Venimos de aquí: Enamorado de un inconverso: ¿Es posible que suceda? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/07/91-enamorado-de-un-inconverso-es_96.html
Hay creyentes
que inician una relación de noviazgo con un inconverso esperando que con el
tiempo se convierta. Por muchas justificaciones que trate de ofrecerse para
defender tal idilio, esto tiene ningún respaldo de las Escrituras y es
contrario al espíritu de las mismas.
¿Reciprocidad?
No entiendo la actitud de algunos autores cristianos
en sus escritos cuando muestran el conflicto que puede suponer contraer
matrimonio con una persona que “no practica tu misma religión” pero no enseñan claramente y con
rotundidad qué dice Dios al respecto: que jamás un cristiano debe tener una
relación de noviazgo con un incrédulo, y mucho menos casarse con él. Hablan de
lo importante que es tener creencias espirituales en común, pero no aclaran con
rotundidad que no nos unamos en yugo desigual con aquellos que no han nacido de
nuevo. No es una opción o una posibilidad, sino un mandamiento, guste o no, sea
popular o no. Este es el caso, por citar un solo ejemplo, de Neil Clark Warren
en su libro Cómo hallar el Amor de tu
Vida. El señor Warren dice que da igual si se está de pie ante un ministro,
sacerdote o rabino ante el ante el cual jura su compromiso y si todo esto está
tomando lugar en la iglesia, sinagoga, parque o salón público de reuniones. No
es posible escribir de ciertas temáticas cuyos contenidos sean igualmente
válidos tanto para conversos como inconversos.
La secularización es uno de los mayores problemas al
que se enfrenta el cristianismo, y que resulta claramente incompatible en estos
casos con la enseñanza bíblica. Puede que haya principios matrimoniales en
común que sirvan para un católico, un protestante y un judío, pero no podemos
unirlos a todos para agradarnos mutuamente anteponiéndonos a los mandamientos
de Dios. Tomamos la Biblia como la máxima y absoluta norma de fe y conducta, o
todo se desmorona. Este tipo de comentarios olvidan además que para unos padres
creyentes pocas cosas hay más dolorosas que ver a uno de sus hijos casarse con
un inconverso, como hizo Esaú: “Y cuando
Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a
Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para
Rebeca” (Gn. 26:34).
Habla con
claridad
Por muy encantador que sea, aun sintiéndote halagado
por el interés mostrado, háblale con claridad sobre las razones que hacen
actualmente incompatible esa posible relación por ambas partes. Sin ningún tipo
de reparo, puedes citarle la primera parte del versículo de 2 Corintios 6:14a: “No os unáis en
yugo desigual con los incrédulos” y explicárselo con tus propias palabras. Recuerda que un yugo es un instrumento de madera al cual se atan por
el cuello las mulas y los bueyes. El término hace mención al pasaje de
Deuteronomio 22:10: “No ararás con buey y
con asno juntos”. El buey y el asno son animales con pasos distintos, por
lo cual es mejor no unirlos en yugo a la hora de trabajar.
Tienes que hacerle ver lo distante que te sentirías desobedeciendo a
Dios, cuán importante es para ti su Palabra y cómo sería de frustrante no poder
compartir lo más grande de tu vida con la persona que supuestamente debería
estar más cercana a ti. Eso sin contar que vuestras maneras de entender la vida
serían muy diferentes entre ambos. Podrías hacerle la misma pregunta expresada
en el libro del profeta Amós: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Am. 3:3). ¿Cómo podrá consolarte “en el Señor” cuando necesites que lo haga? ¿Cómo podrás pedirle que ore por ti
cuando lo necesites? ¿Cómo podrá recordarte las promesas de la Biblia si las
desconoce? ¿Cómo podrá comprenderte cuando le expliques la razón de tu gozo y
de la seguridad que tienes de la vida eterna?
Cuando tú estés oyendo la voz
de Dios que te susurra al corazón, el otro no oirá absolutamente nada. Cuando
estés leyendo la Palabra, el otro no querrá saber nada de ella ni la
comprenderá. El mismo apóstol Pablo explicó que para aquel que no tiene el
Espíritu Santo todo lo espiritual le es imposible de entender, incluso le
parece locura (cf. 1 Co. 2:14).
