martes, 29 de mayo de 2018

10.6.4. ¿El noviazgo es el fin del tiempo para uno mismo y de los amigos?


Aunque la imagen representa a una mujer “embotellando” a un hombre, para el tema que vamos a tratar es exactamente igual en sentido contrario: un hombre “controlando” a una mujer.

Venimos de aquí: Los valores espirituales entre dos cristianos en una relación sentimental. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/03/1063-los-valores-espirituales-entre-dos.html

Hasta ahora hemos analizado la importancia de mostrarse naturales y de cómo  complementarse en diversas facetas, como la espiritual. Ahora reflexionemos sobre otros factores importantes que toda relación en ciernes debe tener en cuenta.

El tiempo y las amistades
Una circunstancia muy común, y que he observado una y otra vez, es aquella en el que dos personas comienzan a salir y abandonan casi por completo a sus respectivas amistades o solo salen con otras parejas; al resto las dejan en un rincón. Solamente recurren a ellos cuando surgen los problemas dentro de la relación y buscan apoyo, ánimo y compañía. Cuando esto se lleva al extremo, si la relación se rompe, hay individuos que se encuentran de repente sin amigos y solos, o contemplan que han perdido toda la complicidad que un día les hizo compartir risas, que la afinidad murió y se sentían como desconocidos.
La persona que fue dejada de lado, posiblemente se sintió traicionada; tanto que ya no quiera saber nada más de su antiguas amistades. O puede que éstas tengan que poner mucho de su parte para recuperar su confianza, ya que todo lo verá con recelo y con miedo a que vuelvan a compórtarse con él de la misma manera en el futuro. 
Muchas amistades se han perdido por la sencilla razón de que uno de ellos ha sido completamente absorbido por la pareja como una aspiradora. Son los que llevan al extremo las palabras citadas en Génesis: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:23). Y esto no sólo sucede en los matrimonios, sino en muchos noviazgos, que se tornan como bebés que nacen unidos por la cadera. Como dijo el médico, científico y escritor español Gregorio Marañón: “Tras el flechazo, ya sólo desean ser el uno para el otro”.

¿Llaveros y ositos de peluche?
Como zombies hipnotizados, aquellos a quienes apreciaban dejaron prácticamente de existir. Y me quiero centrar en cuando uno de ellos se apropia del otro y lo posee como si fuera un llavero personal o su osito de peluche que no comparte con nadie más.
Quiero creer que la gran mayoría de los que pasan por estas circunstancias son conscientes de la situación. Es más, necesito creerlo. En parte comprendo la actitud que toman, ya que está motivada por el miedo a perder al sujeto de su amor. Es normal que al principio se comparta mucho tiempo juntos. No es fruto del egoísmo. La intensidad puede ser tan grande que se deje a un lado ciertas cosas. Pero eso no implica dejar de lado ni abandonar a aquellos que también te quieren y aprecian. ¿Por qué perder una parte de ti cuando lo ideal es ganar con cada amistad y relación?
Es lógico deambular horas y horas con esa persona por un centro comercial. ¿Es siempre divertido para el hombre ir a mirar escaparates con su novia? No en sí mismo, pero la sola presencia del otro es más que suficiente para ser feliz. Ahora bien, ¿por qué tendría que quedarse viendo indefinidamente los escaparates de las tiendas cuando ese tiempo también podría aprovecharlo para jugar al fútbol con sus amigos? ¿Acaso no puede ella desayunar, o incluso almorzar, un día a la semana a solas en casa de su mejor amiga mientras él lo dedica a otros menesteres? Lo uno no quita lo otro. Estar con un amigo no implica que se quiera menos a la pareja, como si el amor tuviera un tope que una vez sobrepasado no se pudiera dar más.
La única solución que hay es marcar límites que deberán ser respetados y no permitir que se llegue a lo enfermizo. Recuerda: nada de monopolios. Y si ya ha ocurrido, habla bien claro y acepta ciertos principios muy importantes. De lo contrario, pagarás un precio incalculable que, a medio o largo plazo, hará que te arrepientas en gran manera como ya le ha ocurrido a muchos. Si no marcas pautas en el noviazgo, luego en el matrimonio te resultará casi imposible hacerlo. Solo traerá problemas, y puede que sea demasiado tarde.

