Tanto
si vives en mi país –España- como si no, habrás conocido en días pasados la
dramática historia de Julen, un niño de apenas dos años que se precipitó al
vacío por un pozo de más de setenta metros y al que se intentó rescatar por
todos los medios posibles durante casi dos semanas. Sabiendo que el tiempo
máximo que puede permanecer una persona sin beber son entre tres y cinco días
en condiciones muy favorables –y en este caso no era así-, y aunque los medios
de comunicación eludieron por completo dicha cuestión hasta prácticamente
algunas horas antes –posiblemente para no ser tachados de insensibles[1]-, el desenlace del pequeño fue el
esperado desde la racionalidad: había fallecido.
Igual
que me ha pasado en otras ocasiones, a cada noticia que se producía en la
prensa sobre los avances en el túnel paralelo que se estaba cavando para
intentar el rescate, me imaginaba por mi parte salvándolo en cuestión de
segundos si tuviera “poderes especiales” para penetrar dentro de esas toneladas
de tierra que sepultaban al jovencito. Seguro que, en tu caso, en otras
circunstancias negativas, se te ha pasado por la mente qué habrías cambiado en
el mundo en caso de tener esos “poderes”. Aquí van varios ejemplos propios:
-
Habría impedido todas las guerras de la historia antes de que comenzaran.
-
Habría impedido que seis millones de judíos murieran a manos de los nazis.
-
Habría impedido que cualquier dictador se hiciera con el poder, fuera del país
que fuera.
-
Habría impedido la Inquisición.
-
Habría impedido que los aviones del 11-S se estrellaran contra las Torres
Gemelas.
-
Habría impedido el asesinato por parte de la organización terrorista ETA de
Miguel Ángel Blanco.
-
Habría impedido que los verdaderos cristianos fueran engañados por los que enseñan
falsas doctrinas.
-
Habría impedido que cualquier hombre o mujer casada engañara a su cónyuge.
-
Habría impedido todo aborto.
-
Habría impedido todo tipo de abuso físico y violación.
-
Habría impedido el maltrato animal.
-
Habría impedido que cualquier persona pasara hambre.
-
Habría impedido que en Internet y en los programas de televisión hubiera desnudos,
pornografía y humor vulgar.
-
Habría impedido la trata de blancas.
- Habría impedido el cultivo, producción,
distribución y consumición de cualquier droga, incluyendo el tabaco.
- Habría impedido que unos países explotaran
y expoliaran a otros.
Esta
es mi lista –y no lo he dicho todo-, y si hicieras una propia añadirías otros
puntos. En definitiva, tanto tú como yo reharíamos la historia de arriba a
abajo, impidiendo cualquier desgracia y acto de maldad por parte de los seres
humanos. El problema, como vamos a ver, es que no habríamos sido “Dios” sino un
dictador.
El argumento de los ateos
El
caso de Julen me ha llevado una vez más a uno de los temas que nos suelen
plantear los ateos a los cristianos y que se podría resumir en esta afirmación
que llevan a cabo: “Me resulta inconcebible creer en un Dios que se dice
Todopoderoso, que señaláis que tiene la capacidad de evitar todo lo malo, y no
lo hace”. Ante esta idea –que a ojos meramente racionales resulta muy lógica-
los creyentes tenemos que saber qué contestar.
Son
las mismas palabras que he leído una y otra vez por parte de los ateos en
Internet y en persona, incluyendo los comentarios que muchos dejaban en la
prensa ante las noticias de la historia de Julen.
Aunque
teológicamente profundizaré muchísimo más sobre este tema cuando lo toque en un
libro que estoy preparando para el blog y dirigido contra todos los argumentos
que presentan los ateos contra el cristianismo –y, por extensión, contra Dios-,
aquí haré una breve exposición que mostrará de forma bien clara la respuesta al
tema en cuestión.
La base en la cual nos sustentamos los cristianos
Los cristianos creemos que Dios lo
que enseña la Biblia sobre Él; toda la Biblia, no solo partes de ella como
hacen algunos inconversos que se forman una imagen de Dios según les conviene. Creemos
que:
1) Él conoce toda nuestra vida,
desde los pequeños detalles hasta los grandes: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde
lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis
caminos te son conocidos” (Sal. 139:2-3).
2) Él conoce de antemano la senda
que tomará nuestra vida día tras día y sabe exactamente cuáles serán nuestras
actitudes, tanto las presentes como las futuras: “Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la
sabes toda” (Sal. 139:4).
3) Él es soberano en todo y para
todo: “Si el Señor quiere,
viviremos y haremos esto o aquello” (Stg. 4:15).
4) Nada acontece sin su permiso: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto?
Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros
cabellos están todos contados” (Mt. 10:29-30).
5) Tanto los creyentes como los
incrédulos están dentro del Gobierno de Dios: “... que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover
sobre justos e injustos” (Mt. 5:45).
6) Dios sustenta el universo en su
totalidad: “(El Hijo) quien sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder” (He. 1:3).
