lunes, 22 de febrero de 2016

Inside Out (2ª Parte): Aprendiendo del dolor & Los recuerdos y nuestras islas de la personalidad



Venimos de aquí: Inside Out: ¿Qué tipo de emoción controla tu vida? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/02/inside-out-cuales-son-las-emociones-que.html

¿Podemos aprender del dolor? ¿Cómo reaccionamos ante él cuando se presenta en nuestra vida? ¿Crecemos o nos hundimos? ¿Algún acontecimiento negativo del pasado te afecta en el presente o han marcado tu personalidad? ¿Qué emociones te embargan? ¿Qué suele pasar por tu cabeza? ¿Cómo interpretamos la realidad? ¿A qué dedicas tu tiempo diario? ¿Sobre qué aspectos recae? Las respuestas a estas preguntas son literalmente transcendentales, así que volvamos a la vida de Riley.

Aprendiendo de la tristeza de Riley & La reinterpretación de la realidad
Algunos creerán con lo que estamos viendo que la tristeza es el mismísimo demonio encarnado y que debemos estar siempre alegres. Alegría creía que la diversión y las risas debían siempre dominar la situación, y que, por lo tanto, había que eludir a toda costa el dolor. Sin embargo, de manera muy llamativa, la clave de la recuperación de la pequeña Riley partió de la Tristeza. Alegría recordó que de un acontecimiento negativo y doloroso del pasado (el falló de la última jugada en un partido de Hockey), nació uno alegre y consolador: el cariño que recibió por parte de sus padres y sus compañeras de equipo al verla triste. Así que deja que Tristeza tome el control por unos instantes, instalando en los pensamientos centrales el modo “triste”. La pequeña comienza a llorar y le confiesa a sus padres que echa de menos su vida pasada (amigos, escuela, casa, equipo de Hockey, etc.). ¿Cómo reaccionan sus padres? Con empatía. ¡La comprenden! ¿Y qué hacen? ¡La abrazan y la animan! Todo esto provoca un cambio en ella. Incluso llorar le hace sentir bien y descargarse de toda aquella emoción tóxica. Nuevos pensamientos. Nuevos sentimientos.
Así se crea una nueva y gigantesca Isla de la Personalidad: en la isla de la amistad se abre la sección Discusión amistosa; isla del amor trágico de vampiros (un claro guiño a la saga “Crepúsculo”); isla de la moda; boy bands (bandas de música pop formada por chicos), etc. Poco a poco se va adaptando a las nuevas circunstancias de su vida,  como comprobamos en el salto temporal de un año que vemos al final de la película.
No debemos menospreciar la relevancia que tiene la tristeza y el dolor en nuestras vidas. Por sí misma, no hay que desechar nada de esto. Tanto a hombres como a mujeres se nos educa con estereotipos desde pequeños para alejarlo de nosotros: “Los hombres no lloran”; “Llorar es de cobardes”; “Compórtate como una señorita y no hagas pucheros”. Negar la tristeza, como si fuera un sentimiento infame, es un lamentable error. La realidad es que el dolor es parte de la experiencia humana, y las lágrimas y el sufrimiento deben tener su lugar. No olvidemos que el mismo Jesús lloró ante la tumba de Lázaro (cf. Juan 11:35).
Recordemos que en japonés, la palabra “crisis” está formada por los caracteres “peligro” y “oportunidad”. Según cómo enfoquemos las “crisis” (tristeza), éstas nos servirán para madurar, crecer y aprender, o para retroceder, estancarnos y degradarnos. Como dijo el famoso novelista Aldoux Huxley (1894-1963): “La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede”. En ocasiones es necesario perderse para conocerse a uno mismo y encontrar el camino correcto. Un acontecimiento triste en su origen se puede convertir más adelante en alegre por las consecuencias positivas que trae.
Sin duda alguna y con diferencia, las mayores lecciones de mi vida las he aprendido como fruto del dolor. A veces, causado por terceras personas; en otras, por diversas circunstancias que se han presentado en la vida; y por último, pero no menos importante, por mis propios errores. Pesadillas he tenido muchas, y en ellas no aparecía un simple payaso gigante como en las de Riley.
Me podría haber quedado hundido eternamente y convertirme en una persona dominado por la tristeza y la amargura. Podría haber renegado de todo y maldecido al Creador, siguiendo el “consejo” de la mujer de Job. Podría haberme lanzado a tumba abierta a vivir en el pecado y para los placeres de la carne. Pero, la tristeza, una vez que ha pasado el tiempo y he logrado reenfocarla y reinterpretarla tras buscar más a Dios en Su Palabra, me ha hecho crecer. ¿Me gustaría no haber pasado por muchas vicisitudes? Por supuesto. Pero miro al pasado y pienso en cuánto me han ayudado en mi formación, que ahora no desecho nada de lo acontecido. He comprobado en primera persona cuán reales son las palabras que Dios le dijo a Pablo: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
Teniendo la certeza (porque es ley de vida) que en el futuro vendrán situaciones donde el denominador común será el dolor, la experiencia me ha enseñado de una manera muy real que Dios es soberano, con todas las consecuencias que esa certeza provoca en mi interior: paz, descanso y confianza. Como dijo Joni Eareckson Tada: “Cuando la vida es color rosa, podemos deslizarnos por ella sabiendo de Jesús, imitándolo, citándolo y hablando de Él. Pero sólo durante el sufrimiento lo conocemos”. Por eso los cristianos nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4).
Es cierto que el dolor de un acontecimiento trágico y extremo puede ser demoledor, como la muerte de un hijo, un accidente de tráfico, un ataque terrorista o una catástrofe de la naturaleza, hechos que provocan agujeros literales en el alma. Ahí nos podemos aferrar a las promesas que se cumplirán en la vida eterna: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
En otras circunstancias, aunque no siempre entendamos el porqué de muchas dolorosas que desbordan el raciocinio y las emociones, podemos extraer una serie de lecciones eternas que son impagables. Al igual que aprendemos de las derrotas, lo hacemos de la tristeza. Puesta en perspectiva, una enfermedad puede unir a una familia más de lo que jamás se hubiera imaginado o sacar a relucir sentimientos de amor y ternura que de ninguna otra manera hubieran hecho acto de aparición. Una enfermedad crónica personal puede llevarte a buscar más a Dios y a apreciar lo que verdaderamente es importante en la vida. Una mala experiencia puede unir a un matrimonio más de lo que nunca lo estuvieron. Una salida de una iglesia malsana o herética puede ayudar a limpiarse de toda la contaminación, a respirar aire fresco, a hallar libertad y a no decir amén a los que otros enseñan sin antes haber escudriñado por uno mismo las verdades bíblicas. Un noviazgo que se rompe sirve para aprender y elegir sabiamente para el matrimonio. Así con todos los casos que nos podamos imaginar. De ahí que tengamos la opción de aprender incluso de las personas que nos hirieron con sus palabras y acciones. Y una vez extraemos la lección, tiramos esa amargura y odio que lanzaron sobre nosotros al Vertedero.