Tu propio espacio y el de tu pareja
Hay tiempo para todo. No es necesario que cite todas las palabras del texto de Eclesiastés, pero igual que hay tiempo para llorar y tiempo para reír, tiempo para trabajar y tiempo para descansar, también lo hay para estar con los amigos y con la persona que tanto te atrae. Es un error pasar todo tu tiempo libre unido al otro por dos imanes invisibles. Es cuestión de organización: “Incluso los cónyuges tienen diferentes necesidades en cuanto a la cantidad de tiempo que pasan juntos. Uno necesita más espacio, el otro más intimidad, y eso es cuestión de amor, ajuste, sacrificio y negociación”[1]. Esta idea, que es para el matrimonio, es igualmente válida para el noviazgo.
Cada uno debe tener su propio tiempo y su propio espacio, donde no todo haya que hacerlo en la presencia omnipresente del otro. Por un lado, y como ya vimos en su momento, hay una soledad que es buena, deseable y necesaria. Es un tiempo que necesitáis para vosotros mismos: para reflexionar sobre diversos temas, para leer, para estudiar, para orar, para tomar nuevas fuerzas y para descansar, etc. ¿Por qué? Porque sois seres completos por sí mismos. Tanto la mujer como el hombre que se nos describe en el capítulo 31 de Proverbios no son apéndices el uno del otro, sino que ambos están ocupados con distintos quehaceres. Y tanto en el noviazgo como en el matrimonio deberá ser igual. Lo contrario no es sano. Aquellas personas que no son capaces de ocupar sanamente su tiempo a solas, terminarán agobiando sin remedio a su pareja.
Es muy recomendable tener alguna afición en común: deportes, senderismo, paseos, lectura, etc., porque será a lo que se dedicarán juntos en el tiempo de ocio. Pero es evidente que no todo deberán hacerlo juntos. Si uno prefiere jugar con su hermano pequeño mientras el otro quiere dedicar ese tiempo a leer o a preparar un escrito, ambos deberán aprender a tener ese espacio para ellos mismos y compaginarse.
Elegir amar a alguien es compartir lo mejor de ti y de la vida en esa relación. Debes de comprender ese matiz. De lo contrario, y por mucho que te quiera, puede llegar a sobresaturarse de ti. Si esto no se comprende bien, puede parecer un desprecio, pero no lo es. Compartir es sano, pero poseer es enfermizo. Obligar a una persona, sutil o directamente, a pasar la mayor parte de su tiempo alrededor tuya (o viceversa), no hará que el amor aumente; posiblemente provocará el efecto contrario.
No somos animales para que se adueñen de nosotros. No somos propiedad de nadie como creen las personas histriónicas, cuya mente celosa no acepta que otros puedan disfrutar sin su presencia. Si Dios nos hizo libres, ¿quiénes somos nosotros para esclavizar a nadie? Es trágico cuando una pareja te aleja de Dios y de los amigos verdaderamente importantes. Es terrible tener por novio o novia a aquellos que requieren de tu continua presencia y atención, y que se quejan y ponen mala cara si no es así. Puede que sea debido a heridas del pasado e inseguridades, que les ha llevado a ser personas posesivas, pero eso hay que solucionarlo: “Quizás necesitas darle un poco de espacio a tu novio, al cual estás manipulando. ¿Y si me deja? Si lo continuas manipulando por medio de la culpa, la victimización, el temor, el control, los celos y la asfixia, pronto no solo te va a dejar, sino que llegará a odiarte”[2].
He tenido compañeras de trabajo cuyos novios no le dejaban salir a solas con sus amigas a tomar un café. Recuerdo el caso de una de ellas que me contó su historia y le dije cuán perjudicial era esa relación, ya que incluso me narró que él le había abofeteado en dos ocasiones. Era una chica simpática y guapa, pero extremadamente débil de carácter. Ella me decía: “Pero yo le quiero, y él me quiere también”. Sinceramente, para esa clase de amor, mejor me voy a vivir a una cueva llena de murciélagos.
Todo consiste en encontrar el equilibrio, y poco a poco lo hallaréis si tratáis el asunto. Aun cuando estéis formando un “nosotros” que termine por cristalizar, el “yo” y el “tú” siguen vigentes, y siempre lo estarán.
Si eres de los que absorbes, que solamente lo quieres para ti, y no observas cómo se relaciona con sus amigos y con otras personas, desconocerás un parte muy importante de tu pareja. Es la única manera que tienes de comprobar cómo se desenvuelve en otros ambientes y cómo responde ante los distintos conflictos de la vida diaria. Por eso es importante que interactues con sus amigos y él con los tuyos. Así verás si la imagen que muestra ante ti es una fachada o es real. Incluso verlo conducir o cómo se desempeña en la práctica de cualquier deporte ayuda a conocer el carácter de alguien: si es buen compañero, egoísta, respetuoso, dadivoso, nervioso, brusco, abrumador, crítico, tranquilo, entregado, tímido, alegre, etc. Jesús mismo dijo que “por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:16). No pases por alto posibles señales de alerta.

¿Cantidad o calidad?
Hay que saber compaginar el tiempo donde ambos estén juntos, y el que se tiene aparte para ellos mismos, sus amistades y sus distintas actividades. Siempre se ha dicho que la calidad es mejor que la cantidad, porque la dosis suficiente refuerzan el amor pero la sobredosis lo queman. No por pasar más tiempo con la pareja la relación tiene que funcionar mejor.
La Biblia deja una autentica joya que nos sirve precisamente para este tema y muchos más: “¿Hallaste miel? Come lo que te basta, no sea que hastiado de ella la vomites” (Pr. 25:16). En primer lugar, te pregunta si has hallado aquello que te endulza el paladar. A los que están en medio de una buena relación, seguro que saben que tener de compañero a una persona excelente endulza el alma y la vida. Pero el texto también advierte: no abuses, de lo contrario terminarás hastiado, porque incluso lo que es maravilloso, en dosis excesivas, produce ese efecto. Piensa por ejemplo en tu comida favorita (yo la tengo muy clara): quizá pienses que podrías desayunar, almorzar y cenar siempre lo mismo todos los días durante el resto de tu vida (bueno, yo quizá sí...). Pruébalo si quieres. Al mes verás el resultado que provoca en tu cuerpo y en tu mente.
En resumen, cada uno debe conservar sus amistades y el tiempo propio. Las dos cosas son imprescindibles en la vida ya que te ayudan a moldearte y te influyen para bien. Y ningún miembro de la pareja debe impedírselo al otro.

¿Malas amistades?
En otras ocasiones, el problema surge cuando no gustan las amistades de la pareja. Es un tema que suele ser tabú del que nadie habla abiertamente. Y el porqué es fácil de entender: ¡a ver quién es el valiente que le dice a su novia que sus amistades no le agradan en absoluto y que no quiere pasar ni un segundo con ellas! Me imagino la escena y la cara que pondría ella, junto a la subida de tensión y el cabreo consecuente. Así que muchos se callan y lo soportan como pueden, que suele ser sonriendo, poniendo buena cara y aguantando el trago cuando están con ellas, aunque por dentro estén apretando los dientes y dándose cabezazos contra la pared. Pero claro, aman a su pareja y no quieren perderla.
Por eso la importancia de tratarlo y hablarlo es sublime: es un ejercicio de confianza mutua y una situación que no se puede aguantar de por vida sin que salga una “úlcera mental”. Antes que el asunto pase a mayores, habrá que explicar las razones del desagrado y la otra parte tendrá que escuchar atentamente con empatía. Callar es lo peor que podéis hacer, ya que estaréis dando lugar a que la semilla del resentimiento sea plantada en el corazón y brote en algún momento.
Las razones para que te desagraden las amistades que tiene tu novio o novia pueden ser muy diversas:

- Que las consideres de mala influencia.
- Que el estilo de vida que llevan esté muy alejado de Dios.
- Que sus temas de conversación sean tan mundanos que resulte insoportable y sumamente incómodo.
- Que no sean creyentes, o lo sean solo en apariencia y sean de mal testimonio.

También puede ser en concreto por las amistades que tiene del sexo opuesto y que no crean confianza por algún detalle que quizás has observado: un exceso de coquetería, la forma de vestir, o el hecho de que estén solteros y dudes de sus verdaderas intenciones respecto a tu pareja, etc.
Por tu propio bien, habla y no calles. De lo contrario, serás tú mismo el responsable de entrar en una cárcel emocional y cerrar con llave.

