Aunque la imagen representa
a una mujer “embotellando” a un hombre, para el tema que vamos a tratar es exactamente
igual en sentido contrario: un hombre “controlando” a una mujer.
Venimos de aquí: Los
valores espirituales entre dos cristianos en una relación sentimental. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/03/1063-los-valores-espirituales-entre-dos.html
Hasta ahora hemos analizado la importancia de
mostrarse naturales y de cómo
complementarse en diversas facetas, como la espiritual. Ahora
reflexionemos sobre otros factores importantes que toda relación en ciernes debe
tener en cuenta.
El tiempo y
las amistades
Una circunstancia muy común, y que he observado una y
otra vez, es aquella en el que dos personas comienzan a salir y abandonan casi
por completo a sus respectivas amistades o solo salen con otras parejas; al
resto las dejan en un rincón. Solamente recurren a ellos cuando surgen los
problemas dentro de la relación y buscan apoyo, ánimo y compañía. Cuando esto
se lleva al extremo, si la relación se rompe, hay individuos que se encuentran
de repente sin amigos y solos, o contemplan que han perdido toda la complicidad
que un día les hizo compartir risas, que la afinidad murió y se sentían como
desconocidos.
La persona que fue dejada de lado, posiblemente se
sintió traicionada; tanto que ya no quiera saber nada más de su antiguas amistades.
O puede que éstas tengan que poner mucho de su parte para recuperar su
confianza, ya que todo lo verá con recelo y con miedo a que vuelvan a
compórtarse con él de la misma manera en el futuro.
Muchas amistades se han perdido por la sencilla razón
de que uno de ellos ha sido completamente absorbido por la pareja como una
aspiradora. Son los que llevan al extremo las palabras citadas en Génesis: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y
se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:23). Y esto no sólo
sucede en los matrimonios, sino en muchos noviazgos, que se tornan como bebés
que nacen unidos por
la cadera. Como dijo el médico, científico y escritor español Gregorio Marañón:
“Tras el flechazo, ya sólo desean ser el
uno para el otro”.
¿Llaveros y ositos de peluche?
Como zombies hipnotizados, aquellos a quienes apreciaban dejaron
prácticamente de existir. Y me quiero centrar en cuando uno de ellos se apropia
del otro y lo posee como si fuera un llavero personal o su osito de peluche que
no comparte con nadie más.
Quiero creer que la gran mayoría de los que pasan por
estas circunstancias son conscientes de la situación. Es más, necesito creerlo.
En parte comprendo la actitud que toman, ya que está motivada por el miedo a
perder al sujeto de su amor. Es normal que al principio se comparta mucho
tiempo juntos. No es fruto del egoísmo. La intensidad puede ser tan grande que
se deje a un lado ciertas cosas. Pero eso no implica dejar de lado ni abandonar
a aquellos que también te quieren y aprecian. ¿Por qué perder una parte de ti
cuando lo ideal es ganar con cada amistad y relación?
Es lógico deambular horas y
horas con esa persona por un centro comercial. ¿Es siempre divertido para el
hombre ir a mirar escaparates con su novia? No en sí mismo, pero la sola
presencia del otro es más que suficiente para ser feliz. Ahora bien, ¿por qué
tendría que quedarse viendo indefinidamente
los escaparates de las tiendas cuando ese tiempo también podría aprovecharlo
para jugar al fútbol con sus amigos? ¿Acaso no puede ella desayunar, o incluso
almorzar, un día a la semana a solas en casa de su mejor amiga mientras él lo
dedica a otros menesteres? Lo uno no quita lo otro. Estar con un amigo no
implica que se quiera menos a la pareja, como si el amor tuviera un tope que
una vez sobrepasado no se pudiera dar más.