Etapas de la vida & Recuerdos
El ser humano tiene una increíble capacidad camaleónica para adaptarse al medio y a las circunstancias, sean éstas favorables o desfavorables. El propósito de Alegría era recuperar a Riley. Pero eso no era posible ni deseable. Tampoco podía volver al pasado. La pequeña debía evolucionar. Con nuestros problemas sucede exactamente igual: la solución no es retroceder en el tiempo. Hacerlo nos dejaría anclados en él. La vida está formada por distintas etapas, donde algunas son mejores y otras peores, pero todas nos harán crecer si aprendemos de ellas. Acumularemos buenos y malos en Recuerdos a largo plazo, algunos de los cuales se irán con el tiempo al Vertedero y otros permanecerán para siempre. Y los más importantes se instalarán en Recuerdos esenciales. Unos quizá serán inmutables pero otros variarán cada varios años. En ocasiones nuestro tren del pensamiento no funcionará todo lo bien que nos gustaría y nuestro Sueño REM también se verá afectado.
Así es la vida, pero parte de la madurez reside en la capacidad de transitar por todas las emociones de las que estamos hablando y aprender de ellas. Debemos entender que en muchas ocasiones la tristeza no tiene que ser negativa ni conducir a una depresión crónica. Lo que finalmente determina nuestro estado emocional es la interpretación y la aceptación que hacemos en nuestro foro interno de la realidad que nos ha tocado vivir. De ahí proviene la subjetividad, porque cada uno de nosotros tiene la capacidad de ver la misma realidad de distinta manera, según haya graduado sus gafas internas. Podemos verla correctamente o completamente distorsionada.
El filtro que usemos para interpretar la realidad marcará muchas de nuestras emociones, incluso ante los acontecimientos dolorosos. Recordemos la manera tan diferente en que Alegría y Tristeza interpretaban la lluvia: Para la primera significaba chapotear sobre los charcos y disfrutar de las tormentas con rayos. Para la segunda era calarse las botas y sentir frío, escalofríos, y mojarse la espalda. Los hechos y las opiniones no siempre son iguales.
Nuestros sentimientos tienen que trabajar en armonía, puesto que no son siempre completamente puros, en el sentido de que suelen entremezclarse (la alegría se puede combinar con la tristeza, o el miedo con la rabia). Un caso lo tenemos en aquellos  recuerdos del pasado que pueden ser alegres y tristes a la vez: Alegres porque son de momentos especiales que vivimos con un ser querido; Tristes porque ese ser querido ya falleció. Toda una paradoja de sentimientos y que resulta en emociones más complejas.
Como cristianos, tenemos una gran ventaja: donde no llegan las emociones, llega la fe y la gracia de Dios. Citaré el ejemplo por excelencia: la propia muerte. Es antinatural y triste para los vivos, pero el cristiano debe “reinterpretarla” situándose en el punto de vista de Dios: Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmo 116:15). La muerte en sí misma es indescriptiblemente triste y desgarradora. ¿Es el fin? ¿Es el “hasta nunca y el “adiós” definitivo? ¡No! La muerte es la victoria final del cristiano. Como una vez escuché: “La muerte es el camino que Dios usa para llevarnos a la VIDA”. Estaremos en la misma presencia de Dios, con un cuerpo transformado y en un lugar lleno de gozo donde no existirá el llanto, ni el clamor ni el dolor (Apocalipsis 21:1). Morir, a los ojos de la eternidad y la inmortalidad, “es ganancia” (Filipenses 1:21).

Nuestras islas de la personalidad

¿Nos acordamos de los pilares (las llamadas “islas de la personalidad”) sobre las que Riley asentaba su vida? Payasada, Amistad, Hockey, Familia y Sinceridad.
Todos nosotros también tenemos “islas”, aunque sean otras. En mi caso, a día de hoy y en mis circunstancias actuales, esas bases son:

1. Relación con Dios y espiritualidad. Esto incluye tres aspectos:
- Oración. Muy distinta a la manera en que se suele entender la misma, algo que explicaré en el capítulo No le encuentras sentido a la oración del libro “¿Cerca o lejos de Dios? Motivos y soluciones”.
- Estudio de la Biblia y lectura de libros cristianos (aquí tienes una lista de muchos de los que he leído y te recomiendo: Aprender y crecer & Conformarse y estancarse: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/12/aprender-y-crecer-conformarse-y.html).
- Servicio. En el pasado mi servicio principal al cuerpo de Cristo era predicar. Aunque algunas iglesias me han propuesto volver a hacerlo y ejercer diversas labores de liderazgo (algo que no me gusta ni es un término que tenga respaldo bíblico), por varias razones que no vienen al caso he declinado tales ofrecimientos. Mi sentido del deber en el presente –el que siento de parte de Dios- es el de escribir. Es mi pasión actual. Mi tarea es transmitir lo que Dios me enseña, independientemente de que las personas quieran aprender o no, decidan ponerlo en práctica o no, puesto que eso ya no depende de mí.

