Venimos de aquí: ¿Caerá Occidente a manos del Islam? Según Arturo Pérez-Reverte,
sí. pero... (1ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/08/caera-occidente-manos-del-islam-segun.html
¿Es posible
romper con el pasado?
Según me ha contado
también José Ángel en alguna ocasión, y ha dejado por escrito en varios de sus
artículos –los cuales recomiendo-, los hijos de inmigrantes de origen árabe y
religión islámica, al criarse en una cultura totalmente diferente, como es la
nuestra, están rompiendo con las costumbres que traen los progenitores de sus
lugares de origen.
Hace escasos días,
tras encontrármelo casualmente por la calle, me numeró esta serie de
particularidades: narró que muchas de estas jóvenes van a la piscina con sus
amigas españolas del instituto, salen con chicos españoles, se casan con chicos
que no son musulmanes, visten con minifalda, llevan el pelo suelto (algo que yo
mismo he comprobado) y no van de vacaciones con sus padres a Marruecos; país
que ni conocen ni al que quieren ir. Como le dije, sería muy llamativo
contemplar in situ cómo reacciona un padre practicante, acérrimo del Islam,
ante la “rebeldía” de su hija.
De nuevo, José Ángel
y Arturo aquí tienen ideas diferentes, y mientras uno se muestra esperanzado,
el otro expone una cara completamente desolada:
- “La esperanza para la deseable plena integración está
en las segundas generaciones de esas familias que emigraron a Algeciras desde
Marruecos hace poco más de veinte años. Esos jóvenes, nacidos y educados
en España, ya han optado o
no por el islam de manera libre y personal. Saben lo que es la libertad de
expresión, y no la cambiarían por nada. Quieren formarse académicamente hasta
donde se lo permitan sus neuronas. Opinan sobre política española y votan.
Creen que un musulmán o una musulmana no tiene por qué vestir de una manera
especial. Aprueban los valores que consagra la Constitución. Admiten los
matrimonios mixtos. No tienen inconveniente en tomar algo de alcohol o, al
menos, sentarse en mesas donde otros sí lo beben. No conciben que a nadie se le
pueda obligar a abrazar una fe determinada. Y, lo más importante, no ven que
el islam esté amenazado ni que vaya a desaparecer: por eso tal vez no
refuerzan los signos externos de identidad islámica, como sí lo hacían sus
padres”[1], explica José Ángel.
- “Uno de cada dos o
tres jóvenes de origen musulmán coloca su identidad religiosa por encima de la
nacional –y también la del país de origen antes que el de acogida-, está de
acuerdo con la ley islámica y sostiene que la transgresión debe castigarse con
dureza. [...] El insumiso se ve condenado a muerte social, boicotean su
negocio, marginan a su familia”[2], indica Arturo.
Según Arturo, la
identidad religiosa y cultural que traen de serie no tiene arreglo, porque es
“imposible” librarse de ella o, al menos, tomar otro camino sin una serie de
funestas consecuencias. Según José Ángel, sí es posible.
Sobre estos dos
puntos de vista contrapuestos, he leído y escuchado otros muchos, y que se
alinean en bandos distintos, por lo que pienso que tal dicotomía se basa en las
esperanzas o desesperanzas de cada uno, en cómo perciben la realidad, y en las
propias experiencias personales, según el barrio, la ciudad y el país de Europa
donde viven. ¿Cuál postura es objetiva y cuál subjetiva? Eso lo dejo en manos
del lector, para que reflexione por sí mismo.
El tiempo, juez
implacable, nos dirá hasta qué punto esta ruptura con lo antiguo se normaliza y
expande, o si se queda en una minoría anecdótica, y si logran apreciar el
legado de nuestra historia, incluyendo las humanidades en todo su esplendor,
como el arte, la música y la filosofía.
Por mi parte, y que no se me enfade mi amigo: sus planteamientos, que
siempre me encanta leer y escuchar, son loables en grado sumo, y eso es digno
de aplaudir y admirar. Ahora bien, conociendo el corazón humano en general, veo
sus optimistas palabras un tanto inalcanzables, al menos de forma genérica y en
ciertos matices. Eso sí, y permítaseme la licencia science-fiction: desde este lugar del multiverso, le animo a no
dejar atrás su animosidad, que falta hace, y mucha.
Tampoco quiero instalarme en el pesimismo absoluto de Arturo. Una vez más, serán
los acontecimientos futuros los que nos dirán qué realidad se establecerá, para
qué lado se inclinará la balanza o si habrá cierto equilibrio en ella.
¿Es mejor la alternativa moral que tiene para ofrecer
Occidente al Islam?
Más allá de todo lo descrito, para mí el problema es
más peliagudo. La cuestión es que la moral occidental –dominada por el ateísmo,
el hedonismo más exacerbado, el egoísmo y la indiferencia- poco tiene que
ofrecer como alternativa y que mejore lo que el Islam promulga.
Es cierto que aquí pueden encontrar una libertad
social, unos derechos para la mujer, unas infraestructuras desarrolladas y unas
condiciones higiénico-sanitarias y de vida que mejoran en gran manera a las de
sus países de origen. Buscan un mundo mejor que el suyo, y no se les puede
culpar: nosotros haríamos lo mismo en el caso de vernos en su situación. Y ojo,
lo vuelvo a recalcar: con esto no estoy apoyando la suicida y demencial
política migratoria actual, sino poniéndome en la piel de ellos. Pero, al fin y
al cabo, se trata de dos cosmovisiones que chocan frontalmente: libertad contra represión, libertinaje
contra principios, nos gusten estos más o menos. Por citar solo tres
ejemplos:
- Mientras que aquí las mujeres reniegan de la maternidad,
o abortan si un embarazo llama a la puerta, para ellos la familia y los hijos
son sagrados.
