martes, 8 de enero de 2019

¿Cuáles son tus sueños para este año? ¿Y para el resto de tu vida? & ¿Merecen todos la pena?


Cuando se acercan los últimos días del año, casi todos solemos hacer balance de cómo nos ha ido. De igual manera, hacemos planes de lo que nos gustaría hacer en el nuevo que está por entrar. Espero que como cristiano tengas ganas de meditar de una forma clara, sencilla y objetiva sobre este asunto, algo que vamos a hacer en las siguientes líneas, teniendo presente las palabras de Pablo: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15-16). Así que vamos a analizar las razones y qué proyectos, deseos e ideas merece la pena sacar adelante y, a su vez, cuáles no y los porqué.

El sueño de Coleman: The King
Hará un par de meses emitieron un documental sobre la vida de Ronnie Coleman (1964). Para el que no lo conozca, está considerado como el mejor culturista de todos los tiempos, por eso su apodo es The King (El Rey). Hasta que se retiró, ganó ocho veces el Mr. Olympia, la competición más importante dentro de ese mundillo. Ver su estado actual es tristísimo y muy duro. Fruto de su entrenamiento inhumano, sus secuelas son terribles: ha sufrido dos reemplazos de cadera y múltiples operaciones de espalda. Los discos de su espalda están comprimidos, desalineados y colapsados, los nervios bloqueados y las piernas siempre entumecidas. Incluso los tornillos que le implantaron han llegado a romperle algunos huesos. Su estado de degeneración es avanzado por todo el peso que ha estado levantando durante tantos años.
No puede caminar sin la ayuda de muletas y se mueve con serias dificultades. Cuando le preguntan cuál es su grado de dolor de 0 a 10, responde que 12 ó 13, las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, y que él mismo considera insoportable, por lo que no le queda más remedio que tomar continuamente oxicodona, un potente analgésico pero que es potencialmente adictivo y con todo tipo de efectos secundarios para el organismo.
Como afirman otros culturistas de su época que lo admiran profundamente, Ronnie levantaba en el calentamiento lo que ellos levantaban en el entrenamiento. ¡En prensa de pierna llegó a mover 1021 kilos! Nunca ha habido alguien como él y, hasta el día de hoy, nadie que se le compare. Llevó los límites corporales a un nuevo nivel, aunque, como puedes imaginar, y aunque su entrenamiento fuera titánico, dicha fisonomía no se consigue solo a base de comer a mansalva arroz hervido, pollo a la plancha y batidos de proteínas, sino también con la ayuda inestimable del consumo masivo de sustancias dopantes. Por eso no lo considero un deporte, sino un concurso de músculos.
A pesar de que los médicos se lo desaconsejan, sigue yendo a entrenar a las cuatro y medía de la madrugada y levantando pesos que la inmensa mayoría del resto de mortales no podríamos. ¿Orgullo? ¿Vanidad? ¿Afán de superación? ¿Miedo a perder toda la masa magra que todavía conserva? ¿Temor a caer en el olvido? ¿Vigorexia crónica? Solo Dios sabe lo que hay realmente en su corazón.
Tanto por lo que dicen los demás de él como lo que se observa al escucharlo, parece una persona humilde, agradable, sencilla, amigable y risueña. En definitiva, un pedazo de pan, aunque cualquiera que tenga un mínimo de noción de reconocimiento de expresiones faciales verá en él un rastro de tristeza.
Tiene una casa impresionante y ha creado una especie de imperio con su imagen. Pero la realidad es la que es: apenas puede hacer vida normal, tiene que agarrarse a todo para dar un solo paso, camina como un anciano y no puede ni jugar con sus hijas pequeñas como un padre normal. Deseándole de corazón al señor Coleman la mejor recuperación posible de su última intervención quirúrgica, la pregunta que tenemos que hacernos es obvia: toda esa vitrina llena de trofeos, ¿de verdad le ha merecido la pena, viendo el precio que ha tenido que pagar? La verdad objetiva y sin fanatismos es que no, ni de lejos.
A pesar de todo lo descrito, afirma que no se arrepiente de nada y da a entender que volvería a hacer lo mismo; solo le “duele” haber levantado únicamente dos veces 363 kilos haciendo sentadilla cuando pudo. En el documental se nos cuenta que sus notas tanto en el instituto como en la universidad eran de dieces. Llegó a obtener la calificación de Cum laude en contabilidad. Pero aquí vemos una clara muestra de que la inteligencia y la sabiduría no son necesariamente sinónimos; muchas veces son directamente antónimos. Su sueño –ser el número uno del mundo- le ha llevado a su condición actual. A pesar de que durante su juventud el cuerpo le fue avisando –se le salió un disco levantando 272 kilos y, en otra ocasión, perdió el conocimiento el día antes de una competición hasta el extremo de no poder levantarse de la cama de lo exhausto que se encontraba- él se empeñó en seguir adelante y desatender las señales de alarma. Y todo porque, en sus propias palabras, amaba el culturismo y practicarlo. Como dice el refrán, hay amores que matan.