2. Ocio. Como expliqué en ¡Vive! (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html) la diversión en su justa medida es sanísima. Aparte de todo lo que cité en ese capítulo, añadiría mis propios gustos: la práctica deportiva varios días a la semana, jugar un partido de fútbol los miércoles a las 11 de la noche (¡la mejor hora para los que somos vampiros de madrugada y zombis por la mañana!), ir el cine, salir a comer, ver algunas varias series americanas de televisión y la lectura de novelas, principalmente de ciencia ficción. Puesto que la lista sería muy amplia y no todo el mundo es amante de este género, no haré un listado, pero sí creo que toda persona debería leer Un mundo feliz (Adolf Huxley), 1984 (George Orwell) y Fahrenheit 451 (Ray Bradbury). Los que lo hagan, se quedarán sorprendidos al ver los paralelismos con nuestra sociedad actual y la naturaleza humana.

3. Amistades. Tema del que hablé en ¿Dónde están los amigos? Un problema de peso (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/05/41-los-solteros-se-preguntan-donde.html) y ¿Dónde están los amigos? Una amistad verdadera (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/05/una-amistad-verdadera_20.html)
Estoy totalmente convencido de que la amistad no es algo que se deba mendigar. A la hora de ayudar al prójimo no hay que mirar si es amigo o enemigo, si es bueno o malo, simpático o antipático, agradable o desagradable, agradecido o desagradecido. Se le ayuda y punto, y ahí tenemos el ejemplo de Jesús con los diez leprosos. Pero en la amistad debe existir la reciprocidad. Si no la hay, no es amistad sino conveniencia. Buscar al que no te busca, al que te esquiva o al que no hace nada por verte, es mendigar, y la amistad no es algo que se deba pordiosear. En consecuencia, así es la forma en que me muevo.
Al ser una persona muy independiente, me basta con un número muy reducido de amistades íntimas. Por otro lado, el hecho de que la mayoría de mis allegados estén casados complica la situación. Así que siempre que puedo paso la tarde de los jueves con un amigo en la herboristería donde trabaja, hablando de todo lo humano y lo divino. Y con el resto de amigos con los que comparto creencias y valores fundamentales de la vida (las dos bases de la amistad a medio y largo plazo), cuando encarta y surge la ocasión.

4. Payasadas. ¿Payasadas? ¡Sí, payasadas! Cuando se entra en la edad adulta, parece que “isla payasada” desaparece de la vida de muchos. Al final, terminan contagiando a los que les rodean. Por eso la mayor “diversión” que tienen consiste en burlarse o criticar despiadadamente a los demás, preferentemente por la espalda. Este tipo de personas me las suelo encontrar sobre todo en los trabajos, lo cual termina hastiando y viciando el aire que se respira. 
En mi caso, “isla payasada” no significa que haga el “monito” como Riley y su padre, que vaya por la calle haciendo el payaso saltando como un canjuro y que vaya riendo como el Joker, o que en mi casa me ponga a jugar con el Barco Pirata de playmobil (uno de los grandes regalos y recuerdos que conservo de mi infancia). Tampoco bailo y canto Let it go en la ducha como si estuviera haciendo de Frozen un musical al estilo Cantando bajo la lluvia. Simplemente me encanta reír con aquéllos que también les gusta, y todo ello sin necesidad de emborracharme, ni contar chistes verdes o usar un lenguaje vulgar. Por eso me encanta cuando mis sobrinos y yo nos liamos en conversaciones absurdas o en encontrarle lo cómico a cualquier situación.

5. Paz. Si para Riley la sinceridad era muy importante (algo que para mí también lo es, ya que desconfío completamente del que me cuenta la verdad a medias o directamente me miente), yo citaría la paz como un pilar que amo. Me cuesta la misma vida estar en la presencia de personas (cristianos o no) que son intolerantes, que a la mínima saltan con malas caras o que abusan verbalmente de los demás. Así que los eludo siempre que puedo. Prefiero el silencio y la paz a los cañonazos: Busca la paz, y síguela” (Salmo 34:14).

He citado algunas de mis “islas de la personalidad”. Hay más (familia, independencia, etc.), pero para no extenderme en demasía considero suficiente las descritas. Posiblemente en el futuro, con el tiempo, la edad y las circunstancias, evolucionen o cambien, incluso que se incorporen nuevas. Nunca se sabe. Para descubrir cuáles son las tuyas, basta con que pienses a qué dedicas tu tiempo y esfuerzo, qué es importante para ti, y que te apasiona de la vida y del día a día. Algunas van cambiando con la vida. El pasado, el presente y el futuro no tiene que ser necesariamente invariable. 

Algunas preguntas para reflexionar
Como las circunstancias que se producen en nuestra vida suelen variar cada cierto tiempo, sería conveniente volver a este escrito y releerlo muy despacio para hacerse una serie de preguntas, con el propósito de reflexionar sobre ellas. Ten presente que mi tarea es hacer que pienses por ti mismo, no dártelo todo hecho. Así que te lanzo estas interrogantes:

- ¿Cuáles suelen ser por norma general tus emociones predominantes?
- Al mirar en tu interior, ¿eres capaz de observar en qué emoción te sueles enfocar de manera instantánea ante las circunstancias de tu vida? ¿Cómo te afectan en el presente?
- Ante un problema, ¿eres de los que “entierra” el dolor en su subconsciente o te desahogas hablando con personas que te quieren? No olvides que lo primero es insano, y lo segundo sano y deseable.
- ¿Hay alguna situación en tu vida que te lleva al extremo de tener pesadillas con ella?
- ¿Algún acontecimiento del pasado lejano o del cercano ha inclinado tu carácter hacia alguna emoción negativa, predominando en el presente en ti?
- ¿Qué tipo de emoción sueles experimentar en el trabajo o en el instituto/universidad?
- ¿Qué tipo de emociones experimentas ante la presencia de tu jefe en el trabajo, tu maestro en clases, y ante el pastor de tu congregación? ¿Cuál es tu actitud ante ellos?
- ¿Tu dolor te ha llevado a aislarte, incluso a separarte de los cristianos que pueden ayudarte?
- En esta etapa de tu vida, ¿cuáles son tus recuerdos esenciales, tanto alegres como tristes?
- En esta etapa de tu vida, ¿qué recuerdos a largo plazo vienen a tu mente?
- ¿Crees que hay recuerdos y malas experiencias que te atan y te condicionan en el presente? ¿Cómo puedes aplicarte estas palabras de Pablo: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14)?
- A Riley le venía continuamente a su mente la canción “triple dental”. ¿Tienes algún recuerdo o pensamiento repetitivo u obsesivo que no sea sano? ¿Cómo podrías sustituirlo?
- ¿Qué sueños hay en tu Imaginalandia personal? ¿Sueños de grandeza y de reconocimiento? ¿Cuáles son realmente transcendentes y provechosos? ¿Cuáles son para tu propia gloria personal y cuáles para la gloria de Dios? ¿Qué te motiva en la vida? ¿Te sientes realizado o fracasado? Para alinear los “sueños” con los de Dios, lee atentamente: Encarando el sentimiento de fracaso: El concepto de éxito: (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/encarando-el-sentimiento-de-fracaso-el.html).
- ¿Cuáles son tus islas de la personalidad? ¿Cuáles has perdido en los últimos años? ¿Cuáles tendrías que derribar y cuáles añadir? ¿Cómo podrías hacerlo?
- ¿Qué puedes hacer para conservar (o recuperar) un corazón de niño y compaginarlo con la mente de adulto, siguiendo el consejo de Pablo: no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (1 Corintios 14:20)?
- ¿Qué pensamientos y actitudes tienes que no concuerdan con la voluntad de Dios? ¿Cómo afectan a tu caminar por este mundo? ¿Qué debes cambiar para ajustarte a los deseos de Dios para ti?
- ¿En qué sueles pensar? ¿Cuáles son las ideas que transcurren por tu mente en las que te detienes a meditar? ¿Qué podrías hacer para que tus pensamientos cambiaran y los principales fueran de “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre” (Filipenses 4:8)?
- ¿Qué pensamientos, ideas y comportamientos deberías arrojar al Vertedero?

Este es un proceso de por vida, del día a día. Los atajos no son los mejores caminos para transitar, porque viene a ser un intento desesperado y antinatural de acelerar el proceso. Como en alguna ocasión he dicho, la edad no proporciona por sí misma la madurez mental-emocional-espiritual. Sin que esta tenga un límite final y definido en esta vida, es consecuencia directa de un trabajo bien planificado y ejecutado. Sabiendo que fallaremos y cometeremos errores (y de ahí también aprenderemos), llevar a cabo este plan es un gran paso para nuestro equilibrio personal.
Habrás comprobado que he pasado de puntillas en lo que respecta a la ira, el miedo, el asco y la depresión. Lo he hecho a propósito. Como para mí el blog es un puzzle gigantesco y sin fin, llegará el día en que trate esas piezas y las coloque en el lugar que les corresponde.
Ahora te deseo deseo un buen viaje. Por mi parte, concluyo con dos deseos: El primero es que todo lo visto nos ayude a replantearnos seriamente nuestra manera de pensar y de experimentar las emociones, los recuerdos esenciales e islas de la personalidad, sabiendo las importantísimas consecuencias que conlleva en nuestra manera de ser y de vivir. Y la segunda... ¡que Pixar haga la segunda parte con Riley de adulta![1]

* Continuará en “La realidad de la tristeza & Un gozo abierto a creyentes e incrédulos”.


[1] Impagables las pequeñas muestras que se nos ofrecen durante los créditos finales de la mente del padre y la madre de Riley, junto a otros personajes (incluyendo a un gato). También hay un divertidísimo corto titulado “La primera cita de Riley” y que sin duda merece la pena ver.

lunes, 8 de febrero de 2016

Inside Out (1ª Parte): ¿Cuáles son las emociones que controlan tu vida?



