Venimos de aquí: 1.2. Lo que duele a los solteros:
Haciendo malabares. http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/12-lo-que-duele-los-solteros-haciendo.html
Aquí nos encontramos ante la extendida creencia de que
los solteros están incompletos sin pareja. Es algo que se repite por activa y
por pasiva desde todos los círculos que nos rodean: literatura, cine, arte,
etc. Internet está llena de miles de imágenes que lo atestiguan. Sin embargo,
la Palabra de Dios afirma el principio opuesto. Teresa de Jesús expresó perfectamente lo que vamos a
desarrollar: “Quién a Dios tiene, nada le
falta: sólo Dios basta”.
El mito de
la media naranja
Esta idea de no-estar
y/o no-ser completos tiene su origen
en la mitología griega y ha calado tan profundamente en la sociedad que buena
parte de los cristianos la han aceptado como si fuera real. Esto los ha llevado
a usar expresiones tan conocidas en la cultura popular como “la media naranja”,
dando implícitamente a entender que la vida no está completa y no tiene
propósito sin un compañero de viaje que nos espere en casa al acabar nuestra
jornada laboral. Es como si el hombre y la mujer buscaran su identidad personal
en la otra persona. Esto es un error mayúsculo que conduce a la infelicidad y a
la desgracia.
Tal y como cuenta Aristófanes en el “Banquete” de
Platón, en un principio habitaban la Tierra seres que eran mitad hombre y mitad
mujer, los andróginos, siendo completos en sí mismos. Tenían dos rostros en una
sola cabeza, y cada miembro del cuerpo multiplicado por dos (vamos, una
preciosidad...). Pasado el tiempo, quisieron rebelarse contra los dioses. Uno
de ellos, Zeus, para detener aquel intento de golpe de estado, los cortó por la
mitad. Desde entonces, ambas mitades se hayan buscándose la una a la otra ya
que están incompletas.
Conociendo el origen pagano de este concepto, me
resulta increíble que los cristianos hayan terminado adoptando esta idea,
tratando incluso de apoyarlo con la Biblia, lo cual es un grave despropósito.
La
explicación bíblica
El lenguaje hebreo del Antiguo Testamento nos aclara
que somos “una naranja completa”. Aunque aparentemente sea un poco complejo de
entender, cuando lo hagas verás qué sencillo es. La lengua hebrea emplea dos
términos para referirse al término “unidad/uno”:
1. Yachiyd.
Hace alusión a una unidad completa e
indivisible. Por ejemplo: “Toma
ahora tu hijo, tu único (Yachid),
Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto
sobre uno de los montes que yo te diré” (Gn. 22:2).
2. Echad (ejad): Se refiere a unidad compuesta. El término en sí
refleja pluralidad. Estos ejemplos
nos explicarán claramente el concepto:
- “Shemá Israel,
Adonai Eloeinu, Adonai Ejad”; “Oye
Israel, el Señor nuestro Dios, ¡el Señor uno
es!” (Dt. 6:4).
- “Y cayó temor de Jehová sobre el pueblo, y salieron como un (Ejad) solo hombre. Y los contó en Bezec; y fueron los
hijos de Israel trescientos mil, y treinta mil los hombres de Judá” (1 S. 11:7-8).
- “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá
a su mujer, y será una (Ejad) sola carne” (Gn. 2:24).
En estos tres casos, vemos que:
- Dios, aun siendo Uno, manifiesta pluralidad. La revelación completa de
Dios la encontramos en el Nuevo Testamento. No es “Dios el Padre, Dios el Hijo
y Dios el Espíritu Santo”, sino Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Yachiyd. Unidad completa, plural e indivisible).
- El ejército hebreo era “como uno solo” pero seguían siendo 330.000
individuos (Echad: Unidad compuesta). Es como cuando decimos: “Un
equipo de fútbol”. Sí, es un solo equipo, pero está formado por once jugadores.
Es una “unidad compuesta”.
