Cuando se acercan los
últimos días del año, casi todos solemos hacer balance de cómo nos ha ido. De
igual manera, hacemos planes de lo que nos gustaría hacer en el nuevo que está
por entrar. Espero que como cristiano tengas ganas de meditar de una forma
clara, sencilla y objetiva sobre este asunto, algo que vamos a hacer en las
siguientes líneas, teniendo presente las palabras de Pablo: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como
sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15-16). Así que vamos a analizar las
razones y qué proyectos, deseos e ideas merece la pena sacar adelante y, a su
vez, cuáles no y los porqué.
El sueño de Coleman: The King
Hará un par de meses
emitieron un documental sobre la vida de Ronnie Coleman (1964). Para el que no
lo conozca, está considerado como el mejor culturista de todos los tiempos, por
eso su apodo es The King (El Rey).
Hasta que se retiró, ganó ocho veces el Mr. Olympia, la competición más
importante dentro de ese mundillo. Ver su estado actual es tristísimo y muy
duro. Fruto de su entrenamiento inhumano, sus secuelas son terribles: ha
sufrido dos reemplazos de cadera y múltiples operaciones de espalda. Los discos
de su espalda están comprimidos, desalineados y colapsados, los nervios bloqueados
y las piernas siempre entumecidas. Incluso los tornillos que le implantaron han
llegado a romperle algunos huesos. Su estado de degeneración es avanzado por
todo el peso que ha estado levantando durante tantos años.
No puede caminar sin
la ayuda de muletas y se mueve con serias dificultades. Cuando le preguntan
cuál es su grado de dolor de 0 a 10, responde que 12 ó 13, las veinticuatro
horas del día y los siete días de la semana, y que él mismo considera
insoportable, por lo que no le queda más remedio que tomar continuamente
oxicodona, un potente analgésico pero que es potencialmente adictivo y con todo
tipo de efectos secundarios para el organismo.
Como afirman otros
culturistas de su época que lo admiran profundamente, Ronnie levantaba en el calentamiento
lo que ellos levantaban en el entrenamiento. ¡En prensa de pierna llegó a mover
1021 kilos! Nunca ha habido alguien como él y, hasta el día de hoy, nadie que
se le compare. Llevó los límites corporales a un nuevo nivel, aunque, como
puedes imaginar, y aunque su entrenamiento fuera titánico, dicha fisonomía no
se consigue solo a base de comer a mansalva arroz hervido, pollo a la plancha y
batidos de proteínas, sino también con la ayuda inestimable del consumo masivo
de sustancias dopantes. Por eso no lo considero un deporte, sino un concurso de
músculos.
A pesar de que los
médicos se lo desaconsejan, sigue yendo a entrenar a las cuatro y medía de la
madrugada y levantando pesos que la inmensa mayoría del resto de mortales no
podríamos. ¿Orgullo? ¿Vanidad? ¿Afán de superación? ¿Miedo a perder toda la
masa magra que todavía conserva? ¿Temor a caer en el olvido? ¿Vigorexia
crónica? Solo Dios sabe lo que hay realmente en su corazón.
Tanto por lo que
dicen los demás de él como lo que se observa al escucharlo, parece una persona
humilde, agradable, sencilla, amigable y risueña. En definitiva, un pedazo de
pan, aunque cualquiera que tenga un mínimo de noción de reconocimiento de
expresiones faciales verá en él un rastro de tristeza.
Tiene una casa impresionante
y ha creado una especie de imperio con su imagen. Pero la realidad es la que
es: apenas puede hacer vida normal, tiene que agarrarse a todo para dar un solo
paso, camina como un anciano y no puede ni jugar con sus hijas pequeñas como un
padre normal. Deseándole de corazón al señor Coleman la mejor recuperación
posible de su última intervención quirúrgica, la pregunta que tenemos que
hacernos es obvia: toda esa vitrina llena de trofeos, ¿de verdad le ha merecido
la pena, viendo el precio que ha tenido que pagar? La verdad objetiva y sin
fanatismos es que no, ni de lejos.
A pesar de todo lo
descrito, afirma que no se arrepiente de nada y da a entender que volvería a
hacer lo mismo; solo le “duele” haber levantado únicamente dos veces 363 kilos haciendo sentadilla cuando pudo. En
el documental se nos cuenta que sus notas tanto en el instituto como en la
universidad eran de dieces. Llegó a obtener la calificación de Cum laude en contabilidad. Pero aquí
vemos una clara muestra de que la inteligencia y la sabiduría no son
necesariamente sinónimos; muchas veces son directamente antónimos. Su sueño
–ser el número uno del mundo- le ha llevado a su condición actual. A pesar de
que durante su juventud el cuerpo le fue avisando –se le salió un disco levantando
272 kilos y, en otra ocasión, perdió el conocimiento el día antes de una
competición hasta el extremo de no poder levantarse de la cama de lo exhausto
que se encontraba- él se empeñó en seguir adelante y desatender las señales de
alarma. Y todo porque, en sus propias palabras, amaba el culturismo y
practicarlo. Como dice el refrán, hay amores que matan.