- Mientras que aquí la mujer es sexualizada desde la
adolescencia y viste semidesnuda, para ellos es un ser inferior al hombre, que
debe dedicarse en exclusiva a las tareas del hogar y que no debe mostrar su
cuerpo en público.
- Mientras que aquí el sexo prematrimonial, las
relaciones abiertas, el consumo de pornografía y las canitas al aire son el pan
de cada día, para ellos la poligamia es aceptable si se dan las condiciones
adecuadas.
Por eso, ¿asimilar
costumbres? ¿Cuáles? Porque si nos referimos a los principios morales,
Occidente tampoco es de buen ejemplo. ¿Queremos que asimilen la promiscuidad,
el rollito de una noche, el consumo masivo de alcohol y tabaco, que vayan en
microbikinis y tangas a la playa, que hagan Top Less entre las masas o que se
abran un OnlyFans? ¿Le enseñamos a “normalizar” el aborto para que lo
practiquen cuando se queden embarazadas? ¿Los volvemos adictos a los
videojuegos y la pornografía? No confundamos enseñarles libertad con
libertinaje, que es lo que aquí impera.
Es curioso que ambos se consideren superiores al
contrario. La realidad es que la hipocresía y la inmoralidad es un denominador
común, puesto que el mal anida en el corazón de todo ser humano.
De igual manera, el cristianismo actual, dividido como
nunca, formado por falsos cristianos, sincretismo y “ateos en la práctica”,
cuya moralidad apenas se distingue de la sociedad caída, encerrado cómodamente
entre cuatro paredes, donde muchos abrazan la ideología de género y los
postulados LGTBIQ+, tampoco les resulta una alternativa llamativa; más bien,
todo lo contrario. Les genera un rechazo atroz, y con toda la razón.
El mensaje,
inalterable, de Jesús para nosotros ante esta compleja situación
Tras el análisis
político-cultural que hemos llevado a cabo en estos dos escritos, e
independientemente de lo que acontezca en las próximas décadas, no me queda más
remedio que volver a lo único que todo cristiano debe tener claro, y que son
las palabras de Jesús: “Mi reino no es de
este mundo” (Jn. 18:36).
Muchos cristianos “pelean” por hacer de esta tierra la
suya, de este mundo el suyo, deshumanizando a los que no son como ellos,
considerándolos como bestias salvajes a las que tener bien lejos. Al final, no
nos diferenciamos de aquellos a los que señalamos. Y es ahí donde incontables
cristianos fallamos –en ocasiones, por ignorancia, en otras, por dejarnos
llevar por las emociones más viscerales-, y no hacemos nada por dar a conocer
ese “otro reino” a los que andan en este.
Salvo entre los misioneros de algunas congregaciones o
denominaciones religiosas, en ninguna iglesia –al menos, que yo conozca-, se
capacita a los fieles de a pie para llegar al pueblo musulmán que nos rodea. Yo
mismo me considero falto de preparación, y es una laguna de conocimiento a la
que, más temprano que tarde, debo poner solución, por medio del estudio. Por
eso, reto a todo creyente a cultivarse al respecto. Solo de esta manera podrá
ver, al que considera “enemigo”, como un alma perdida, necesitada del Dios
vivo, que murió en la cruz para regalar la misma salvación que recibimos
nosotros por pura gracia.
Nuevamente Jesús lanzó una declaración de intenciones
contundente: “Id por todo el mundo
y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15). ¡Toda criatura!
Y eso no excluye a nadie, sea de una raza, etnia, religión o estatus social: “Dios no hace acepción de personas”
(Hch. 10:34). Así que es hora de que empecemos a aplicarnos el cuento, y nos
confrontemos ante el espejo de nuestra propia alma, en lugar de ir de
santurrones altivos. Es hora de dejar nuestros prejuicios –fundados o
infundados, con razón o sin parte de ella- y aplicarnos la verdad bíblica, y
que está por encima de cualquier creencia política o ideológica que podamos
tener.
¿Qué la tarea es ardua? Muchísimo. ¿Qué es un camino
fácil? Ni muchísimo menos. Pero el camino a seguir es el que nos mostró,
nuevamente, Jesús: “Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os aborrecen. [...] Porque si amáis a los que os
aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los
aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque
también los pecadores hacen lo mismo” (Lc. 6:27, 32, 33).
¿Cómo hacerlo de forma práctica y concreta? La
respuesta daría para otra disertación, y previamente debo reflexionar sobre
ella. Cuando lo haga, retomaré esta tesis, pero como no sé cuándo sucederá,
sería conveniente que cada cual empezara a hacerlo ya por su cuenta.
Mientras tanto, concluyo estas líneas con las palabras
de Alfonso Ropero: “El horizonte cristiano no está limitado por una cerrada
geografía de nación santa localizada en un pedazo de tierra, sino que
corresponde al horizonte cósmico de un pueblo universal, compuesto por todas
las lenguas y todas las razas”[3].
No hay comentarios:
Publicar un comentario