Venimos de aquí: ¿Cómo
es el mundo actual donde viven los jóvenes y adolescentes? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/07/61-como-es-el-mundo-actual-donde-viven.html).
Vivimos en una
sociedad que, literalmente, ahoga. Se admira el éxito banal, el estatus
económico y laboral, se valora la belleza como el no va más, el atractivo
físico y la fuerza física como los dones
supremos, el ocio, el hedonismo, el materialismo y las nuevas tecnologías
se han convertido en los dioses de
este siglo, y se glorifica la
sensualidad y la sexualidad sin orden ni concierto, sea del tipo que sea. Es lo
que se vende por activa y por pasiva, de manera insistente y sin freno. Y atrae
sobremanera a la carne.
Lo terrible es que
los propios jóvenes creen que este mundo es mejor que el pasado: sí, lo será en
temas de salud, tecnología o democracia, pero en términos morales bíblicos, es
la antesala del infierno.
Si no aceptas este
sistema, te puedes sentir como Charlton Heston en El Planeta de los Simios: amordazado y atado por una raza extraña,
a la vez que desconcertado y a punto de entrar en un estado de locura, al verte
aprisionado y sin escapatoria en un planeta que, aparentemente, no es el tuyo
pero que sí lo es.
La sociedad
–principalmente a través de los medios de comunicación (anuncios, series de
televisión, películas, artículos en revistas y en Internet, letras de
canciones, etc.)-, le marca a los adolescentes una velocidad de crucero tan
elevada que les hace creer, en términos absolutos, que se están perdiendo la
gran vida: fiestas, alcohol, discotecas, música que les hace vibrar, sexo, etc.
De ahí el ansía por probarlo todo ya,
aquí y ahora. Cuando entran en esa espiral, viene a ser una especie de
agujero negro que se los traga y del cual es muy difícil escapar, por la
sencilla razón de que experimentan todo tipo de placeres a través de los cinco sentidos.
Esta es la forma en
que los pensamientos de los adolescentes –y también los adultos- son moldeados.
No son plenamente conscientes de hasta qué extremo son maleables, ya que creen
que son dueños absolutos de sus pensamientos y decisiones. Ni se imaginan hasta
qué punto están equivocados.
La información que reciben los jóvenes
En el mundo actual,
desde bien pequeños, se pasan horas y horas recibiendo “información” de:
1. Películas, series, programas de televisión
y vídeos en youtube:
a) donde la forma de
vestir destaca por su falta de pudor, incluyendo menores.
b) donde los desnudos
son casi integrales.
c) donde el amor se
reduce a una emoción, el sexo fuera del matrimonio se normaliza y las escenas
sobre el mismo son abundantes e íntegras.
e) donde abunda la
violencia gratuita y sádica, y el vocabulario ordinario, incluso entre los
llamados comediantes y youtubers, lo que “ayuda” a su normalización.
f) donde las familias
desestructuradas son protagonistas principales.
g) donde el embarazo y
el aborto entre adolescentes es una opción más.
h) donde el antaño
respeto hacia los padres y los mayores –que se daba por hecho y era
innegociable- se convierte en burla y desprecio.
Por hacer un pequeño
apunte sobre la pura telebasura chabacana que, tristemente, es consumida por
millones de adolescentes en España: todo comenzó a fraguarse a principios de
los años 90, con el desembarco de canales privados de televisión, como el caso
de Tele5 –entre otros muchos-, donde emitían programas como Tutti Frutti, en el cual aparecían las Mama Chicho, que eran seis chicas
italianas que aparecían medio desnudas cantando “Mamá, Chicho, me toca, me toca cada vez más...”, junto con un baile
provocativo. Desde entonces, los
jóvenes han pasado de divertirse sanamente con los interminables partidos de
fútbol de la serie de dibujos animados Campeones
(Oliver y Benji/Captain Tsubasa) a esperpentos como Gran Hermano, Sálvame, Salsa rosa y Mujeres, hombres y viceversa, donde tristemente los participantes
suelen tener todas las partes de sus cuerpos operadas menos el cerebro, y que se
han convertido en fenómenos de verdadero culto para una audiencia sedienta de
que les alimenten sus pasiones más bajas. Como alguien dijo: “A pesar de sus fortunas y de sus cuerpos
cincelados y siliconados, no son más que polillas: se sienten atraídas por la
luz”.
2. Pornografía: Aquí tienen todo tipo de depravaciones al alcance de un click. En un principio, cuando el boom de los videoclubs, quiénes
querían visualizarla tenían que pagar por ella para alquilarla y ser mayores de
edad. Incluso en el mismo local, las cintas estaban separadas del resto por
medio de una pequeña puerta. Ahora pueden acceder gratuitamente a través de
Internet chicos de cualquier edad y estrato social, desde el jovencito que se
educa en el instituto más humilde de su barrio hasta el que asiste a un colegio
privado, sea o no religioso.