Otros dos sencillos ejemplos
Al igual que el señor
Coleman, hay deportes como el fútbol americano y el Boxeo que provocan serias
lesiones y aun así se siguen practicando. Recuerdo que en mi infancia uno de
mis ídolos deportivos era el delantero argentino Gabriel Omar Batistuta, que fue
campeón de dos Copas de América con su selección y, entre otros trofeos, máximo
goleador de la liga italiana en la temporada 94-95 con la Fiorentina.
Recuerdo que de joven
me fijaba mucho en él a la hora de imitar su forma de golpear el balón y me
asombraba la potencia que tenía, junto a su capacidad para marcar goles desde
cualquier ángulo. Lo que muy pocos sabían –puesto que hasta que no se retiró no
llegó a contarlo- es que durante muchos años de su carrera se infiltraba para
poder jugar. Tras su jubilación, no podía estar de pie ni quince minutos. Llegó
un día en que su tortura física era tan insoportable que acudió a su médico
rogándole que le amputara las piernas. Él quería reemplazar sus piernas por
prótesis, como las del atleta sudafricano Pistorius.
Si este formidable
jugador hubiera hecho caso al sentido común no se habría infiltrado –algo que
hacen otros muchos deportistas y a los que se les alaba por ello-, pero él
prefirió la gloria humana y alcanzar un sueño.
Y el último caso, el
de Eddie Hall, cuya máxima ambición era convertirse en el hombre más fuerte del
mundo, algo que logró en 2017 ganando el World’s Strongest Man. De nuevo, debido a sus entrenamientos, sufre apnea
del sueño, por lo que tiene que
dormir con una máscara de oxígeno. Y hace muy poco, mientras era jaleado y
aclamado por un enfervorecido público formado por miles de personas, logró
batir el récord del mundo de Deadlift
al levantar 500 kilos mientras sangraba por la nariz y se desmayaba segundos
después (vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=T9Y4o_BqC0A).
¿Consecuencias? Que las cite él mismo: “La presión sobre mi cuerpo era surrealista.
Me desmayé después de conseguirlo. Tenía hemorragias nasales y experimenté
síntomas de conmoción cerebral durante tres o cuatro semanas. Ni siquiera era
capaz de recordar el nombre de mi mujer y de mis hijos”. Lo llamativo es
que, a pesar de haberse jugado la vida y el futuro de su propia familia, añade:
“No es saludable hacer algo así. Pero es
una gran sensación. Soy el primer hombre en levantar media tonelada, he hecho
historia y estoy muy orgulloso de formar parte de ella”[1].
Otra persona que de nuevo antepuso lograr algo “histórico” por encima de su
propio bien y el de sus seres queridos, aunque gracias a Dios ha renunciado a
seguir por esa senda porque afirma que no quiere que sus hijos crezcan sin
padre.
Lo que opina la sociedad caída de estos sueños
Lo sorprendente es
que los que practican culturisimo o simplemente hacen algo de musculación
consideran algo lícito llegar a estos límites por alcanzar unas marcas y lograr
premios, incluso aunque ese sea el precio a pagar, ya que ellos han sido felices haciendo lo que hacían. En el
caso de Coleman, en los días posteriores de la emisión del documental, los
comentarios que se leían en las redes sociales me dejaron boquiabierto. Tienen
a Ronnie como una leyenda, un mito viviente y un ejemplo de superación a
imitar. Incluso dicen que es muy ventajista ahora señalar un error la lucha que
llevó a cabo para alcanzar su sueño y nos acusan a los que criticamos este tipo
de locuras de sentir envidia por no tener dicho cuerpo. ¡Menuda bobada! Una
persona llegó a decir que, para él, Coleman es “Dios”. Pura idolatría hacia el
cuerpo humano, al que prácticamente endiosan en los medios de comunicación
(revistas, televisión, cine, canales de youtube y redes sociales). Aunque muy
pocas, también hubo alguna que otra opiniones sensatas, como esta: “¿El éxito en la vida es
ser el mejor? ¿Vale mas el legado que la salud? ¿Qué motiva a una persona a
querer ser el mejor a cualquier precio? ¿Qué mueve a una sociedad a potenciar y
ensalzar figuras cuyo máximo aporte en la vida es tener un cuerpo inmenso
utilizando mil sustancias dañinas? ¿Por qué la gente ensalza esto? En fin, así nos va como sociedad”. Ni que decir que rápidamente los haters se lanzaron contra él dedicándole
todo tipo de “piropos” y diciendo que quién era para juzgar.
