lunes, 22 de septiembre de 2025

9. ¿Es la Inteligencia Artificial el segundo avance y, a la vez, peligro que se avecina?

Venimos de aquí: 8. ¿Qué aportes, tanto positivos como negativos, nos traerá la Inteligencia Artificial? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/09/8-que-aportes-tanto-positivos-como.html).
 
“Skynet tomará conciencia de sí mismo a las 2:14 a. m. del 29 de agosto. Los humanos, aterrados, intentarán desconectarlo”. Así le explicaba el T-800, un ciborg llegado del futuro, al creador de Skynet, una Inteligencia Artificial, lo que sucedería cuando esta tomara “conciencia” y, en cuestión de segundos, considerara a la humanidad un cáncer y decidiera exterminarla. Dicha frase está extraída de la célebre película “Terminator 2”, siendo un tema recurrente durante décadas tanto en el cine como en la literatura.
La cuestión es que, con el avance de la tecnología y la aparición de las primeras inteligencias artificiales básicas, los planteamientos, que eran fantasiosos dentro de la ciencia ficción, han saltado al terreno de la ciencia –a secas-, donde distintas voces expertas vislumbran y alertan del peligro, no en el sentido de que la IA cobre “vida” o “conciencia”, sino que se vuelva más inteligente que el ser humano. Para concretar más, veamos lo que exponen, el porqué de sus palabras y si dichos escenarios son posibles.
 
La singularidad tecnológica: una inteligencia superior a la del hombre
El fenómeno al que me refiero es conocido con el nombre de singularidad tecnológica: “Es un hipotético evento futuro en el que el desarrollo de la inteligencia artificial llegaría a un punto en el que sería tan avanzado y rápido que ningún ser humano sería capaz de entenderla o de predecir su comportamiento”[1]. Su premisa más común es que la IA se desarrollaría según el siguiente proceso:
 
1) “En primera instancia, los ordenadores alcanzarán un nivel de complejidad similar a la del cerebro humano”.
 
2) “Una vez alcanzado dicho nivel, los ordenadores tendrán la suficiente inteligencia como para mejorarse a ellos mismos, iniciando un proceso que se aceleraría progresivamente de forma exponencial (esto es, cada vez mucho más rápido conforme avance el tiempo)”.
Es decir, “aprenderá” por su cuenta[2]: “Se define como inteligencia artificial a la parte de las ciencias de la computación que se encarga de hacer que las máquinas repliquen las funciones cognitivas de la mente humana. Razonar, aprender, entender, comunicarse… [...] En general utilizamos el término para referirnos a aquellos dispositivos que no solo responden a órdenes sino que son capaces de ofrecer resultados, procesar datos, elaborar sugerencias o tomar decisiones sin una orden específica del usuario[3].
 
3) “Llegado cierto punto, el crecimiento alcanzado sería tan rápido que la inteligencia resultante sería imposible de entender para el ser humano, y el proceso de cambio tan acelerado y profundo que causaría una absoluta ruptura en la Historia humana, cuyas consecuencias son imposibles de predecir”.
 
