Venimos de aquí: ¿Por qué se alejan de ti los amigos
tras salir de una iglesia enferma? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/05/155-por-que-se-alejan-de-ti-los-amigos.html).
Qué hacer ante una situación de tal calado, cuándo te
ves envuelto en la soledad de la noche a la mañana? Más adelante seguiremos
profundizando, pero vayamos viendo pequeños pasos que ya puedes ir dando de forma
progresiva y sin prisas.
Mantén la
comunión con otros en tu misma situación
Es imprescindible que mantengas comunión con los
hermanos que se vayan contigo, aunque no sean amigos íntimos. El dolor suele
unir, aun en las peores circunstancias.
Recuerdo la historia
que narró el psiquiatra austríaco Viktor Frankl sobre el campo de concentración
donde estuvo prisionero durante la 2ª Guerra Mundial: “Hacía unos días que un prisionero al borde de la inanición había
entrado en el almacén de víveres y había robado algunos kilos de patatas. El
robo se descubrió y algunos prisioneros reconocieron al ladrón. Cuando las
autoridades del campo tuvieron noticia de lo sucedido, ordenador que les
entregáramos al culpable; si no, todo el campo ayunaría un día. Claro está que
los dos mil quinientos hombres prefirieron callar. La tarde de aquel día de
ayuno yacíamos exhaustos en los camastros”[1]. Si hay tales hermanos a tu alrededor,
merecen tu confianza. Pasar tiempo juntos y permanecer unidos, ayuda
sobremanera a expulsar el dolor del corazón. Y si tienes pareja o estás casado, sobra decir que será tu principal apoyo
y tú el suyo.
El mismo Pablo experimentó a las dos clases de hermanos, los que le
abandonaron y los que estuvieron a su lado: “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están
en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes. Tenga el Señor misericordia de
la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis
cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló. Concédale
el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos
ayudó en Efeso, tú lo sabes mejor” (2
Ti. 1:15-18).
Como describió J. H. Jowett: “Las cadenas de un hombre a menudo hacen disminuir el círculo de sus
amigos. La cadena de la pobreza mantiene a muchos a distancia, y lo mismo
sucede con la cadena de la impopularidad. Cuando un hombre tiene una alta
reputación, también tiene muchos amigos. Cuando comienza a llevar una cadena,
sucede que muchos de sus amigos comienzan a alejarse. Pero los siervos de
madrugada no dejan de acudir cuando es sombrío y de noche. Se deleitan en
ministrar en la región de la lobreguez, y cuando las cadenas son más pesadas
sobre el alma”[2].
Intima aún más
con los amigos
Únete todavía más a los íntimos que también se
marcharon. Dentro del grupo que se fueron a tu par, puede que tengas algunas
amistades más cercanas que otras y que entre ellos esté tu verdadero “Jonatán”.
La unidad entre dos personas que experimentan este tipo de acontecimientos
eclesiales es especial, porque la lealtad se muestra indestructible. Como dice
la Escritura: “La dulzura de la amistad
fortalece el ánimo” (Pr. 27:9; NVI). En este tipo de personas es donde se
cumplen las palabras de Salomón: “Hay
amigos más fieles que un hermano” (Pr. 18:24).
¿Y si la
soledad es absoluta?
Aunque te vieras completamente solo, puedes contactar
con aquellos que se fueron en el pasado y que, con el tiempo, descubriste que
pensaban como tú. En su día te dijeron de ellos que “estaban en pecado” o que
“eran unos rebeldes”, y lo creíste casi con total seguridad, hasta que
conociste toda la verdad. Te aconsejarán, te escucharán y te contarán sus
propias experiencias, que serán de gran ayuda para aprender cómo superaron la
situación que padecieron. Te verás reflejado en buena parte de sus vivencias.
También es cierto que puede que haya algunos que
seguirán anclados en el pasado y conserven con toda plenitud las raíces de
amargura, incluso que se apartaron del Señor. Tendrás que estar vigilante para
no dejarte arrastrar a esa espiral sin fin. Dicho esto, también encontrarás a
otros que han retomado su vida con nuevos bríos tras la mala experiencia. Busca
a aquellos que sean hermanos maduros en la fe, con los que poder abrirte en
libertad y sin temor: “La pérdida puede reunir a las
personas de una manera nunca antes experimentada. Nuestro dolor crea un sentido
más profundo de empatía y preocupación por el dolor de los demás. Hay una
respuesta espontánea de compasión y un deseo de asistir cada vez que encuentro
a alguien en esa situación. Somos un pueblo que ha sido llamado para
consolarnos unos a otros (cf. 1 Tesalonicenses 4:18) y llorar con los que
lloran (cf. Romanos 12:15)”[3].