- Y el tercer ejemplo, que viene a reflejar los otros dos: cuando se unen
un hombre y una mujer, forman “uno” (Echad), es decir: una “unidad
compuesta”, pero donde siguen siendo dos “individuos completos” (Yachid). No son andróginos ni “medias
naranjas”. La idea bíblica del matrimonio es la formación de una “unidad
compuesta”. Es decir, “dos personas
completas que se complementan, donde cada uno de ellas pueden valerse por
sí mismas pero que deciden unir sus vidas en una sola, formando un camino en
común”. Forman una sola carne en el sentido de que son “indivisibles” e
“inseparables”, tienen el mismo propósito y ambos van a una en un vínculo fuerte
el uno con el otro, buscando la unión espiritual, sentimental y emocional, pero siguen siendo dos individuos completos
en sí mismos: “En esta relación hombre y mujer, sin perder su
individualidad, se funden en uno”[1]. Dios los creó así, completos: “El matrimonio liga dos corazones, comprometidos diligente y
completamente a seguirse en amor, unidos en un lazo indisoluble, pegados en
mente, voluntad, espíritu y emociones”[2].
Quién no quiera asimilar este
concepto tan claro, tendrá un serio problema ya que nunca se encontrará
satisfecho, ni aun cuando conozca a una persona maravillosa del sexo opuesto.
Creerá que el otro debe completarlo
en lugar de complementarlo, porque
pensará de sí mismo que está incompleto. Tendrá la convicción de que le falta
algo, y nunca estará plenamente satisfecho con su pareja, sea como sea ésta.
Vivirá de por vida con dudas en su mente y en su corazón. Esto le llevará a
saltar de relación en relación o a cansarse de todas ellas tarde o temprano
porque ninguna “la llena”, y basará su estima propia en el otro.
Así que, por favor, dedícale el
tiempo necesario a reflexionar este tema hasta que comprendas este concepto que
he explicado para que puedas hacerlo tuyo e integrarlo en ti, porque cambiará
completamente tu visión de la realidad y de tu vida.
Cuando Dios creó a Eva, quería que Adán tuviera
compañía con otro ser humano para compartirlo todo, ya que no era bueno que
estuviera solo y sin ningún semejante a él con quien compartir su existencia en
el huerto del Edén. Pero el Altísimo jamás dijo que el hombre que creó (y, en
consecuencia, también la mujer) estuviera incompleto, inacabado o que le
faltara la mitad de sí mismo.
Un problema
y una única solución
Dios nos creó completos, pero la inmensa mayoría de
los seres humanos se sienten incompletos. Eso es un problema cuyo origen hay
que explicar. Ya hemos visto cómo fuimos creados (completos). ¿Dónde está
entonces el problema? En el batacazo en el huerto del Edén, donde la entrada
del pecado en el mundo y nuestra consecuente naturaleza caída lo distorsionó
todo. Allí se rompió la comunión íntima entre Dios y el ser humano. Esto
modificó por completo nuestra percepción de la realidad, de lo que nos rodea,
de nosotros mismos y de nuestros semejantes. Ahí está la razón exacta del porqué
nos sentimos incompletos a pesar de haber sido creados completos.
Este problema de mucho peso encuentra su solución en
Cristo, ya que en Él volvemos a estar completos (cf. Col. 2:10). Mientras que
la persona no conozca a Cristo ni lo tenga como Señor y Salvador de su vida, se
sentirá igualmente vacío e incompleto. Nada ni nadie podrá llenar ese hueco, ya
que la parte más profunda del ser humano, la espiritual, solo puede llenarla
Él. Si Dios permite ese vacío es precisamente para que lo busquemos. Muchos no
lo entienden –o no lo quieren entender o no lo saben-, y se pasan toda la vida
buscando llenar ese profundo agujero de mil maneras diferentes (ocio,
hedonismo, placeres, diversiones, etc). Y esto les ocurre incluso a los
cristianos porque han adoptado las ideas erróneas que la sociedad les ha
transmitido.
¿Plenamente
desarrollados o no?
Partiendo de la idea que he expuesto (donde todos los
creyentes que han “nacido de nuevo” vuelven a ser personas “completas” en
Cristo), es cierto que casados y solteros desarrollan diferentes aspectos de su
ser por su propia condición, ya que las circunstancias de sus vidas no son
iguales. Cada una tiene sus pros y
sus contras. Veamos ambos puntos de
vista, abarcando el mayor terreno posible.
Todos las personas expresamos y manifestamos facetas
concretas de nuestra personalidad. Pero esto no significa ni mucho menos que
aquellos que no están casados no puedan desarrollar plenamente su identidad.