La única solución que hay es
marcar límites que deberán ser respetados y no permitir que se llegue a lo
enfermizo. Recuerda: nada de monopolios. Y si ya ha ocurrido, habla bien claro
y acepta ciertos principios muy importantes. De lo contrario, pagarás un precio
incalculable que, a medio o largo plazo, hará que te arrepientas en gran manera
como ya le ha ocurrido a muchos. Si no marcas pautas en el noviazgo, luego en
el matrimonio te resultará casi imposible hacerlo. Solo traerá problemas, y
puede que sea demasiado tarde.
Tu propio espacio y el de tu pareja
Hay tiempo para todo. No es
necesario que cite todas las palabras del texto de Eclesiastés, pero igual que
hay tiempo para llorar y tiempo para reír, tiempo para trabajar y tiempo para
descansar, también lo hay para estar con los amigos y con la persona que tanto
te atrae. Es un error pasar todo tu tiempo libre unido al otro por dos imanes
invisibles. Es cuestión de organización: “Incluso los cónyuges tienen diferentes
necesidades en cuanto a la cantidad de tiempo que pasan juntos. Uno necesita
más espacio, el otro más intimidad, y eso es cuestión de amor, ajuste,
sacrificio y negociación”[1].
Esta idea, que es para el matrimonio, es igualmente válida para el noviazgo.
Cada uno debe tener su
propio tiempo y su propio espacio, donde no todo haya que hacerlo en la
presencia omnipresente del otro. Por un lado, y como ya vimos en su momento,
hay una soledad que es buena, deseable y necesaria. Es un tiempo que necesitáis
para vosotros mismos: para reflexionar sobre diversos temas, para leer, para
estudiar, para orar, para tomar nuevas fuerzas y para descansar, etc. ¿Por qué?
Porque sois seres completos por sí mismos. Tanto la mujer como el hombre que se
nos describe en el capítulo 31 de Proverbios no son apéndices el uno del otro,
sino que ambos están ocupados con distintos quehaceres. Y tanto en el noviazgo
como en el matrimonio deberá ser igual. Lo contrario no es sano. Aquellas
personas que no son capaces de ocupar sanamente su tiempo a solas, terminarán agobiando
sin remedio a su pareja.
Es muy recomendable
tener alguna afición en común: deportes, senderismo, paseos,
lectura, etc., porque será a lo que se dedicarán juntos en el tiempo de ocio.
Pero es evidente que no todo deberán hacerlo juntos. Si uno prefiere jugar con
su hermano pequeño mientras el otro quiere dedicar ese tiempo a leer o a preparar
un escrito, ambos deberán aprender a tener ese espacio para ellos mismos y
compaginarse.
Elegir amar a alguien es compartir lo mejor de ti y de
la vida en esa relación. Debes de comprender ese matiz. De lo contrario, y por
mucho que te quiera, puede llegar a sobresaturarse de ti. Si esto no se
comprende bien, puede parecer un desprecio, pero no lo es. Compartir es sano, pero poseer es enfermizo. Obligar a una persona,
sutil o directamente, a pasar la mayor parte de su tiempo alrededor tuya (o
viceversa), no hará que el amor aumente; posiblemente provocará el efecto
contrario.
No somos animales para que
se adueñen de nosotros. No somos propiedad de nadie como creen las personas
histriónicas, cuya mente celosa no acepta que otros puedan disfrutar sin su
presencia. Si Dios nos hizo libres, ¿quiénes somos
nosotros para esclavizar a nadie? Es trágico cuando una pareja te aleja de Dios
y de los amigos verdaderamente importantes. Es terrible tener por novio o novia
a aquellos que requieren de tu continua presencia y atención, y que se quejan y
ponen mala cara si no es así. Puede que sea debido a heridas del pasado e
inseguridades, que les ha llevado a ser personas posesivas, pero eso hay que
solucionarlo: “Quizás necesitas darle un poco de espacio a tu
novio, al cual estás manipulando. ¿Y si me deja? Si lo continuas manipulando
por medio de la culpa, la victimización, el temor, el control, los celos y la
asfixia, pronto no solo te va a dejar, sino que llegará a odiarte”[2].
