En pleno siglo XXI, una plaga de origen
desconocido provocó la infertilidad de la inmensa mayoría de las mujeres del
mundo, según algunos por la contaminación del medio ambiente causada por la
mano del hombre.
Años después, en Estados Unidos hubo
tres atentados terroristas: concretamente en Washington contra la Casa Blanca,
el Congreso y el Tribunal, que mató al Presidente y a casi todos los
congresistas. A partir de entonces se anuló la Constitución y se estableció la
ley marcial en todo el país, en teoría de manera temporal y para proteger a los
ciudadanos. Varias leyes más se aprobaron de inmediato: se suprimió la libertad
de prensa, cualquier tipo de juego, las mujeres tenían que dejar inmediatamente
sus trabajos, no podían tener propiedades y todas sus cuentas bancarias
quedaron congeladas. Como consecuencia, ninguna de ellas podía salir del país.
Hubo manifestaciones en contra de todo esto, que el propio ejército socavó a
golpe de ametralladora y tras una breve guerra civil.
Con el tiempo se descubrió que no habían
sido terroristas, sino parte de un golpe de Estado perpetrado a fuego lento,
pero ya era demasiado tarde para hacer algo. Se habían hecho con el poder un
grupo de hombres que se hacían llamar “los hijos de Jacob”, que consideraban
que sus valores eran superiores (los valores “tradicionales” y “puritanos”),
supuestamente basados en la Biblia, estableciendo lo que ellos consideraban una
Teocracia, renombrando a la nación estadounidense como la República de Gilead
(como la región montañosa descrita en la Biblia al este del río Jordán).
Ya en el presente, aunque la ONU los
embarga, algunos países –al ser una plaga mundial- llevan a cabo intercambios
comerciales: México les proporciona alimentos a cambio de mujeres fértiles.
El grupo conocido como “El Ojo” se
encarga de que las estrictas normas morales se cumplan a rajatabla, apoyados
por los propios jueces. Para esto se ahorca públicamente a médicos, curas,
homosexuales y a todos aquellos que se niegan a colaborar con el nuevo sistema,
o que se oponen a ellos o a su moral. Sus cadáveres son expuestos en las calles
para que todo el mundo sepa a qué atenerse. A otros insurgentes los envían a
distintas colonias a trabajar como esclavos o a limpiar residuos tóxicos.
El resto de mujeres fértiles son
internadas en el “Centro Rojo” para ser adoctrinadas en su nuevo rol en la
sociedad: ser sumisas, esclavas y “vientres de alquiler”.
Como
quieren rehacer la historia y, según ellos, hacer del mundo un lugar mejor,
queman los cuadros, los libros y todo tipo de arte. Solo los comandantes
guardan para sí algunos ejemplares. Tampoco hay televisión,
radio ni música. Incluso
derriban o vallan los edificios religiosos, ya que quieren rehacer la religión
a su imagen y semejanza.
Por otro lado quedan pequeños reductos
de la resistencia –“la red”- esparcidos por diversos lugares de la geografía
del país, y que combaten por restablecer la libertad y los derechos
constitucionales, sin mucho éxito hasta ahora.
El
mundo terrorífico de Deffred
El contexto descrito es en el que se
desarrolla la trama de la angustiosa serie distópica The Handmaids tale (en
español, El cuento de la criada)
–basada en la famosa novela de Margaret Atwood-, y donde la historia principal
gira en torno a las vivencias de Defred (la actriz Elisabeth Moss, la
inolvidabe Peggy Olson que ganó multitud de premios por su maravillosa actuación
en Mad Men). Simplemente, un cuento terrorífico.
Defred, tras intentar huir a Canadá con
su marido y su hija (a los que capturan y separan), es llevada al centro rojo
para ser “reeducada”. Tras un intento fallido de escapatoria, termina en la
casa del Comandante Fred Waterford (interpretado por Joseph Fiennes) y de su
esposa, para que los sirva de criada y como vientre de alquiler.