Creer lo contrario sería pensar que, si un cristiano no se marcha de misionero
(por citar un ejemplo), quedará una parte de su ser sin crecer. Y eso no es
verdad. El ser humano no tiene un tope en
su crecimiento. Toda experiencia enriquece la personalidad y nos hace madurar.
El soltero no puede aceptar que su esencia va a quedar atrofiada mientras
permanezca en esa condición, sea por un tiempo o durante toda la vida. Jesús
dijo que el que creyera en él, de su interior correrían ríos de agua viva, tras
recibir el Espíritu Santo (cf. Jn. 7:38-39), y que había venido para que tuviéramos
vida en abundancia (cf. Jn. 10:10). Estas palabras no las limitó a los casados,
sino que abarcaba a todo el mundo: solteros, viudos, divorciados, personas
abandonadas por sus parejas, madres solteras, desconocidos, impopulares,
solitarios, huérfanos, rechazados, ignorados, pobres, enfermos, etc. Esto es
algo que debemos tener presente en nuestra vida diaria.
Dicho esto, también es evidente que un soltero
posiblemente no expresará las mismas facetas que alguien que esté casado. Desde
luego que es maravilloso tener amigos íntimos, imprescindible poseer una
profunda relación con el Señor y servirle según los dones recibidos. Pero
también hay que ser honestos y reconocer sin miedo que no es fácil aceptar para
“un soltero que desea casarse” que la única provisión para cubrir todos los
deseos afectivos y emocionales (junto a los deseos sexuales naturales, fruto
del amor verdadero) es el matrimonio. En ocasiones no le es fácil no tener con
quién compartir su vida cotidiana en el nivel más íntimo al final del día,
tanto las alegrías como las tristezas, o los pequeños detalles como desayunar
juntos en pijama y compartir el mismo sofá (¡suena ñoño, pero es la verdad!). A
veces no le es fácil no tener a alguien a su lado que le pregunte por la mañana
cómo ha dormido o que esté a su lado en una mala noche a causa de una fiebre
alta. Puede ser que le duela alguna que otra vez no tener con quien poder
acurrucarse bien abrazado en la cama mientras comparte sus sueños. En momentos
le afecta escuchar el silencio más
absoluto al abrir la puerta de casa. No le es fácil pensar que quizá no tenga a
nadie íntimo que le acompañe día a día. No le es fácil desear un hijo para
llenarlo de amor, regalándole lo mejor de sí y no tener con quién poder
concebirlo y criarlo.
Esa es la otra cara de la misma moneda. De ahí que,
aunque estemos completos y en Dios tengamos el gozo que no depende de las
circunstancias sino de la obra que Cristo realizó en la cruz, seguimos viviendo
con nuestra propia naturaleza dual (la caída y la redimida) en un mundo
imperfecto; por lo que es normal que en ciertos momentos experimentemos en
nuestro ser interior diversos grados de soledad aunque sepamos que Dios nos ama
y estemos rodeados de personas que nos quieran. El error es cuando definimos
esos sentimientos de desánimo con estar “vacíos” o “incompletos”, lo cual ya
hemos visto que no es así. Ahí necesitamos una vez más de Su gracia y tener la
mente lo suficientemente fría como para no dejarnos arrastrar por nuestra
inclinación natural de centrarnos en lo que no tenemos, en lugar de en lo que
sí poseemos a nivel humano, emocional y espiritual.
Deseos y
algunas dificultades
Las cuestiones que hemos citado (entre otras muchas),
aparentemente sencillas, son las que resultan duras en el corazón de muchos solteros.
No todo el mundo las experimenta de la misma manera, puesto que cada persona es
un mundo. Algunos pueden sentirlo de manera aguda y otros apenas flaquean en
estos aspectos. Por lo tanto, lo que describo no es doctrina ni dogma, sino el
reflejo de diversas emociones humanas. Y aquí incluyo dos deseos muy concretos:
1. Deseos
emocionales. Más adelante trataremos una cuestión fundamental para el
soltero, como son las amistades. Ahí haremos hincapié en la necesidad imperiosa que tiene de llenar sus depósitos
afectivos con relaciones profundas, llenas de sentido y propósito, con personas
con valores semejantes (tanto humanos como espirituales). Pero no podemos
“espiritualizar” esta cuestión al extremo y negar algunas necesidades
emocionales que Dios mismo puso en la inmensa mayoría de los seres humanos.