He tenido compañeras de
trabajo cuyos novios no le dejaban salir a solas con sus amigas a tomar un
café. Recuerdo el caso de una de ellas que me contó su historia y le dije cuán perjudicial
era esa relación, ya que incluso me narró que él le había abofeteado en dos
ocasiones. Era una chica simpática y guapa, pero extremadamente débil de
carácter. Ella me decía: “Pero yo le quiero, y él me quiere también”.
Sinceramente, para esa clase de amor, mejor me voy a vivir a una cueva llena de
murciélagos.
Todo consiste en encontrar el equilibrio, y poco a
poco lo hallaréis si tratáis el asunto. Aun cuando estéis formando un
“nosotros” que termine por cristalizar, el “yo” y el “tú” siguen vigentes, y
siempre lo estarán.
Si eres de los que absorbes,
que solamente lo quieres para ti, y no observas cómo se relaciona con sus
amigos y con otras personas, desconocerás un parte muy importante de tu pareja.
Es la única manera que tienes de comprobar cómo se desenvuelve en otros
ambientes y cómo responde ante los distintos conflictos de la vida diaria. Por
eso es importante que interactues con sus amigos y él con los tuyos. Así verás
si la imagen que muestra ante ti es una fachada o es real. Incluso verlo
conducir o cómo se desempeña en la práctica de cualquier deporte ayuda a
conocer el carácter de alguien: si es buen compañero, egoísta, respetuoso,
dadivoso, nervioso, brusco, abrumador, crítico, tranquilo, entregado, tímido,
alegre, etc. Jesús mismo dijo que “por
sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:16). No pases por alto posibles señales
de alerta.
¿Cantidad o calidad?
Hay que saber
compaginar el tiempo donde ambos estén juntos, y el que se tiene aparte para
ellos mismos, sus amistades y sus distintas actividades. Siempre se ha dicho
que la calidad es mejor que la cantidad, porque la dosis suficiente refuerzan
el amor pero la sobredosis lo queman. No por pasar más tiempo con la pareja la
relación tiene que funcionar mejor.
La Biblia deja una autentica
joya que nos sirve precisamente para este tema y muchos más: “¿Hallaste miel? Come lo que te basta, no
sea que hastiado de ella la vomites” (Pr. 25:16). En primer lugar, te pregunta si
has hallado aquello que te endulza el paladar. A los que están en medio de una
buena relación, seguro que saben que tener de compañero a una persona excelente
endulza el alma y la vida. Pero el texto también advierte: no abuses, de lo
contrario terminarás hastiado, porque incluso lo que es maravilloso, en dosis
excesivas, produce ese efecto. Piensa por ejemplo en tu comida favorita (yo la
tengo muy clara): quizá pienses que podrías desayunar, almorzar y cenar siempre
lo mismo todos los días durante el resto de tu vida (bueno, yo quizá sí...).
Pruébalo si quieres. Al mes verás el resultado que provoca en tu cuerpo y en tu
mente.
En resumen, cada uno debe conservar sus amistades y el tiempo propio. Las dos cosas son imprescindibles
en la vida ya que te ayudan a moldearte y te influyen para bien. Y ningún
miembro de la pareja debe impedírselo al otro.
¿Malas amistades?
En otras ocasiones, el
problema surge cuando no gustan las amistades de la pareja. Es un tema que
suele ser tabú del que nadie habla abiertamente. Y el porqué es fácil de
entender: ¡a ver quién es el valiente que le dice a su novia que sus amistades
no le agradan en absoluto y que no quiere pasar ni un segundo con ellas! Me
imagino la escena y la cara que pondría ella, junto a la subida de tensión y el
cabreo consecuente. Así que muchos se callan y lo soportan como pueden, que
suele ser sonriendo, poniendo buena cara y aguantando el trago cuando están con
ellas, aunque por dentro estén apretando los dientes y dándose cabezazos contra
la pared. Pero claro, aman a su pareja y no quieren perderla.
Por eso la importancia de
tratarlo y hablarlo es sublime: es un ejercicio de confianza mutua y una
situación que no se puede aguantar de por vida sin que salga una “úlcera mental”.