Otros señalan que ejemplos como los
que he puesto son la excepción dentro de la norma, que no todos los deportistas
tienen lesiones graves y tienen una vida sin problemas. Y es cierto. Pero eso
es quedarse muy corto de miras ya que no es ahí donde está mi enfoque: he
citado esos casos para mostrar una realidad mucho más profunda, aquella a la
que Jesús hizo mención: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón” (Mt. 6:21). A la vez
que sentíamos compasión, nos reíamos de Gollum cuando decía con ojos saltones
su frase favorita: “Mi tesoro”. El anillo era su tesoro, el cual controlaba su
mente y su corazón. Todo giraba en torno a él. En este tipo de “deportistas”,
su tesoro es alcanzar un físico lleno de músculos y de récords. En otras
personas es el dinero, la fama, las compras, las posesiones materiales o el
éxito con las personas del sexo opuesto. Es en algo de esto donde depositan su
corazón. Pero lo que deslumbra al ser humano a Dios no le impresiona en
absoluto. Por eso se puede ser una persona sencilla, incluso humilde, y
erradamente tener el corazón puesto donde no se debe.
Sabiendo que nuestro
cuerpo es el templo del Espíritu Santo –y que por lo tanto tenemos que
cuidarlo- y conociendo los beneficios físicos y mentales del deporte sano como
vimos en ¡Vive! Disfrutando sanamente
(http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html), y que es conveniente
practicarlo, no sirve
absolutamente para nada en términos eternos de legado a favor de la humanidad y
del prójimo alcanzar ciertos sueños meramente físicos, incluso sin lesiones de por medio. Es aquí donde encajan
perfectamente las palabras de Pablo: “Porque
el ejercicio corporal para poco es provechoso” (1 Ti. 4:8). Pero claro, para el que solo tiene
ojos para este mundo y esta vida, es lógico que piense lo contrario.
Todas estas personas
que consideran admirable y extraordinario los logros por estos deportistas
están completamente ciegos. Y en ellos se hacen brutalmente actuales las
palabras que Juan escribió hace veinte siglos: “No améis al mundo, ni las cosas que
están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y
la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo
pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre” (1 Jn. 2:15-17).
Las marcas y récords
de estas personas han quedado registrados como parte de la historia de la
humanidad. ¿Han merecido la pena? Según los seres humanos, sí. ¿La realidad? Ni
por asomo. Una vez más se hacen realidad las palabras de Eclesiastés 1:2: “Vanidad de
vanidades, todo es vanidad”. Por mucho que crean que han pasado a
la historia, la eternidad hará caer en el olvido cualquiera de sus logros
físicos. Como dice el catedrático Enrique Rojas: “A la hora de la muerte los titulos y
los honores desaparecen, la riqueza no sirve para nada, el prestigio es muy
relativo, y lo único que quedan son las huellas del amor que hayamos dejado en
el testimonio de nuestras vidas”[2].
No todos los sueños
son lícitos ni deseables. Por ejemplo: podemos sentir atracción sentimental
hacia una persona, pero no ser conveniente porque no es cristiana. Y es por eso
que nosotros también tenemos que plantearnos cuáles son los sueños más adecuados para
nosotros como hijos de Dios. Es igual de absurdo que afanarse por ganar más y más
dinero, llenar más y más el ropero, comprar más y más objetos inertes, etc.
Tus sueños; mis sueños
Cuando usamos la
palabra sueño lo hacemos de una
manera un tanto mística, como si estuviéramos haciendo alusión a algo
inalcanzable porque son meras fantasías. En mi caso, un “sueño”
sería tener una piscina gigantesca de varias hectáreas. Es uno de los grandes
deseos mentales que he tenido toda mi vida, supongo que por lo que disfruto
nadando solo y la sensación de paz en la que me envuelve el silencio. En el
tuyo, y ahondando en el terreno de la fantasía, quizá sea ser millonario, vivir
en una isla paradisíaca, tener un Ferrari o una mansión con cien habitaciones.
Todo esto es, como he
dicho, meras fantasías. Así que, en mi opinión, creo que lo que tenemos que
hacer es enfocarlo de otra manera: en lugar de sueños deberíamos denominarlos
“proyectos, ideas y deseos”. Para su ejecución, seguiremos un claro principio
bíblico: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como
para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23).