Otros dos sencillos ejemplos
Al igual que el señor Coleman, hay deportes como el fútbol americano y el Boxeo que provocan serias lesiones y aun así se siguen practicando. Recuerdo que en mi infancia uno de mis ídolos deportivos era el delantero argentino Gabriel Omar Batistuta, que fue campeón de dos Copas de América con su selección y, entre otros trofeos, máximo goleador de la liga italiana en la temporada 94-95 con la Fiorentina.
Recuerdo que de joven me fijaba mucho en él a la hora de imitar su forma de golpear el balón y me asombraba la potencia que tenía, junto a su capacidad para marcar goles desde cualquier ángulo. Lo que muy pocos sabían –puesto que hasta que no se retiró no llegó a contarlo- es que durante muchos años de su carrera se infiltraba para poder jugar. Tras su jubilación, no podía estar de pie ni quince minutos. Llegó un día en que su tortura física era tan insoportable que acudió a su médico rogándole que le amputara las piernas. Él quería reemplazar sus piernas por prótesis, como las del atleta sudafricano Pistorius.
Si este formidable jugador hubiera hecho caso al sentido común no se habría infiltrado –algo que hacen otros muchos deportistas y a los que se les alaba por ello-, pero él prefirió la gloria humana y alcanzar un sueño.
Y el último caso, el de Eddie Hall, cuya máxima ambición era convertirse en el hombre más fuerte del mundo, algo que logró en 2017 ganando el World’s Strongest Man. De nuevo, debido a sus entrenamientos, sufre apnea del sueño, por lo que tiene que dormir con una máscara de oxígeno. Y hace muy poco, mientras era jaleado y aclamado por un enfervorecido público formado por miles de personas, logró batir el récord del mundo de Deadlift al levantar 500 kilos mientras sangraba por la nariz y se desmayaba segundos después (vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=T9Y4o_BqC0A).


¿Consecuencias? Que las cite él mismo: “La presión sobre mi cuerpo era surrealista. Me desmayé después de conseguirlo. Tenía hemorragias nasales y experimenté síntomas de conmoción cerebral durante tres o cuatro semanas. Ni siquiera era capaz de recordar el nombre de mi mujer y de mis hijos”. Lo llamativo es que, a pesar de haberse jugado la vida y el futuro de su propia familia, añade: “No es saludable hacer algo así. Pero es una gran sensación. Soy el primer hombre en levantar media tonelada, he hecho historia y estoy muy orgulloso de formar parte de ella”[1]. Otra persona que de nuevo antepuso lograr algo “histórico” por encima de su propio bien y el de sus seres queridos, aunque gracias a Dios ha renunciado a seguir por esa senda porque afirma que no quiere que sus hijos crezcan sin padre.

