Venimos de aquí: ¡Descontamínate de la perversa enseñanza sexual de la
sociedad actual! (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/07/descontaminate-de-la-perversa-ensenanza.html).
En el artículo
anterior expusimos claramente que nuestra sociedad está organizada según los
valores del príncipe de este mundo, el diablo (cf. Jn 16:11). En Buscaste la
plenitud y el sentido a la vida por medio de las relaciones románticas, de los
placeres y del materialismo (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/08/3-buscaste-la-plenitud-y-el-sentido-la.html) vimos el patrón de conducta que se observa en muchas
relaciones de pareja:
- Se conocen.
- Se gustan.
- Tienen relaciones
sexuales.
- Se enamoran.
- Se van a vivir
juntos.
- A veces se casan.
- Tienen hijos, y no
siempre.
Y, por último, en la introducción a la sexualidad
del soltero cristiano (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/07/7-la-sexualidad-del-soltero-cristiano.html) describimos lo que la periodista Teresa Viejo
llama “monogamia sucesiva” -y que ella misma defiende como mujer divorciada que
es- que consiste en que “un chico y una
chica se hacen novios y, en algún momento (más temprano que tarde), mantienen
relaciones sexuales. Cuando ese noviazgo acaba, se pasa al siguiente donde se
actúa de la misma manera. Y así hasta que llegan al matrimonio, si es que
llegan. Hombres y mujeres se casan tras haber tenido tres, cuatro, cinco o más
parejas sexuales”.
Todo esto es completamente anormal. Pero
como dijo John Wesley, “lo que una generación tolera,
la siguiente lo abraza”. Lo que antes era considerado
una aberracción pero que muchos toleraron, hoy se tiene como algo normal y es
aceptado por el ser humano, tanto por jóvenes como por adultos.
Lo reseñado, y que es
parte de la anormalidad imperante en
nuestro mundo, tiene infinidad de consecuencias: promiscuidad, “sexo de una
noche”, adulterio, infidelidad, “relaciones abiertas”, etc: “andan en la
vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida
de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los
cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia
para cometer con avidez toda clase de impureza” (Ef. 4:17-19). Todo fuera del orden de Dios y de la sana
enseñanza sobre la sexualidad y la familia que observamos en la Biblia, que es
el tema que trataremos a continuación, junto a los errores que se han esparcido
a lo largo de la historia del cristianismo.
Errores de la religión que no representa al cristianismo
genuino
Buena parte de la
idea errada que tiene el humanismo sobre lo que enseña el verdadero
cristianismo de la sexualidad se debe a las enseñanzas erradas que durante
siglos ha expandido personas que decían representar el verdadero cristianismo
–sean de sectores católicos o protestantes-, pero que poco o nada tienen que
ver con la doctrina bíblica sobre este asunto.
Por mucho tiempo, de
manera oficial, la religión prácticamente ha demonizado el placer del sexo,
hasta el punto de que, en diversas etapas de la historia, llegó a afirmar que
éste fue el pecado que cometieron Adán y Eva. De ahí que haya personas que
consideren el celibato como un estado superior al matrimonio, ya que, según
ellos, el primero representa la pureza absoluta y el segundo no alcanza tal
nivel. Por eso se promulgó como ley oficial para todos los sacerdotes, monjes y
monjas en el II Concilio de Letrán en el año 1139. Aunque tuvieran buenas
intenciones y no el deseo de fastidiar a nadie, se equivocaron gravemente, y
donde se cumplió literalmente la profecía de Pablo: “prohibirán casarse” (1 Ti. 4:3). Una doctrina
que, según el mismo apóstol, proviene de los demonios y de espíritus
engañadores (cf. 1 Ti. 4:1). Es más, a los obispos no
se les pedía que no se casaran, sino que fueran “marido de una sola mujer” (1 Ti. 3:2); es
decir, monógamos. Si
este concilio hubiera tenido la Biblia como la norma absoluta de fe y
conducta, nada de esto se habría impuesto. Pero eso es lo que ocurre cuando el
hombre se sienta en el trono de Dios y omite Sus palabras.
Como cristiano me
apena sobremanera este precepto por el perjuicio tan grande que ha provocado
entre los mismos creyentes y por la imagen distorsionada que muestra al resto
del mundo. Es un mandamiento humano que no procede de la ley de Dios y que no
tiene ningún sustento bíblico. Hoy en día no llega a algunos de los extremos
medievales del pasado, y reconocen que Dios introduce un componente físico de
placer, aunque siguen considerando que el fin principal de las relaciones sexuales
es la procreación, no el lugar donde los cónyuges se expresan su amor de forma
física, entregándose el uno al otro.
En consecuencia, estos
grupos también prohíben los métodos anticonceptivos, algo que muy pocos cumplen.
La solución práctica que ofrecen para evitar los embarazados no planeados es la
abstinencia en los días en que la mujer es fértil. Una vez más, esta enseñanza
es contraria al espíritu de la Escritura: “No os neguéis el uno al otro, a no ser
por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la
oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de
vuestra incontinencia”
(1 Co. 7:5). Las condiciones para
que haya abstinencia son claras:
a) De mutuo consentimiento para dedicarse a la
oración.
b) De manera temporal.
¿Qué enseña
el verdadero cristianismo sobre las relaciones sexuales?
Que responda un laico que es consciente del error de
la enseñanza oficial: “El fin primero del
matrimonio puede ser la unidad de la pareja, la armonía sexual necesaria y del
mantenimiento de esta armonía”[1].