Apóyate en tu familia
No siempre sucede, pero, sorprendentemente, en este
tipo de casos, la familia de sangre suele ser uno de los mayores apoyos con los
que nos solemos encontrar. Y lo señalo como sorpresa, grata sorpresa, porque
son incrédulos y, en ocasiones donde te ven sufrir especialmente, te ofrecen su
ayuda con premura.
¿Destapar
nuevamente el corazón?
¿Abrir un corazón cerrado y confiar en nuevas
personas? Sin duda alguna, es el paso más difícil de todos. A nivel humano, quizá sea el área más delicada.
Es algo que te consume por dentro y te agota por completo. Se hace un mundo volver a depositar el corazón
después de todo lo acontecido. Las personas desconfiadas lo serán todavía más.
Y los que son por naturaleza abiertos y espontáneos se volverán más recelosos.
Entendiendo tus
temores y el deseo de encerrarte en ti mismo. ¿Consejos? No consiste en abrirle el corazón a
tumba abierta al primero que te encuentres. Al igual que en el pasado fuiste
conociendo a tus semejantes de forma progresiva, tendrás que hacer lo mismo en
esta nueva etapa de tu vida. Ser cautelosos y precavidos no es exclusivamente
una medida de autoprotección, sino sabia prudencia para averiguar quién merece
realmente que le hagas partícipe de lo que realmente eres. Con algunos surgirá
una relación superficial, y con otros nacerá incluso la amistad. Tienes que
recordar el texto de Proverbios: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo” (Pr.
18:24). En tus dolorosas circunstancias, puedes dejar que sean los demás los
que den el primer paso de acercarse a ti, pero luego te tocará poner de tu
parte, a tu ritmo, sin obligaciones ni presiones, según te vayas recuperando,
afirmando y sintiéndote cómodo. Es el tiempo el que te irá diciendo con quién tienes
afinidad y empatía.
¿Cómo brotará esa amistad? Como casi siempre ocurre,
sin buscarla: “No podemos determinar el
momento concreto en que nace la amistad. Como al llenar un recipiente gota a
gota, hay una gota final que lo hace desbordarse, del mismo modo, en una serie
de gentilezas hay una final que acelera los latidos del corazón”[4].
El miedo a
que todo se repita
Comprendo que sientas que la
lucha interna por dar estos pasos puedan ser terribles, y si se repite alguna
circunstancia parecida o que te recuerde el pasado se puede multiplicar por mil
los temores y la ansiedad: miedo a que una nueva traición surja en tu vida,
fruto de estas nuevas relaciones; miedo a que los que se te acercan sonriendo
escondan una doble cara; miedo a la hipocresía ajena; miedo a que jueguen
contigo.
De ahí que se suela caer en la
total apatía e indiferencia emocional hacia los demás. Se llega al extremo de
que sus existencias no te interesan en absoluto. Entonces, ¿cómo abrir nuevamente tu vida cuando crees que nadie
es digno de confianza? Si repito una y otra vez que des pequeños pasos, en esta
cuestión doy otra clase de recomendación: dar pequeñísimos pasos, pero darlos.
Es como la persona a la que le operan de una rotura de cartílago: si no se
esfuerza en la rehabilitación, se quedará cojo de por vida. Aquí exactamente
igual: si no lo haces, terminarás transformándote en alguien que no se gustará
ni a sí mismo: un auténtico huraño encerrado en un caparazón impenetrable lleno
de frialdad, donde nada entrará, pero tampoco nada saldrá, lo que conducirá a
atrofiarte. Enclaustrarte eternamente en tu castillo te
dejará solo. Hay un tiempo para todo, tiempo para llorar y también para reír
(cf. Ec. 3:4). No te aísles. Guarda tu corazón, pero no lo cierres.
¿Qué
amigos buscar?
¿Qué tipo de personas puedes buscar? Pablo nos da un
principio maravilloso: aquellas que son humildes (cf. Ro.
12:16). Esas
son las que quiero a mi alrededor: cristianos humildes, humanos sencillos,
modestos, sensibles y con corazón caballeroso. Ahora bien, no busques la
perfección en ninguno de ellos, puesto que, como dice un proverbio árabe, “el
que quiere amigos sin defectos no tendrá ninguno”.
Busca amigos y
hermanos en los que predomine la humildad y a los que puedas mirar a los ojos
con alegría.
Recuerda que lo importante no es la
cantidad de relaciones, sino la profundidad de las mismas, donde puedas ser tú
mismo y mostrar todo el abanico de tus sentimientos, incluso los más
vulnerables.
Retomaremos en este asunto en el décimo apartado de este mismo capítulo.
Continuará en: ¿Cuáles serán las amenazas que dirán
contra tu persona tras salir de un grupo sectario?