Lo que opina la sociedad caída de estos sueños
Lo sorprendente es que los que practican culturisimo o simplemente hacen algo de musculación consideran algo lícito llegar a estos límites por alcanzar unas marcas y lograr premios, incluso aunque ese sea el precio a pagar, ya que ellos han sido felices haciendo lo que hacían. En el caso de Coleman, en los días posteriores de la emisión del documental, los comentarios que se leían en las redes sociales me dejaron boquiabierto. Tienen a Ronnie como una leyenda, un mito viviente y un ejemplo de superación a imitar. Incluso dicen que es muy ventajista ahora señalar un error la lucha que llevó a cabo para alcanzar su sueño y nos acusan a los que criticamos este tipo de locuras de sentir envidia por no tener dicho cuerpo. ¡Menuda bobada! Una persona llegó a decir que, para él, Coleman es “Dios”. Pura idolatría hacia el cuerpo humano, al que prácticamente endiosan en los medios de comunicación (revistas, televisión, cine, canales de youtube y redes sociales). Aunque muy pocas, también hubo alguna que otra opiniones sensatas, como esta: “¿El éxito en la vida es ser el mejor? ¿Vale mas el legado que la salud? ¿Qué motiva a una persona a querer ser el mejor a cualquier precio? ¿Qué mueve a una sociedad a potenciar y ensalzar figuras cuyo máximo aporte en la vida es tener un cuerpo inmenso utilizando mil sustancias dañinas? ¿Por qué la gente ensalza esto? En fin, así nos va como sociedad”. Ni que decir que rápidamente los haters se lanzaron contra él dedicándole todo tipo de “piropos” y diciendo que quién era para juzgar.
Otros señalan que ejemplos como los que he puesto son la excepción dentro de la norma, que no todos los deportistas tienen lesiones graves y tienen una vida sin problemas. Y es cierto. Pero eso es quedarse muy corto de miras ya que no es ahí donde está mi enfoque: he citado esos casos para mostrar una realidad mucho más profunda, aquella a la que Jesús hizo mención: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21). A la vez que sentíamos compasión, nos reíamos de Gollum cuando decía con ojos saltones su frase favorita: “Mi tesoro”. El anillo era su tesoro, el cual controlaba su mente y su corazón. Todo giraba en torno a él. En este tipo de “deportistas”, su tesoro es alcanzar un físico lleno de músculos y de récords. En otras personas es el dinero, la fama, las compras, las posesiones materiales o el éxito con las personas del sexo opuesto. Es en algo de esto donde depositan su corazón. Pero lo que deslumbra al ser humano a Dios no le impresiona en absoluto. Por eso se puede ser una persona sencilla, incluso humilde, y erradamente tener el corazón puesto donde no se debe.
Sabiendo que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo –y que por lo tanto tenemos que cuidarlo- y conociendo los beneficios físicos y mentales del deporte sano como vimos en ¡Vive! Disfrutando sanamente (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html), y que es conveniente practicarlo, no sirve absolutamente para nada en términos eternos de legado a favor de la humanidad y del prójimo alcanzar ciertos sueños meramente físicos, incluso sin lesiones de por medio. Es aquí donde encajan perfectamente las palabras de Pablo: “Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso” (1 Ti. 4:8). Pero claro, para el que solo tiene ojos para este mundo y esta vida, es lógico que piense lo contrario.
Todas estas personas que consideran admirable y extraordinario los logros por estos deportistas están completamente ciegos. Y en ellos se hacen brutalmente actuales las palabras que Juan escribió hace veinte siglos: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).
Las marcas y récords de estas personas han quedado registrados como parte de la historia de la humanidad. ¿Han merecido la pena? Según los seres humanos, sí. ¿La realidad? Ni por asomo. Una vez más se hacen realidad las palabras de Eclesiastés 1:2: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Por mucho que crean que han pasado a la historia, la eternidad hará caer en el olvido cualquiera de sus logros físicos. Como dice el catedrático Enrique Rojas: “A la hora de la muerte los titulos y los honores desaparecen, la riqueza no sirve para nada, el prestigio es muy relativo, y lo único que quedan son las huellas del amor que hayamos dejado en el testimonio de nuestras vidas”[2].
No todos los sueños son lícitos ni deseables. Por ejemplo: podemos sentir atracción sentimental hacia una persona, pero no ser conveniente porque no es cristiana. Y es por eso que nosotros también tenemos que plantearnos cuáles son los sueños más adecuados para nosotros como hijos de Dios. Es igual de absurdo que afanarse por ganar más y más dinero, llenar más y más el ropero, comprar más y más objetos inertes, etc.