¿Celos?
Aquí pueden entrar en juego los celos, tanto el que los siente como el que los sufre, y pueden ser reales o infundados. Los celos echan a perder muchísimas relaciones sentimentales. Incluso es citada por Pablo como una de las obras de la carne (cf. Gá. 5:20). Quizá pienses que “atándolo en corto” te asegurarás que permanecerá a tu lado y no se embarcará en otra relación a tus espaldas. Pero el juego no funciona así.
Es muy lógico preguntar a la pareja qué ha hecho, dónde ha estado y con quién, todo por puro interés. Pero de ahí a tenerlo vigilado existe una diferencia abismal. Será que no confías en él, o el fruto de tus propias inseguridades. La posesión no es amor. La Palabra enseña que el amor no tiene envidia (cf. 1 Co. 13:4). El amor se da en libertad. Como dijo C. Day Lewis: “El amor se prueba al momento de liberar al ser amado”. Hay celos naturales (y que son señales claras de que algo no funciona), que surgen si ves a tu pareja “tontear” con otra. Y hay solteros que evitan a otros solteros porque siempre actúan de esta manera con otros, y no les crea seguridad como para iniciar una relación de pareja. Pero también hay celos anormales, tal y como describió Miguel de Cervantes: “Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta”.
Los casos de celos reales se producen cuando detectas algo que te hace sospechar en la actitud de tu pareja. En otros casos, quizá no sea él quien esté provocando esta reacción, sino que sea motivada por alguien próximo que se le acerca con ciertos propósitos, y puede que él no sea ni consciente de lo que sucede, por lo que tendrás que avisarle para que preste más atención al escenario.
En los casos de celos infundados, quien termina por sufrir las consecuencias es la parte inocente. Haga lo que haga y diga lo que diga, siempre estará bajo sospecha. A la mínima será culpado de algo que no ha hecho, por lo que tendrá que demostrar su inocencia día tras día. Esto es insufrible y hay que cortarlo de raíz; si no, se convertirá en una relación paranoica, ya que amor y desconfianza son incompatibles. Estos son los que se conocen como celos patológicos. En algunos casos, esta clase de celos se producen porque la persona sufrió una infidelidad en su anterior relación y le resulta difícil confiar en el presente, lo que le lleva a sospechar de todo y de todos. Es un profundo sentimiento de miedo a ser nuevamente lastimado. Es una herida sin sanar que deberá ser tratada. Si eres la víctima: o tu pareja aprende a confiar en ti o lo mejor es dejar la relación lo antes posible.

* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en:
10.6.5. El conocimiento mutuo: El miedo a los padres de tu pareja: esos seres llamados "suegros".
https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/08/1065-el-miedo-los-padres-de-tu-pareja.html 



[1] Townsend, John. Más allá de los limites. Vida.
[2] Carlos Mraida. Libre de la manipulación. Vida.

martes, 15 de mayo de 2018

Cómo maleducar -sí, maleducar- a un hijo desde pequeño hasta que cumple los dieciocho años


Teniendo en cuenta que nadie nace sabiendo ser padre, que ni en el instituto ni en la universidad se imparte ninguna clase que tenga que ver con dicha cuestión y que es algo que se suele aprender sobre la marcha, es muy fáctible caer en multitud de errores. Por eso muchos padres cristianos ni siquiera se dan cuenta de que están malcriando a sus hijos: algunos por la mala enseñanza que ofrecen y otros por el ejemplo que dan, que no es tan positivo como debería ser.
Si esto es así, cuánto más los padres no cristianos: ni se imaginan las faltas que cometen al educar a sus retoños en términos morales, éticos y espirituales al no tener en cuenta a Dios. Aunque la inmensa mayoría de ellos lo haga lo mejor que sabe, desee lo mejor para sus pequeños y no tengan malas intenciones, los alejan de la voluntad de Dios al darles una formación sumamente errada.  
El propósito de este escrito no es, evidentemente, señalar los errores que cometen los padres a la hora de educar a sus hijos y quedarnos ahí, sin más, sino en resaltarlos para que:

1) Los padres sean plenamente conscientes de los peligros a los que se van a enfrentar en cada época de la vida de sus hijos (infancia-adolescencia-juventud), teniendo en cuenta que vivimos en un mundo tecnológicamente asombroso pero moralmente deplorable.
2) No caigan en los errores que vamos a citar.
3) Rectifiquen si están fallando en alguno de los aspectos reseñados. El que se sienta identificado en estos guiones –en muchos o en pocos-, que no se desanime ni se quede apesadumbrado: que se enfoque en la solución.
4) Puedan ver en qué cuestiones lo están haciendo bien. En estos casos concretos, y ante tan ardua labor, se merecen la mayor de las felicitaciones.

Las siguientes líneas tienen un utilidad universal ya que sirven para todo el mundo: padres y no padres. Sirve para no caer en las mismas faltas y, sobre todo, para crecer como persona y cristiano. En el fondo, es una manera de examinarse a sí mismo. Por eso, este escrito no es para leerlo como el que lee la crónica de un evento deportivo, sino para reflexionar sobre él línea por línea todas las veces que haga falta.
Hecha esta pequeña introducción, veamos con una altísima dosis de sarcasmo, sazonado con una pizca de humor amarillo, todo lo que tiene que hacer un padre y una madre –a veces de forma contradictoria- para malcriar cum laude a su hijo desde que nace hasta que cumple los 18 años. De esta forma se verá en qué se está errando y qué se tiene que cambiar o mejorar.

