La Invitación, ganadora a la
mejor película en 2015 del Festival de Sitges, es un thriller de suspense que nos muestra lo sencillo que es caer en las redes de una secta;
peligro del cual no se libra ninguna persona –por muy inteligente que sea-, ni
siquiera un cristiano con buenas intenciones. No es la primera vez que se trata
este tema en el cine, pero su guión bien elaborado, las buenas actuaciones de
los actores y el interesante trasfondo que se va desvelando poco a poco, me ha
llevado a querer analizar esta cuestión como advertencia para algunos y como intento
de despertar a otros que pueden estar sumidos en esta trampa.
Will (Logan Marshall-Green), recibe una invitación junto
a su novia para asistir a una reunión de viejos amigos, donde su ex-esposa Eden
(Tammy Blanchard) y su nuevo marido David (Michiel Huismanson) son los
anfitriones. Años atrás, el hijo de ambos falleció en un desafortunado
accidente el día de su cumpleaños. Mientras que Will no lo ha superado y sigue
anclado en el dolor, Eden confiesa haber recuperado la paz, sentirse libre y
ser una persona feliz. A lo largo de la velada se va exponiendo cómo y qué la
llevó a dar ese cambio en su vida, mientras que él sospechosa que algo extraño
está sucediendo... La escena final es sobrecogedora... y no revelaré nada más
para los que estén interesados en visualizarla, advirtiéndoles de su dureza.
¿Quién puede ser
captado y cómo?
La respuesta a la pregunta es contundente: ¡cualquiera!
Ni el más listo se libra de dicha contingencia. Podemos pensar que una secta
–incluso una con raíces cristianas- se vende a sí misma de manera extravagante
y está formada por personas extrañas de aspecto lunático que encienden velas
negras cuando se reúnen. Nada más lejos de la realidad. Salvo excepciones como
las sectas destructivas y grupos extremos que buscan beneficios económicos
(“videntes”, “médium”, etc.) o que practican el libertinaje sexual, se
comportan ante la sociedad de la misma manera que el resto: visten como
cualquiera, estudian, trabajan, tienen familia, diversas aficiones, etc.
El truco consiste en que, evidentemente, el individuo no
será consciente de las artimañas que usarán para captarlo. Basta que la persona
se encuentre en una situación dolorosa o no deseada en su vida para ser una víctima
potencial. Puede ser a causa de un trauma del pasado, una herida emocional sin
sanar, sensación de vacío y ausencia de paz, inseguridad personal, carencia de
amigos, aislamiento social, falta de propósitos e intereses en la vida, etc.
El método que emplean repite siempre los mismos patrones:
ofrecen principios que mezclan psicología positiva con cierta espiritualidad,
gnosticismo, nuevas revelaciones “del universo” y de la “energía” que nos
rodea, amistad sin límites, muestras continuas de cariño y amor incondicional,
valoración y respeto, junto a un fin para el alma que transciende por encima de
la vida física.
La captación se produce por medio de algún amigo o
conocido del trabajo que es parte del grupo y que habla de manera aparentemente
desinteresada y de forma completamente coloquial de las bondades de esa
“cuadrilla” de compañeros, donde todos se ayudan entre sí, comparten sus vidas
en comunión y forman parte de algo especial, una especie de “conciencia colectiva”.
En otras ocasiones, será por las clásicas papeletas pegadas en postes de luz,
paredes o cabinas telefónicas. Estoy seguro que todos las hemos visto. Se
presentan como grupos de meditación, de relajación, de liberación, de luz, y
que sirven prácticamente para todo: problemas de autoestima, de ansiedad, de
pareja, matrimoniales, familiares, laborales, económicos y personales. En ellos
siempre hay alguien que posee mucho carisma, que muestra una gran seguridad en
lo que afirma y que hace las veces de gurú/líder/mentor. Este tiene un poder
de persuasión que destaca sobremanera, donde se sirve de un lenguaje y tono de
voz que envuelve los sentidos del oyente, empleándolo para exponer sus ideas y
experiencias personales para convencer a todos los que estén mínimamente
predispuestos.
El peligro de las
iglesias cristianas de corte sectario: las verdades que enseñan
Doy por hecho que todos mis lectores –o al menos la
inmensa mayoría- son cristianos, así que me centraré en las dificultades para
distinguir un grupo sano de creyentes de uno de corte sectario. A veces ni
ellos mismos saben hasta que punto lo son. Las diferencias son tan sutiles que,
a primera vista, no es fácil hacer la distinción. El porqué es sencillo de
explicar: casi todas las doctrinas que formulan concuerdan con la enseñanza
bíblica (Trinidad, divinidad de Cristo, salvación por gracia, etc.) y algunos o
muchos de sus miembros realmente han “nacido de nuevo”. Además, llevan a la
práctica principios de vida cristiana. Veamos algunos ejemplos de sus
predicaciones y mensajes que son puras certezas:
- Exponen la verdad: “Porque primeramente os he enseñado
lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras” (1 Co. 15:3-4).
