¿Mr.
Bean? ¿Qué hace Mr. Bean aquí? Sencillo: viene a reflejar de una forma un tanto
cómica las caras que suelo ver cuando le comparto a alguien mis creencias:
esperpento, seriedad, incredulidad, mutismo, asombro, risa nerviosa, etc. Unos
han cambiado de tema a la mínima oportunidad; otros no han querido saber nada
ni han mostrado el más mínimo interés; un grupo ha escuchado por educación y
respeto a mi persona; otros han preferido alejarse por vergüenza a lo que
podrían pensar los demás si lo escuchan teniendo esa conversación; y,
finalmente, ese pequeño sector que realmente ha querido saber, dando lugar a
una interesante diálogo. Cuando digo: “Yo soy cristiano”, los comentarios
suelen ser sumamente variados. He escuchado decenas de veces frases como: “Tú
estás loco” (dicho con ironía y arte “andalú”), “Ufff.., no sabía que fueras
tan religioso”, “A ti te han lavado el cerebro”, “¿Qué estás en una secta?”,
“¿Tú que lees la Biblia? ¡No me lo puedo creer!”. Al principio me dejaban
completamente descolocado y sin saber muy bien qué decir porque no daban
ocasión a una respuesta seria. Incluso a veces me herían. Ahora las acepto con
total naturalidad porque hace mucho tiempo comprendí que todas estas expresiones
están llenas de prejuicios, la mayoría sin mala intención. Aunque también es
cierto que me he encontrado con individuos de una bajeza moral inclasificable y
que me han hecho pasar un mal rato. Pero también sé que Jesús ya experimentó
todo esto y mucho más, así que no tengo de qué sorprenderme.
A todos
estas personas (si por casualidad alguno anda por estos lugares ahora o en el
futuro, o si ya no estoy en este mundo como para hablar con ellos cara a cara),
les quiero explicar en qué creo si me dedican unos minutos, y así no pondrán
más caras al estilo Mr. Bean. Otro día contaré cómo llegué a tener esas
creencias desde principios de Junio de 2000.
¿Por
qué el título No soy religioso, ni
católico, ni protestante: Simplemente cristiano? La respuesta es clara:
1.- No
soy religioso porque, parafraseando las palabras de un autor, la religión es el
esfuerzo del hombre por tratar de llegar a Dios por medio de sus buenas obras,
y el cristianismo es el esfuerzo de Dios por tratar de llegar al hombre por
medio de Jesucristo. Religión y cristianismo son completamente opuestos.
2.-
Tampoco soy católico romano porque, dicho con todos mis respetos y sin ánimo de
ofender, es una religión con algunos elementos cristianos pero con otros muchos
que directamente contradicen las Escrituras, lo cual es extremadamente fácil de
comprobar por cualquiera que se moleste en hacerlo.
3.- Y
no soy protestante porque quienes protestaron fueron algunos príncipes alemanes
cuando se intentó prohibir la libertad religiosa. Eso ocurrió en el siglo XVI.
Evidentemente, yo no estuve allí.
Estos
suelen ser los mayores prejuicios a los que me suelo enfrentar y que me
gustaría que entendieras para que eliminaras de tu mente esa imagen
semi-caricaturesca que tienes de los verdaderos cristianos. Como consecuencia
de todos estos “no”, me considero cristiano, sin más, es decir, “seguidor de
Cristo”. Aunque fallo día sí y día también, trato de vivir según sus enseñanzas
puesto que creo que Él es Dios y que responde a todas las preguntas que el ser
humano se hace: “¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?”.
Aparte,
el cristiano verdadero cree en otras cuestiones básicas: La Trinidad (Un único
Dios en tres “personas”: Padre, Hijo, Espíritu Santo); la Encarnación de
Cristo, que fue concebido por el Espíritu Santo de María virgen, su muerte y
resurrección de entre los muertos y su futura segunda venida para establecer su
Reino por la eternidad. Ahora bien: ¿Creer todo esto te convierte en cristiano?
Sí y no. Podemos creerlo “intelectualmente”, pero con nuestra vida demostrar
que es una mera coletilla. Es como esa persona que dice que es seguidor del
Real Madrid y luego te cuenta que el color de la camiseta que viste ese equipo
es azulgrana, su estadio se llama Nou Camp y su mejor jugador es Messi. O te
está engañando o no sabe nada del Madrid.
Lo que
nos hace o no cristianos es un paso. ¿Qué paso? Lo explicaré de la forma más
sencilla posible: Todos nosotros, a veces queriendo y otras sin querer, hacemos
cosas malas a lo largo de nuestra vida. Podemos alegar que también hacemos
cosas buenas y es verdad. Y la inmensa mayoría de nosotros no ha asesinado a
nadie ni ha cometido ninguna atrocidad. Pero quien diga que nunca ha mentido,
que nunca le ha hablado mal a alguien, que nunca ha pensado mal de una persona,
que siempre ha hecho el bien, que nunca ha criticado injustamente, que nunca ha
dañado con sus palabras, que nunca ha deseado lo que no le pertenece, entre
otras muchas cosas, miente o se engaña a sí mismo. A esos “errores” la Biblia
los llama “pecados”, que significa ni más ni menos que “errar el blanco”.