Recibimos amor y ofrecemos amor, y el sentido de la
existencia lo encontramos en el Señor y no en las personas. Solo Dios puede
llenar ese vacío que todos los seres humanos sentimos. Pero aun así, hay un
límite a nivel humano, el mismo que Dios observó al regalarle al padre de la
humanidad (Adán) su ayuda idónea (Eva), su compañera. Hay cosas que no podemos
hacer con los amigos. Y no me refiero a algo evidente como es el aspecto
sexual, sino a la clase de intimidad emocional que solamente puedes desarrollar
con una persona del sexo opuesto dentro del matrimonio. Cosas tan sencillas
como las que cité anteriormente del desayuno en pijama, y otras igualmente sencillas: el simple hecho de tomarla de
la mano, besarla tiernamente en la mejilla, pasear por la arena de la playa una
noche de verano, mirarla a los ojos dulcemente sin necesidad de palabras o
abrirle partes de tu corazón que sólo harías ante tu pareja. Y mil cosas más
como formar una familia. En definitiva: un proyecto en común de dos personas
con valores semejantes. Hay hombres y mujeres que se mueren por dar amor, incluso más que por recibirlo. Por eso hay
personas que se entregan sin medida, conformándose con recibir algunas migajas
a pesar de que esto no es sano.
¿Estoy exagerando con todo esto? No lo creo. Que cada
uno de los solteros que han estado enamorado en algún momento haga su propia
lista de lo que desearon en sus corazones y no tienen. Quizá hayas podido
prescindir de este tipo de intimidad, pero no es el caso de la gran mayoría de
los habitantes de este planeta. Y esto no es ser negativo; simplemente es
contar la realidad que muchos temen expresar por miedo a que los acusen de
falta de fe.
Es por todo esto que un amplio sector de los solteros
contestan que “no” a la pregunta si se sienten completos sin pareja, lo cual es
un error de apreciación y del empleo de los términos, como hemos analizado
líneas atrás. En realidad, lo que sienten es que creen que hay facetas de su
ser que no se terminarán de desarrollar fuera del matrimonio, ya que las
relaciones profundas de pareja ayudan sobremanera a pulir y desarrollar muchos
aspectos de la personalidad. Todos aquellos que se han casado y están en un
buen matrimonio, podrían citar la manera en que cambiaron sus prioridades y la
forma de ver la vida, transformando sus sentimientos de manera positiva al
tener que cuidar de su esposa y de la familia que formaron. Descubrieron partes
de sí mismos que como solteros no llegaron a conocer, o al menos no a un nivel
tan profundo.
A nivel paternal/maternal sucede igual. Conozco a una
persona que durante años grabó decenas de discos con dibujos animados para
poder verlos en el futuro con sus hijos. ¿La realidad? Sigue soltero, y nada
vaticina que eso vaya ya a cambiar. De igual manera, hay mujeres que desean
tanto ser madres que llegan a despertarse en medio de la noche tras haber
tenido un sueño muy real donde cuidaban a su bebé. Pero dicho deseo no se ha
cumplido, y solo Dios sabe si se hará realidad y si es Su voluntad.
Visto lo visto, quiero añadir un aspecto fundamental: nadie
debe verse limitado por su estado civil. Puede que, al no tener mujer, no pueda
dar esa clase de amor especial que le gustaría. Y si es ella la que no tiene
marido, igualmente puede que no pueda derramar ese tipo de ternura que es
exclusivo del amor romántico. Pero, aun así, puede dar mucho amor. Quizá no
tenga hijos, pero posiblemente tenga hermanos o sobrinos. Puede volcar ese amor
en ellos o tratar a sus amigos y amigas como si fueran de su propia carne:
ayudarlos en todo, aconsejarlos, animarlos y consolarlos en los malos momentos, hacerles
compañía, estar a su disposición, abrazarlos, etc. Recordemos el ejemplo por
excelencia de soltero: Jesús. Sin esposa y sin hijos de su sangre. Sin embargo,
nadie se atrevería a decir que no regaló amor por doquier, fuera a sus amigos,
a toda una ciudad como Jerusalén, a una viuda, a diversos leprosos y a un grupo
de niños. A veces era correspondido en gratitud y afecto; otras muchas no. Sin
embargo, no se guardó nada del calor humano que había en él. Por eso, ¡no te
limites a ti mismo!