- Exponen la
posibilidad de una nueva vida: “De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).
- Exponen el camino de la salvación: “si confesares con tu
boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los
muertos, serás salvo. Porque
con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación” (Ro. 10:9-10).
- Exponen la vida eterna: “Estas cosas os he escrito
a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis
vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Jn. 5:13).
-Exponen al causante de la verdadera
paz: “La paz os dejo, mi
paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón,
ni tenga miedo” (Jn. 14:27).
- Ofrecen amor y hermandad: “Un mandamiento nuevo os
doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos
a otros” (Jn. 13:34).
Ante todo esto,
cualquier cristiano proclamará un sentido amén.
En este sentido, se repiten las circunstancias que vivió Pablo: “Algunos, a la
verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena
voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando
añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy
puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas
maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y
me gozaré aún” (Filipenses 1:15-18).
El peligro de las iglesias
cristianas de corte sectario: las mentiras que propagan
El problema reside en que, junto a verdades elementales
de las Escrituras, introducen la mentira. Algunos lo saben y no les importa ni
quieren cambiar –lo cual es una actitud deplorable-, y otros creen que están
actuando de buena fe, pero realmente están envenenando a personas demasiado
crédulas que no saben el lavado de cerebro al que están siendo sometidas, el
cual incluso niegan: “El proceso de manipulación no cambia a la
persona en pocas horas. Lleva un poco de tiempo. Cada día, los responsables
hacen repetir lo mismo, y poco a poco añaden elementos nuevos para que surjan
cambios. En los meses que siguen a su llegada a la comunidad la persona cambia
su comportamiento y su manera de pensar completamente, sin que se de cuenta. Un
amigo o un pariente pueden darse cuenta, pero no el afectado”[1]. Por eso son ciertas las palabras de Mark
Twain: “Es más fácil engañar a la gente
que convencerlos de que han sido engañados”.
Tengamos siempre presente que ser adoctrinado es
sumamente sencillo: basta con oír y
aceptar automáticamente las enseñanzas del pastor/líder sin comprobarlas
objetiva e imparcialmente por uno mismo y sin prejuicios ajenos. Todo el
mundo confía en las buenas intenciones del otro, olvidando que, por muy
preparado y versado que esté, nadie es infalible.
¿De qué ingredientes está formado el veneno de la mentira
a los que todos los cristianos tienen que prestar suma atención?:
1) Liderazgo malsano. Por norma general, son personas
normalmente amables y tranquilas, pero debajo de ese maquillaje esconden
auténticos volcanes que entran en erupción cuando las circunstancias o los
demás les contrarían, ante los que se muestran autoritarios e intransigentes
cuando no siguen sus normas. De ahí los cambios de humor tan marcados que
muestran y el hecho de que siempre tengan la última palabra. Por otro lado,
basta con observarlos atentamente durante una larga temporada para comprobar
que en muchas facetas no viven lo que predican. Exageran las faltas de sus
seguidores (“el diablo los ha atrapado”)
y minimizan las propias (“Dios lo ha
permitido para crecer”). En la práctica, están por encima del bien y del
mal. Por último, se rodean de sus incondicionales y entre ellos suelen tener
algunos selectos que usan para expandir sus creencias y hacer de brazo ejecutor
cuando lo creen conveniente.
Estos
líderes, en realidad, son lobos con piel de cordero, como ya vimos en El verdadero lobo: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/11/el-verdadero-lobo.html
2) Obediencia absoluta. La creencia que tienen de que los
pastores son los Ungidos de Jehová –idea que enseñan con insistencia, usando erróneamente
versículos que convierten en eslóganes inquisitoriales-, trae como consecuencia
directa el establecimiento de una Jerarquía Piramidal y, con ello, el hecho de
que haya que obedecer en todas las cuestiones –incluyendo las personales- a
estas instancias superiores. Mientras la persona lo hace, las sonrisas y
alabanzas a su nombre anidarán por doquier; malas caras, duras críticas veladas
y aislamiento cuando no lo haga. El afectado termina por asentir a todo como un
robot aunque no esté convencido, anteponiendo incluso los caprichos ajenos a
los propios razonamientos y sentimientos después de que le hayan hecho creer
que estos provienen de la carne y el diablo.
