Venimos de aquí: Enamorado
de un verdadero creyente: Introducción: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/09/101-enamorado-de-un-verdadero-creyente.html
Un chico cristiano
bastante joven explicaba en su página web el porqué se negaba a escribir sobre
el noviazgo, a pesar de las continuas peticiones de sus lectores. Decía que
todo lo dejaba en manos de Dios, que estaba cansado de tantas personas que
hablaban de lo mismo y que no quería “contribuir
más a la obsesión con el noviazgo que muchos jóvenes profesantes del
cristianismo tienen”. Afirmaba que si una
relación viene de parte del Altísimo, todo será coser y cantar, las
dificultades se superarán con facilidad y siempre brillará la paz y la armonía.
Entiendo su argumento cuando el asunto se prioriza sobre otras cuestiones de la
Palabra de Dios y se convierte en el monotema,
porque es algo que termina hastiando. Ahora bien, respetando su opinión,
considero que negarse a hablar de las relaciones sentimentales es un error.
¿Coser y cantar por el hecho de que los novios sean cristianos? Pura ingenuidad
que quiero creer es fruto de su juventud. O quizá un nivel de espiritualidad
que a día de hoy desconozco. Como no he llegado a ese punto, prefiero hablar
extensamente del tema y buscar el discernimiento y la sabiduría de Dios en este
aspecto tan importante en la vida, aunque me pueda equivocar como humano
falible que soy.
Noviazgos entre cristianos pero en yugo desigual
Cualquier persona mínimamente
observadora habrá contemplado a parejas que han
permanecido juntas y han acabado casándose, aún cuando sus expectativas y
necesidades personales no se estaban cumpliendo durante el noviazgo. Aunque
ambos eran cristianos, estaban en otro tipo de yugo desigual: propósitos, proyectos vitales, intereses y deseos
muy diferentes. Por el miedo a sentirse fracasados o ante el hecho de no querer
experimentar la soledad, fueron incapaces de iniciar una nueva vida por
separado.
Cuando aquello
que se desea en una relación no se encuentra, lo saludable es darle fin mucho
antes del matrimonio. Así millones de individuos se evitarían desilusiones, desengaños, tristezas y depresiones.
Es algo que también los cristianos tienen que aprender. Podemos enamorarnos de
personas que no nos convienen, y se pueden enamorar de nosotros creyentes a los
que no les convenimos porque somos muy diferentes. Hay que discernir si algo
viene de Dios o no, en lugar de insistir, llorar y patalear por relaciones que
no conducen a nada y no están dentro de la voluntad del Señor.
Salomón escribió un consejo
sublime hace miles de años: “Sobre toda
cosa guardada, guarda tu corazón” (Proverbios 4:23).
Él no se lo aplicó a sí mismo y todos sabemos la infelicidad que le trajo.
Tómalo en cuenta. No le des tu corazón a cualquiera. No te entregues locamente
al romance sin conocer profundamente al otro. No se conoce a una persona en una
semana. Decir “te quiero” o “te amo” es algo muy valioso como para que lo
“regales” alegremente a un chico o una chica de quien no conoces su verdadera
esencia. Aunque creas conectar muy bien al principio, conocerla en toda su
dimensión lleva tiempo.
Si te obsesionas con el
deseo que de alguien en concreto te quiera, sin conocerlo de verdad, puede
ocurrir que logres tu objetivo, pero que, una vez logrado, te des cuenta de que
realmente no te gusta ni quieres su amor. Y ahí tendrás un gran problema a la
vista. Por acelerar los pasos y no seguir unos sencillos consejos, hay muchos
corazones rotos en trocitos abandonados en el camino como hojas secas otoñales.
Un sufrimiento que se podría evitar siendo mínimamente
sabios.
He visto a adolescentes preparar cenas románticas para
personas que apenas conocían, pero por las cuales sentían algún tipo de atracción, fuera
física o basada en la ensoñación y magnificación de unas cuantas
características personales. Fantasía, irrealidad y mitología se dieron de la
mano. Apenas cuarenta días después, los escuchaba despotricar mutuamente con
toda crudeza. Puro odio. Hay otras personas que simplemente quieren los
beneficios sentimentales, emocionales y físicos de una relación de pareja pero
sin compromisos ni responsabilidades. Y los cristianos no están exentos. Esto es algo que se
comprueba en la sociedad día tras día y que refleja la inmadurez de muchos
individuos.