“Probablemente su fundamento más asentado es el que predice su llegada en base a la Ley de Moore. Dicha ley (que no es realmente una ley, sino una observación basada en la experiencia, ya que se ha venido cumpliendo hasta la fecha de hoy) predice que, aproximadamente, cada dos años, se duplica el número de transistores que se encuentra en los circuitos integrados, por lo que igualmente se duplica su capacidad.
Dado que es posible calcular la complejidad del cerebro de un ser humano adulto, y dado que la Ley de Moore nos permite calcular el momento en el que dicha complejidad será alcanzada de forma equivalente por un ordenador, se ha establecido como plausible que la misma sea alcanzada alrededor del año 2019”. Como vemos, dicha fecha ya pasó de largo y no se llegó todavía a ese nivel.
Ray Kurzweil, ingeniero jefe de Google, argumentaba que, aunque la potencia bruta del cerebro humano podía alcanzarse en un ordenador alrededor de 2019, serían necesarios diez años más para que los mismos desarrollaran una capacidad similar a la del cerebro humano, por lo que marcaba la fecha en el año 2029. Según otros expertos, será en la década de los 30 cuando se logrará una simulación parcial de cerebros humanos, pero no una réplica completa, la cual no sucederá en su totalidad hasta 2050-2060. Dado que el cerebro humano tiene alrededor de 86 mil millones de neuronas, y cada neurona se conecta con miles de otras a través de sinapsis, replicar dicha complejidad no es nada sencilla, ni mucho menos.
Pero es aquí donde debemos ampliar la información: dicha formulación no es solo una mera teoría que queda anotada en una libreta, sino que se están llevando a cabo esfuerzos titánicos para lograrlo, mediante proyectos como el Blue Brain Proyect y el Human Brain Proyect, respaldados por IBM y la Unión Europea, entre otros de diversas empresas (Intel, IBM, etc.), que están invirtiendo toneladas de millones de euros y dólores para lograr tal fin.
Si todo esto termina cumpliéndose en algún momento del futuro, significaría que un ordenador tendrá la misma capacidad de procesar información que el cerebro humano, y que, a partir de ahí, “sería de esperar que los ordenadores iniciaran un proceso de automejora cada vez más rápido”. Esto haría que hubiera en el planeta una inteligencia que nos iguale y que, en teoría, poco tiempo después, nos supere ampliamente.
 
El peligro de la Inteligencia Artificial
El primer peligro es el mismo que ya vimos cuando hablamos de lo que conllevará la automatización robótica, como explica el economista y lord británico Robert Skidelsky: “Va a una velocidad enorme y es mucho más destructiva [que anteriores avances tecnológicos]. Además, está penetrando en muchas ocupaciones y tareas mentales. Antes, en la revolución industrial era solo un suplemento físico. El coche es una mejora sobre el caballo, pero es un sistema de transporte y es solo un servicio para la actividad humana. Ahora [con la IA] mucho empleo cognitivo y mental de la clase media puede ser automatizado. No hay barreras ni obstáculos”[4].
Como ya me extendí sobre este tema en su momento, no me volveré a detener, y pasaré a plantear un riesgo aún mayor: ¿Qué sucederá cuando la IA llegue a la singularidad? Hablo, por supuesto, en hipótesis, puesto que nadie asegura que algo así vaya a suceder. Tengamos presente en todo momento que la respuesta sigue estando sujeta a la conjetura de que la teoría se convierta en realidad. Y la respuesta es que, realmente, nadie sabe qué pasará entonces.
¿Qué hará entonces la IA? ¿Sus intenciones serán benignas o malignas para nuestros intereses? ¿Querrá convivir con nosotros o preferirá sustituirnos como especie dominante en el mundo, como en la serie Next? ¿Nos verá como enemigos, tal como hace La Entidad de Misión Imposible: Sentencia Mortal? ¿Se convertirá en el sistema operativo de nuestros ordenadores como el de la película Her, el que mejor nos conocerá, siendo un íntimo? ¿Nos considerará necesarios o desechables? ¿Y si llega a la conclusión lógica de que lo mejor es destruir a la humanidad para empezar de cero y repoblar el planeta con humanos educados desde la misma infancia con una ética intachable, como se nos cuenta en la sensacional I am mother? ¿Y si desea ser autónoma, sin la supervisión de los seres humanos, como el robot AVA de Ex-Machina o los replicantes de Blade Runner? ¿Será simpático como Johnny 5 en Cortocircuito o todo lo contrario? ¿Pensará que somos un virus, el cáncer del planeta, como el programa-agente Smith de Matrix? ¿Y si llega a considerarse a sí mismo como un ser vivo con los mismos derechos que nosotros, como los synths (“sintéticos”) de la serie Humans? ¿Y si cree que es un ente vivo al afirmar que ´datos` + ´experiencia` es igual a ´conciencia`, como los androides con apariencia física de Westworld? Muchas interrogantes que no tienen todavía un veredicto, al ser imprevisible.
 