Negación de la espiritualidad y dobles caras eclesiales
- Aunque usted sea cristiano, no le inculque dicha fe, no le hable de Cristo y de su necesidad de salvación; total, eso es algo que tendrá que decidir por sí mismo cuando sea adulto. Mientras tanto, que crezca pensando que puede vivir según le plazca y alimentando su naturaleza caída.
- Cuando él esté delante, no hable de Dios a otras personas.
- Pablo dijo: “Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Ro. 8:5). Haga usted justo lo opuesto: solo piense en temas terrenales y nunca en cuestiones espirituales.
- Actúe de manera “santa” dentro del local de la Iglesia y de forma completamente opuesta fuera de él. Así su hijo aprenderá que no pasa nada por tener dos caras, o tres, o cuatro, o veinte. 
- Mire por encima del hombro a los hermanos que tienen menos dones y ministerios que usted. De esta manera el joven se sentirá soberbio y orgulloso, aprendiendo de esta manera que en el cuerpo de Cristo hay individuos más importantes que otros y que Dios hace acepción de personas.
- Aparte de la prensa rosa y del corazón, ni se le pase por la mente leer libros cristianos ni estudie las Escrituras. Confórmese con lo que ya aprendió en el pasado.
- Predique con el ejemplo, así que, en el caso de que usted se atreva a leer la Biblia, al menos no la ponga en práctica, ni tampoco avive los dones que Dios ha depositado sobre usted. Así su pequeño sabrá que es no es necesario ni lo uno ni lo otro.
- Angustíese ante cada problema que surja en su vida, no confíe en Dios ni descanse en Él. Su pequeño aprenderá de esta manera a seguir sus pasos y a vivir con ansiedad.
- Si se producen abusos de autoridad y graves errores doctrinales en su congregación, ni se le ocurra señalarlos o marcharse. Mejor que su hijo viva en la mentira que en la verdad. Como alguien dijo –y que los más avispados sabrán a quién me refiero-, “la ignorancia es la felicidad”. El joven no se enterará de nada porque es ciego y, cuando sea mayor, nunca se lo echará en cara.
- Cuando algún hermano en la fe le pida ayuda económica, ni se le ocurra prestársela. Como todo buen exégeta sabe, lo que escribió Pablo sobre los necesitados era para el primer siglo, no para el presente... Además, les haría pensar a sus hijos que están tirando el dinero.
- Si un hermano ha caído en pecado, termine de hundirle. Nada de restaurarlo ni perdonarlo si se arrepiente. Por lo tanto, no le dé a conocer a su hijo las palabras del apóstol: “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre” (Gá. 6:1). Nada de mostrarse espiritual; no es divertido serlo.
- No honre a sus propios padres, pero exija que sus hijos le honren a usted. Ellos verán así su incongruencia y no le harán ni caso.
- No invite a comer o a pasar tiempo en su casa a las viudas, huérfanos, pobres, solteros y divorciados: usted no quiere complicarse la vida y no desea por nada del mundo que su hijo se altere por las visitas.
- El mandamiento del Señor, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt:22:39), sustitúyalo por “ámese en primer lugar y a nadie más”. Una lección que su pequeño tiene que aprender, cuanto antes mejor.
- Para terminar, maldiga al que le maldiga, pague mal por mal, odie al enemigo y no ore por los malvados.

Que se eduque a sí mismo
- No le obligue jamás a leer buenos libros que le hagan pensar y cultiven su intelecto y espiritualidad. Así el jovencito podrá dedicar todo su tiempo a lo que es verdaderamente trascendente: devorar la trilogía de 50 sombras de Grey, ver en la televisión algún programa educativo como Mujeres y hombres y viceversa o Sálvame Deluxe, jugar a videojuegos todo el fin de semana, darse una maratón de catorce horas viendo fútbol y series en Netflix, ver vídeos sin fin en youtube y tener conversaciones vacías con sus amigos de wasap.
- Déjele empaparse de la filosofía humanista y postmodernista, así hará lo que sienta en el momento y vivirá basándose en el carpe diem. De esta manera, si le surge la posibilidad de mantener relaciones, la aprovechará; si le ofrecen algún tipo de droga (sea legal o no), la consumirá; si los amigos le ofrecen ir a una botellona, participará. Todo esto siguiendo la filosofía de Epicuro: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Co. 15:32).
- Si ven juntos algo en la televisión que atenta contra los valores cristianos, no aproveche el momento para instruirle.
- No le enseñe a hacer un buen uso de Internet; que aprenda solo y que le dé el uso que él quiera. Tampoco instale un control parental en el ordenador ni controle lo que el joven ve, así llegará –queriendo o sin querer- a ver pornografía, donde contemplará todo tipo de aberraciones que, con el tiempo, terminará considerado normales y deseando experimentar algún día. Al mismo tiempo, su machismo será exaltado hasta lo sumo y asimilará la idea de que la mujer es un objeto o cosa para su disfrute, y que cuando ella dice “no” en el fondo quiere decir “sí”. Por su parte, las chicas aprenderán que siempre tienen que estar dispuestas y que fueron creadas para satisfacer todos los deseos de los chicos.
- Déjele a su libre albedrío el ordenador. De esta manera podrá hablar con desconocidos, verlos por webcam y aprender a practicar el sexting, que, como bien sabemos, consiste en envíar fotos subidas de tono a otras personas. No se preocupe porque usted no se enterará de nada, solo el receptor de dichas imágenes y, claro está, aquellos a los que él decida reenviárselas.

Sexualidad libre y noviazgos libertinos
- No le dé una formación sobre la sexualidad tal y como Dios la entiende, así buscará aprender con la práctica personal.
- No le exponga que el plan de Dios para la humanidad siempre fue, es y será un hombre con un mujer. Por el contrario, que lea todos los escritos de los grupos LGTB hasta que asimile que no hay nada de malo en que personas del mismo sexo sean pareja y adopten bebés.  
- Que vea todas las series de televisión donde los adolescentes ya tienen relaciones sexuales.
- Nunca le explique el significado de un verdadero noviazgo ni el propósito del mismo. Como mucho, limítese a decirle que tenga cuidado y use protección.
- Si cada pocos meses salta de una pareja sentimental a otra como si fuera el juego de la oca, diga: “Así es la generación de hoy, todo el mundo lo hace y es joven; que disfrute de la vida”.
- Permita que duerma en casa de su novia y no se entrometa. Lo que hagan o dejen de hacer, es cosa de ellos.
- Si su hija queda embarazada, que no asuma la responsabilidad: llévela a una clínica y que aborte.

Adiós a la integridad
- Si puede defraudar a Hacienda –aunque sea un poquito-, hágalo. Su hijo aprenderá ciencias económicas y un nuevo arte.
- Si nadie mira y tiene la ocasión, no respete las señales de tráfico, sáltase algún semáforo y supere los límites de velocidad. Su hijo aprenderá con su buen ejemplo cómo conducir.