Las pasiones románticas que dejan de lado el
conocimiento mutuo suelen terminar catastróficamente, con reproches y
resentimientos entre ambos cuando descubren verdaderamente el carácter de la
persona de la cual creían estar enamorados. En el verdadero amor, se observa
más allá de lo que el resto mira. Incluso más de lo que la persona ve en sí
misma. Así actúa Dios y así debería actuar todo hombre y mujer, observando
detenidamente para encontrar las riquezas que se encuentran en los otros seres
humanos y que no se pueden vislumbrar con una observación casual.
Fracasos por decisiones precipitadas y sin sabiduría
Hay cinco razones particulares que conducen a muchos a
precipitar el matrimonio y que tienen que tener en cuenta para no caer en
semejante error:
1. Las urgencias
sexuales. Muchos se arrepienten a los pocos meses de la boda por haberse dejado
llevar por esta clase de impulso pasional. Es muy usual que chic@s adolescentes, que estuvieron locamente
enamoradas a esas edades, cuando han amado de verdad en la edad adulta,
reconozcan en su interior que aquello que sintieron por primera vez no era
amor, sino hormonas en ebullición.
2. El miedo a la soledad. Creen que si
dejan escapar esta oportunidad, se arriesgan a no encontrar otr@ compañer@.
Prefieren vivir con alguien antes que sol@s. Creen que esto l@s curará de la
soledad. Lo que no saben, hasta que lo experimenten por sí mismos, es que la
soledad en pareja es terrible.
3. La dependencia emocional. La definición más sencilla sobre alguien que resulta
ser emocionalmente dependiente sería la siguiente: “Aquella persona que es incapaz de hacerse cargo de su propia vida y de
cuidar de sí misma en las facetas más básicas, necesarias e importantes,
especialmente a nivel emocional y social”. Por eso buscan parejas que
lleven sus cargas y les proporcionen atención continua. Dada la amplitud de
este tema, le dedicaremos un capítulo completo en su momento.
4. El hecho de querer salir de la casa de los padres
donde viven al no sentirse cómodos con ellos o tener algún problema familiar.
5. La creencia de que
somos una media naranja y que la otra
persona nos completará en lugar de complementarnos (Como vimos en
¿Incompletos sin pareja?: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html).
Casarse por una de estas razones es una
equivocación, teniendo en cuenta que no es una decisión del todo juiciosa, y que
repercutirá negativamente el resto de la vida.
Como espero que ya sepas, y aunque tengas el
irresistible deseo de enamorarte, lo que realmente anhelas es amar y ser amado.
El enamoramiento es el primer impulso que te lleva a desear a estar con alguien
en particular, pero no es la mecha que mantendrá encendido continuamente el
motor. En una primera etapa, casi nadie es capaz de elegir a su “aspirante”
porque le conviene, sino porque hay algo que le gusta por una serie
de cualidades. Una relación de pareja no es hacer una tortilla de patatas,
donde preparas los ingredientes, la pones en la sartén y le das un par de
vueltas según el gusto del consumidor. Requiere de tiempo, paciencia, sabiduría,
discernimiento, lógica racional y amor.
Elegir lleva tiempo, por lo cual se suele recomendar
que las parejas esperen para entrar al matrimonio entre 1 y 3 años desde que se
comienzan a conocerse, aunque es cierto que también depende:
1) De la madurez.
2) Del tiempo que hayan sido amigos previamente.
3) De la edad: “Las parejas que salen uno o dos años
antes de formalizar el amor se divorcian un 20% menos que las que no alcanzan
un año de novios, y las que salen más de tres años se divorcian un 39% menos”[1].