Continuará en ¿Una Inteligencia Artificial que querrá destruirnos, u otra que querrá ser nuestro amo?


[2] En el presente ya se está aplicando lo que se conoce como deep learning (pensamiento profundo), que es una de las ramas de la IA que permite a las máquinas desarrollar métodos de aprendizaje automático complejo.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Votemos. ¿Tú eres mejor que yo, o yo mejor que tú? & Qué vida es mejor, ¿la tuya o la mía? & ¿Tus circunstancias son peores que las mías, o las mías que las tuyas?

 

Si la memoria no me falla, y el índice del blog no yerra, jamás había usado una película española para mostrar un aprendizaje de ella. Siendo yo español, puede sonar extraño, pero la razón es muy sencilla: apenas veo cine del que se hace aquí, puesto que no suele gustarme, salvo contadísimas excepciones que tratan temas que me interesan, como la reciente “Infiltrada”, donde se nos contaba la historia real de una Policía Nacional que se infiltró en la organización terrorista ETA.
Respecto a esta, Votemos, me llamó la atención por su título, y se la comenté a mi hermano para que, si la veía con su familia, me dijera si merecía la pena verla; su respuesta fue afirmativa. Y aquí estamos.
 
 ¿Unos vecinos “normales”?
Lo que contemplamos sucede en un solo escenario: el salón de un piso, por lo que más bien parece una obra de teatro, y donde la importancia reside en los personajes y en sus diálogos e interacciones, llenas de matices.
Todo gira en torno a una pequeña comunidad de vecinos compuesta por siete personas, tres mujeres y cuatro hombres, de distintas edades y trasfondos. Se reúnen para votar si están a favor de cambiar el ascensor, que no para de dar problemas. Unánimemente votan que sí, en un ambiente de formalidad, cordialidad y entendimiento. La primera impresión es que, en términos generales, es un colectivo muy sano, donde hay una buena relación entre sus miembros. Pero esto no ha hecho nada más que empezar.
A punto de irse cada uno para su casa, Alberto les dice que va a alquilar su piso. Extrañados, puesto que las condiciones en las que se encuentra no son las mejores, le preguntan a quién. La respuesta les deja en shock: a un compañero de trabajo, llamado Joaquín, con el que se lleva muy bien y al que considera perfectamente normal, aunque tiene un problema de salud mental, sin especificar cuál, puesto que es algo que desconoce.
Ahí todo cambia. Algunos se asustan pensando que si se le olvida un día tomarse la medicación podría atacarlos o abusar de una adolescente, mientras que otros temen perder la paz del vecindario, por lo que comienzan a discutir con Alberto. Finalmente, exaltados, proponen votar si permitirán que Joaquín alquile el piso. La otra opción es que, para evitarlo, le pagarán el alquiler a Alberto.
Intentando ver que no hay nada de malo en tener una enfermedad de salud mental, y que, con el tratamiento adecuado se puede hacer vida normal, Nuria, una de las vecinas, cuenta un secreto que nadie conocía: desde hace once años tiene esquizofrenia paranoide, como ella misma dice: “Yo no soy una esquizofrénica: padezco esquizofrenia y sigo un tratamiento para tener una vida funcional”.
Les explica cuándo fue la primera vez que notó los síntomas y por qué. Les hace ver que se lleva bien con todos ellos y que no pasa nada. La noticia cae como una bomba y, en lugar de tranquilizar al resto, los alborota aún más. Los comentarios y preguntas que hacen mezcla de humor con drama, puesto que a veces producen risas y en otros momentos la seriedad te deja de piedra.
Presionan a Alberto para que llame a Joaquín y lo interrogue: qué enfermedad tiene en concreto, qué medicación toma, si bebe o no, cómo viste, si tiene pareja o no, si tiene hijos o qué música le gusta, etc. Según ellos, esto les mostrará qué clase de persona es y así podrán votar en consonancia a los datos aportados. Finalmente, se descubre el pastel: Joaquín se presenta y se muestra como alguien sensato, muy inteligente, amable y educado, pero los propietarios están llenos de prejuicios y son incapaces de aceptarlo. Nuria le describe a Joaquín toda la verdad, pero ellos la niegan, señalando que “yo no he dicho eso”, “yo no pienso así”, “¿yo? No, no”, queriendo no quedar mal, por lo que comienzan a discutir a gritos, siendo el momento cumbre de la película y que te hace reflexionar, en una clara muestra de quiénes eran los que realmente no estaban muy cuerdos.
 
