Algunos podrán decir
que los avances que hemos explicado en los artículos previos implicarán que,
algún día, dejemos de morir. Para desazón de muchos fantasiosos, esto no es
así. Significa una mejor calidad de vida,
no “la ausencia de la muerte”. La razón es sencilla de explicar: incluso aunque
se logre mantener más largos los telómeros (cuyo límite, incluso estirándolos,
parecen estar en torno a los 150 años), no implicaría que fuéramos a vivir de
forma eterna, sino que apenas tendríamos enfermedades y que estaríamos
prácticamente sanos y vigorosos durante esos años.
¿Inmortales?
Ante la falsa
perspectiva que se tiene sobre la “inmortalidad”, debemos cuestionarnos la
premisa que nos quieren vender y que no se puede sostener: ni siquiera José
Luis Cordeiro –del que hablamos en la primera parte-, se atreve a hablar de
inmortalidad, por lo que la llama longevidad
indefinida. Él mismo reconoce que hay multitud de factores que se escapan
al control del hombre y que pueden provocar el fallecimiento, incluso sin
enfermedades de por medio: un accidente de tráfico, un atropello, ahogarse, una
guerra, una agresión física, diversos desastres naturales (terremoto, tsunami,
meteoritos, tormentas, lluvias torrenciales, volcanes, etc.). No existe la
seguridad absoluta y nunca la habrá.
Sepamos que, si
estamos comiendo cacahuetes y se nos atraganta uno –solo uno-, sin que haya
nadie a nuestro alrededor para realizarnos la Maniobra de Heimlich[1],
tengamos por seguro que ni los telómeros, ni la medusa Hidra, ni todos los
descubrimientos futuros de la biotecnología serán un escudo indestructible
contra la muerte: “No hay hombre que
tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre
el día de la muerte; y no valen armas en
tal guerra” (Ecl. 8:8).
El transhumanismo
La otra opción que nos presenta la humanidad ante el
fatalismo de la muerte es la que promulga el transhumanismo: entre otras
barreras, la final y más alta que aspiran a superar es la de transferir/volcar
nuestra mente (entendiendo ésta como nuestra la suma de la memoria y la conciencia)
a:
- Dispositivos electrónicos, sea a un cuerpo humano
clonado o robótico que podría ser reemplazado en caso de avería. Esto es lo que
intenta llevar a cabo el proyecto ruso llamado la Iniciativa 2045, “que busca alcanzar la inmortalidad mediante la copia digital del cerebro
humano al interior de un robot”[2], y está financiado
por el millonario Dmitry Itskov. Otros
hablan de hacer lo mismo pero en cuerpos clonados de nosotros mismos. Es algo
que deja ver muy claramente en la serie Altered
Carbon, basada a su vez en la novela homónima de Richard K. Morgan y
ubicada en el año 2384. A los cuerpos se les llama “funda” y la conciencia es
transferida de una funda a otra cuando falla o se hace inservible.
Evidentemente, son los millonarios los que pueden pagar las mejores fundas,
incluso múltiples de ellas para garantizar su supervivencia en caso de sufrir
un accidente mortal.
- Una red de
redes a imagen y semejanza de Internet, pero infinitamente más avanzada, donde
terminaríamos siendo parte de una especie de conciencia colectiva: “El Dr. Randal Koene, neurocientífico, ex profesor de la Universidad de
Boston, asegura que es completamente posible: los 86.000 millones de
neuronas que componen nuestro cerebro y que se conectan a través de descargas
eléctricas pueden replicarse en otro soporte”[3]. Según ellos, esta segunda forma garantizaría que
viviríamos eternamente. Sería una existencia post-biológica: “Si podemos realizar un escaneo de la matriz
sináptica de un individuo y reproducirla dentro de una computadora, entonces
será posible emigrar desde nuestro cuerpo biológico a un substrato puramente
digital. Entonces, estando seguros que tenemos varias copias de nuestra matriz
sináptica, realmente podremos disfrutar de períodos de vida ilimitados. Sin duda lo anteriormente mencionado
requiere del uso de una Nanotecnología ya madura, pero hay también otras formas
menos extremas de fusionar la mente humana con la computadora y hoy día se
están desarrollando interfases del tipo neuro/chip.