El relato salta del presente al pasado
con diversos flashback, que explican
los primeros días tras el golpe al Gobierno y cómo era la vida de Defred justo
cuando comenzó la plaga: ya no había apenas embarazos, y de entre los que se
daban solo uno de cada cinco bebés nacían sanos. El resto lo hacían gravemente
enfermos o morían a los pocos días, con lo que la psicosis estalló en toda la
sociedad.
La situación que vive Defred (patronímico
que le asignan, ya que su verdadero nombre era June, y que indica de quién es
propiedad: Fred era el nombre del comandante), es toda una pesadilla. A poco
que empatices con ella, la sensación que se experimenta es de pura angustia.
Mujeres
clasificadas
Las mujeres están clasificadas en cuatro
tipos:
- Las Señoras, que son las esposas de los comandantes. Se dedican a hacer
punto de cruz, a pintar, a diversas manualidades y a reunirse con otras como
ellas para hablar de temas banales. No son fértiles. Visten siempre de verde.
- Las Martas, que se dedican del cuidado de la casa y a preparar la
comida ya que han pasado la edad fértil. Visten un sencillo traje gris.
Cualquiera que conozca mínimamente el Nuevo Testamento, sabrá que toman el
nombre de Marta, la hermana de Lázaro, la cual “se preocupaba con muchos quehaceres” (Lc. 10:40).
- Las Criadas (como la protagonista), que son marcadas como ganado con un
chip en la oreja y que se encargan de ir a hacer la compra de dos en dos en
supermercados como “todo carne”
y “panes y peces”, donde todos los productos son naturales. Tienen que
ir con la cabeza agachada, no pueden pintarse ni hacer nada a menos que sus
dueños les den permiso. Duermen en habitaciones austeras donde ni siquiera
tienen espejos. Tampoco pueden depilarse, salvo el día de “La ceremonia”, considerado
un ritual sagrado: al ser fértiles (al contrario que las esposas), tienen que
ofrecer sus cuerpos una vez al mes para ser “fecundadas” por el respectivo
comandante a su cargo. Si no quedan embarazadas, ellas son culpadas, nunca el
hombre. Si quedan encintas, cuando se produce el parto (que se lleva a cabo sin
ayuda médica de ningún tipo y sin hombres presentes), la criatura es entregada
inmediatamente a la mujer del comandante, aunque la madre biológica sigue
dándole el pecho durante un tiempo. Cuando ya no son necesarias, son enviadas a
otra casa para que vuelvan a ser “preñadas”.
Muchas criadas no pueden soportar este
estilo de vida y se suicidan. Visten
un largo traje rojo y una toca que les
cubre la cabeza.
- El cuarto grupo, las Tías, que son las verdaderas creyentes, resultan ser beatas
que se encargan de “enseñar” a las más jóvenes las aparentes enseñanzas
bíblicas, y no tienen problemas en usar la tortura para “adoctrinar” o en
decirle a una chica que si es violada la culpa es de ella. Visten de marrón.
- El
quinto y último grupo está formado por mujeres que no pudieron escapar ni
“adaptarse” al sistema, y les dieron a elegir entre ir a colonias de trabajo o
ejercer la prostitución en clubs
clandestinos, prohibidos por la ley, pero visitados por muchos mandos del Gobierno
y funcionarios de otros países.
Ninguna
de ella tienen acceso a la tecnología (sea móviles o Internet), no pueden leer,
bailar, escuchar música, jugar, conducir ni hablar de nada que tenga que ver
con acontecimientos anteriores al golpe de Estado. Por último, todas sus frases
comienzan o terminan con expresiones como “la paz sea contigo”, “con su
mirada”, “bendito día”, “alabado sea”, “siempre bendita”, “bendito sea el
fruto” y “el Señor permita que madure”.