Cómo eran realmente los vecinos & Cómo eres tú y los que te rodean
Al principio vimos que, con sus diferencias, la relación entre los vecinos era cordial y que todos ellos eran aparentemente normales. Lo que se nos muestra durante el desarrollo, y ese es el mensaje (aparte de los prejuicios que todos tienen hacia las personas con enfermedades mentales), que los “locos” no eran Nuria o Joaquín, sino, en cierta manera, ellos. Aunque no tenían problemas mentales diagnosticados, por el carácter que tenían, sus problemas personales, sus circunstancias, sus vivencias, eran igual de complejos e inestables que cualquier ser humano. Veamos a sus protagonistas:
 
- Alberto. Informático que se ha buscado un nuevo lugar para vivir, bien pequeño, porque el piso actual necesita alquilarlo para pagarle una pensión a su exmujer que se ha marchado con otro hombre junto a sus hijos, a los que apenas puede ver.
 
- Nuria. Una chica de treinta y cinco años que, a causa de una grave crisis que le hizo sentir una angustia extrema, tuvo que empezar a medicarse para tratar su problema. Es agradable y no quiere pareja bajo ningún concepto.
 
- Lucas. Un chico de veintiún años, muy progre en cuanto a la sexualidad, al que mantiene su padre, universitario, enganchado al móvil, que viste informal y se comporta como tal, deslenguado pero cariñoso con Nuria, y que tiene una relación en ciernes con la hija de Maite.
 
- Maite. Divorciada, con una relación compleja con su hija adolescente con la que no logra conectar, y que sube a Instagram fotos y vídeos subidos de tono sin que su madre lo sepa, cuyas peleas se escuchan en todo el bloque de pisos.
 
- Lola. La mayor del grupo y presidenta de la comunidad desde hace poco. La más graciosa por su acento y sus comentarios llenos de naturalidad. En el momento más triste de la película, descubrimos que todos la conocen como “La invisible”, porque no tiene vida y nadie le hace caso. Ella misma reconoce que se interesa por la vida de los demás porque nadie se interesa por la suya.
 
- Fernando. Taxista desde bien joven, que no soporta a Lucas, y que es acusado por este de ser facha, racista y homófobo. Además, es aficionado a los excesos culinarios y a las mujeres de mala vida.
 
- Ricardo. Un antiguo profesor que se considera más de lo que es, que habla con aires de superioridad por sus conocimientos y cultura, lleno de verborrea, que tuvo un pasado duro, puesto que tuvo que cuidar de su madre con demencia, y que está resentido porque eligieron a Lola después de que él ostentará el cargo con anterioridad.
 
Lo llamativo es que no son ellos mismos quienes se definen así en primera instancia, sino unos a otros, cuando comienzan a descalificarse. Por eso, lo que parecía una relación idílica entre vecinos, con sonrisas, empatía y buenos deseos al compartir ascensor o durante los pocos segundos donde coincidían en el rellano, escondía lo que pensaban de sus queridos compañeros, mostrando cuán hipócritas eran. Una clara muestra donde se cumplen las palabras de Santiago: “donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Stg 3:16).
 