2. Deseos
sexuales. En el plano sexual acontece de la misma manera que en el
sentimental: Si eres soltero ni siquiera sabes hasta cuándo tendrás que
esperar. A veces no es fácil oírlo.
Si tienes hambre, comes. Si tienes sed, bebes. Si
tienes deseos sexuales... debes esperar. ¿A quién le gusta saber esto? ¡No creo
que nadie se ponga a saltar en medio de la calle lleno de alegría tras saberlo!
Quédate un par de días sin comer y verás el concierto
que comienza a sonar en tu estómago. Quédate un par de días sin beber y verás
la forma que tornan tus carnosos labios. Y, sin embargo, el deseo sexual no hay
manera de satisfacerlo. No todos han recibido la capacidad para vivir sin
pareja, como el mismo Pablo explicó en su carta a los Corintios.
He leído que no se puede vivir sin comer ni beber,
pero sí sin sexo. Y es verdad. No conozco ningún caso datado en la historia de
la humanidad donde alguien haya muerto por no tener relaciones sexuales. No me
imagino a nadie en el hospital diciéndo: “Doctor, tengo periodontitis por no
tener sexo. Incluso he tenido un amago de infarto cerebral”. Es un deseo y no
una necesidad, pero aun así el deseo no muere (en los capítulos “La sexualidad del soltero cristiano” y “¿Buscar o no buscar pareja?” ampliaré en profundidad este
tema). Por mucho que me quieran
vender la moto, mientras esos deseos no sean cubiertos dentro del
matrimonio, habrá un componente físico que no se podrá manifestar. Una cosa es
controlarlo y otra muy distinta dejar de desearlo, algo que nuestro cuerpo se
niega en rotundo a aceptar, y menos sabiendo que fue el mismo Dios quien puso
esos deseos en nuestro interior.
Es como decirle a un niño que le fascina un parque de
atracciones que no puede entrar hasta que sea mayor de edad. ¡El niño no
dejaría de llorar hasta que el padre le subiera a la montaña rusa más alta y
peligrosa del mundo! En el sexo sucede igual hasta el matrimonio. Y si no se
da, pues será durante el resto de nuestro tiempo en este planeta. Habrá que
canalizar la vida a otras áreas y aprender a vivir según la condición en la que
se está.
Si eres de los que piensas y te sientes de la manera
que he descrito en estos aspectos (los que respecta al desarrollo personal, a
las dificultades y a los deseos emociones y sexuales), seas hombre o mujer, te
entiendo perfectamente porque navego en el mismo barco que tú y a veces parece
el Titanic mientras la orquesta toca los últimos acordes. Pero recuerda: aunque
haya ahora pros y contras, eres un ser humano completo en
Cristo y tu vida tiene pleno sentido en sí misma porque Dios así lo ha
establecido; tu identidad está en Él y no en otra persona.
Nosotros somos el barro y Él el alfarero (cf. Is. 64:8), y va a usar
todas las circunstancias de tu vida, tanto las positivas como las negativas
(sean de tu pasado o de tu presente), para hacer Su obra en ti y moldearte.
Cada día va a hacer de ti la clase de persona que quiere que seas. Si
humildemente le dejas y vives en Su voluntad en obediencia a Su Palabra, sin
duda Él lo hará: “El que comenzó en
vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).
* En el siguiente enlace está el índice:
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* Prosigue en:
3. ENCARANDO EL SENTIMIENTO DE FRACASO
3.1. El concepto de éxito:
¡Qué bueno! Voy a ir leyendo todos los escritos,poco a poco porque los que he leído hasta ahora me están gustando mucho.Hay mucha honestidad en ellos, se ven muy reales y la Palabra muy bien expuesta. Sigue así, Dios te utiliza.
ResponderEliminarMe alegra que te guste y gracias por tus palabras.
EliminarTanto en los escritos referentes a la soltería como al resto de los publicados en el blog sobre otros temas, toma siempre como referencia el texto que dice "examinadlo todo, retened lo bueno" (1 Ts. 5:21). Lo que no te parezca acertado, simplemente deséchalo.