Demiurgo, una divinidad inferior y malvada
que creó el universo, siendo menor al que consideran el verdadero dios. Este
dios, el de los gnósticos, a causa de su propia perfección, está oculto, no se
relaciona con el resto de seres imperfectos y, por lo tanto, es incognoscible
(“no se puede conocer”). El Demiurgo solo es un ser más que emanó del verdadero dios, esclavizando
el espíritu de los humanos a la materia y a la carne.
- Aseguraban que la materia es inherentemente mala –de
ahí que digan que dios no pudo crearla-, mientras que el espíritu es bueno. Por
eso consideraban que el cuerpo de Cristo era una mera apariencia (docetismo).
Algunos de ellos propugnaban un estilo de vida asceta,
donde se debía castigar el cuerpo para liberar el espíritu. Otros, en el polo
opuesto, recalcaban que daba exactamente igual lo que se hiciera con el cuerpo,
aunque fuera malo o considerado inmoral –promulgando así el libertinaje-, ya
que la salvación dependía únicamente de la parte espiritual del hombre.
- Conforme a este principio, en su falso evangelio, se
inventaron que Jesús le agradeció a Judas que lo entregara: así, al morir, podría
“liberarse” de su cuerpo, que, recordemos, al ser material, consideraban
malvado. De esta manera podría volver al mundo de los espíritus, al “reino grande e ilimitado cuya
inmensidad no ha visto ninguna generación de ángeles» (nº. 47 del
apócrifo).
- Para ellos, Jesús
no es Dios ni el Hijo del Padre, sino un poder celestial o semi-dios, que se vistió de hombre sin serlo, enviado del
verdadero dios, que vino a destapar las mentiras de Jehová y a mostrar la
salvación.
- Consideran que la
salvación no es por fruto de la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo en la
cruz, sino por el conocimiento (gnosis) de las “verdades” anteriormente
citadas. En consecuencia, el hombre se puede salvar a sí mismo.
En su intento de corroborar sus dichos, afirmaron que, como
privilegiados, habían recibido conocimientos ocultos y superiores al resto,
todo ello de parte de individuos que habían tratado directamente con Jesús. Y
como Judas había sido uno de ellos, supuestamente, “el favorito”, le
atribuyeron la autoría para respaldar sus falsas creencias, que consistían en
tomar parte de la fe cristiana y readaptarla a los conceptos del gnosticismo.
En el fondo, una nueva forma de sincretismo religioso. Lo que ellos no sabían,
o no esperaban, es que sus mentiras saldrían más temprano que tarde a la luz,
puesto que ese supuesto evangelio fue rubricado entre uno y dos siglos después
de la muerte de Judas, por lo que él no supo nada al respecto, ya que ni
siquiera fue su pluma la que lo llevó a cabo. Por lo tanto, es una obra anónima, del que se desconoce
el autor exacto.
Todo lo reseñado es
pura teología satánica que confrontó Ireneo de Lyon, obispo y mártir fallecido
en el año 202: “Por lo tanto, que
ninguno piense que existe otro Dios Padre distinto de nuestro Creador, como lo
imaginan los herejes, que desprecian al Dios verdadero y hacen un ídolo del
Dios inexistente, creándose un padre por encima de nuestro Creador y tienen
para sí el haber descubierto algo más grande que la verdad. En realidad, todos
estos son impíos y blasfeman contra su Creador y Padre como ya hemos demostrado
en la Exposición y Refutación de la falsa gnosis. Otros, todavía desprecian la
venida del Hijo de Dios y la economía de su encarnación trasmitida por los
Apóstoles y vaticinada por los profetas para la restauración de la humanidad,
como concisamente hemos demostrado. También a estas personas hay que contarlas
entre los incrédulos”[1].
¿Quiénes
eran los cainitas? & Los Evangelios apócrifos
Los cainitas eran parte
del movimiento de los gnósticos. Como nos
cuenta nuevamente Ireneo, los
cainitas surgieron en el siglo II en el este del Imperio Romano. Se basaban en
el Evangelio apócrifo de Judas, y
entre sus fundamentos principales estaba venerar
a Judas Iscariote y a Caín, especialmente a este último; de ahí el nombre
con el que se identificaban. En general, aunque tenían muy pocos seguidores,
rendían culto a todos los que se enfrentaban al Dios del Antiguo Testamento, al
que consideraban una divinidad menor y cruel, que había robado la chispa divina a los mortales. Por eso rendían pleitesía a
los ya mencionados, y a otros como Esaú o Coré, e incluso a los sodomitas, al
considerarlos víctimas de este falso dios.
Mientras que, realmente, Judas fue un traidor que se
suicidó por la terrible culpa que le embargó, y al que Jesús llamó “el hijo de perdición” (Jn. 17:12), el
apócrifo lo presenta como el discípulo predilecto de entre los apóstoles, y que
conocía al verdadero dios, distinto al de los judíos y mostrado en el Antiguo
Testamento. Según el falso evangelio, le llegó a decir a Jesús que sabía
realmente quién era él: “Yo tengo conocimiento de quién eres tú y de
dónde vienes. Tú vienes del inmortal reino de Barbelo”. En los antiguos
textos gnósticos, Barbelo era la Divina Madre de todo.
Al saber esta verdad,
Jesús le prometió revelarle secretos que nadie más conocía, ni siquiera el
resto de apóstoles: “Aléjate de los demás y te diré los misterios del reino”.
Mientras que Pablo enseña que la salvación es por gracia (cf. Ef. 2:8-9),
ellos, como buenos gnósticos, promulgaban que se lograba por el conocimiento
oculto y especial, solo apto para algunos elegidos.
Según estas ideas, fue el Maestro mismo el que le
pidió que lo entregase, como parte de su plan, donde no hay ni crucifixión, ni
muerte, ni resurrección. En dicho relato falaz, Jesús le dijo a Judas: “Tú serás el decimotercero, y serás maldito por generaciones y vendrás
para reinar sobre ellos”.
Después de haberme
leído en evangelio apócrifo de Judas –es muy breve, aparte de que el original
está incompleto-, puedo confirmar lo que todo el mundo afirma de tal escrito:
parece que estás leyendo a Nostradamus o cualquier manuscrito New Age, ya que
muchas partes son incomprensibles y ambiguas, donde cada uno puede interpretar
lo que le venga en gana. Por otro lado, está tan mal narrado que mi sobrina de
once años escribe redacciones con mayor sentido. Mientras que para entender al
Jesús de la Biblia no hace falta tener estudios de ninguna clase, el apócrifo
no lo comprende ni un experto en jeroglíficos. Si un escrito semejante se
publicara hoy en día, se diría que el autor estaba bajo el influjo de alguna
sustancia alucinógena.
Estos despropósitos,
y todos los concernientes al gnosticismo, fueron refutados por Ireneo, en su
serie de libros titulados “Contra las Herejías”. Según el obispo, la raíz y las ideas de dicho falso evangelio estuvo en
el mago Simón, al que conocemos por los Hechos de los Apóstoles, donde se nos
cuenta que quiso comprar con dinero el poder para hacer milagros, siendo
duramente reprendido por Pedro. Como ya hemos apuntado, los cainitas inventaron
el Evangelio de Judas, en un intento
de respaldar sus creencias.
Continuará
en 30 monedas (2ª parte): Un
bochorno teológico al servicio del diablo & ¿Por qué la humanidad prefiere
los cuentos de viejas antes que al Dios de la Biblia?
[1] Demostración de la predicación apostólica. Epideixis 99. https://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/fkc.htm
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