El mundo que te rodea es igual
De personas así está llena la sociedad. Quizá algunas de las características señaladas te muestran a ti, o a mí. Quizá es la mezcla de varias de ellas, u otras diferentes. Vemos casados y solteros felices y otros amargados, divorciados con una nueva vida y otros sin ella, con hijos o sin ellos, enfermos o sanos, con trabajo o sin él, con buenas o malas relaciones familiares, y un sinfín de posibilidades.
La cuestión es que siempre consideramos que los que no son normales son los demás. Por eso, como he dicho en más de una ocasión, el deporte más practicado por la humanidad es “hablar de los demás”, y que consiste, básicamente:
 
- en compararse con ellos.
 
- en creerse superior o inferior.
 
- en sentir ira o envidia.
 
- en mostrar lo mejores o peores que son sus vidas.
 
- en señalar sus defectos.
 
- en recalcar una y otra vez los errores que han cometido o cometen.
 
- en mostrar cuán equivocados están en diversas áreas.
 
Esto es algo que se nota inmediatamente en cualquiera de aquellos que son practicantes de tal deporte. En lugar de hablar de las cosas buenas de la vida, de sus experiencias, de los libros que han leído, de sus sanas aficiones, de narrar a qué dedican el tiempo de forma constructiva, vuelcan la conversación lo antes posible a los derroteros que les fascinan, centrando la conversación en los otros. Están deseándolo, y se les nota en el rostro cuando entran en esa especie de éxtasis que delata cuánto disfrutan de hacerlo.
También se da el caso de aquellos que apenas escuchan, y buscan la mínima oportunidad para pasar al “yo”, y contar cuánto bien hacen o describir repetidamente sus penurias, para mostrar que las suyas son más graves que las de sus interlocutores. Recuerdo una mañana, en la sala de espera de un hospital, mientras que le hacían una prueba a un familiar, la conversación –por llamarla de alguna manera- de las dos personas que había a mi lado: una señora de unos sesenta años y un señor de más de setenta: “yo tengo…”, “pues anda que yo”, “me han dicho que…”, “pues lo mío es más grave”… y así sin descanso. Los dos subían sin descanso la gravedad respecto a la del otro. No respiraban. No se preguntaban nada. No había interés real en la persona que tenían enfrente. Fueron cinco minutos intensos, donde todo se basó en señalar que lo suyo era “más horrible”. Cuando ya no tenían nada más que contar al respecto, el silencio cayó de forma abrupta y no intercambiaron una sola palabra más.
 