Sírvale en todo
- Consiéntale en términos absolutos y dele todo lo que pida sin exigir nada a cambio y sin ningún sacrificio por parte del peque: todos los juguetes del ToysRus, ropa a raudales, un patín eléctrico, una moto, dinero para ir de fiesta, una tablet, un ordenador, un móvil, etc. De lo contrario, él dejará de hablarle varios días, se echará a llorar, se entristecerá o pondrá mala cara, y claro, usted no quiere que su hijo se sienta frustrado e insatisfecho, ni que derrame lágrimas “por su culpa”.
- Nunca le diga “no” a las peticiones de su hijo. Si algún día se atreve a hacerlo, se rebelará contra usted y le dirá que “nunca” hace nada por él.
- Aunque sea un golfo y un malhablado, organícele cada año una gran fiesta de cumpleaños, y no olviden cantarle “porque es un muchacho excelente, porque... y siempre lo será”.
- Si cada mañana acude al cuarto de su hijo para despertarlo e ir al colegio, y le dice que no quiere ir con argumentos convincentes (“estoy cansado”, “me duele la muela del lóbulo frontal”, “solo he dormido trece horas”, “tengo un virus de cuentitis terminal”), por favor, sea amable con él y que no acuda a clase. No se preocupe si no estudia ni tiene oficio: cuando sea adulto, él recibirá ayudas económicas del Estado para vivir. 
- Sea una buena “ama de casa” y vaya a la habitación de su hijo a recoger todo lo que él haya dejado por medio. Recuerde que usted está a su servicio.
- Sin rechistar, hágalo todo por él y que él no haga nada por usted; faltaría más. Así que ni se le ocurra mandarle a hacer la compra, a poner y a quitar la mesa, etc.
- Prepárale cada mañana y cada tarde el desayuno y la merienda: recuerde que hacer el Cola Cao y echar la mantequilla en el pan es muy difícil y el adolescente se puede herniar. 

No lo valore ni lo trate bien
- Céntrese en sus defectos e ignore sus virtudes; así se menospreciará a sí mismo y se alejará emocionalmente de usted.
- Cuando usted se equivoque, no lo reconozca, ni pida perdón y, sobre todo, minimice la importancia de dichos errores. Por el contrario, cuando sea su hijo el que yerre, no se le olvide recordárselo setecientas veces y magnifique dichos desaciertos. Esta es una de las muchas maneras de contravenir ese mandamiento bíblico que dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos” (Ef. 6:4).
- No se le ocurra sonreírle, besarlo, abrazarlo ni decirle palabras bonitas. Podría hacer que su hijo se sintiera amado, seguro y confiado, y ese no es el propósito.
- No trate de empatizar con él, ni se interese por conocer sus aficiones, sus sueños, sus miedos, sus ilusiones, sus proyectos ni sus pensamientos más profundos. No son nada interesantes y resulta aburrido.
- Cuando su pequeño cometa un error, grítele desaforadamente, regáñele con aspavientos en público, avergüéncelo delante de todo el mundo, exprésele una profunda ira con una mirada que congelaría el mismísimo infierno, dele una buena bofetada en la cara que le haga levitar y grítele para que todo hombre y mujer en cinco kilómetros a la redonda se entere de que “cuando lleguemos a casa te vas a enterar”. Nada de hablar en privado y a solas con él respetando su dignidad. Si toda su vida guarda el recuerdo y el sentimiento de haberse sentido humillado, es problema de él.
- Si tiene más de un hijo, compárelos siempre que pueda, especialmente cuando uno de los dos haga algo mal, para que así haya rivalidad y surja la competitividad, la envidia y los celos entre ellos. Frases como “tu hermano es más listo que tú y es el favorito de tu padre”, “tu hermana sí que es ordenada”, “ella me da alegrías y tú solo disgustos” o “tu hermano llegará lejos en la vida y tu serás un fracasado”, son expresiones que deben repetirse sin descanso hasta que las asimile.

La familia: cada uno por su lado.
- Cuando estéis todos juntos en casa, reuniros delante del televisor y pasaros de cuatro a seis horas sin hablar viendo alguna película donde la trama gire en torno a alguna infidelidad y donde haya alguna escena picantilla. Luego podéis ver un concurso o algún programa de cotilleos y entrevistas a cantantes y deportistas. Cuando acabéis, que cada uno se vaya a su cuarto y se dedique a su propio teléfono móvil.
- Que el tiempo de ocio familiar consista en ir a centros comerciales a comprar, comprar y comprar, si puede ser, de forma compulsiva y por antojo; nada de sandeces como jugar al aire libre, pasear en bicicleta, pasar el día en el campo o en la montaña, ir a un pueblecito rural cercano o a cenar todos juntos.
- Fáltele el respeto a su cónyuge; de esta manera el adolescente aprenderá a hacer lo mismo cuando esté casado.
- Los errores que sus padres cometieron con usted, repítalos. Así conservará las tradiciones familiares y sus hijos podrán a su vez transmitirlas a sus descendientes.

Valores personales “extraordinarios”
- Permita que escuche todas las canciones de letras inmorales de los artistas de moda y que aprenda sus bailes, especialmente si son obscenos. Si puede, llévele incluso a los conciertos. Es la manera más sencilla de aprender “valores”.
- Si le pide un piercing, llévelo esa misma tarde a ponerse cinco o seis: uno en el ombligo, otro en la lengua y el resto donde él quiera. Y de paso, un tatuaje molón en el cuello y en el brazo con una mariposa, un oso panda, un dragón, una palabra japonesa motivadora y el nombre de todos sus amigos. Esto lo convertirá en alguien muy moderno y adaptado al siglo XXI.
- Concédale muchísima importancia a la imagen externa y a la estética –puesto que es primordial-, y quéjese sin parar de las distintas partes que conforman su propio cuerpo. Si es mujer, coma poco todo el año y esté siempre a régimen, y antes del verano haga dietas suicidas para que se le vean bien los huesos, las costillas, el esternón y los omóplatos. Y si es hombre no olvide tomar productos para perder muchos líquidos y hacer mil abdominales diarias para presumir de tableta. Así sus hijos comprenderán que lo más importante es lo externo, la apariencia y ser físicamente perfecto.
- Si su retoño insulta a los aficionados y seguidores del equipo deportivo contrario –sea en persona o en las redes sociales-, páselo por alto; tampoco es para tanto.
- Si sorprende a su hijo mintiendo, no lo regañe ya que es “el niño de sus ojos”. Además, usted no es policía ni juez.
- Hágale ver que lo más importante de la existencia humana es hacerse un nombre en este mundo con un buen trabajo y un buen sueldo, y que esa es la llave del éxito.
- Repróchele continuamente a su cónyuge el hecho de que materialmente no tienen todo lo que desearían. Así su hijo nunca se sentirá satisfecho y siempre querrá más de todo; de esta manera nunca conocerá el significado de esa palabra tan desagradable como es “contentamiento”.
- Felicítelo un poco si saca buenas notas pero nunca si es noble, honrado o un buen cristiano. 
- Quiera a su hijo por lo que haga y por lo que logre, pero nunca por la clase de persona que es. Ser bondadoso, íntegro y todo lo demás está sobrevalorado.
- Si es usted mamá, cómprese ropita muy pero que muy sexy (ya sabe, “mini” y/o ceñidísima). Pero no la reserve para que solo su esposo la contemple con ella en la intimidad; póngasela para salir a la calle, a los bares, a los pubs, etc, y que el resto de la humanidad pueda contemplar la mayor parte de su cuerpo. Elimine de su vocabulario el término “pudor”. Esto hará que no tenga autoridad moral ante su hija cuando ella quiera vestir igual.
- Hágase decenas de fotos en todo tipo de situaciones absurdas, y sobre todo poniendo morritos, miradas seductoras y luciendo palmito “como el que no quiere la cosa” para llamar la atención en Internet. Así el joven, cuando ya sea adolescente, hará lo mismo y subirá a las redes sociales sus fotos sin camiseta en el gimnasio enseñando musculitos, mientras ella hará lo propio en bikini en la playa, y usted no podrá decirle nada.
- No se preocupe si él dice alguna palabrota o hace alguna broma vulgar: no le corrija; al contrario, ríase.
- Cuando se reúna con otras parejas, que el tema principal sea despotricar de todo el mundo. Así su hijo dirá: “Si mami y papi lo hacen, ¿qué hay de malo en que yo hable mal de los demás? ¡Nada!”.
- Gaste más dinero del que tiene y endéudese con su tarjeta de crédito hasta las cejas. Su hijo se lo agradecerá.

