El concepto que los incrédulos y ateos
suelen tener de lo que folclóricamente se llama “el fin del mundo” es la
desaparición de la especie humana, fruto de algún tipo de catástrofe
planetaria. Estas pueden ser el choque de un meteorito contra la Tierra, una
pandemia viral, una guerra nuclear, una llamarada solar, una nueva glaciación,
los efectos del cambio climático, la explosión de alguno de los supervolcanes
que hay en nuestro mundo, o simplemente la sustitución de los seres humanos por
robots dotados de Inteligencia Artificial. Los más fantasiosos y cómicos
también citan una invasión alienígena o una plaga zombie. ¡De risa!
Todo esto puede parecer un tema
simpático de conversación para soltar unas risas, pero es tan serio que, desde
la época de la guerra fría, se han construido miles de refugios para intentar
sobrevivir a dicho evento. Incluso, por parte de los científicos, existe el
llamado “El Reloj del Juicio Final”, que es “un reloj simbólico, que usa la
analogía de la especie humana estando siempre ´a minutos de la medianoche`, donde
la medianoche representa la ´destrucción total y catastrófica` de la Humanidad.
Originalmente, la analogía representaba la amenaza de guerra nuclear global,
pero desde hace algún tiempo incluye cambios climáticos, y todo nuevo
desarrollo en las ciencias y nanotecnología que pudiera infligir algún daño
irreparable”[1].
El asunto se toma tan en serio que el
gobierno noruego tiene en el Ártico una enorme cúpula llamada la Bóveda
Global de Semillas: “Este es es
el almacén de semillas más grande del mundo, creado para salvaguardar la
biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento en caso de
una catástrofe mundial. Se conoce popularmente como ´Bóveda del fin del mundo`
pues es capaz de resistir terremotos, impactos de bombas nucleares y demás
desastres”[2].
Los amantes de estos temas, para
describir dicha situación, suelen usar el término “Apocalipsis”, copiando el
término usado en el último libro de la Biblia, que significa “Desvelamiento”.
Lo curioso es que dicho escrito –y el resto de las Escrituras- no desvela lo
que ellos anuncian.
Siendo sumamente concisos, lo que Juan
nos describe, aunque incluye algunos acontecimientos catastróficos, no es el
fin de la humanidad, sino el fin de la historia tal y como la conocemos, y el
comienzo de una era completamente nueva, donde Dios gobernará un Universo en el
cual reinará la paz absoluta en todos los ámbitos. Dicho Reino será exclusivo
para aquellos que aceptaron en vida a Jesús como Señor y Salvador –los que
creyeron de corazón en su
sacrificio expiatorio en la cruz por sus pecados-, ya que los que le rechazaron, junto a la maldad y los
malvados, habrán sido desterrados para siempre.
Fin del artículo... bueno, no, ampliemos
un poco más.
¿Ciencia
ficción o realidad?
Posiblemente, hablar del fin de los
tiempos sea uno de las cuestiones más complejas a las que se enfrenta el
cristiano. No sólo por la burla, el rechazo o la incredulidad que trae
aparejado cuando se expone ante inconversos, sino por lo fácil que es caer en
el puro sensacionalismo y en la especulación. Se termina creyendo toda noticia
sobre el tema que aparece en Internet, cada vídeo de youtube y cada libro que
se lee. Al final, la teología resultante es el guión de una película de ciencia
ficción mezclada con una comedia de los hermanos Marx.
¿Qué podemos hacer para no caer en tales
fantasías? Ceñirnos a lo que dijo Jesús al respecto en lo esencial, en lugar de
centrarnos en los aspectos periféricos que nadie puede certificar, puesto que
son dados a diversas interpretaciones (que si pretribulacionismo, que si
postribulacionismo, etc.).
Esa es la única base, puesto que ahí no
hay especulación posible. A partir de ese punto de partida, podemos buscar si
las palabras que pronunció tienen conexión con sucesos y circunstancias de la
sociedad contemporánea. Es en esta segunda parte donde muchos se desvían y
terminan dando por cierto lo que no son más que meras conjeturas. Por eso no es
casualidad la ingente cantidad de material que existe al respecto y que
arrastra a verdaderas multitudes a proclamar amén a todo lo que ven, oyen y leen, como si fuera la verdad
absoluta.