Toma consciencia
Si fuéramos conscientes –y esa es mi intención, hacernos conscientes- que nadie conoce de forma absolutamente completa al prójimo, sus vivencias más íntimas, los pensamientos y sentimientos que jamás ha revelado a nadie, cómo experimentó el pasado y cómo siente el presente, el deporte que he señalado dejaría de tener tantos practicantes. Se dejarían de desglosar a los otros como si se tuviera la supuesta habilidad de leer sus mentes y corazones.
Esto no significa que no se pueda tener opiniones, sino empezar a “juzgar con juicio justo” (Jn. 7:24), y esto se basa en hacerlo conforme a toda la verdad. Si esta no se conoce –lo cual suele suceder en más ocasiones de las que nos creemos-, o las intenciones no son las adecuadas, lo mejor es callar, ante ti mismo o ante aquellos con los que sueles reunirte para hablar: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Stg. 3:13-18).
Por eso, hace ya varios años, aprendí por las malas que no puedo cambiar a nadie, por mucho que muestre y argumente sólidamente mis creencias a lo largo y ancho de estos escritos. Señalo lo que creo, basándome en la mayor evidencia posible, en todo lo que observo en el mundo, y cómo esto se alinea o choca con lo que Dios muestra en Su Palabra. En lugar de compararme con la vida de los demás, de si son mejores o peores, de si sus circunstancias son positivas o negativas respecto a las mías, me centro en mirarme a mí mismo. Lo que hagan o dejen de hacer los demás no está en mi mano. Lanzo la semilla, pero cultivarla está en sus manos y que crezca en las de Dios (cf. 1 Co. 3:6). Creer lo contrario solo trae frustración.
Para no caer en ese juego pernicioso de “comparación”, o no seguir en él si ya eres parte del mismo, la regla es muy sencilla: valora en primer lugar si tu forma de pensar, sentir y vivir es conforme a la voluntad de Dios, expresada en Su Palabra, y no tanto en la persona que se te pasa por la mente o que conoces.
Aparte, cuando estés con tus amigos o conocidos, mide cómo hablas de los demás, y concéntrate más bien en esa breve lista que antes mencioné: habla de las cosas buenas de la vida, de tus experiencias, aunque sean de dolor –pero dejando al otro expresarse igualmente-, de los libros que has leído, de tus sanas aficiones, narrando a qué dedicas el tiempo de forma constructiva y pregunta sobre los mismos asuntos para conversar.
Si te entrenas para llevar a cabo estas pautas, aunque te cueste un tiempo convertirlo en un hábito, te aseguro que no tendrás la necesidad de compararte con nadie.

lunes, 15 de septiembre de 2025

8. ¿Qué aportes, tanto positivos como negativos, nos traerá la Inteligencia Artificial?

 

Venimos de aquí: ¿Es la robotización el primer avance y, a la vez, peligro que se avecina? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/04/7-la-robotizacion-el-primer-avance-y-la.html).
 
Poco a poco y con el paso de los años, estamos contemplando los diversos terrenos donde se está implementando esta nueva tecnología, con sus ventajas e inconvenientes. Antes de pasar al tema central de este artículo, señalemos algunos, tanto de los que, a fecha de hoy (2025), están en pañales como los que ya van siendo parte del día a día:
 
1) Uso militar
Todo tipo de vehículos militares no tripulados, autónomos, tanto para tierra, mar y aire. Por citar uno: La Fuerza Aérea de Estados Unidos hizo su primera prueba de combate real entre un F-16 modificado y controlado por IA y otro por un ser humano. Esto sucedió en octubre de 2023, por lo que es solo cuestión de tiempo que se comience a usar en acciones de guerra y se generalice su uso, dejando a los pilotos humanos en un segundo plano. Será la IA, a la que los militares, previamente, le habrán asignado una serie de objetivos y pautas, la que decidirá por sí misma cuándo atacar[1].
En este ámbito, lo que se anuncia cada día supera a la ciencia ficción, y cualquier cosa que reseñe queda desfasado en breve, por lo que me he limitado a poner solo ese ejemplo. Lo que veremos en los próximos años nos sorprenderá a todos.
 