Por su
parte, los hombres más cualificados se encargan de gobernar o de seguir
trabajando en las empresas de la nación, mientras que soldados (llamados “los
guardianes de los fieles”) siguen combatiendo en las ruinas de Chicago. El
resto, los de clase baja (a los que no les asignan mujeres), se ocupan del
mantenimiento de las infraestructuras (jardinería, construcción, etc.) u otras
cuestiones. Entre ellos, infiltrados, está la resistencia.
Considerando que es una de las mejores
series que ha concebido la televisión en los últimos años, aun siendo
claustrofóbica, agónica, brutal, durísima y perturbadora[1],
no me extraña la polémica que ha causado al mostrar a unos gobernantes que usan
la Palabra de Dios para establecer supuestos principios divinos, y que denigran
y oprimen a los seres humanos, asesinando o mutilando a todo el que no piensa
de la misma manera.
Un sencillo ejemplo de cómo se interpreta mal
la Biblia
La
serie se sustenta sobre la idea de cómo sería un país que se rigiera bajo la
Teocracia; es decir, que el Gobierno estableciera e impusiera en la sociedad las leyes divinas a
través de sus representantes. La gran traba que nos encontramos en este show
televisivo, que habrá hecho las delicias de muchos ateos, es que las leyes
bíblicas en que dicen basarse no son tales, sino una interpretación atroz de los
mandamientos divinos por una facción de creyentes que han deformado el
verdadero mensaje de la Biblia.
Por ver
cómo deforman la verdad y citando un solo ejemplo –ya que otros muchos los
analizaremos en distintos artículos-, usan Génesis 30:1-5 para justificar “la
ceremonia”, donde el marido se llega a la sierva para que ésta quede en estado,
ya que la esposa son infértiles: “Viendo
Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob:
Dame hijos, o si no, me muero. Y Jacob se enojó contra Raquel, y dijo: ¿Soy yo
acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre? Y ella dijo: He aquí mi
sierva Bilha; llégate a ella, y dará a luz sobre mis rodillas, y yo también
tendré hijos de ella. Así le dio a Bilha su sierva por mujer; y Jacob se llegó
a ella. Y concibió Bilha, y dio a luz un hijo a Jacob”.
El texto es tal cual.
Por lo tanto, algunos podrán decir: “Ves, eso lo enseña tu
Biblia. Ese es tu Dios. Así que no me vengas hablándome de amor y de otros
cuentos”. Es el mismo error que cometen infinidad de ateos con multitud de
textos de las Escrituras: sacan conclusiones que no son fruto de un mínimo
análisis objetivo y de una correcta interpretación. En este caso en particular,
el pasaje en cuestión no señala en ningún lugar que Dios le dijera a Jacob que
tuviera relaciones sexuales con su criada para tener descendencia. ¿Quién se lo
dice? Raquel, su esposa. Y Jacob, necio como pocos, lo hizo. Ambos pecaron ya
que iba en contra de la voluntad de Dios, mostrando además su falta de fe.
Exactamente lo mismo sucedió con Abram: Dios le prometió que le iba a dar un
hijo, pero como éste no llegaba en el tiempo que él esperaba, escuchó a su
mujer Sarai y se acostó con su sierva Agar (cf. Gn. 16:1-4).
Esta forma de actuar que se observa en
muchos personajes del Antiguo Testamento –y que era costumbre en aquellos días-
no es un reflejo de fidelidad hacia Dios, sino de desobediencia. La Biblia no
solo describe las heroicidades y las pruebas que afrontaron los siervos de
Dios, sino que muestra sin ningún tipo de tapujo sus errores, faltas y pecados,
y que trajeron consecuencias, algunas de ellas muy graves.
¿Ves qué sencillo es comprobar lo que
dice el pasaje en realidad?