3) Vida abierta de par en par. La obediencia conlleva implícitamente el
añadido de que hay que responder a todas las preguntas que los superiores
hagan, sean personales o de cualquier otra índole. Si algo no se cuenta, no
tardan en llegar la acusaciones de falta de sinceridad, de desconfianza en los
líderes o, lo que es peor, de la ocultación de algún pecado. Con el paso de los
meses, las intimidades narradas en privado terminan siendo de dominio público
puesto que el cabecilla se siente con el derecho de contar lo que cree
conveniente a quien le place.
4) Legalismo. Con el paso de los siglos se han ido
añadiendo multitud de tradiciones humanas al cristianismo genuino,
estableciéndose como “mandamientos” y “normas” que, aunque no son antibíblicas,
son extrabíblicas. Finalmente, se le ha terminado concediendo mayor importancia
a estos principios que a los meramente bíblicos. ¿Consecuencias? Cargas
insoportables para el creyente y la idea de que mientras más participe en
actividades, cultos, reuniones, talleres, congresos, retiros, etc., más
entregado estará al Señor y más espiritual será.
5) Vida que gira completamente en torno al grupo. Este y
sus actividades son prioritarias sobre todo lo demás, incluyendo ante los lazos
de sangre que no forman parte del mismo. También se anteponen las necesidades
económicas del grupo a las de la familia, incluso cuando los seres cercanos
están en necesidad.
Se envuelve todo en una capa de voluntariedad pero la
presión es evidente cuando se falta a alguna tarea: “no estás cuando se te necesita”, “esperábamos más de ti”, “vives
en la carne”, “amas a tu familia más
que a Dios”, “te estás perdiendo una
gran bendición”, etc. Todo esto acarrea sentimientos de culpa, por lo que
la persona hace todo lo humanamente posible por no faltar a ninguna de estas
ocupaciones.
Este tipo de vida termina creando dependencia
psicológica y afectiva hacia el grupo. La persona llega a creer que sin éste,
en términos metafóricos, moriría.
6) Se
sienten escogidos entre los escogidos. Es cierto que todos los cristianos pueden
tomar para sí las palabras de Pedro: “Mas vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 P. 2:9). La
diferencia en estos grupos respecto a otros sanos es que se creen superiores a
todos –o a casi todos- los demás. Aunque no lo digan de puertas afuera, es una
idea que repiten sutil o directamente de forma reiterativa a puertas cerradas.
Cada poco tiempo se comparan con otras formaciones y las miran por encima del
hombro, tanto a nivel humano como doctrinal. Esta soberbia es vista como
repulsiva a los ojos ajenos.
7) Herejías. Entre otras, y en mayor o en menor grado e
intensidad, destacan la Teología
de la prosperidad, la confesión positiva, las maldiciones generacionales, la
cartografía espiritual, las supuestas reliquias y objetos “ungidos”, entre
otras (Herejías
por doquier: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html).
8) Dificultades para salir. Aparentemente, cualquiera
puede marcharse del grupo cuando quiera. La realidad es diferente: cuando le
dicen a un miembro que todo aquél que se ha marchado no ha conocido realmente a Dios, que está en tinieblas, que es
hijo del diablo, que se está
perdiendo multitud de bendiciones, que su
vida está en ruinas y llena de infelicidad, que sus opiniones divergentes hacia la iglesia están
motivadas por el odio y que ha
perdido la salvación, la persona está siendo directamente coaccionada para
que permanezca con ellos. Por eso nadie sale en paz de este tipo de sectas.
Todo estos componentes –que suelen ir juntos y se mezclan
con un aire de buenismo, multitud de diversiones, actividades lúdicas y obras sociales- se van mostrando y
desarrollando sin prisas, paulatinamente, hasta que calan profundamente en la
psique del individuo, que termina aceptándolos como algo normal.
Diversas maneras de
afrontar estas circunstancias
Dicen
que la primera impresión es la que cuenta. No creo que nadie esté de acuerdo
con esas palabras. La realidad concuerda más acertadamente –y así lo atestigua
la experiencia-, con ese otro dicho que apunta a que las apariencias engañan,
tanto para bien como para mal.
En el
caso de las que hemos denominado iglesias
cristianas de corte sectario ocurre exactamente igual. La primeras
impresiones suelen ser maravillosas, pero el trasfondo es el que hemos visto.