Y matizo esta idea: cuando digo “entre uno y tres
años”, me refiero a un contacto prácticamente diario; no a verse uno o dos días
de vez en cuando donde todo es maravilloso y los pajaritos cantan. Si, por
ejemplo, se ven únicamente los fines de semana, no podrán apreciar cómo es la
otra persona en el día a día. Haciendo cuentas, a ese ritmo de uno o dos días
semanales, si se casan en un año, habrán estado juntos únicamente entre 48 y 96
días, y eso en el caso de que pasaran las 24 horas sin despegarse, lo cual
sabemos que es imposible. Aunque pueda haber matrimonios que funcionen en la
actualidad de forma positiva tras conocerse durante un brevísimo periodo de
tiempo, considero muy arriesgado tomar una decisión de tal calibre con tanta
premura. Así la indica la experiencia de millones de personas. No estoy diciendo que esperes catorce años como Jacob para
casarte con tu pareja, sino que seas sabio si decides hacerlo.
En cuanto a la edad cronológica, tenemos que tener en
cuenta que el córtex cerebral (responsable de las decisiones) no se termina de
desarrollar hasta los 21 años. Por lo tanto, hasta esa edad es difícil tomar
decisiones maduras desde la razón y sacar conclusiones tajantes sobre algunos
temas.
En lo que respecta a la madurez, hay que señalar claramente
que no viene como consecuencia de la edad cronológica. Dos cristianos no deberían
convertirse en cónyuges sin haber desarrollado su intelecto y sin ser
emocionalmente maduros, y menos aún si no han formado un carácter con claros principios espirituales, morales y éticos. Lo
contrario traerá como consecuencia una relación muy pobre.
Las
estadísticas no mienten
No tener en cuenta estas
ideas nos conduce a trágicas cifras de divorcios; por citar un ejemplo como mi
país (España) donde por cada matrimonio se producen dos divorcios: “En 2013 se rompieron 100.437 parejas, entre
nulidades, separaciones y divorcios, un 0,8 por ciento más que un año antes, al
tiempo que aumentó hasta el 17,9 por ciento las concesiones de custodia
compartida de hijos, frente al 14,6 por ciento de 2012. La duración media de
los matrimonios no ha variado mucho respecto a 2012 y las parejas permanecen
juntas una media de 15,5 años, un periodo algo menor en el caso de los que se
disuelven por divorcio (15,2 años) y bastante más largo en el caso de las
separaciones (20,8 años). [...] En la mayoría de los divorcios entre cónyuges
de distinto sexo los hombres tenían entre 40 y 49 años y las mujeres entre 30 y
39, mientras que en las separaciones, la edad más común fue la franja de entre
40 y 49, tanto en hombres como en mujeres”[2]. Según fuentes del
Consejo General del Poder Judicial, se ha pasado de 40.000 casos de divorcio en
el año 2000 hasta los 117.179 en 2011[3].
¡Tristísimo! Faltarían páginas para sumar todos los divorcios en el mundo
entero.
Como ya dije –y viendo las estadísticas- no me sorprende
los resultados de este estudio hecho en el Reino Unido: “El 50% de los hombres considera que su matrimonio es ´sin amor`; el
59% de las mujeres asegura que se divorciaría si su situación económica se lo
pudiera permitir; el 12% aguantaría una relación ´infeliz` solamente para
llevar una vida sin problemas y el 37% reconoce que no se divorciaría de sus
parejas porque sería un problema por los hijos. Y el dato más escalofriante: El
56% calificó de ´espantoso` su matrimonio. Peor que una plaga”[4].
Esto conlleva a miles de matrimonios destruidos, hijos
abandonados, familias monoparentales, corazones rotos, relaciones enfermas y
falta de dignidad en la persona. Miles de parejas acuden a sus bodas llenas de
felicidad sin ser conscientes que están cometiendo el error más grande de sus
vidas. No saben que, en muchos casos, el divorcio comenzó en el noviazgo.
Si ofrezco estos datos no es para asustarte, sino para
que medites profundamente la trascendencia de tu decisión. Ahora dejemos a un lado las consecuencias funestas de estas malas
elecciones y aprendamos a ser sabios.
¿Citas? ¿Sí o no?
No estoy de acuerdo con el punto intermedio de esta
frase: “Amistad larga, noviazgo corto, matrimonio para toda la vida”. Hay
muchos matices diferentes entre una amistad y un noviazgo; una buena amistad no
tiene que significar que dos personas funcionen como pareja, por lo que eso del
noviazgo corto no me cuadra.