La
teología del dominio: la Biblia usada para manipular
¿Dónde
está el origen de esta historia? Como hemos dicho, en la novela de la escritora
canadiense Margaret Atwood, que fue publicada en 1985. ¿Y en qué
se basó ella para mostrar esta “Teocracia”?: en las colonias puritanas de Nueva
Inglaterra -una región de los Estados Unidos- (de ahí la forma de vestir que se ve en la novela y en la
serie) y cómo sería el país entero si fuera gobernado según las directrices
de dichas colonias, que se basaban –y se siguen basando- en la teonomía (´theos`
que significa ´Dios´ y ´nomos`,
´ley`). Dicho término,
inusual en nuestro lenguaje, “básicamente
es el punto de vista de que la Ley de Dios en todas las áreas de los castigos
morales en el Antiguo Testamento necesita ser aplicada hoy día, incluyendo al
gobierno”[2].
Como
explica José de Segovia, “los padres de
la teonomía reconstrucionista de los 80 eran presbiterianos conservadores como
Rushdoony, Bahnsen, North, Chilton o DeMar, que buscaban no sólo implantar la
ley mosaica, sino que perseguirían a los bautistas y herederos de la Reforma
radical”[3]. No solo los demás grupos protestantes eran acosados
sino también los católicos. En definitiva, todos aquellos que no interpretaban la Biblia como esta
comunidad.
Los que
desconocen el tema pensarán que todo esto es una exageración. Tristemente no es
así. En las últimas décadas ha surgido en los Estados Unidos la llamada
“teología del dominio”, que lamentablemente se ha expandido entre muchas
iglesias de Sudamérica, Asia y mi propio país, España. Esta teología se basa en
Génesis 1:28: “Y
los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en
todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.
El problema es que ellos interpretan que estas palabras de Dios son un llamamiento a que
los cristianos dominen y gobiernen la Tierra desde el poder civil
(instituciones y gobiernos) imponiendo de forma rigurosa, extrema e
intransigente las leyes morales del Antiguo Testamento “según las entienden ellos” y algunas del Nuevo, que también descifran a su gusto. Eso es lo que persiguen en la
actualidad. Todo un disparate y un gravísimo descarrío teológico en el
que están inmersos los “famosos” Kenneth Copeland, Benny Hinn, Pat Robertson,
Cash Luna, Rony Cháves, Guillermo Maldonado, Joel
Osteen, etc., y
que han cegado a millones de personas.
Todos ellos, sumidos en esta
herejía[4],
olvidan que el Reino de Dios en su perfección no se establecerá hasta que
Cristo regrese como Rey, y no bajo coacción ni leyes gubernamentales. Una cosa es anunciar el Evangelio, exponer
las consecuencias de rechazarlo, tratar de mejorar la sociedad, denunciar el
pecado y estar en contra de que los Gobiernos aprueben ciertas leyes que solo
traen la decadencia moral del ser humano que ha caído en el libertinaje, y otra
muy distinta imponer por la fuerza de la ley, por la de la pena de muerte o por
la de las armas los mandamientos de Dios. No olvidemos nunca que “por las obras de la ley ningún ser humano
será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento
del pecado” (Ro. 3:20), y que la ley no cambia los corazones, que, junto a
la redención y la salvación, fue y es el propósito por el cual el Padre envió a
su Hijo a este mundo.
Si eres de los que crees
que el verdadero cristianismo es el que se encuentra reflejado en “El cuento de
la criada”, te diré rotundamente que no es así. Aunque haya ciertos grupos
evangélicos, carismáticos y católicos
que defienden tales ideas (que incluso tienen participación activa dentro de la
política, como la organización estadounidense Moral Majority Coalition-“Coalición Mayoría Moral”), recuerda
que para los cristianos dicha teología del dominio nos resulta aberrante y la
rechazamos por completo.
[1]
Para
los que no la hayan visto la serie y tengan pensado hacerlo, les recomiendo el
mando a distancia para “esquivar” las escenas de “la ceremonia” y algunas otras
de sexo.