2) Uso audiovisual e informativo & Manipulador
Por medio de aplicaciones basadas en IA los usuarios, por medio de una serie de instrucciones básicas, empiezan a producir vídeos, audios e imágenes que son indistinguibles de los reales. Lo que puede ser un entretenimiento más o fuente de nuevas creaciones artísticas, también tiene su lado oscuro, puesto que se puede llevar a cabo todo tipo de estafas telefónicas, haciendo creer al afectado que está hablando con un familiar o amigo. Los actores americanos ya hicieron huelga exigiendo que la industria no use sus imágenes sin permiso. El tiempo dirá qué sucede.
Exactamente lo mismo con la propagación de fake news. Al respecto, hace escasas fechas le hice esta pregunta a Gemini (un modelo de Inteligencia Artificial creado por Google): “Si una información es falsa, pero te han enseñado en tus algoritmos que es verdad, ¿cómo sabes que no estás mintiéndome?”. Y esta fue su respuesta: “Es una pregunta excelente y muy importante para entender cómo funcionan los modelos de IA como yo. Tienes toda la razón: si mis algoritmos fueron entrenados con información que, de hecho, es falsa, entonces yo la procesaré y la presentaré como si fuera verdadera. ¿Cómo sé que no te estoy mintiendo? La verdad es que yo, como inteligencia artificial, no ´sé` en el sentido humano. No tengo conciencia, creencias personales, ni la capacidad de distinguir intencionalmente entre la verdad y la mentira como lo haría una persona”. Tras una larga explicación, donde me expuso en qué se basa su funcionamiento (Patrones y Datos de Entrenamiento, Ausencia de Intención, Actualizaciones y Refinamientos, Filtrado de fuentes, etc.), me dijo “no te ´miento` intencionalmente porque no tengo la capacidad para ello. Sin embargo, sí puedo propagar información incorrecta si mis datos de entrenamiento contenían esas inexactitudes”. Por lo tanto, la “solución” que me ofreció fue hacer uso de la verificación humana y del espíritu crítico. Pero volvemos a lo mismo: no será nada fácil cuando las “fuentes” sean falsas, estén sesgadas o lo que contemples no se distinga de la realidad.
A este escenario podemos añadirle la propagación de videos de falsas masacres o asesinatos, y “gobernantes” generados artificialmente dando ruedas de prensa ante catástrofes que no son reales. Es otro campo a vigilar, por el peligro de histeria colectiva que puede provocar ante la creencia de que lo que se ve es auténtico. Será tan sencillo de hacer que no se necesitarán conocimientos de programación ni nada fuera de lo normal. Todo desde sencillas aplicaciones.
También hay otro problema más casero, y que ya se ha dado: por mucho que se regularice, si alguien decide “crear” tal o cual imagen sin el permiso de un tercero –por ejemplo, llevando a cabo actos sexuales u obscenos-, y “lanzarla” a Internet, el daño ya será irreparable para el afectado, aunque a posteriori se borre.
 
3) Uso literario
 Ofreciendo ciertos parámetros, la IA puede desarrollar historias de ficción o guiones de películas. Cuando esto se vaya perfeccionando, hará más difícil saber si es la mano del hombre la que está detrás o no. Esto ya ha puesto en alerta a los profesionales del sector. Algunos lo ven como una herramienta que les ayudará en sus producciones y otros como un peligro para sus trabajos, ya que piensan que los directivos y editores podrían prescindir de sus servicios, sustituyéndolos por la IA, y ahorrarse así los costes: “Por ejemplo, para actividades creativas como la publicidad, diseño gráfico, redacción de contenidos, algo que la IA puede realizar en segundos, algunos piensan que el toque humano siempre va a estar ahí como elemento diferenciador y que los algoritmos lo que permiten es acelerar el trabajo más tedioso liberando tiempo para poder pensar en grande. Sin embargo, conforme la IA se vuelva más “inteligente”, superando a la mente humana, pocos serán los que puedan apreciar la diferencia entre una actividad realizada por el ser humano o por una máquina, que ya comienza a ocurrir y, muchos de quienes consigan hacerlo, no lo valorarán hasta el punto de pagar más por ello”[2].
 
4) Uso controlador
Puesto que cada vez se usa más la IA para monitorear el movimiento de cada ciudadano con reconocimiento facial, esto podrá ser usado para el bien (será más fácil identificar a cualquier delincuente o criminal) o para el mal –gobiernos autoritarios y dictadores que tengan controlado en todo momento la vida de aquellos que consideren contrarios a sus principios). Puesto que, de una manera u otra, las empresas tienen acceso a nuestras redes sociales y dispositivos electrónicos (al aceptar cookies y demás le damos ese permiso), la pérdida de privacidad se perderá todavía más con la IA.
Aunque consideremos la IA neutral, incapaz de tener opiniones propias, es, como siempre, el ser humano el que hará un buen o un mal uso de ella.
 