Ejemplos a
tener en cuenta
Si insiste y no se deja convencer por estos claros
argumentos, tendrás que mantenerte igualmente firme. En situaciones muy
concretas puede que no te quede más remedio que apartarte completamente, aunque
te duela hacerlo. Nadie dijo que sería fácil, pero ahí se mostrará quién es tu verdadero amor. Dejarte llevar por los
deseos sentimentales te conducirá a una vida alejada de los propósitos divinos.
Ese es el mayor peligro, y que he observado en más ocasiones de las que hubiera
querido. El inconverso arrastra a su mundo al creyente: éste cambia sus
amistades, deja de servir al Señor, y su forma de pensar, sentir y actuar son
transformadas progresivamente a semejanza
del mundo.
Tenemos sobrados ejemplos en la Biblia de individuos
que desviaron su corazón debido a sus relaciones con mujeres que no pertenecían
al pueblo de Dios:
- Salomón: “Pero
el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras;
a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas;
gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis
a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar
vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y
tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas
concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo,
sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era
perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David” (1 R.
11:1-4).
- Sansón. Su nacimiento fue fruto de un milagro ya que
su madre era estéril. Fue escogido por Dios para librar a la nación de Israel
de sus enemigos los filisteos y dotado de una fuerza sobrenatural. Pero su
debilidad eran las mujeres. Se enamoró de Dalila, una mujer filistea –un pueblo
enemistado con el suyo- que le engañó y traicionó haciéndole revelar el secreto
de su fuerza. Finalmente Sansón murió tras recobrar su poder por unos
instantes. Todos los planes que Dios tenía para él no pudieron cumplirse. Quiso
hacer su propia voluntad y así acabó. Y todo por ir tras una mujer que no
conocía al Altísimo (cf. Jue. 16:20).
¡Dios bendice a los fieles de la tierra! De una manera
u otra. En esta vida o en la siguiente. Pero el precio a pagar por una relación
con alguien que no le conoce es demasiado alto como para tomárselo a broma. El
consejo de la Palabra es claro: “El avisado ve el mal y se esconde; Mas los
simples pasan y llevan el daño” (Pr.
27:12).
Mantenerse
firme
Más de uno podrá decir: “Pero siento lo que siento”. Y
te comprendo. No seré yo quien diga que es fácil resistir. No seré yo quien
diga que no es fácil caer ante las muestras de afecto y cariño. Jamás olvidaré
aquella mañana en la cual, después de muchos meses conteniendo mis sentimientos
día tras día, donde me sentía especialmente sensible, cariñoso, eufórico y
simpático, mi ser quedó dividido en
dos mitades, hasta el punto de que creí ver el suelo literalmente inclinado, a
pesar de que este era completamente llano. Me encontraba a cinco metros de ella
–mi compañera de trabajo y amiga-; no podía resistir más. Todo mi corazón
quería dar esos pasos que nos separaban físicamente y abrazarla con todas mis
fuerzas. Pero no podía hacerlo. Aunque todo resultaba emocionante y fascinante
(cada charla superficial y profunda sobre Dios y las bromas que compartíamos),
ella no se pronunciaba sobre el Señor a pesar de la multitud de conversaciones
que tuvimos sobre el tema. Me tuve que contener y salir corriendo de aquella
habitación. No sabría decir si con la tensión extremadamente alta o si hundida
por los suelos. Era mi voluntad luchando contra mis sentimientos. Después de
aquello nos hemos vuelto a encontrar ocasionalmente y viene el recuerdo a mi mente
de aquella situación. He contado mi historia para que entiendas que tú tienes
siempre la última palabra.
Incluso en el caso de que su moralidad y ética sean “semejantes” a las
descritas en la Palabra de Dios y resulten positivas, es evidente que nunca
existirá una comunión completa entre vosotros si tú tienes las ideas claras. Puede ser que trate de ganarse tu confianza
afirmándote que respeta tus creencias o que se comprometerá a no tener
relaciones sexuales contigo hasta el matrimonio. Incluso puede que acepte tener
otras amistades cristianas. Si este es el caso, pide discernimiento para ver si
su interés de conocer a Dios es genuino o sólo una táctica para estar contigo.
Si es el segundo caso, solo puedo decirte que no te dejes persuadir por ese juego
y que no olvides todo lo demás que hemos visto. Sea como sea, nunca inicies una
relación con alguien que no ha nacido de nuevo. No seamos necios, sino sabios y
prudentes para saber discernir qué camino tomar (cf. Pr. 14:8).