Dios ha
establecido unas normas (La Ley, porque para eso es Soberano) y nosotros, como
humanos imperfectos, “erramos el blanco” en muchas ocasiones y no cumplimos lo
que Él dicta. Si hiciéramos un simple cálculo matemático dando por hecho que al
día “erramos” una sola vez (y lo hacemos mucho más), nos sale que en una
persona que viva 80 años peca 29.200 veces. ¿Consecuencias?: “No
hay justo, ni aun uno [...] Por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios [...] la paga del pecado es
muerte” (Romanos 3:23; 6:23a). Y esa muerte es la condenación eterna.
Aunque redujéramos/resumiéramos toda la Ley como hizo Jesús a dos mandamientos
principales (“Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y
grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”, Mateo 22:37-39), no creo que nadie sea capaz de decir que cumple
esos dos mandamientos en todo momento y en todo lugar.
Es evidente que no todas nuestras
acciones son negativas. Pero, por muchas cosas buenas y grandes que hagamos
(algo que casi todos hacemos a lo largo de la vida), Dios no tomará una balanza
cuando estemos en Su presencia para ver qué pesa más, si lo bueno que hemos
hecho o lo malo. No es su manera de actuar. Dios es santo y no permite que
nadie con un solo pecado esté delante de Él. Pero, por puro amor, Dios mismo
diseñó un plan para revertir esa situación. Él mismo se hizo hombre y decidió
pagar por nuestros pecados al morir en la cruz en lugar de nosotros. Allí todos
los pecados de la humanidad (los tuyos y los míos) fueron “volcados” sobre
Jesucristo. Él pagó el precio de nuestra salvación. Allí, la deuda que teníamos
quedó cancelada para siempre (Colosenses 2:14) y se nos regaló la salvación
eterna (Romanos 6:23b). ESE ES EL SIGNIFICADO Y EL PROPÓSITO DE LA MUERTE DE
CRISTO EN LA CRUZ y que tantos desconocen. Este es el mensaje que Jesús le dijo
a los apóstoles que predicaran. Este es el Evangelio, las Buenas Nuevas, el
regalo de Dios (Marcos 16:15).
Y ahora, ¿qué paso debo llevar a cabo
para apropiarme de este regalo? Aceptarlo con las manos abiertas. Es como si
alguien te ofrece un cheque de miles de euros. Te lo entrega, pero si no
quieres cobrarlo el dinero seguirá en el depósito del banco. ¿Y cómo lo acepto?
¿Cómo doy ese paso que marca un antes y un después? En un momento de inflexión,
al igual que las palabras que se pronuncian en los votos matrimoniales y
que determinan que una pareja ya está casada, puedes decir con tus propias
palabras (lo importante es la sinceridad y la honestidad, sabiendo que Dios te
escucha): “Señor, soy pecador y he vivido de espaldas a ti. Creo que moriste en
la cruz por mí y que resucitaste para regalarme la vida eterna. Me vuelvo a ti
y a partir de ahora te pido que seas el dueño de mi vida”. ESE ES EL PASO QUE
DETERMINA SI UNA PERSONA ES CRISTIANA O NO. En consecuencia, tienes el regalo de
la vida eterna. Ni rituales ni religión de ningún tipo.
Desde ese instante, ante los ojos de
Dios, ya eres considerado perfecto, aunque ante ti y los demás no lo seas. Por
eso Pablo llama “santos” a los cristianos, a todos los cristianos que han dado
ese paso, y no como hoy en día, que se cree que un santo es aquel que hay
llevado una vida casi perfecta y ha hecho milagros después de muerto.
A partir de ahí, si lo has hecho de corazón,
tu vida cambiará. Es una consecuencia natural. Desearás saber más y más del
Dios que te ha salvado; Él te hablará por medio de su Palabra a tu mente y a tu
corazón (experimentar algo así es increíble y nadie te lo puede explicar hasta
que lo vivas por ti mismo); Querrás agradarle en todo lo que esté en tu mano en
gratitud a lo que ha hecho por ti; Le hablarás a Él como vas a tu mejor amigo
para abrirle tu corazón, con tus miedos, alegrías y tristezas; Tu mente irá
cambiando a medida que conozcas sus promesas que te proporcionarán paz en las
tormentas de la vida; Tus valores serán transformados; Y descansarás sabiendo
que Él te perdonará y te levantará siempre que “yerres el blanco” cuando le
pidas perdón. Así de grande es Dios: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Lo que acabo de exponerte es lo más
grande que se puede enseñar. En ti está ser “simplemente cristiano”.