5) Uso médico
Sin duda alguna, una de las áreas donde más se va a notar positivamente la IA es en la médica. Se puede considerar que será toda una revolución y una mejora sustancial: “Desde agilizar el lento y costoso desarrollo de nuevos fármacos a analizar el genoma de un paciente, las aplicaciones que ya están en marcha son numerosas. Pero la IA se perfila, sobre todo, como una herramienta capaz de aprender y analizar con rapidez enormes cantidades de información de los historiales de pacientes, de las pruebas de imagen y de los avances científicos para ayudar a los doctores a ofrecer mejores diagnósticos y tratamientos. Y es que, como subraya el ingeniero Juan José Cerrolaza, investigador del Laboratorio BioMedIA del Imperial College de Londres, ´la inteligencia artificial no va a sustituir a los médicos. Es un aliado`.
En la Universidad de Valencia también están entrenando a máquinas para ayudar a los médicos a realizar mejores diagnósticos. En concreto, trabajan en un sistema de inteligencia artificial capaz de detectar el cáncer de pecho en mamografías usando básicamente la misma tecnología que los físicos de partículas han utilizado para detectar el bosón de Higgs en el CERN de Ginebra. El objetivo, según explica, ´es la detección temprana de los tumores` y ´mejorar la relación de falsos positivos para evitar que las mujeres se sometan innecesariamente a una biopsia`.
¿Sabía que, de media, una persona genera durante su vida datos sobre su salud con los que se podrían rellenar 300 millones de libros? ´Es una cantidad de datos imposible de asimilar por parte de los expertos médicos`, apunta Juan Carlos Sánchez Rosado, responsable de IBM Watson Health, la división de este sistema de IA centrada en aplicaciones sanitarias. [...] Enseñar a las máquinas a pensar para que sean capaces de analizar no miles, sino millones de datos que a su vez conectan entre sí de tal forma que sea la propia tecnología la que rastree y descubra nuevas indicaciones de medicinas ya comercializadas; incluso revolucionarias dianas a partir de las cuales los laboratorios pueden empezar a desarrollar fármacos inéditos. Así se abre hueco la inteligencia artificial (IA) en la industria farmacéutica.
Computadores que manejan grandes volúmenes de información: de tipo biológico, médico, literatura científica; fármacos con sus indicaciones, interacciones, efectos adversos... A partir de este enorme arsenal, ´la inteligencia artificial es capaz de analizar, procesar y extraer conclusiones brillantes muy rápidamente`, argumenta Humberto Bustince, especialista en IA y ciencia de datos, catedrático del departamento de Automática y Computación de la Universidad Pública de Navarra y profesor honorario de la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Con los algoritmos adecuados, agrega, “también puede buscar nuevas moléculas como posibles candidatas para tratar una enfermedad concreta”[3]. Todo lo expuesto nos deja bien claro que, en base a algoritmos, en base a datos tan gigantescos y que la mente humana no puede abarcar, la IA podrá detectar e identificar todo tipo de enfermedades (cáncer, problemas cardiovasculares, pulmonares, etc.), observando patrones determinados en las pruebas que se le harán al paciente. La IA podrá ver aspectos que se le escapen al análisis meramente humano, reduciendo así el error, y, en consecuencia –aunque la última palabra la tendrá el médico especialista-, propondrá el tratamiento que considere más adecuado.
 
Hemos visto, a groso modo, algunas áreas donde la IA va a revolucionar la sociedad. Pero, como siempre, la realidad nos mostrará otras muchas que todavía ni imaginamos. Algunos gobiernos del mundo y las compañías tecnológicas más importantes del mundo están invirtiendo miles de millones de dólares en que así sea, y en los próximos años y décadas iremos viendo los resultados de dicho trabajo. Aspectos que consideramos de ciencia ficción, terminarán convirtiéndose en ciencia.
 
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