Hará unas semanas, vi
en youtube una encuesta callejera donde el dueño del canal le preguntaba a
chicos y chicas –casi todos menores de edad- sobre si veían pornografía. 9 de
cada 10 dijeron que sí sin ningún tipo de pudor. Las chicas decían que les parecía
un tanto machista lo que allí se observaba, pero que les “exitaba” igual. El
último “testimonio” fue el de una chica de 16 años, que señalaba que veía al
menos una vez al día. Cuando el youtuber
le preguntó por dos prácticas concretas del porno más ¿duro? ¿vomitivo?
¿aberrante? (no sé ni cómo llamarlas), para la sorpresa de él, la jovencita
afirmó que le fascinaban, ya que películas como “50 sombras de grey” la tenían
loca. Me quedé sin palabras cuando terminé de ver la “investigación”.
Por otro lado, sin
necesidad de llegar a la pornografía explícita, casi todas las películas
presentan “escenas de cama” como parte del argumento. El contraste con el
pasado es brutal: la mayor escena sensual de mediados del siglo pasado fue la
protagonizada por Rita Hayworth en Gilda (1946),
donde se desprendía de un guante mientras cantaba. Actualmente, las actrices –y
actores- se lo quitan todo menos el guante.
3. Bombardeo de necedades: Anuncios de
perfumes, colonias, desodorantes, bebidas alcohólicas y todo tipo de moda,
publicitadas como si fueran el paraíso terrenal y la puerta para seducir al
sexo opuesto, y donde las mujeres son presentadas como meros objetos de consumo
(juego al que se prestan lamentablemente casi todas las modelos). Todo está
sobreerotizado. Incluso para promocionar una tableta de chocolate o un champú
se emplea la sensualidad: “La
promiscuidad sexual en la adolescencia no se debe tanto al desajuste hormonal
como al exceso de estímulos externos”[1].
Con el fin de ganar
visitar –y con ello, dinero-, hasta la prensa deportiva se hace eco cada día de
mujeres que llenan sus redes sociales de fotografías semidesnudas, y que ganan
su fama luciendo un “trasero” o un escote. Absurdo. Ridículo. Lamentable. No
hay adjetivos en la RAE para describir un mundo que “premia” estas actitudes.
Augusto Cury describe
con total acierto la realidad: “Los
medios de comunicación los han seducido (a los jóvenes) con estímulos rápidos y ya elaborados. Se han vuelto amantes del fast
food emocional. La televisión transporta a
los jóvenes, sin que hagan ningún esfuerzo al corazón de un excitante encuentro
deportivo, al interior de una aeronave, al centro de una guerra o de un dramático
conflicto policial. Este bombardeo de estímulos no es inofensivo. Actúan en un
fenómeno inconsciente de mi área de investigación llamado psicoadaptación, el
cual aumenta el umbral del placer en la vida real. Con el tiempo, niños y
adolescentes pierden el placer por los pequeños estímulos de la rutina diaria”[2].
Esta es la clase de
información que bebe sin descanso la juventud: “Cada día están en contacto con miles de estímulos seductores que se
infiltran en las matrices de su memoria. Por ejemplo, los padres enseñan a sus
hijos a ser comprensivos y a consumir sólo lo necesario, pero el sistema les
enseña a ser individualistas y a consumir sin necesidad. ¿Quién se queda con
este botín? El sistema social. La cantidad de estímulos y la presión emocional
que el sistema ejerce sobre los jóvenes son enormes. Casi no hay libertad de
elección”[3]. Y todo esto a través de decenas de canales
de televisión, millones de páginas webs, redes sociales, etc. Hoy hay más información que nunca, pero a
la vez más perniciosa que nunca.
Resulta imparable
porque mueve miles de millones y crea puestos de trabajo sin medir las
consecuencias éticas. Y la inmensa mayoría de los padres no la controlan ni
están preparados para ello. Esperan tener “suerte” y que sus retoños crezcan
buenos y bien educados por sí mismos. Dirán que es el “destino”, cuando ellos
no se han preocupado en inculcarles un sentido crítico y bíblico a la realidad
imperante en la sociedad.
Preguntas finales
Concluyo este
capítulo dividido en dos partes con sendas preguntas, una para los padres y
otra para los jóvenes:
- ¿De verdad pueden
creer los padres que sus hijos lo tienen fácil para distinguir lo correcto de
lo incorrecto, lo bueno de lo malo, lo sano de lo pernicioso, con la cantidad
de estímulos que reciben y de tentaciones fáciles que tienen al alcance de la
mano, cada segundo de sus vidas? O los progenitores cristianos se toman
sumamente en serio la educación de sus pequeños –sean niños o adolescentes- o
las posibilidades de que se pierdan en el camino son muy elevadas.
- Joven, ¿te das
cuenta de la imperiosa necesidad que tienes de formarte en otros valores
distintos a los que transmite la sociedad para no dejarse arrastrar por la
corriente y caer en el borreguismo?
Continuará en: La presión
de grupo a la que son sometidos los jóvenes y adolescentes.
[1] Guembe, Pilar & Goñi Carlos. No se lo digas a mis padres. Ariel. Pág. 146.
[2] Cury, Augusto. Padres brillantes, maestros fascinantes. Zenith.
[3] Ibid.
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