Razones
para no creer
¿Por qué es tan difícil que nos tomen en
serio aquellos que no son cristianos al tratar este tema? Las razones son
evidentes:
- A lo largo de la historia, multitud de
personas, de líderes religiosos, de sectas, e incluso de verdaderos cristianos,
han señalado fechas concretas sobre tal acontecimiento. Como ninguno ha
acertado, la mofa es generalizada y con toda la razón, provocando a su vez la
desilusión de miles de creyentes ingenuos.
Humanamente
hablando, y haciendo empatía con el incrédulo, los entiendo: es
comprensible que les suene a locura, porque es la imagen que han recibido desde
jóvenes, viendo agoreros y lunáticos anunciando fechas de catástrofes que nunca
se han cumplido.
- El cine y la televisión lo ha
convertido en un espectáculo pirotécnico sin mayor interés que pasar un buen
rato. Mientras te comes un cubo de palomitas, contemplas cómo el planeta Tierra
es asolado por meteoritos, glaciaciones, tsunamis, guerras nucleares,
invasiones alienígenas, llamaradas solares, desapariciones inexplicables,
robots asesinos, profecías mayas, zombies y vampiros. Algunos ejemplos son: Deep Impact, Armageddón, The Divide, Tomorrowland, Señales del futuro, El día
después, Terminator, 2012, 28 días después, Melancolía, Oblivion,
La guerra de los mundos, Mad Max, El planeta de los Simios, Air,
The road, Independence Day, Waterworld,
Rompenieves, Vanishing on 7Th Street, Fin,
Los 100, The Leftovers, The Walking
dead y Soy leyenda, entre otras
muchas. En casi todas la raza humana sobrevive, aunque sea a duras penas,
quedando seriamente diezmada, pero no se extingue.
- La expresión el fin de los tiempos se ha convertido en sinónimo de el fin de la especie humana, cuando no
es eso lo que los cristianos proclamamos. De ahí que la comprensión del tema
esté errada. Personas que dicen ser cristianas (incluso profesantes),
desconocen buena parte de esta rama de la teología cristiana, casi siempre
porque ignoran las Escrituras. Otros, que también se consideran creyentes, nunca han oído hablar del tema, o
simplemente omiten esa parte de la Biblia y de las enseñanzas de Jesús. Basándose
en el “buenismo” y en sus propias buenas intenciones, prefieren creer que el mundo va a
ir a mejor y que, un día, con el esfuerzo humano, todos viviremos en paz y
armonía (ateos, budistas, musulmanes, cristianos, etc): “El inglés Edward
Barttle, en un pequeño libro titulado La
globalización es más, dice: Llegará un día en que la globalización se
realizará plenamente en la esfera humana y logrará unir a todos los seres, de
todos los países y de todas las razas en un tipo de relación hermano-hermano,
en una total y completa unidad de solidaridad”[3]. Que esta ingenuidad provenga de inconversos
es perfectamente entendible.
Por el contrario,
como
bien explica Millard J. Erickson, “debemos
ser conscientes de que la escatología pertenece principalmente a un ámbito
nuevo que va más allá del espacio y del tiempo, un nuevo cielo y una nueva
tierra. Este reino irá precedido por la obra sobrenatural de Dios; no puede
ser conseguido por medios humanos”[4].
¿Qué
es realmente el fin de los tiempos, según la Biblia?
El
fin de los tiempos va intrínsecamente unido a la Segunda Venida
de Cristo.
Este hecho, conocido como la Parusía, se
manifestará de la misma manera en que aconteció en una secuencia descrita en el
libro de Reyes. La nación de Israel estaba en guerra contra Siria, cuyo rey
mandó sitiar la ciudad con un gran ejército. Giezi, el siervo de Eliseo, se
asustó, ante lo cual el profeta dijo: “No
tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con
ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que
vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte
estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo”
(2 Reyes 6:16-17).
Lo que era invisible para Giezi se hizo
visible: vio el ejército de ángeles que había a su alrededor. De igual forma,
en la Segunda Venida de Cristo, lo que nos resulta invisible se hará visible
para toda la humanidad. El que no
tuvo principio y existe desde la eternidad se hará una vez más presente y para
siempre. Y no como cordero, sino como Rey de reyes y Señor de señores: “Entonces vi el
cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel
y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y
había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno
conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre
es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo,
blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda,
para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él
pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su
vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE
SEÑORES” (Ap. 19:11-16).