Defiéndalo siempre
- Cuando su hijo tenga una mala actitud y sea aleccionado por algún profesor en la escuela, vaya inmediatamente y hable con el director para que abronque al malvado maestro que ha tenido dicha osadía. Y no dude en demandar ante la Justicia porque, como usted bien sabe, “su hijo es un santo” y no se merece los reproches de nadie.
- Si alguien osa señalar que usted está dándole una mala educación a su hijo, no escuche sus argumentos; atáquele y dígale: “¿Y tú con tus hijos qué?”.

Las consecuencias cuando los padres dimiten
Todo esto, que puede sonar a exageración, no lo es en absoluto: es el pan de cada día en millones de familias. Y me he quedado corto, muy corto, tanto que podría haber escrito varios párrafos más.
No todos los padres cometen todos y cada uno de estos errores, pero sí más de uno. Por eso nadie tiene que echarse las manos a la cabeza al ver la sociedad decadente que tenemos en la actualidad, que veamos a raudales las obras de la carne (“adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas”) y de forma escasa el fruto del Espíritu (“amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”; Gá. 5:19-23). Simplemente estamos recogiendo lo que se ha sembrado con esmero desde la caída en el huerto del Edén. Y una nueva cosecha está en camino...
Los padres, literalmente, han dimitido y ya no educan a sus hijos. Ahora lo hace “San Google”, “San Porno”, “San Amigos”, “San Fiesta”, “San Vanidad”, “San Twitter”, “San Instagram” y “San Alcohol”. Para muchos padres cristianos, lo “importante” es que sus pequeños vayan a las reuniones, que participen de la escuela dominical y demás actividades religiosas. Les basta con que sus niños no les contesten mal, que tengan su cuarto medio ordenado, que sean respetuosos con los abuelos, que sean simpáticos con los amigos, que no lleguen borrachos a casa y, sobre todo, que saquen buenas notas y practiquen alguna actividad extraescolar; todo lo demás no importa.
No siempre son los padres los responsables de las actitudes de sus hijos. Como repito insistentemente, los padres no tienen la culpa de todo –ni mucho menos-, y por eso la Escritura dice que “el alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo” (Ez. 18:20). En última instancia, son los propios hijos los que deciden qué tipo de vida llevarán y si adoptarán o no los valores sanos que los progenitores poseen. Por eso hay hijos que han recibido una paupérrima educación y, sin embargo, son cristianos dignos de admiración. Y lo mismo al contrario: hijos que han tenido unos padres cristianos excelentes, que han sido formados con esmero y pasión por sus padres, pero, como dice el dicho, “han salido rana”: no es que sean violadores o asesinos, y puede que sean personas respetables entre sus amistades y en sus lugares de estudio o trabajo, pero, ante los ojos de Dios, están perdidos en medio de la mundanalidad. Según la Biblia, estos son hijos necios que provocan tristeza en el padre y amargura en la madre (cf. Pr. 17:25).
Hay otros hijos que crecen sabiéndose amados y, en términos morales, son relativamente sanos, pero, al no haber recibido una verdadera instrucción cristiana ni haber aprendido con el ejemplo paterno:

- Tienen poca o nula sabiduría espiritual.
- Carecen de riqueza cultural.
- Han desarrollado complejos, sentimientos de inferioridad y alguna que otra fobia.
- Poseen una personalidad atrofiada y sin desarrollar.
- No tienen herramientas que les sirvan para no dejarse arrastrar por los pensamientos mayoritarios de la sociedad.
 - No saben cómo afrontar su propia naturaleza caída porque nadie les ha enseñado.

Sea cual sea el caso, lo que no es de recibo es que muchos padres creyentes dejen que sean las “circunstancias de la vida” las “educadoras” de sus pequeños. Ni siquiera se forman en patrones bíblicos ni se esfuerzan lo más mínimo en educar en valores éticos cristianos a sus retoños, incumpliendo el mandamiento que Dios dejó al pueblo de Israel, y de forma extensiva a todos los padres de todos los tiempos: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Dt:6:4-9).

Un anticipo
Hasta el día de hoy he publicado diversos artículos tratando varios puntos de los citados[1]. Pero teniendo en cuenta lo complejo que es educar a un joven en el mundo presente (sin ser yo padre, la impresión es que sin duda es la tarea más compleja y difícil que existe), que la presión a la que son sometidos para ser uno más dentro de la “masa borreguil” es tremenda y que se encuentran por todas partes multitud de ofertas para vivir en pecado y de espaldas a Dios, acabo de terminar un extenso libro titulado “Para padres, jóvenes y adolescentes”. En él trato de ayudar a todos ellos, entrando profundamente en la piel tanto de los progenitores como de los retoños. Dicho material lo publicaré en el blog en su momento. Como para eso queda bastante tiempo (dada la ingente cantidad de material previo que tengo pendiente por sacar a la luz), animo a los padres cristianos –y a futuros padres- a analizar exhaustivamente cada uno de los guiones reseñados para ver si están a tiempo de enmendar algunos de los errores cometidos o que están cometiendo. 








martes, 1 de mayo de 2018

¿Los ateos van al cielo? Según el Papa, sí; según la Biblia...