Ten presente que no consiste tanto en lo que “no
hará”, sino en lo que “no podrás tener”: comunión espiritual –la más profunda
que pueda existir- con la persona que te acompañará el resto de tu vida. Aquí
te dejo una pequeña conversación entre una mujer que pasó por esa disyuntiva y
su consejero, junto con la conclusión:
- “Soy cristiana
y estoy saliendo con un hombre que no
tiene mi misma fe. Por lo demás, se conecta muy bien conmigo, es sincero y
tiene un buen carácter. ¿Debería romper con él? Estoy enamorada de él. Y a lo
mejor querría casarme con él”
- “Está bien,
corramos la cinta hacia delante: él tiene unas cuantas cualidades fabulosas que
le encantan y aprecia, así que se casan. Aunque hay muchos aspectos en los que
están conectados, usted va a la iglesia sola. Ora y lee la Biblia a
solas, nada de devociones en pareja. Participa en un grupo de manera individual
mientras que él se queda en casa. Y las partes mas profundas, más básicas de
usted, tiene que ir a otras relaciones personales, porque aun cuando se aman el
uno al otro, no hay ninguna conexión espiritual. Eso no hace de él un chico
malo, solo quiere decir que ustedes tienen un problema”.
- “Comprendo.
Tengo que romper con él, mi fe es lo que más me importa”.
Ella no dijo que ya no se sentía atraída hacia él,
porque eso sonaría como si él ya no tuviera algunas cualidades saludables y
atractivas. Mas bien, ella
sabía que solo sería más feliz y completa cuando pudiera compartir sus valores
más profundos en una relación personal[1].
Usando la
cabeza
Dios nos creó con una capacidad de raciocinio superior
a los instintos y a los sentimientos. Eso es lo que nos diferencia de los
animales. Ciertas emociones impulsivas pueden ser difíciles de evitar, pero
podemos decidir qué hacer con ellas, de la misma manera que podemos decidir no
gritar aunque sintamos ganas de hacerlo en un momento determinado: “No somos robots biológicos, tenemos
afectos, sentimientos y eso que se llama personalidad. Y aquí actúa el cerebro,
que nos da la capacidad de raciocinio y de elección; nos permite interpretar
las emociones y darnos cuenta de nuestras acciones y sus consecuencias. [...]
Somos seres pensantes, capaces de elegir y responsables de nuestros actos”[2].
En lo que concierne a las relaciones sentimentales, exactamente igual: podemos
elegir.
Cuando ya no
hay marcha atrás
Deseo que todo llegue como máximo a este punto, pero
si ese extremo se sobrepasa se pueden dar dos casos más:
- La relación se ha formalizado y ya sois novios. Para
qué andarnos con rodeos: la solución es la misma. Los principios son los
mismos. Si nada cambia, tendrás que “cortar” por lo sano. Y sí, le harás daño a
la otra persona. Puede que te reproche mil cosas y que sienta que has jugado
con su corazón. Posiblemente tu reputación ante ella quedará por los suelos y
sus amigos se burlarán o te menospreciarán. Y, casi con total seguridad, el
testimonio quedará bastante dañado por tus actos, puesto que habrás cosechado
lo que has sembrado, pero tendrás que asumirlo y agachar tu cabeza con mucha
humildad. Además, en el caso de que estés teniendo relaciones sexuales, viváis
o no juntos, estás en fornicación: otro pecado más. Razón de más para alejarse
lo antes posible. Cuando Dios mira el corazón, está mirando si el creyente
obedece o no Su Palabra.
- La relación fue más allá y te casaste con un
inconverso en esa época de tu vida en que te apartaste del Señor, pero años
después decidiste volver a Él. Lo hecho, hecho está. Tu desobediencia fue
consumada. Aquí tendrás que aplicar las palabras expresadas por Pablo: “Si algún hermano tiene mujer que no sea
creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer
tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo
abandone” (1 Co. 7:12-13). Aunque este texto hace alusión directa a
situaciones donde ninguno de los dos era creyente cuando contrajeron matrimonio
y uno de ellos se convirtió siendo ya esposos, “pienso” que podemos aplicarlo a
la situación que estamos viendo. Y digo “pienso” entre comillas porque es lo
que “creo” pero sin una certeza absoluta, puesto que no puedo imaginarme a
Pablo escribiendo estas palabras mientras se le pasaba por la mente la idea de
que un creyente que hubiera nacido verdaderamente de nuevo se casara con un
inconverso. Seguro que para él –y para mí- era inconcebible.