El fin de la sexualidad es “la unidad de la pareja”.
Entendido de esta manera, el sexo no es un mero instrumento en que dos personas
“usan” el cuerpo del otro para su propio disfrute egoísta, sino para entregarse
el uno al otro por completo y expresar su amor. Los dos requisitos que deben
darse para esta unidad son:
- “un hombre y una mujer”.
- “que han contraído matrimonio”.
Tan sencillo como eso, puesto que es el orden
establecido por Dios, al contrario del caos en el que vive sumido la humanidad:
“Por tanto, dejará el hombre a su padre y
a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”
(Gn. 2:24). Como dice Virgilio Zaballos en su libro “Esperanza para la
familia”: “Esta
unidad familiar trae estabilidad a la sociedad, y los hijos tendrán un hogar
donde madurar en un ambiente de orden, esfuerzo mutuo y fidelidad al pacto
matrimonial”[2].
Aunque algún puritano quiera negar el placer físico en
el matrimonio, este lo podemos encontrar abundantemente en el libro poético
hebreo de amor-erótico por excelencia que contiene la Biblia, que es el
conocido como “Cantares”. Aunque enrojecerían a más de uno, muchas expresiones
que se dedican mutuamente hablan por sí mismas: “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre
los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi
paladar. Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor [...]
Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de
tu lengua” (Cnt. 2:3-4; 4:11). Es
ahí donde se “funden” cuerpo y alma: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como
una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor [...] Las
muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” (8:6-7).
La humanidad
caída
Parte del desorden moral al que está sujeto este mundo
se debe al hecho de ignorar voluntariamente estos principios sumamente claros y
sencillos que Dios estableció desde el principio. Por eso existen agencias que
promueven las infidelidad, se favorece el divorcio express y la pornografía
inunda Internet, con todo tipo de ofertas de vicios y perversiones. El resto,
los que no entramos en estos juegos, somos considerados mojigatos que nos
estamos perdiendo lo bueno de la vida. De risa.
Esto excluye “hombre con hombre” o “mujer con mujer”
(ambos casos antinaturales), “relaciones antes del matrimonio” (fornicación) y
“relaciones fuera del matrimonio” (adulterio). Pablo explica de forma explícita
el porqué surgen estas otras “prácticas”:
- Causa: “cambiaron
la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes
que al Creador [...] ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios” (Ro. 1:25, 28).
- Efecto: “deshonraron entre sí sus propios cuerpos [...] aun sus mujeres
cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo
también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su
lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres” (Ro. 1:24, 26-27).
- Castigo: “Dios los entregó a pasiones vergonzosas
[...] Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no
convienen” (Ro. 1:26, 28). Es como si dijera:
“¿Queréis hacer lo que queráis? Adelante, es vuestra decisión”.
Incluso los que no actúan de tal manera, defienden la
idea de poder escoger la conducta sexual y no ven nada malo en ello, hasta el
punto de que “se
complacen con los que las practican” (Ro. 1:32), y apoyan leyes que respaldan tales ideales. En personas que
no creen en Dios o que no lo tienen en cuenta para nada, es normal que piensen
así. Lo más sorprendente es que haya personas que se consideran cristianos y
que retuercen la enseñanza global de la Escritura para defender sus postulados
(tema que trataré ampliamente en el futuro). Un efecto más de querer amoldar a
Dios a los propios pensamientos.
Las ideas finales
Con todo lo que hemos
visto en estos dos escritos, quiero terminar con estas ideas:
- Para tod@s: Tomad
conciencia de cómo la sociedad está cambiando nuestros valores para que no os
dejéis influenciar, sin perder nunca de vista los mandamientos eternos e inmutables de Dios.
- Para los
matrimonios, con las mismas palabras con las que concluí el artículo “Un llamamiento a la fidelidad” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/01/un-llamamiento-la-fidelidad.html):
Como soltero que soy, animo a los que
están casados a que améis a vuestros cónyuges de todo corazón porque es el
compañero con el que camináis por este mundo. No os miréis el uno al otro a los
ojos como algo rutinario, sino tomando consciencia de que el ser humano que
tenéis a vuestro lado es el tesoro más grande que Dios os ha regalado, tras
Cristo y su salvación. Cada día es una oportunidad para alimentar ese vínculo que
os une, para daros cariño, para abrazaros, para consolaros en las tristezas,
para sosteneros cuando uno se sienta sin fuerzas, para reíros juntos, para
compartir lo más íntimo de vuestro ser en confianza, para empatizar y mostrar
verdadero interés por los sentimientos del otro, para animaros en vuestros
proyectos, para servir al Señor según vuestros dones, para que aprendáis juntos
más y más de Dios, para que viváis según los principios de Su Palabra, para
compartir vuestras pasiones y aficiones con el otro, para respetaros y para ser
pacientes en vuestras imperfecciones. En definitiva, para amaros. Es un
esfuerzo que merece la pena y que conllevará una sana estabilidad emocional. No
dejéis pasar esas oportunidades y disfrutad el uno del otro.
Recuerda las palabras que un día
pronunciaste:
“Te quiero a ti como esposa
y me entrego a ti,
y prometo serte fiel
en las alegrías y en las penas,
en la salud y la enfermedad,
todos los días de mi vida”.
[1] Grau,
José. Catolicismo Romano. Orígenes y
desarrollo. Pág. 994.
[2] Zaballos, Virgilio. Esperanza para la familia. Logos.