A menos que indique lo contrario, siempre uso en mis escritos la versión Reina Valera de 1960 (RVR1960). En esta ocasión, para que ningún católico pueda pensar que manipulo los textos bíblicos para respaldar lo que voy a exponer, usaré la versión católica conocida como “La Biblia de Jerusalén” (https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/genesis/1/).

Todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia hace un par de semanas: un niño de 10 años se acercó al Papa y le hizo una pregunta al oído. Segundos después, con el permiso del joven y ante toda la audiencia, dijo qué le había preguntado y la respuesta que le había ofrecido.
Muchas veces dije en el pasado en este mismo blog que ya nada me sorprendía. Dadas la evidencias y mi sentir, hace tiempo que tuve que rectificar tal pensamiento: sigo sorprendiéndome cuando veo la realidad de la sociedad caída. Y, en este caso, he vuelto a quedarme anonadado. Ver el vídeo y escuchar las palabras que salieron de la  boca de la persona que ostenta el cargo considerado por el catolicismo romano como el más alto dentro de la cristiandad y considerado por sus seguidores como el representante de Cristo en la Tierra, me dejó de piedra y cerca del paro cardiaco.

¿Qué dijo el Papa?
Emanuele le preguntó al Papa si su padre, que era ateo y había fallecido hacía poco tiempo, estaba en el cielo. El Papa, ante cientos de personas, dijo: “Qué bonito que un hijo diga que su papá era bueno. Un bonito testimonio de aquel hombre para que sus hijos puedan decir de él que era un hombre bueno. Si ese hombre ha sido capaz de tener hijos así, es verdad que era un gran hombre. (Este hombre) “no tenía el don de la fe, no era creyente, hizo bautizar a los hijos. Quien dice quién va al cielo es Dios [...] Bueno, Emanuele, esta es la respuesta: Dios seguramente estaba orgulloso de tu papá, porque es más fácil que, siendo creyente, se bautice a los hijos que, siendo no creyente, bautizarlos. Y seguramente esto a Dios le ha gustado mucho”.
Otra de las preguntas que le hicieron fue sobre si todos somos “hijos de Dios”, y así se expresó: “Somos todos hijos de Dios, incluso los que son de otras religiones lejanas. Incluso los mafiosos, aunque estos prefieran comportarse como hijos del diablo”.
Puesto que estoy escribiendo para el blog un libro sobre el catolicismo romano, no tenía pensamiento de publicar nada concerniente al mismo, pero como todavía falta bastante tiempo para que salga a la luz, creo que las palabras del Papa merecen hacer un pequeñísimo adelanto.

¿Qué dice la Biblia?
Cuestión delicada, no por el tema –cuya respuesta es clara como el agua cristalina en las Escrituras- sino por la corta edad del interrogador. Puedo ponerme en la piel de Bergoglio y sentir el apuro que seguramente experimentó en su corazón. Concediéndole el beneficio de la duda, me gustaría creer que conoce en profundidad la Biblia y que en su mente sabía la respuesta exacta, pero vista la respuesta me hace dudarlo muy seriamente.
Estoy seguro que, si estás leyendo este escrito, no tienes diez años como Emanuele, sino que eres ya un joven con un agudo sentido de la realidad o un adulto ya entrado en años, así que te hablaré como a alguien al que se le puede hablar al raciocinio.
Por muy buena intención que tuviera el Papa Francisco –y por mucho que lo admires en el caso de ser católico romano-, este señor contradijo completamente a la verdad. El ateo es el que niega a Dios y Jesús fue muy tajante al respecto: “Quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:33). Al ateo, Dios lo negará llegado el momento: “Si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará” (2 Ti. 2:12).
Dice en Apocalipsis 21:8: “Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte segunda”.
¿Has leído bien? ¿Dónde señala Juan que acabarán los “incrédulos” (ateos)? ¿En el cielo? No, sino en el infierno. ¿Son condenadas estas personas? Sí. ¿Quién lo dice? De nuevo el apóstol: “El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios” (Jn. 3:18).
¿Que suena duro todo esto? Sí. ¿Que puede resultar ofensivo al oído? Sí. ¿Que es bonito decirlo? No. ¿Qué es agradable escucharlo? No. ¿Que nos puede parecer con ojos humanos que es más misericordioso perdonar todo el mundo? Sí. Lo fácil, ante una situación donde el interlocutor es un crío que se acerca con el corazón roto y con lágrimas a los ojos, es querer consolarlo con buenas palabras, pero faltar a la verdad revelada por Dios es tremebundo.   
¿Con qué título describe el apóstol Pablo a Jesucristo? Con el de “justo Juez” (2 Ti. 4:8). Dios sería un juez injusto si recompensara con el cielo a los ateos, a los que viven en pecado y a todos los que mueren sin arrepentimiento: “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1 Co. 6:9-10).
Solamente los verdaderos creyentes disfrutarán eternamente de la gloria de Dios: “Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mí” (Ap. 21:7).
Dios no miente ni está jugando con nosotros a los trabalenguas. No dice “donde dije digo, digo Diego” ya que Él no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Ti. 2:13). Ha dejado muy claro sus principios y mandamientos, y ahora no los va a cambiar porque los seres humanos quieran que lo haga.
Por otro lado, ¿es que por llevar a cabo buenas obras nos podemos salvar? ¿Pero no dijo Pablo insistentemente que por obras nadie se salva? ¿Acaso no dijo que “habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” y “que nadie será justificado ante él por las obras de la ley” (Ef. 2:8-9; Ro. 3:20)? 
La Biblia enseña en su conjunto y en perspectiva que las obras son la consecuencia de una fe verdadera pero no que salvan. Si fuera así, hasta el ateo se podría salvar y la muerte de Cristo habría sido algo absurdo y sin sentido, como nuevamente afirma Pablo: “Si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano” (Gá. 2:21).
¿Qué hacemos con estos pasajes y otros muchos que dicen exactamente lo mismo? ¿Los arrancamos de la Biblia porque no son “políticamente” correctos ante ciertas instituciones? ¿Los ignoramos porque a algunos no les gustan? ¿Hacemos una versión adaptada para los que creen que van a ser salvos a pesar de negar a Dios? ¿Ponemos una pegatina encima de la Biblia que ponga “invalidada” y “obsoleta”?