Esta tecnología está en sus pasos iniciales y en el futuro podremos conectarnos
en forma directa al ciberespacio”[4]. ¿Es imposible?: “Nuestro cerebro tiene 86.000 millones de neuronas y cada una de ellas
está conectada a otras 10.000. Recrear todo esto en un disco duro de cinco
centímetros de diámetro parece imposible. Pero hay expertos que se resisten a
creerlo. Uno de ellos es Randal Koene, físico, neurobiólogo y neurocientífico,
quien se ha propuesto descargar su cerebro en un ordenador. Koene cuenta para
conseguirlo con el apoyo de Elon Musk (creador de Pay Pal, Tesla y Space X) y
del millonario ruso Dimitry Itskov, entre otros, que han invertido casi mil
millones de euros para hacerlo. Una de las empresas que ha nacido gracias a
esta cantidad de dinero es Neuralink, propiedad del propio Musk”[5]. El mismo Stephen Hawking ha afirmado que “teóricamente es posible hacer
una copia de nuestro cerebro y cargarla en un ordenador”. Estas ideas, más o menos desarrolladas, ya se han
visto en novelas como Neuromante de
William Gibson, en películas como Robocop,
Matrix, Transcendence, Ghost in the
shell, Johnny Mnemonic, Eternal y Avatar, en algunos capítulos de la serie Black Mirror y en la reciente serie de animación Phanteon.
A esta nueva identidad se la llama post-humano, puesto
que sería una “evolución” del ser humano tal y como lo hemos conocido a lo
largo de toda la historia.
¿De verdad que hay personas que quieren vivir dentro
de una red informática? ¿Se puede desear una tontería más grande? Pues parece
que sí. Como dijo Albert Einstein: “Dos
cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y yo no estoy seguro
sobre el universo”.
Una
conclusión tajante
La realidad es que, aunque llegáramos a tener una
especie de longevidad indefinida, al final, de una manera u otra, polvo somos,
y al polvo volveremos (cf. Gn 3:19). El escritor de Eclesiastés lo expuso muy
gráficamente: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres,
y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así
mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre
que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho
del polvo, y todo volverá al mismo polvo” (Ecl. 3:19-20).
Hay cristianos que señalan que todos estos avances
científicos son una de las señales específicas –entre otras muchas-, que
anuncian la segunda venida de Cristo, basándose en Daniel 12:4: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y
sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán
de aquí para allá, y la ciencia se aumentará”. Como el pasaje en cuestión
no cuantifica el límite del avance, podría ser pronto o no. Pero lo importante
es que, tengamos una idea al respecto u otra, e independientemente de que es
evidente que el avance moral de la especie humana no está yendo parejo al
científico (como dijo Isaac Asimov: “la
ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la
sabiduría”), todos vamos a morir, sea por una causa u otra.
Por mucho que queramos, no somos nuestros propios
“dioses”, como el también famoso científico y escritor de ciencia ficción Arthur
C. Clarke quiso transmitir en su relato El
fin de la infancia. No es a nosotros a quién le corresponde tener potestad
sobre la vida y la muerte, sino a Dios: “Si él pusiese sobre el hombre su
corazón, y recogiese así su espíritu y su aliento, toda carne perecería
juntamente, y el hombre volvería al polvo” (Job 34:14-15).
Vivamos 50 o 5000 años, sanos o enfermos, todos
moriremos, y es en esa última frontera donde deberíamos centrar nuestra
atención. La biotecnología y el transhumanismo, al fin y al cabo, no son más
que intentos fútiles de lograr en términos humanos la fuente de la eterna juventud, un sucedáneo de la verdadera vida
eterna.
Continuará en ¿Cuáles serían los problemas si
viviéramos cientos de años en este mundo?
La
Maniobra de Heimlich, llamada Compresión abdominal es un procedimiento de
primeros auxilios para desobstruir el conducto respiratorio, normalmente
bloqueado por un trozo de alimento o cualquier otro objeto. Es una técnica
efectiva para salvar vidas en caso de asfixia por atragantamiento. https://es.wikipedia.org/wiki/Maniobra_de_Heimlich