Me suelen gustar bastante los estrenos de Pixar, donde para mi gusto destacan Los Increíbles, Wall-E, Toy Story y mi queridísima Up. Todas ellas hablan del valor, de la amistad y del sacrificio, aderezadas con unos guiones originales y llenos de imaginación, y con unos protagonistas tiernos, entrañables y carismáticos, sin ocultar ciertos momentos lúgubres con algún fin didáctico. A esa lista sumo ahora Inside Out (Del revés), donde se han superado, y que pude ver hace unos días tranquilamente en mi casa tras degustar un enorme cuenco de palomitas (este último comentario sobraba, pero bueno...). A eso le sumo una banda sonora a la altura. Cuando tiene que serlo, es emotiva, divertida, sentimental, triste o alegre. Sublime a mi parecer es Wen can Still Stop Her[1] que suena en uno de los momentos cumbres de la película.
El pasado verano escuché a mis dos sobrinos madrileños conversar sobre ella, señalando que los niños no se habrían enterado de nada. Tras visualizarla, a menos que hayan recibido algún curso intensivo de inteligencia emocional, y sin desmerecer el intelecto de los peques, puedo decir que esa apreciación era correcta. Se habrán quedado con la historia de una chica jovencita que se parece a la Campanilla de Peter Pan y que tiene que ayudar a una amiga a ser feliz. Poco más. Así que a los que esperan una película clásica de dibujitos, infantil, superficial, de acción, con multitud de risas para evadirse un par de horas de la realidad y olvidarla al momento, que no se acerquen a ella porque saldrán muy desilusionados, incluso cabreados. Por el contrario, los que  quieran “usar su mente para pensar”, seguramente se deleitarán, e incluso disfrutarán aún más en su segundo visionado, una vez que ya hayan asimilado todos los conceptos que sorprenden la primera vez.
La idea para la película partió de los cambios emocionales que el director de la misma –Pete Docter- observó en su hija preadolescente. Tiene tantos niveles y capas de lectura que es apasionante analizarla por todo lo que podemos aprender de su contenido, y más cuando la llevamos al terreno bíblico. No sabía nada del argumento y los primeros diez minutos estuve estupefacto, anonadado, sorprendido, desconcertado, en fuera de juego y, literalmente, apabullado. Me sentía maravillado contemplando cómo una película de animación estaba tocando una temática tan profunda y adulta. Y esa sensación no decayó en ningún momento durante todo el metraje.
Aunque en su momento aprendimos como base para nuestra vida que la fe no depende de los sentimientos y que el primer camino es muy superior al segundo (La diferencia entre “estar” bien y “sentirte” bien: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/10/2-la-diferencia-entre-estar-bien-y.html), añadí que Dios está muy interesado en nuestra salud mental y emocional. Y, mira por dónde, esta película me sirve para hablar del tema sin haberlo buscado. Dado su amplitud, lo he dividido en dos partes.
Antes de comenzar, aparte de meditarla de forma privada, creo que sería sensacional que los padres con hijos pre-adolescentes pudieran compartirla juntos y hablar de ella. Pueden enseñarles mucho sobre cómo afrontar el torbellino que suelen ser las emociones humanas y que van a experimentar a lo largo y ancho de la vida. Igualmente, las congregaciones podrían usarla para una interesante charla/estudio/conferencia/debate, adaptando la historia a cada etapa de nuestro paso por este mundo: infancia, pubertad/adolescencia, juventud, madurez, tercera edad. Basta llenarla con un poco de creatividad. Sería una manera original y divertida de tratar un tema aparentemente aburrido, pero que de dominarse ayudará sobremanera a alcanzar nuevos niveles de madurez.
 Evidentemente, si la ves previamente entenderás mucho mejor todo lo que viene a continuación.

¿De qué trata? Emociones, tren del pensamiento y recuerdos 

La historia principal se desarrolla en la Central, que es el interior de la mente de Riley (de ahí el título Del revés), una niña de apenas 11 años. Dentro de ella conviven cinco personajes maravillosamente caracterizados:

- Alegría, que todos conocemos, la cual aclara cómo son el resto de emociones. 
- Ira: Pone mucho cuidado de que las cosas sean justas.
- Miedo: Se le da muy bien mantener a Riley a salvo.
- Asco: Básicamente impide que Riley se envenene física y socialmente.
- Tristeza. Es... es... no sé muy bien qué hace. No tenemos a dónde mandarla.

Ellos vienen a representar y simbolizar las emociones básicas que posee todo ser humano, y que se reflejan externamente en la vida de la pequeña, reaccionando de una manera u otra según las circunstancias que se van presentando en su día a día. Manejan a Riley desde una consola de control.
Por otro lado, la existencia de Riley está asentada en cinco pilares (llamadas “Las islas de la personalidad”): Payasada, Amistad, Hockey, Familia y Sinceridad. Es a lo que dedica todo su tiempo. Juega sin parar de reír con su amigo imaginario Big-Bong (una mezcla de elefante, gato y delfín) y a hacer el “monito” (Payasada), comparte su tiempo con sus amiguitos (Amistad), disfruta de un hobby que se le da realmente bien (Hockey), tiene unos padres que la aman y respaldan (Familia) y reconoce sus errores cuando los comete (Sinceridad).
Desde el mismo momento de su nacimiento, todos sus recuerdos (pequeñas esferas de distintos colores) se almacenan diariamente en Recuerdos a largo plazo. Cuando estos recuerdos son especiales, pasan a formar parte de los Recuerdos esenciales, marcando la personalidad de Riley. Como define algunos de estos términos Alegría, empezando por los recuerdos esenciales: “Proceden de un momento super importante de Riley, como cuando marcó su primer tanto. Cada recuerdo esencial activa diversos aspectos de la personalidad de Riley, como la isla de Hockey, aunque la isla payasada es mi favorita. Isla payasada es la mejor, pero la isla de la amistad también está muy bien. Y me encanta la isla de la sinceridad. ¡Que sí, de verdad! Y la isla de la familia es increíble. El caso es que las islas de la personalidad son las que hacen que Riley sea Riley”.
Sus cinco emociones conviven en un delicado pero perfecto equilibrio. A pesar de que Tristeza, Ira, Miedo y Asco tratan de entrometerse constantemente, Alegría siempre encuentra la manera de que los recuerdos acumulados sean esencialmente de felicidad y diversión (tanto los esenciales como los de a largo plazo), moldeando así su personalidad. Riley es como es por sus sentimientos predominantes y sus recuerdos esenciales, gracias a sus circunstancias vitales positivas y agradables.
Dice Alegría: “Tiene amigas geniales y una casa genial. Las cosas no podrían ir mejor. Al fin y al cabo Riley tiene once años, ¿qué podría pasar?”. El problema se presenta cuando los padres se mudan de Minnesota a San Francisco y su mundo deja de ser ese lugar ideal que había sido hasta ahora. Aunque en primera instancia disfruta del trayecto y se lo toma todo con ilusión, cuando llega a su destino todo comienza a desmoronarse: su nueva casa es vieja y pequeña, el camión de la mudanza no llega y su padre pasa casi todo el tiempo en su nuevo trabajo. Su madre la invita a una pizzería para animarla, con la desgracia de que la única que sirven es con brócoli, algo que Asco odia (en mi caso son las lentejas, me hacen entrar en coma).
Ante todos estos cambios, la Tristeza (que siempre anda acechando) comienza a tomar progresivamente el control de las emociones de Riley, quien termina llorando delante de su nueva clase al presentarse ante todos. Ni siquiera los buenos recuerdos acumulados ni Imaginalandia (ese lugar de su mente donde es capaz de imaginar un poco de todo) sirven de nada. Incluso su sueño se ve afectado seriamente y comienza a tener pesadillas.
En un intento desesperado por ayudarla, Alegría se esfuerza en que la Tristeza no se instale en Riley como emoción principal, pero junto a Tristeza sale despedida sin querer de la Central junto a las esferas que contienen los Recuerdos Esenciales. Riley pierde automáticamente los sentimientos de alegría. A partir de entonces, toman el control de la Central la Ira, el Miedo y el Asco. Aunque tratan de hacer todo lo posible por mantener la estabilidad emocional de la pequeña, únicamente logran que se sienta perdida, alterada y completamente hundida. Aunque al principio ella intenta disimular su nuevo estado emocional (como una especie de careta emocional), sus padres observan el cambio sin comprenderlo.
Como consecuencia de todo esto, “Las islas de la personalidad” se van apagando progresivamente hasta que finalmente se derrumban una tras otra. Hasta “Imaginación” comienza a desmoronarse. Riley ya no tiene ganas de hacer el payaso y de hablar con su amiga por el ordenador, y ni siquiera disfruta jugando al Hockey. El resultado es que se encierra en sí misma y se aísla, ocultándole a sus padres los sentimientos de dolor.
Mientras tanto, la aventura de Alegría transcurre en el mundo interior de Riley, buscando un camino de vuelta a la Central para tomar el control y devolver a su lugar las esferas de los Recuerdos esenciales. Con la ayuda de Big-Bong, viajará para lograrlo por:

- El tren del pensamiento, por donde transcurren las ideas, y que se terminan por materializar en pensamientos (acertados y desacertados) en forma de “bombillas” (la clásica representación).
- El pensamiento abstracto[2].
- El subconsciente, lugar al que llevan a los que dan problemas y donde están los peores miedos de Riley, como “las escaleras al sótano”, “la aspiradora de la abuela” o “Jangles, el Payaso”.
- Imaginalandia (Imagination Land), donde hay “Lava”, un “bosque de patatas fritas”, “ciudad trofeo” (lleno de medallas, copas y donde ganan todos), “Villa-Nube”, el “Castillo de naipes”, “Montaña del Poni”, “El salón de la fama de los peluches”.
- Sueño REM, que es el período del sueño durante el cual no funciona el tren del pensamiento, y donde se aplica el “Filtro de distorsión de la realidad” desde Dream Productions, que produce películas como “I can fly!”, “I am falling for a very long time into a pit” o “Something´s chasing me”, y que tiene por protagonistas a unicornios y otros personajes variopintos.
- El Vertedero, que es el sitio donde se pierden para siempre algunos recuerdos a largo plazo tras ser lanzados por unos operarios llamados “olvidadizos”, como números de teléfono, clases de piano, nombre de presidentes americanos y de muñequitas princesas, etc.

Al mismo tiempo, desde la Central, a Ira se le ocurre una idea tras llegar a esta conclusión: Puesto que los buenos recuerdos esenciales procedían de Minnesota, volverán allí y “fabricarán” más.  Ira cree que así Riley volverá a sentir Alegría, por lo que idea un plan para fugarse de casa y volver a su antigua ciudad. Cuando ejecutan su plan, se dan cuenta de que no sirve de nada. Al revés, lo empeoran. Pero ya es demasiado tarde para quitarle la idea. Todas sus islas de la personalidad han muerto, provocando que el tren del pensamiento descarrile. La consola de control deja de funcionar. Así hasta que Riley es incapaz de sentir absolutamente nada. Ni piensa ni siente. Pura depresión.

¿Te suena de algo?
¡Cuánto nos parecemos a Riley! Tenemos la capacidad innata de sentir las  mismas emociones básicas: Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Asco. Nuestra vida está asentada en varias “islas de la personalidad”. En nosotros residen el tren del pensamiento, el pensamiento abstracto, Imaginalandia, sueño REM y el Vertedero. Y por último, tenemos recuerdos esenciales y recuerdos a largo plazo. Según nuestra edad y madurez, serán unos u otros en cada una de estas facetas. Cada etapa de la vida conlleva cambios y circunstancias que, según cómo las afrontemos, nos inclinará hacia un lado u otro, reflejándose en la formación de nuestra personalidad y la manera en que vivimos.
En esta primera parte, vamos a enfocarnos en las emociones y en los pensamientos, y en la segunda concretaremos más en el dolor y en nuestras islas de la personalidad.
Es cierto que todos pasamos por momentos de tristeza, pero hay algunas personas que eternizan y perpetúan de por vida ese estado de ánimo y carecen de una alegría genuina. Las razones pueden ser múltiples, pero citemos tres de ellas que son muy llamativas (estímulos externos):

1. Una educación recia o, por el contrario, laxa, que recibieron por parte de sus padres (familias desestructuradas, carencias afectivas, etc).
2. Traumas o ciertos acontecimientos dolorosos del pasado que no supieron superar y que se refleja en profundas heridas emocionales sin sanar.
3. En el presente sus vidas no son como les gustaría que fuesen.

