lunes, 20 de noviembre de 2017

5. Los Intocables de este mundo






En el polo opuesto al que vimos en Yo antes de ti nos encontramos la francesa Intocable, que ganó –entre otros- el premio Goya en 2012 a mejor película europea, y que cuenta con una extraordinaria y emotiva banda sonora, por lo que recomendaría leer –o releer- las siguientes líneas con la pieza titulada Fly (https://www.youtube.com/watch?v=k016mR9tQdI&list=PL1UbJcg38TxBseFSez5CjxQVp6v5IUv2K&index=1) seguida de Una mattina (https://www.youtube.com/watch?v=EoaPhxNubL0&index=13&list=PL1UbJcg38TxBseFSez5CjxQVp6v5IUv2K). 
Dicho largometraje está inspirado en la vida real del conde Philippe Pozzo di Borgo, autor del libro Le Second souffle, y en la de Abdel Yasmin Sellou, autor del libro autobiográfico Una amistad improbable.
La trama gira en torno a Philippe -quien quedó tetrapléjico por un accidente de parapente- y a Driss –un inmigrante senegalés (argelino en la realidad) en paro y con algunos antecedentes penales, cuyo verdadero nombre es Abdel Yasmin Sellou. 
Tras el infortunio, Philippe cayó en una profunda depresión, solía estar de mal genio y su carácter se volvió agrio –algo en buena parte muy lógico en términos humanos-, por lo que sus asistentes apenas duraban unas semanas: ellos no lo soportaban, ni viceversa. Tras despedir al último de ellos, realiza junto a su secretaria entrevistas de trabajo a varios interesados. Todos son formales, con una exquisita formación académica y bien vestidos. Ninguno le llama la atención, hasta que aparece Driss: informal, bromista, sin experiencia alguna en dicha labor y completamente desinteresado en el puesto. Le habían enviado de la agencia de empleo y lo único que deseaba era que le firmaran los documentos para poder cobrar un subsidio. De forma inesperada, Philippe le contrata, y lo hace por ser completamente diferente al resto.
Al principio, Driss no se toma en serio sus responsabilidades. Es más, se niega a realizar determinadas tareas. Aún así, no le queda más remedio que darle de comer, vestirlo, ducharlo, peinarlo, sentarlo en la silla y tumbarlo en la cama. Todo cambia cuando una noche Philippe sufre una crisis de angustia y de dolor, ante la cual Driss le cuida mientras que todo pasa, al mismo tiempo que le anima y le tranquiliza. Se convierte en sus brazos y en sus piernas.
Poco a poco, la relación entre ellos se convierte en una grandiosa amistad, la cual le hace cambiar a ambos y les ayuda a sacar lo mejor de sí mismos. Siendo tan distintos, se impactan el uno al otro.
Con el paso de los minutos, vamos sabiendo que Philippe quedó viudo tras perder a su esposa de una grave enfermedad (en la realidad, ella murió tres años después del accidente de él). Confiesa que ella era su vida y que la amaba con locura: “Mi problema no es estar en la silla. Es estar sin Alice”. Además, descubrimos que practicaba deportes de riesgo y que es un hombre con una gran riqueza interior: le gusta leer (para pasar las páginas de los libros usa un puntero con la boca), el arte, la ópera y la música clásica: “Cuando el dolor me da un respiro me queda la mente”.
Aunque sigue disfrutando de todo esto, es evidente que tras su accidente perdió toda alegría por vivir, por lo que se recluyó en su casa. Ante todo esto, la personalidad de Driss provocó un efecto huracán y revitalizante en él. Era una amistad que merecía verdaderamente la pena, un soplo de aire fresco en su alma. Seguía con sus aficiones, pero comenzó a dejarse llevar por la espontaneidad y sentido del humor de Driss.
Podemos ver en el desarrollo de la trama algo que hablé con mi tia de 95 años mientras le narraba la película: Philippe no quería que lo trataran como a un enfermo –con piedad y condescendencia- sino como una persona, como a un hombre. Y eso fue lo que logró hacer su amigo Driss: volverle a sentir vivo y a ser. Por eso aceptaba con carcajadas las bromas llenas de humor negro de las que era objeto cuando le afeitaba (por la biografía sabemos que la llamaba “Tetraman”). Por eso volvió a hacer parapente con la ayuda de un monitor. Por eso se divertía viendo disfrutar a los que le rodeaban en su propio cumpleaños. Por eso se contagiaba de Driss cuando éste estallaba en risas en la ópera, a pesar de que todos les pedían que guardaran silencio. Por eso su sonrisa era de oreja a oreja al ver bailar a su amigo haciendo el payaso y escuchar su propia música (en concreto: Earth, Wind & Fire - Boogie Wonderland: https://www.youtube.com/watch?v=77lRi0iTiVU).
Evidentemente, no todo son risas. La historia en sí es un drama porque la situación es la que es. Pero ahí está Driss para conducir y llevar a Philippe junto al mar cuando éste está desanimado, lo cual agradece profundamente con un gesto y una mirada de aprobación. Así está con él en medio de la tristeza sin necesidad de palabras de por medio, haciéndole sentir con su presencia que no está solo. Esto también incluye esos momentos en una cafetería en medio de la noche donde las risas quedan a un lado y dialogan sin cortinas de por medio, abriendo cada uno su propio corazón, y cuyos latidos son escuchados por el otro. Hablar del pasado, del dolor, de los sueños, de las frustraciones y de los recuerdos encuentran aquí su lugar.
¿Había momentos en que Philipp deseaba morir? Sí, pero al contrario que Will –el protagonista de Yo antes de ti, y al cual el amor que le profesaba su novia y la vida que tenía ante él no le parecía suficiente- encontró que la vida tenía razones de sobra por la que seguir luchando y saboreando de ella, a pesar de la infinidad de limitaciones. Por eso, la historia real que aquí se nos cuenta es admirable. Aunque el desarrollo tiene ciertas ideas semejantes y las circunstancias son muy parecidas en ambos personajes tetrapléjicos, los valores que transmiten son muy diferentes: uno que quiere escapar de su realidad muriendo mediante la eutanasia –transmitiendo dicha idea con una sonrisa y una cara bonita de cara al espectador- y otro con un alma que sufre pero, a la vez, goza, como todo ser humano, con sus complejidades, con sus alegrías y tristezas, con sus días buenos y sus días malos. El primer personaje –que es ficticio- es emocionalmente enfermizo, negativo y lúgubre. El segundo –que es verídico- es positivo y ejemplarizante, y hoy en día sigue viviendo entre Francia y Marruecos, ya que se traslado a vivir a éste país, “donde se encontró con su nuevo amor, una joven marroquí, madre soltera y con dos hijas, situación que persiste actualmente”[1]. Por supuesto, conserva su gran amistad con Abdel, quien considera al conde su mejor y único amigo.