Creemos en este acontecimiento por una
sencilla razón: si Jesús cumplió decenas de profecías que hablaban de Él –una
de sus señas de identidad como Mesías-, ¿por qué no iba a cumplir el resto que
hablan del establecimiento de su Reino? Por eso, dos ángeles le dijeron a los
apóstoles tras la ascensión de Jesús: “Varones
galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido
tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”
(Hch. 1:11).
¿En qué lugar “descenderá”? Exactamente
en el mismo lugar en el que ascendió: “Y
se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en
frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en
medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y
la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur”
(Zac. 14:4).
Será
algo inesperado para los incrédulos
¿Cómo reaccionan las personas ante una
crisis económica, una ruptura sentimental, un desastre natural o un ataque
terrorista? ¿Buscando a Dios? Por norma general, no. En primer lugar, se
sienten desconcertados y apesadumbrados. Y, poco a poco, se adaptan a la situación post-crisis. Podemos
comprobarlo en los atentados que están aconteciendo por Europa en los últimos
años: al día siguiente vemos cómo las multitudes salen a las calles y hacen
vida normal, a pesar del dolor. Es lo que promueven a llevar a cabo los
psicólogos y los políticos con sus declaraciones.
Por muchos acontecimientos terribles que
sucedan en el presente o en el futuro antes de la Parusía, el patrón no
cambiará: aunque los más afectados lucharán por sobrevivir –o por rehacer sus
vidas de la mejor manera posible-, el resto seguirá celebrando cumpleaños,
yendo a trabajar, de compras y de fiesta, viendo la televisión, subiendo fotos
a las redes sociales, practicando deporte, casándose o ennoviando, etc.
Jesús mostró que así sería: “Como fue en los días de Noé, así también
será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en
casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los
destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían,
compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de
Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el
día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lc. 17:26-30).
Aunque los cristianos esperamos y anhelamos
su venida, para el resto del mundo será algo inesperado, y les sorprenderá como
un ladrón en la noche (cf. 2 P. 3:10; 1 Ts. 5:2): con la guardia baja y sin
estar preparados. No habrá segundas oportunidades y ya será demasiado tarde
para ellos: “Entonces aparecerá la señal
del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la
tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con
poder y gran gloria” (Mt. 24:30).
Los
incrédulos deben dar gracias de que aún no haya acontecido
Los que no son cristianos se burlan
diciendo que Jesús dijo que volvería, y han pasado 2000 años y nada ha
acontecido. Este desprecio e ironía ya es algo que pasaba en las primeras
décadas del cristianismo: “¿Dónde está la
promesa de su advenimiento?” (2 P. 3:4). Veinte siglos después, la
respuesta sigue siendo la misma: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza,
sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino
que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9). Deberían dar las gracias
de que todavía ese hecho no se haya producido y buscar a Dios mientras haya
tiempo.
Estamos en el periodo de Gracia. El día
y la hora de su retorno nadie la sabe, solo el Padre, como Jesús mismo dijo
(cf. Mt 24:36, 50; Hch. 1:7). Hasta entonces, las puertas del cielo siguen
abiertas para todo aquél que acepte el regalo de salvación. Pero, un día, dicha
oferta se acabará y dicha puerta se cerrará para siempre. Si ya “naciste de
nuevo” (cf. Jn. 3:3) y fuíste hecho un hijo de Dios (cf. Jn. 1:12), gózate
porque tu nombre está escrito en el Libro de la Vida (cf. Fil. 4:3; Ap. 21:27)
y ya fuíste sellado con el Espíritu Santo de Dios para el día de la redención
(cf. Ef. 4:30).
Si en tu caso no has tomado ya la
decisión, aunque aún no lo sepas y no le estés prestando ninguna importancia,
todo puede acabar en cuestión de minutos o de días, sea porque mueras o porque
Cristo regrese. En ese momento, Él te dirá: “Nunca te conocí; apártate de mí”[5]
o “Entra en el gozo de tu señor” (Mt.
25:23). Una frase u otra depende de tu respuesta a su oferta.
No lo dejes para mañana.
Como dijo el francés Bourdaloue: “La conversión no debe diferirse para otra
oportunidad, porque nadie puede garantizar una nueva conjunción de tres
elementos: tiempo, gracia y voluntad”[6].