Los miembros de estas agrupaciones afrontan
estas coyunturas de maneras muy diferentes, que los lleva a no querer salir de
ellas:
-
Algunos son esclavos voluntarios del
sistema, ya que reciben algún tipo de sustento y compensación económica por
el ministerio que desarrollan.
-
Otros, aunque saben perfectamente cuál es la realidad, no se marchan porque
tienen miedo “al que dirán”, a la “soledad”, a “perder las amistades”, al
“dónde irán”, a “la pérdida de reputación y prestigio”, a que “hablen mal de
ellos” y a la “incertidumbre del futuro que se les plantearía”. Aquí habría que
añadir a los perezosos que no quieren problemas y se mantienen en un segundo
plano guardando silencio o criticando entre bambalinas –nunca de frente- y los
que se sienten cómodos porque están habituados a vivir de esa manera sin
conocer otra distinta.
-
También están los inocentes que, en su ingenuidad, simplemente son
inconscientes de todo lo que sucede a su alrededor, creyendo que sus líderes
actúan de manera correcta y que interpretan la Biblia acertadamente. Viven
ajeno a lo que otros dicen, son felices y ven la vida de color de rosa, aunque
no tienen problema en cargar contra las voces críticas de los que se marchan.
- Y por
último, los individuos que experimentan de corazón que sus necesidades
emocionales y espirituales están siendo cubiertas y, en el fondo, se sienten
profundamente amados, respetados y útiles. Sus vidas tienen pleno sentido y no
quieren echar a perder lo que tanto tiempo le costó encontrar. Por eso las
dificultades personales y de conciencia que surgen en ellos para reconocer los
errores y que les conduce a defender al grupo incondicionalmente. Cuando
contemplan algo que no entienden o que directamente está mal, surgen en sus
mentes decenas de pensamientos que tratan de justificar las acciones de sus
líderes, perdiendo así la capacidad de crítica. Sorprendentemente y de manera natural, deciden
mirar para otro lado, envolviéndoles una neblina de ceguera.
Conclusión
A groso modo, y sin haber entrado en profundidad (lo cual
haré en el futuro), ya conocemos las características de un grupo cristiano que
no es sano. Si es tu caso, puede que conocieras el Evangelio en ese lugar y que
Dios se sirviera de ello para tu conversión.
Puede que hayas aprendido de manera correcta ciertas cuestiones y que algunas
de las respuestas que te ofrecieron fueran bíblicas. Puede que hayas vivido
buenos momentos con personas que merecían la pena, pero tu fidelidad no se la
debes a ningún ser humano, sino a tu Señor. Aquí no estamos hablando de irse
por razones absurdas o de buscar una iglesia perfecta –puesto que algo así no
existe-, sino del veneno que esclaviza. Si es así, es hora de dar un paso al
frente y comenzar una nueva vida, aprendiendo de los errores propios y ajenos.
Si crees que hay opciones de que el grupo cambie, puedes poner de tu parte y
plantear los problemas para buscar la solución. Pero si los años te han
demostrado que ni lo han hecho ni lo van a hacer lee atentamente:
“La Palabra de Dios y la experiencia enseñan
que el empeño en reformar desde dentro una iglesia oficialmente desviada es una
utopía que empaña nuestro testimonio y engendra confusión. La verdad y la
obediencia están por encima del sacrificio, de la falsa caridad y de las buenas
intenciones. En frase de Spurgeon, “el deber de uno es hacer lo recto; de las consecuencias se encarga
Dios”. Hay quien cita Mateo 13:24-30 sin
percatarse de que allí no se trata de la iglesia, sino del mundo (“el campo es
el mundo”). Los más apelan al argumento de que a una madre (cf. Gá. 4:26) no se
la deja, por fea o mala que sea; pero éstos no se dan cuenta de que la iglesia
no es una abstracción superior, cuya naturaleza permanece a salvo, a pesar de
la falsedad o apostasía de sus miembros, o de los defectos en las estructuras,
sino la congregación espiritual de los verdaderos creyentes, cuyo ´ser o no
ser` dependen enteramente de la ortodoxia y de la ´ortopodia`” (Gá. 2:14), o
sea, de la recta conducta de sus miembros”[2].
Quizá llegó el momento de buscar nuevamente la libertad
en Cristo y un
nuevo lugar para respirar aire fresco en todos los aspectos de tu vida. Dios no te dejará ni desamparará, estará
todos los días de tu vida contigo y Él perfeccionará la obra que empezó en ti (cf.
Jos. 1:5; Mt. 28:20; Fil. 1:6).
No hay comentarios:
Publicar un comentario