Alguno puede que, tras leer este texto y lo que estoy
exponiendo, se haya puesto a pensar exclusivamente en que esto significa
abandonar los hobbies –sean cuales sean- e involucrarse más en su iglesia
local: asistir a más cultos semanales, ofrendar más allá de las posibilidades,
comprar nuevos instrumentos musicales para el coro, etc. Sin darse cuenta,
están cambiando “proyectos” por “legalismo”.
Para ir al grano sobre verdaderas ideas que
repercutirán para bien tanto para los que te rodean como para ti mismo, pondré
un ejemplo muy concreto que he llevado a cabo en estos últimos años para que
veas a dónde quiero llegar: Hace
más de una década me encontraba predicando varias veces al mes. Una de esas
semanas tenía ya preparado el sermón pero, por circunstancias que se dieron en
una de las congregaciones locales, decidí cambiarlo por completo un par de días
antes para enfocarme en lo que de verdad necesitaban los hermanos: tratar sobre
la depresión desde un punto de vista bíblico. Entre el trabajo y las
actividades eclesiales apenas tenía tiempo, así que las dos noches anteriores
me quedé hasta bien entrada la madrugada leyendo muchísimo sobre el tema para
prepararlo lo mejor posible. Y gracias a Dios salió bastante bien. Después de aquella
ocasión, me dí cuenta que tenía que cambiar mi enfoque: en lugar de ir al día a
día o de semana en semana, decidí que tenía que profundizar en multitud de
temas y adquirir conocimientos en muchas áreas. Así nació en mí el profundo
deseo de investigar y escribir sobre infinidad de cuestiones para aprender y crecer
espiritualmente, sobre todo para mi propia riqueza interior y, a su vez, dar a
conocer lo aprendido.
Hice un listado de
todo lo que vino a mi mente y meses después –desde el verano de 2008- implementé
en mi vida un plan meticuloso sobre los pasos que llevaría a cabo. Desde
entonces he leído centenares de libros y he estado miles de horas tecleando.
Todo lo he ido cumpliendo a rajatabla y he añadido nuevos asuntos sobre la
marcha. ¿El resultado? Dos libros publicados (Herejías por doquier: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html
y Mentiras
que creemos http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/06/mentiras-que-creemos.html), otros más subiéndolos al blog poco a poco junto a
decenas de artículos que tocan todos los palos posibles. A pesar de todo, sigo
sintiendo que “solo sé que no sé nada”, pero lo que he aprendido y la riqueza
espiritual que he aportado a mi vida es incuantificable. Y todo por un “sueño”
que tuve muchos años atrás. Como
siempre, las palabras de Pablo son acertadísimas al señalar que “Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13).
¿Qué proyectos e ideas tienes?
¿Estoy diciéndote con
esto que te dediques a escribir? No, porque entonces ya no serías tú. Tú eres
tú y yo soy yo. Tienes que ver, que analizar, que “soñar” qué quieres llevar a
cabo en este año nuevo. Pueden ser planes a corto, medio o largo plazo. Que
sean realizables. Que te exijan una disciplina mental. Que luches por ellos.
Que no busquen la gloria humana, sino tu crecimiento como hijo de Dios y, como
consecuencia, que repercutan para bien en el resto de tus hermanos. ¿Ideas?:
- Prepararte
bíblicamente para darle una educación personalizada a tu hijo sobre los grandes
principios éticos para que los vaya asimilando y aprenda cómo ponerlos en
práctica en medio de esta sociedad caída y amoral.
- Especializarte en
algún tema bíblico en particular.
- Dar charlas en tu
iglesia local sobre temas concretos que no se suelan tratar en las
predicaciones: herejías y falsas doctrinas, sexualidad, matrimonio, soltería,
ética personal en el trabajo, ética en el uso de las redes sociales, familia,
hijos, pornografía, superación de pecados, vestimenta, depresión, ideología de
género, temas sociales, etc. Lo puedes hacer de mil maneras y de forma amena:
usando películas, libros, diapositivas, preguntas y respuestas, mesa redonda o
de la forma en que se te ocurra.
- Crear grupos para
realizar actividades donde se priorice el aliento y la comunión entre hermanos.
Sería para distintos sectores dentro de la iglesia: viudos, divorciados,
huérfanos, pobres, necesitados, solitarios, desempleados, etc.
Y como los citados,
decenas de supuestos más. También pueden abarcar aspectos muy personales:
superar tal o cual debilidad, dejar tal o cual pecado, corregir algún aspecto
negativo del carácter como el mal genio, la lengua sibilina o el ser un
condenador profesional.
Tómate tu tiempo para reflexionar. Pídele a Dios que hable a tu mente y tu corazón. Sabiendo que los sueños no son inamovibles y pueden cambiar de un tiempo a otro, que Él ponga en ti deseos y proyectos para este 2019 y para el resto de tus días. ¡Y llévalos a cabo!
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