Al carecer de alegría, se mueven por la tristeza (desánimo y pesimismo), la ira y el miedo (angustia). Están dominados por estas emociones, aunque en muchas ocasiones las oculten como buenos actores. Incluso cuando expresan alegría, ésta es artificial. Aparentan felicidad, pero es una falsa felicidad. Y a los que no son como ellos los consideran ilusos, siendo éstos los que terminan por pagar sus arrebatos.
El problema con ciertas personas es que no conocen otra forma de ser ya que viven ensimismados en sí mismos, por lo que no es fácil que cambien. Son pocos los que quieren hacer el esfuerzo y, por lo tanto, resulta muy difícil ayudarlos. Ni siquiera ven mal ciertas actitudes ni las consideran pecaminosas. Observan con todo lujo de detalles los errores ajenos pero rara vez los propios, por lo que se creen más justos que los demás. Vienen a ser como un Mazinger Z desbocado que se pasan al lado oscuro de la fuerza. Y los que reconocen que deberían cambiar pero no pueden, realmente están gritando a los cuatro vientos que “no quieren cambiar”.
Esta es la razón por la cual el mundo está lleno de cínicos, airados, amargados, hipócritas, ariscos, intolerantes, mentirosos, desleales, indiferentes, criticones, chismosos, envidiosos, maleducadas, malhumorados, tiranos, infieles, manipuladores, agresivos, soberbios, altivos, prepotentes, narcisistas, ególatras, histriónicos, gritones, etc. En definitiva, auténticos cocodrilos infantiloides que viven en aguas pantanosas y se mueven por sus impulsos primarios. Posiblemente conozcas a alguien con alguna de estas características, y que terminan por juntarse únicamente con los que son igual de tóxicos que ellos, con personas codependientes e inmaduras, con los que les ríen las gracias, o con aquellos que buscan una relación romántica o sexual con ellos, puesto que las que son emocionalmente sanas acaban por alejarse.
Hay escritores y expertos que apuntan claramente que lo mejor es apartarse de ellos ya que son “gente tóxica” que transmiten y contagian a los demás sus pensamientos y actitudes. En términos bíblicos, el ideal es el opuesto: Acercarse y ayudarlos para vencer con el bien el mal (cf. Romanos 12:21), teniendo en cuenta que todos nacemos con una naturaleza caída que nos inclina al mal. No olvidemos que todos los creyentes, en el pasado, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados (cf. Efesios 2:1). Éramos injustos ante los ojos de Dios: No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11). No éramos mejores que nadie. Únicamente el milagro de la conversión y la regeneración fue lo que nos transformó. Así que ayudarlos debe ser el primer deseo, y más teniendo en cuenta que, incluso siendo cristianos, podemos caer en cualquier momento en algún aspecto de los listados (cinismo, amargura, mentira, crítica, soberbia, etc). Si con el tiempo dicen que “han nacido de nuevo” pero comprobamos que todo resulta apariencia y pura hipocresía, entonces sí sería lo más recomendable guardar las distancias: en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Y aquí está claro que ya no depende de nosotros.

En nuestras propias carnes: Mente carnal y mente espiritual
En lo que respecta a nosotros, podemos sufrirlo en nuestras mismas carnes en determinadas circunstancias. Incluso podemos llegar a perder la inocencia y a naufragar (Cuando la pérdida de la inocencia nos hace naufragar: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/01/cuando-la-perdida-de-la-inocencia-nos.html). Los que nos ocurre diariamente afecta a nuestra calidad de sueño y a lo que soñamos, al estado de ánimo en general, a las energías físicas, etc. A todo. Es lo que le pasó a Riley. Perdió la alegría y la sinceridad, por lo que comenzó a actuar movida por la ira, el miedo y el asco.
Lo prodigioso es que, en manos de Dios, hay muchas áreas del carácter y de la propia vida que pueden ser modificadas, siempre y cuando cambiemos nuestros pensamientos y nos pongamos manos a la obra.
Según la escuela de psicología, unas apuntan a esas cinco emociones y otras las reducen o las aumentan (amor, orgullo, vergüenza, codicia, esperanza, irritación, culpa, envidia, etc.). Pero los psicólogos no han inventado nada nuevo, sino que se han encargado de sistematizar de maneras notables distintas maneras lo que es observable en el comportamiento humano. Aun con esa loable tarea, Pablo hizo una clasificación que las supera a todas ellas porque muestra cómo se expresa una persona que vive según los parámetros de Dios y la que no lo hace. Las obras de la carne son “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21). ¿Cómo son las personas que manifiestan estas obras?: “amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:2-4).
Por el contrario, el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23). La mente de una persona espiritual está bajo el control de Dios, y tiene sabiduría espiritual porque se mueve por los principios bíblicos.
En consecuencia, nuestra mente puede estar llena de emociones y pensamientos que provengan de la voluntad de Dios o, por el contrario, de nuestra propia naturaleza caída (la mente carnal sometida a los deseos pecaminosos que el propio diablo se encarga de incitar): “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5). Por eso la exhortación de Pablo: Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo” (Efesios 4:17-20)

Emoción-Pensamiento-Conducta vs Fruto del Espíritu
La vida de Riley refleja la manera genérica en que las personas solemos movernos: Recibimos un estímulo externo, experimentamos una emoción instantánea (el primer impulso o sensación), ésta provoca un pensamiento (normalmente poco reflexivo), y actuamos en consecuencia: Sentimiento-Pensamiento-Conducta.
Aquí quiero hacer una matización importante. Algunos comparten mi opinión y otros dicen que el pensamiento precede al sentimiento. Se podría decir que son prácticamente simultáneos y viene a ser como la pregunta si fue antes el huevo o la gallina. Como no sabemos expresarlo de otra manera, entre nuestras creencias populares decimos que nuestros pensamientos residen en la mente y las emociones habitan en el corazón. ¿En qué corazón? ¿En el físico? Sabemos que no es así, aunque cuando hablamos de sentimientos nos ponemos la mano en el pecho como para resaltar la solemnidad de nuestras palabras. La realidad es que el yo del ser humano no se puede separar, dividir ni fraccionar en “compartimentos”, ya que está todo entrelazado. Pensamientos y emociones van de la mano de una manera misteriosa que transciende a cualquier estudio neurológico. Esa es parte de la complejidad y la belleza del ser humano que Dios creó. Aunque yo parto de la idea de que la emoción primaria es previa al pensamiento, algunos –o muchos- dirán lo contrario. Sea un milisegundo antes una u otra, creas en una opción u otra, los pasos que vamos a ver sirven igualmente para modificar la esencia de nuestro yo.
Empecemos por reconocer que realmente suele ser muy difícil controlar estos factores. No todos lo logran (ni siquiera son conscientes de que deban hacerlo porque nadie les ha hablado al respecto ni les ha enseñado), pero es parte esencial de la verdadera madurez. ¿Dónde reside la clave? En el pensamiento-bíblico-reflexivo: “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2). La idea para tal transformación de las emociones a largo plazo es reeducar el pensamiento para que éste termine reeducando la emoción:

1.     Estímulo externo.
2.     Emoción primaria.
3.   Pensamiento crítico-reflexivo con el que reinterpretamos la realidad, ajustándola a los principios bíblicos.
4.     Asimilación de ese nuevo pensamiento.
5.     Nueva emoción causada por el pensamiento reflexivo.
6.     Nueva actitud.

Aplicaciones prácticas
a) Hay circunstancias controlables e incontrolables. Entre las primeras podríamos citar una muy sencilla: la música. Escuchar continuamente o cada cierto tiempo canciones de desamor provoca un efecto demoledor y descorazonador sobre las emociones, los pensamientos y el estado de ánimo en general. Por lo tanto, éstas y otras muchas (las que son controlables) hay que cambiarlas sí o sí en el caso de que sean perniciosas: lo que vemos (la telebasura), lo que leemos, los temas de conversación, etc. Hay otras (estímulos externos) que en muchas ocasiones no dependen de nosotros y no podemos evitarlas: Una enfermedad, un accidente laboral, un despido injusto, una guerra, una infidelidad, el desprecio del prójimo, que nos mientan, etc.

b) Las emociones primarias que sentimos ante esas circunstancias son prácticamente instantáneas; recordemos: Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Asco. Además, éstas no pueden “dimitir”, como trata de hacer “Miedo” en un momento determinado de la película.

c) Antes de dejarnos llevar, dominar y arrastrar por el sentimiento negativo que nos provoca el estímulo externo, tendremos que detenernos para reflexionar y ver qué dice Dios al respecto en Su Palabra. Mientras más la conozcamos y más entrenemos este procedimiento, más fácil nos será aplicarlo. Es lo que se conoce como Pensamiento crítico-reflexivo con el que reinterpretamos la realidad

d) Una vez que vayamos asimilando ese nuevo pensamiento (a base de insistencia), nuestras emociones irán cambiando ante los estímulos externos y las circunstancias. En consecuencia, nuestro comportamiento y estilo de vida también lo harán. Es lo que la psicología llama “terapia cognitiva conductual”, pero en términos divinos es “terapia bíblica”, la cual es muy superior: “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Filipenses 4:8).
¡Ojo! En muchas ocasiones, nuestra conducta deberá ir antes que el nuevo sentimiento, por la sencilla razón de que no siempre un pensamiento bíblico correcto provocará instantáneamente una emoción correcta. Eso lleva su tiempo. Por ejemplo, si la Palabra nos dice que no paguemos a nadie mal por mal (cf. Romanos 12:17) y que se quite de nosotros todo enojo, ira, gritería y maledicencia (cf. Efesios 4:31-32), no podemos esperar siempre a que un segundo después de que nos insulten o falten el respeto gravemente sintamos amor, misericordia y benignidad. Como he dicho, cambiar los pensamientos y los sentimientos es un trabajo a largo plazo que terminará dando sus frutos, pero que en un primer paso suele comenzar con una nueva actitud ante las circunstancias. Así, en lugar de predominar lo tóxico de nuestra naturaleza caída, lo hará su opuesto: alegría, sinceridad, serenidad, afabilidad, tolerancia, lealtad, afecto, paz, contentamiento, educación, fidelidad, honestidad, humildad, sencillez, etc.
Aunque tenemos una nueva naturaleza, no somos robots ni perfectos, y no olvidemos que en nuestro ser interior sigue existiendo la naturaleza caída que tiende al mal, por lo que no siempre alcanzaremos el ideal. En esos casos, tendremos que anteponer la conducta (la obediencia al mandamiento de Dios) al sentimiento. Para no desanimarnos, tengamos presente que durante esta vida estaremos siempre en el proceso de “santificación”, pero que el de “glorificación” no lo alcanzaremos hasta pasar “al otro barrio”.
 
e) Incluso si las circunstancias no cambian y las emociones negativas duran más tiempo del previsto, si ADOPTAMOS y ASIMILAMOS los pensamientos de Dios, el fruto del Espíritu se manifestará y tomará el CONTROL, por encima de los sentimientos. Esa es parte de la locura del Evangelio y del Dios que está por encima de nosotros y de los personajes que conviven en la CENTRAL de Inside Out.  

Esto que hemos visto es la manera para cambiar nuestro “tren del pensamiento” y que llega a la “central”.
Una vez que hemos analizado cómo cambiar los pensamientos-emociones, tenemos que preguntarnos: ¿Cómo salió Riley de su situación? ¿Cómo volvió la alegría a ella? ¿Qué papel relevante y fundamental jugó la tristeza? ¿Sobre qué islas de la personalidad asentamos nuestra vida?

*Continua en “Inside Out: Aprendiendo del dolor & Recuerdos y nuestras islas de la personalidad”:


[1] Inside Out Soundtrack #19. We Can Still Stop Her OST BSO.
[2] Lugar donde los “personajes” sufren una “transformación” que consta de cuatro fases: 1)Fragmentación objetiva, 2)Deconstrucción, 3)Bidimensionales, 4)No figurativos. Puesto que se escapa a mi propósito, no entraré a analizar estos aspectos, ni otros citados en la película como “Deja vú”, “Proceso lingüístico” o “Razonamiento deductivo”.