Las acusaciones contra Dios son una incitación
a la dictadura
Ante esto, la supuesta incongruencia
surge aquí: si Dios es todo eso y hace todo eso, ¿por qué la historia
está llena de actos de maldad y de hechos desgraciados? Esta pregunta se basa
en la llamada paradoja de
Epicuro, la cual expuso dicho filósofo
griego respecto al problema del mal en el mundo: “¿Es que Dios quiere prevenir la
maldad, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. ¿Es capaz, pero no desea
hacerlo? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De donde surge entonces
la maldad? ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo
Dios?”.
La
respuesta a todas estas preguntas es muy sencilla de exponer en varios puntos:
a) Si Él
usara continuamente su Omnipotencia en todo momento y en todo lugar para que
siempre se hiciera el bien, sería un tirano y nosotros los títeres, eliminando
por completo la libertad con la cual nos creó de elegir entre el bien y el mal:
lo que llamamos libre albedrío.
b) Los que
piensan que “Dios debería detener a una persona justo antes de cometer un asesinato
o una violación”, se olvidan del resto de maldades que ellos mismos cometen,
aunque no las consideren malas. Qué tendría que hacer Dios, ¿intervenir
únicamente en los casos de “intento” de asesinato y violación o algún otro gran
mal, e impedirlos antes de que ocurran? Pero, ¿y en el resto de cuestiones que
muchas personas no consideran malas a sus propios ojos pero que sí lo son? Siguiendo
la lógica que emplean, y siendo consecuentes, Dios debería:
- Volver mudo
durante una hora a todo aquél que vaya a mentir o a herir con sus palabras a
otra persona.
- Cerrarle
los labios al que se vaya a emborrachar, a calumniar y a chismorrear.
- Inmovilizar
a todo médico que se dispusiera a cometer un aborto.
- Taponar la
nariz del que fuera a consumir alguna droga.
- Bloquear
los pensamientos del que fuera a inundar su mente de lascivia.
- Quitarle
toda apetencia sexual o volver impotente a todo hombre y mujer que fuera a
cometer adulterio.
- Cortar la
señal de internet al que fuera a ver pornografía.
Si Dios
hiciera todo esto y cumpliera todos nuestros deseos, desaparecería el libre
albedrío, como se comprueba de forma cómica en la famosa película “Como Dios”.
Él se
convertiría en un dictador y al día siguiente habría manifestaciones a nivel
mundial “reclamándole” que nos devolviera nuestra libertad para hacer “lo que
nos diera la gana”. Los mismos que rechazan la existencia de Dios a causa de la
existencia del mal, se enojarían y se quejarían de vivir coaccionados bajo una
dictadura. En realidad, la paradoja de Epicuro es
un problema de índole moral: el hombre
quiere ser quién dictamine las normas, y cuando las del Creador no se ajustan a
las que ellos creen, entonces el “malo” es Dios al que hay que ignorar,
rechazar o negar. Deberían darse cuenta de que la maldad del mundo es
responsabilidad y fruto del pecado del ser humano que desprecia las normas
establecidas por Dios, cuya voluntad es buena, agradable y perfecta (cf. Ro.
12:2).
Como señala el doctor Peter John Kreeft: “La abrumadora mayoría del sufrimiento en el
mundo se debe a nuestras elecciones de matar, difamar, de ser egoístas, de las
desviaciones sexuales, de romper nuestras promesas, de ser imprudentes”[2].
Este planeta es cómo es porque hemos sembrado de una manera y estamos
cosechando en consecuencia, siendo la muerte física uno de los efectos
directos. Acusar a Dios del mal es la excusa
“perfecta” y necia para evadir la culpa que recae sobre el ser humano en
particular y sobre la humanidad en general.
Con las
catástrofes de la naturaleza, la causa y el patrón es el mismo: desde la
entrada del pecado en el mundo, la tierra está maldita y esperando su
redención. Por eso “toda
la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Ro.
8:22).
Para
terminar
El suceso de Julen –como otros que acontecen-
es una tragedia. No entendemos el porqué ya que la existencia humana es como un
lienzo: por ahora solo vemos una pequeña parte del cuadro, a diferencia de Dios
que lo ve completo. Dentro de esa desgracia humana, y sintiendo en el alma el
dolor de los padres, podemos asegurar que el pequeño está ahora junto al Padre,
como dijo el rey David tras la muerte de su propio hijo, que también era un
bebé: “Yo voy a él, mas él no
volverá a mí” (2 S. 12:23).
El tema es tan extenso
ya que abarca términos y conceptos como “Voluntad permisiva”, “Voluntad
decretada”, “Determinismo”, “Indeterminismo”, “La temporalidad del mal”, “El
Juicio futuro”, etc., que, como dije al comienzo, lo dejo para más adelante
cuando suba al blog los capítulos sobre el ateísmo. Espero que con esto baste
por ahora para aclarar la mente de aquellos que se hacen preguntas pero nunca
han buscado respuestas.