He leído libros donde se indica que lo mejor es no
tener citas, como señala Joshua Harris en Le
dije adiós a las citas amorosas. Su argumentación se basa en que las citas
únicamente traen dolor y sufrimiento. Según él, aquellos que salen se muestran
egoístas y únicamente buscan su propia satisfacción personal y sensual. Con todo mi respeto, esto es
llegar a ciertos extremos que no comparto. No salir con una persona del sexo
opuesto basándose en la idea de Joshua Harris es como decir que no le hablamos
a nadie de Dios por miedo a que nos ridiculice y nos haga sufrir.
Si algunas personas se toman una cita (pasar tiempo juntos,
cenar, una buena conversación, etc.) como la búsqueda de “algo más” (en
términos sexuales), el problema es de educación y de formación cristiana. Habría
que preguntarse si son verdaderamente cristianos, lo cual personalmente dudo.
Por eso no se puede generalizar y creer que todo el mundo actúa de la misma
manera. Si dos personas adultas no tienen claro lo que es una cita, entonces tendrán
que empezar por redefinir qué es en realidad.
El autor, en lugar de prohibir, debería señalar los
errores que él mismo cometió y los ajenos que haya podido contemplar para que
otros aprendan de ellos: que muestre qué es una verdadera cita, que aclare qué
es una auténtica relación de noviazgo y que muestre cómo extraer lecciones de
la vida si sobreviene el dolor tras una mala experiencia o una ruptura. Es la
manera de crecer, madurar y aumentar el discernimiento.
¿Mi opinión? Soy partidario
de iniciar un noviazgo (que implica citas) con una persona que verdaderamente te
atrae tras un periodo (mayor o
menor) de sana amistad, y tras consultar a Dios al respecto, sintiendo paz
mental y emocional. Son muy pocos los que hacen esto último y dejan
a Dios a un lado en su toma de decisiones, por miedo a que Él les muestre lo
contrario. Como ya vimos en las amistades con el sexo opuesto (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/las-amistades-con-el-sexo-opuesto.html), una amistad íntima no tiene que llevar a un noviazgo y, de igual manera,
es un error descartar a todos los amigos como potenciales novios. Si la amistad
no existe previamente, posiblemente la relación esté basada meramente en deseos
románticos y físicos.
Cuando me refiero a noviazgo lo hago en el sentido que
lo entendemos hoy en día (ya que no es algo que se refleje en la Palabra de
Dios): dos personas que se relacionan en exclusiva para conocerse a un nivel
más profundo, para ver si son el uno para el otro y si pueden crear un proyecto
de vida en común antes de decidir contraer matrimonio o no, viendo si es la voluntad de Dios. He
hecho este breve apunte porque en las distintas culturas que se manifiestan en
la Biblia (especialmente en la hebrea) no existe este concepto, ya que el novio
y la novia eran términos que se empleaban exclusivamente para aquellos que iban
a contraer matrimonio en un breve periodo de tiempo.
Para eso es el noviazgo, para conocer al otro en una dimensión
más íntima, la cual se ampliará aún más en el matrimonio. Así podrán comprobar
si es con quien desean compartir la
vida. Recalco: tras un periodo de
sana amistad, ya que el noviazgo no es un juego como el de la oca, donde tiro porque me toca. Tomárselo como si
así fuera, sin ningún tipo de intención, buscando sólo la emoción del romance y
la satisfacción de los deseos sensuales, es algo sumamente egoísta y vacío de
contenido. Puro egocentrismo. Y si uno de los dos tiene buenas intenciones pero
el otro solo desea experimentar esas mariposas en el estómago, el desastre estará
garantizado. De ahí la brevedad de muchos noviazgos. ¡Se emplea más tiempo en
preparar un café que lo que dura algunas relaciones! ¿Por qué? Porque todo se
centra exclusivamente en las emociones, en la atracción física y en el “que
bien me lo paso”.
* En el siguiente enlace está el índice:
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* Prosigue en:
10.3. ¿Qué es lo que buscas en la
otra persona como novi@ y espos@? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/10/103-que-es-lo-que-buscas-en-la-otra.html
[2] Datos de la Estadística de Nulidades,
Separaciones y Divorcios difundida por el Instituto Nacional de Estadística. http://www.abc.es/sociedad/20141022/abci-estadistica-separaciones-divorcios-nulidades-201410221125.html.