Algunas conclusiones
¿Seguirá teniendo Philipp días llenos de oscuridad donde querrá encerrarse en sí mismo? ¿Seguirá teniendo noches acompañadas de angustias? ¡Seguro que sí! En una de las ocasiones en que Driss lo está afeitando, dice: “un corte certero es lo que necesito”. Y en el libro escrito por el propio Abdel, éste confiesa que, aparte de que todas las anécdotas son reales, en la película se omiten muchísimos momentos duros de la enfermedad. La situación no es idílica. Su esfuerzo, como el de todas aquellas personas con enfermedades crónicas e irreversibles que se autosuperan, no implica que las dolencias mengüen o desaparezcan. Tampoco el positivismo, el carácter alegre y la lucha personal curan una enfermedad; ésta sigue su curso hasta el fin. No hay que perder esto de vista y descontextualizarlo. Creer lo contrario sería aceptar una mentira, aparte de una ofensa para las víctimas, ya que cada cuerpo evoluciona de una manera diferente y los tratamientos pueden dejar de funcionar en cualquier momento, independientemente de la actitud que se tenga ante la vida. Por eso hay personas que apenas duran unos meses y otros muchos años.
Como apunta Ramón Arroyo, afectado de esclerosis múltiple (enfermedad que sufren más de 500.000 personas en Europa), y cuya vida ha sido llevada a la gran pantalla en la película 100 metros, aún teniendo un “equipazo a su alrededor que le ayuda a ser optimista y a intentar buscar el lado bueno de las cosas, no todos los días son de color de rosa. La película muestra diferentes pacientes con esclerosis múltiple. Uno es muy negativo, derrotista, otro está asustado, otro repite todo el tiempo ´don't be afraid`... En realidad todos esos soy yo. En diferentes momentos, pero yo al fin y al cabo”[2].
Teniendo esto en mente, historias como la suya –junto a millones parecidas- son aleccionadoras, encerrando un himno a la amistad, al optimismo y al deseo de luchar –a pesar de las circunstancias y de un cuerpo prácticamente inútil- que pueden levantar el corazón más hundido y que animan a seguir adelante. Como nuevamente señala  Ramón, consiste en intentar jugar de la mejor manera posible con las cartas que te ha dado la vida”. En su caso, remarca, es “seguir disfrutando de las cartas un poco malas que me ha dado la vida”, de su mujer –“el 51% de toda esta historia”- y de sus dos hijos.
Siddhartha Mukherjee, ganador del Premio Pulitzer por biografía sobre el cáncer, dijo: “Que los seres humanos somos fuertes para sobrellevar circunstancias extremas, que tenemos una capacidad notable para adaptarnos y que recurrimos al poder del amor para superar situaciones sobrecogedoras son verdades universales”.
Me quedo con esas palabras a modo de conclusión. Me quedo con Philipp. Me quedo con Ramón. Me quedo con Isabel García, diseñadora de moda, quien dice que “mi Down es mi capacidad”[3]. Me pongo del lado de aquellos incurables que quieren amistad y calor humano en lugar de amargura, caras largas, pesares y rendición. Y me quedo con aquellos que me regalarán una sonrisa cada mañana y un beso cada anochecer si algún día enfermo, tratándome como un ser humano, sea cual sea mi condición.
A los Intocables de este mundo: este ha sido mi homenaje y me quito el sombrero en señal de admiración ante todos vosotros. Y para ellos, termino con la emotiva y hermosísima canción de Amaia Montero, con la que concluye la película 100 metros, y que refleja el sentir y los deseos de luchar de una persona enferma[4]:

Todo me da vueltas, necesito respirar
no me esperaba por tu parte algo así sin avisar
así que abrázame, hay tanto por andar...
Dicen que 100 metros es lo máximo que hay,
no me conformo, no lo quiero, sé que vamos a ganar,
solo prométeme que tú quieres bailar...

Será mejor que no estés lejos
para sentir que puedo hacerlo.

Y cada amanecer
voy a repetirme
que si rendirme es una opción
no voy a seguirte.
Las ganas de luchar son más fuertes,
pueden más
que todo lo que incluso yo
podía imaginar.

Tres de la mañana, mi cabeza, basta ya,
tantas imágenes cruzadas que ahora vienen y se van,
no te puedo negar, el miedo que me da...
Hoy he decidido que solo voy a mirar,
el lado bueno de las cosas, no me importa lo demás,
aprenderé a vivir con lo que ahora hay... 

Continuará en La actitud ante la enfermedad propia y ajena & El ejemplo de un padre con su hijo enfermo. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/02/6-la-actitud-ante-la-enfermedad-propia.html