Puesto que ahora no puedes abandonarlo, quizá lo ganes
para el Señor: “Porque ¿qué sabes tú, oh
mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá
harás salva a tu mujer?” (1 Co. 7:16). Eso no quita
que suceda lo peor: que tengas que pagar las consecuencias y él/ella quiera
separarse[3].
Es el precio que a veces hay que retribuir por los errores cometidos.
La
importancia de la honestidad
La
hija de un buen amigo mío se congregó como cristiana durante muchos años.
Únicamente Dios y ella saben si realmente era/es cristiana. Conoció a un chico
inconverso, se enamoró y se casó con él. Cuando decidió dar ese paso, su propia
hermana le preguntó con total franqueza si sabía lo que estaba haciendo y si
era consciente de que no era la voluntad de Dios. Respondió que sí, que lo
sabía perfectamente. Ella fue honesta y no presentó excusas o argumentos del
tipo “bueno, pero...”. ¿Por qué cuento esto? Porque hay otras personas que
andan en yugo desigual y son deshonestos al presentar sus argumentos sin pies
ni cabeza: “Cada uno interpreta la Biblia como quiere”; “No siento de parte de
Dios que esté haciendo algo malo”; “No estoy pecando”; “Dios no me ha dicho que
deje esa relación”; “Dios dijo que no es bueno que el hombre esté solo”. Ante
estas expresiones se hacen realidad las palabras del Señor: “Engañoso es el corazón más que todas las
cosas, y perverso” (Jer. 17:9).
Esto no es cuestión de sentir o no sentir, sino de
OBEDIENCIA. Así que lamento decirte que el resto de creyentes tienen el deber y
la obligación de juzgarte –y harán mal si no lo hacen- puesto que “el espiritual juzga todas las
cosas” (1 Co.
2:14-15). De ahí que Jesús diera indicaciones muy concretas: “No
juzguéis según la apariencia, sino juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24). El propósito final no es hundirte o
condenarte, sino restaurarte con espíritu de mansedumbre (cf. Gá. 6:1). En el
caso de que decidas seguir tu camino, la comunión será imposible. Por eso no
tienes derecho a molestarte con los que te exhorten por tu pecado, puesto que
lo hacen por tu bien.
Si quieres tener una relación sentimental con alguien
que no es cristiano, no esperes a que Dios mande al arcángel Miguel para
decirte lo contrario o que te lo indique por medio de profecías, visiones o
nuevas revelaciones. Eres libre para hacer lo que quieras. Pero, por favor, sé
honesto. Deja de engañarte a ti mismo. Los que te rodean no son necios para que
insultes su inteligencia con tus explicaciones. Lo sepas o no, y aunque sea sin
esa intención, estás tratando de manipular a Dios y tomándolo por “bobo”. De
igual manera que mentir, robar, emborracharse y adulterar son pecados –por
citar algunos ejemplos- también lo es el yugo desigual. Negarlo no es tener una
viga en el ojo, sino la Muralla China.
Aquí no cabe una interpretación diferente de los textos bíblicos. Tampoco es un
punto de vista debatible. No hace falta ser un erudito en hermenéutica ni haber
estudiado teología en un seminario para saberlo. Cualquier cristiano que se
precie de serlo lo sabe. La Biblia es tajante y clara como el agua cristalina
sobre este tema. No justifiques lo que Dios condena en Su Palabra. Por tu
propio bien, no trates de tergiversar la enseñanza escritural porque es algo
gravísimo.
Reconoce como la hija de mi amigo lo que estás haciendo y luego
reflexiona nuevamente, porque todo se resume a hacer la voluntad de Dios o la
tuya propia. No hay camino intermedio. En tu mano está.
* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en:
10.1 Enamorado de un verdadero creyente.
Introducción.
[1] Townsend
John R., Más allá de los límites.
Vida.
[2] El
Mundo. 19 febrero 2007.
[3]
¿Puede casarse de nuevo un creyente que se casó con un incrédulo cuando éste
decide divorciarse del cristiano?: Responderemos a esa pregunta en el capítulo Una nueva relación tras la viudez o el
divorcio bíblico.