Antes que el asunto pase a mayores, habrá que explicar las razones del
desagrado y la otra parte tendrá que escuchar atentamente con empatía. Callar
es lo peor que podéis hacer, ya que estaréis dando lugar a que la semilla del
resentimiento sea plantada en el corazón y brote en algún momento.
Las razones para que te
desagraden las amistades que tiene tu novio o novia pueden ser muy diversas:
- Que las consideres de mala
influencia.
- Que el estilo de vida que
llevan esté muy alejado de Dios.
- Que sus temas de
conversación sean tan mundanos que resulte insoportable y sumamente incómodo.
- Que no sean creyentes, o
lo sean solo en apariencia y sean de mal testimonio.
También puede ser en
concreto por las amistades que tiene del sexo opuesto y que no crean confianza
por algún detalle que quizás has observado: un exceso de coquetería, la forma
de vestir, o el hecho de que estén solteros y dudes de sus verdaderas
intenciones respecto a tu pareja, etc.
Por tu propio bien, habla y
no calles. De lo contrario, serás tú mismo el responsable de entrar en una
cárcel emocional y cerrar con llave.
¿Celos?
Aquí pueden entrar en juego los celos, tanto el que
los siente como el que los sufre, y pueden ser reales o infundados. Los
celos echan a perder muchísimas relaciones sentimentales. Incluso es citada por
Pablo como una de las obras de la carne (cf. Gá. 5:20). Quizá pienses que
“atándolo en corto” te asegurarás que permanecerá a tu lado y no se embarcará
en otra relación a tus espaldas. Pero el juego no funciona así.
Es muy lógico preguntar a la
pareja qué ha hecho, dónde ha estado y con quién, todo por puro interés. Pero
de ahí a tenerlo vigilado existe una diferencia abismal. Será que no confías en
él, o el fruto de tus propias inseguridades. La posesión no es amor. La Palabra
enseña que el amor no tiene envidia (cf. 1 Co. 13:4). El amor se da en
libertad. Como dijo C. Day Lewis: “El
amor se prueba al momento de liberar al ser amado”. Hay celos naturales (y
que son señales claras de que algo no funciona), que surgen si ves a tu pareja
“tontear” con otra. Y hay solteros que
evitan a otros solteros porque siempre actúan de esta manera con otros, y no
les crea seguridad como para iniciar una relación de pareja. Pero también hay celos
anormales, tal y como describió Miguel de Cervantes: “Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre
enfermo, que el tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma y mal
dispuesta”.
Los casos de celos reales se producen cuando detectas algo
que te hace sospechar en la actitud de tu pareja. En
otros casos, quizá no sea él quien esté provocando esta reacción, sino que sea
motivada por alguien próximo que se le acerca con ciertos propósitos, y puede
que él no sea ni consciente de lo que sucede, por lo que tendrás que avisarle
para que preste más atención al escenario.
En los casos de celos infundados, quien termina por sufrir las consecuencias es la parte inocente.
Haga lo que haga y diga lo que diga, siempre estará bajo sospecha. A la mínima
será culpado de algo que no ha hecho, por lo que tendrá que demostrar su
inocencia día tras día. Esto es insufrible y hay que cortarlo de raíz; si no,
se convertirá en una relación paranoica, ya que amor y desconfianza son
incompatibles. Estos son los que se conocen como celos patológicos. En algunos casos, esta clase de celos se producen
porque la persona sufrió una infidelidad en su anterior relación y le resulta
difícil confiar en el presente, lo que le lleva a sospechar de todo y de todos.
Es un profundo sentimiento de miedo a ser nuevamente lastimado. Es una herida
sin sanar que deberá ser tratada. Si eres la víctima: o tu pareja aprende a
confiar en ti o lo mejor es dejar la relación lo antes posible.
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10.6.5. El conocimiento mutuo: El miedo a los padres de tu pareja: esos seres llamados "suegros".
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