¿Qué digo yo?
Me resulta completamente incomprensible que alguien que debería ser de guía sea de tropiezo. Me resulta completamente incomprensible que alguien que debería conocer la Biblia en su totalidad la deje de lado de forma tan atrevida. Me resulta completamente incomprensible que insista una y otra vez en sus intervenciones en decir que todos somos hijos de Dios –incluso los que profesan una religión ajena al cristianismo-, cuando nada más comenzar el Evangelio de Juan dice: “Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn. 1:12). ¡A los que recibieron!
La inmensa mayoría de los judíos no recibieron a Jesús ya que no lo aceptaron como Mesías, Señor y Salvador, y además sus obras seguían siendo malas. ¿Qué les dijo Jesús?: “No os preocupéis. Sois mis hijos y os guardaré un lugar en mi Reino. No, esas no fueron sus palabras, sino estas: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” (Jn. 8:42-44).
El Papa llama hijos de Dios a los que Dios llama hijos del diablo. El contraste es tan brutal que resulta chocante y dramático. ¿Somos criaturas de Dios? ¡Todos! ¿Todas sus criaturas son sus hijos? Ni de lejos.
Si yo fuera ateo y creyera las palabras del Papa, seguiría esta línea de actuación: bautizaría a mis hijos y seguiría siendo ateo. ¡Total, si al final voy a ir al cielo si hago algo bien! ¡Incluso pensaría en ganarme la vida como mafioso! Como escribió Pablo irónicamente: ¿Por qué no hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniosamente nos acusan que decimos?” (Ro. 3:8). Pero como no soy ateo, prefiero creer en la Palabra de Dios y no en la de un hombre que va en sentido opuesto a ella.

¿Qué dices tú?
En el caso que nos concierne y que hemos analizado sobre la respuesta que ofreció el Papa sobre si los ateos van al cielo, la conclusión es contundente:

- El Papa dejó de lado la Biblia y se puso por encima de ella.
- El Papa predicó un evangelio diferente.
- El Papa enseñó justo lo contrario a lo que dijeron los apóstoles.
- El Papa antepuso su sentido de justicia al de Dios.
- El Papa puso en boca de Dios ideas que no provienen del Altísimo. 

Nada de esto se puede negar a la luz de la evidencia. Puedes mirar para otro lado. Puedes enojarte conmigo. Puedes “no pensar” en nada de esto. Pero nada de eso hará que la realidad cambie.
Las palabras del Papa romano no concuerdan ni se complementan con la enseñanza bíblica; directamente se contradicen. Y no es la primera vez que lo hace en este y en otros asuntos de extrema importancia, como han hecho a lo largo de la historia sus predecesores. Si no enseñan la verdad en asuntos sencillos, ¿cómo fiarse en el resto de sus postulados? ¡Imposible!
Si tu argumento es, como me han dicho en alguna ocasión, “a estas alturas de mi vida no voy a cambiar” o “sé que llevas razón pero mi religión es más sencilla”, mi labor acaba ahí y no tengo nada más que hacer. Pero te quiero recordar varias cosas:

- Cuando alguien –que dice ser cristiano- me dice que tal o cual persona “es de tu iglesia” o “se ha hecho de tu religión”, me doy cuenta de que sigue sin comprender absolutamente nada. Sinceramente, y a partes iguales, me irrito y me lleno de tristeza en mi foro interno cuando escucho tales expresiones. En términos puramente bíblicos, no existen dos iglesias, como explicaré en su momento con otro escrito. Tampoco esto es una cuestión de “cambiar de religión” ni de decir/ser/hacerse “católico” o “protestante”. El cristianismo no consiste en eso, como ya mostramos en No soy religioso, ni católico, ni protestante; simplemente cristiano (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/09/no-soy-religioso-ni-catolico-ni.html).

- Estás dejando la vida eterna en manos de lo que enseñan otras personas sin comprobar por ti mismo si van en la misma línea de pensamiento que Dios. No consiste en que tú interpretes la Biblia y yo lo haga de otra: “Yo creo, yo opino, yo pienso”. ¡No! Si así fuera, no habría un solo cristianismo, sino millones: uno por cada persona que se considera cristiano. Y eso no es así. Solo existe un verdadero cristianismo. Bien dijo Pablo que no hay más que un evangelio: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gá. 1-6-9).
Todo lo demás es una mezcla de pensamientos humanos con los de Dios, sincretismo religioso, supersticiones, influencias paganas que se han implantando con el paso de los siglos, etc.
La Biblia, en sus temas fundamentales, no tiene dos o más interpretaciones. Solo tiene una y es muy fácil de verla con un mínimo de lectura y estudio. Un cuadrado no puede ser al mismo tiempo un círculo: o es un cuadrado o es un círculo. Si el tema central de las cartas de Pablo versa sobre el significado del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz y nos enseña que “el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” (Ro. 3:28), nadie lo puede contradecir. Para un cristiano del siglo XXI, la VERDAD es la misma que la del siglo I.
Hasta para un niño la verdad es asequible, como Jesús dijo en una de sus oraciones más conocidas: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito” (Lc. 10:21).

- Que los que están al frente del catolicismo acierten en algunos aspectos y que lleven a cabo buenas obras, no significa automáticamente que la doctrina que enseñan sea correcta. Hasta los miembros de otras religiones hacen obras loables y eso no los convierte en la revelación de Dios.

- Nunca he conocido a nadie que se haya muerto por reconocer que estaba equivocado; es más: es un ejercicio de honradez intelectual para con uno mismo. Tampoco hay que tener miedo alguno a admitir que se está errado. Aceptar la verdad trae la consecuencia que Jesús expresó: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32).

- Puede que toda tu vida hayas sido fiel a multitud de prácticas religiosas y honesto a las creencias que te inculcaron. Pero Jesús advirtió en diversas ocasiones y de forma muy seria del peligro de hacer caso a las tradiciones en lugar de a las Escrituras (cf. Mr. 7:1-13; 12:24): “En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres” (Mt. 15:9).

Así que, visto lo visto, y puesto que Dios y el Papa -y, por extensión, el catolicismo romano- no pueden llevar la razón a la vez, ahora te toca a ti responder a una pregunta muy directa: ¿qué dices tú, a quién creerás?