Tus sueños; mis sueños
Cuando usamos la palabra sueño lo hacemos de una manera un tanto mística, como si estuviéramos haciendo alusión a algo inalcanzable porque son meras fantasías. En mi caso, un “sueño” sería tener una piscina gigantesca de varias hectáreas. Es uno de los grandes deseos mentales que he tenido toda mi vida, supongo que por lo que disfruto nadando solo y la sensación de paz en la que me envuelve el silencio. En el tuyo, y ahondando en el terreno de la fantasía, quizá sea ser millonario, vivir en una isla paradisíaca, tener un Ferrari o una mansión con cien habitaciones.
Todo esto es, como he dicho, meras fantasías. Así que, en mi opinión, creo que lo que tenemos que hacer es enfocarlo de otra manera: en lugar de sueños deberíamos denominarlos “proyectos, ideas y deseos”. Para su ejecución, seguiremos un claro principio bíblico: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23).
Alguno puede que, tras leer este texto y lo que estoy exponiendo, se haya puesto a pensar exclusivamente en que esto significa abandonar los hobbies –sean cuales sean- e involucrarse más en su iglesia local: asistir a más cultos semanales, ofrendar más allá de las posibilidades, comprar nuevos instrumentos musicales para el coro, etc. Sin darse cuenta, están cambiando “proyectos” por “legalismo”.
Para ir al grano sobre verdaderas ideas que repercutirán para bien tanto para los que te rodean como para ti mismo, pondré un ejemplo muy concreto que he llevado a cabo en estos últimos años para que veas a dónde quiero llegar: Hace más de una década me encontraba predicando varias veces al mes. Una de esas semanas tenía ya preparado el sermón pero, por circunstancias que se dieron en una de las congregaciones locales, decidí cambiarlo por completo un par de días antes para enfocarme en lo que de verdad necesitaban los hermanos: tratar sobre la depresión desde un punto de vista bíblico. Entre el trabajo y las actividades eclesiales apenas tenía tiempo, así que las dos noches anteriores me quedé hasta bien entrada la madrugada leyendo muchísimo sobre el tema para prepararlo lo mejor posible. Y gracias a Dios salió bastante bien. Después de aquella ocasión, me dí cuenta que tenía que cambiar mi enfoque: en lugar de ir al día a día o de semana en semana, decidí que tenía que profundizar en multitud de temas y adquirir conocimientos en muchas áreas. Así nació en mí el profundo deseo de investigar y escribir sobre infinidad de cuestiones para aprender y crecer espiritualmente, sobre todo para mi propia riqueza interior y, a su vez, dar a conocer lo aprendido.
Hice un listado de todo lo que vino a mi mente y meses después –desde el verano de 2008- implementé en mi vida un plan meticuloso sobre los pasos que llevaría a cabo. Desde entonces he leído centenares de libros y he estado miles de horas tecleando. Todo lo he ido cumpliendo a rajatabla y he añadido nuevos asuntos sobre la marcha. ¿El resultado? Dos libros publicados (Herejías por doquier: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html y Mentiras que creemos http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/06/mentiras-que-creemos.html), otros más subiéndolos al blog poco a poco junto a decenas de artículos que tocan todos los palos posibles. A pesar de todo, sigo sintiendo que “solo sé que no sé nada”, pero lo que he aprendido y la riqueza espiritual que he aportado a mi vida es incuantificable. Y todo por un “sueño” que tuve muchos años atrás.  Como siempre, las palabras de Pablo son acertadísimas al señalar que “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13).

¿Qué proyectos e ideas tienes?
¿Estoy diciéndote con esto que te dediques a escribir? No, porque entonces ya no serías tú. Tú eres tú y yo soy yo. Tienes que ver, que analizar, que “soñar” qué quieres llevar a cabo en este año nuevo. Pueden ser planes a corto, medio o largo plazo. Que sean realizables. Que te exijan una disciplina mental. Que luches por ellos. Que no busquen la gloria humana, sino tu crecimiento como hijo de Dios y, como consecuencia, que repercutan para bien en el resto de tus hermanos. ¿Ideas?:

- Prepararte bíblicamente para darle una educación personalizada a tu hijo sobre los grandes principios éticos para que los vaya asimilando y aprenda cómo ponerlos en práctica en medio de esta sociedad caída y amoral.
- Especializarte en algún tema bíblico en particular.
- Dar charlas en tu iglesia local sobre temas concretos que no se suelan tratar en las predicaciones: herejías y falsas doctrinas, sexualidad, matrimonio, soltería, ética personal en el trabajo, ética en el uso de las redes sociales, familia, hijos, pornografía, superación de pecados, vestimenta, depresión, ideología de género, temas sociales, etc. Lo puedes hacer de mil maneras y de forma amena: usando películas, libros, diapositivas, preguntas y respuestas, mesa redonda o de la forma en que se te ocurra.
- Crear grupos para realizar actividades donde se priorice el aliento y la comunión entre hermanos. Sería para distintos sectores dentro de la iglesia: viudos, divorciados, huérfanos, pobres, necesitados, solitarios, desempleados, etc.

Y como los citados, decenas de supuestos más. También pueden abarcar aspectos muy personales: superar tal o cual debilidad, dejar tal o cual pecado, corregir algún aspecto negativo del carácter como el mal genio, la lengua sibilina o el ser un condenador profesional.
Tómate tu tiempo para reflexionar. Pídele a Dios que hable a tu mente y tu corazón. Sabiendo que los sueños no son inamovibles y pueden cambiar de un tiempo a otro, que Él ponga en ti deseos y proyectos para este 2019 y para el resto de tus días. ¡Y llévalos a cabo!


[2] Citado en Tu matrimonio sí importa. Juan Varela & M. Mar. Clie, pág. 259.

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